Tiene 80 años, pero no para. Es
un hombre especial. En cuanto se le pregunta por la jubilación,
reacciona con un "¿Jubilación? ¿Y eso
qué es? ¿Qué se supone que tengo que hacer,
vender todo e irme a casa? ¿Poner a otro en mi lugar?".
La entrevista tuvo lugar en Cegasa, una de las principales empresas
mundiales en la producción de pilas. Sentado frente a
nosotros se encontraba el promotor de ese gran sueño:
Juan Celaya Letamendi.
-¿Celaya o Zelaia?
En las escrituras de la casa siempre constaba "Zelaia",
que era la forma correcta, pero en tiempos de nuestro abuelo
el notario puso "Celaya", y, claro, cambiar eso no
era nada fácil. Eso sucedía al nacer mi padre.
Su hermano mayor escribía Zelaia, y luego emigró
a Chile, conque toda la familia de allí es Zelaia, mientras
que los de aquí somos todos Celaya.
-¿Cuántos
familiares partieron hacia América?
Los dos hermanos del aita. Y también tenemos parientes
en Argentina y México, aunque sobre todo en Chile. Son
todos descendientes del caserío.
-Y su padre se quedó
en Oñati.
Sí. En tiempos de la República mi padre fue alcalde
de Oñati, del PNV, igual que el abuelo. Cuando en la guerra
de 1936 las tropas de Franco entraron en Euskal Herria, emigró
a Chile, pensando, como otra mucha gente, que a los dos días
ya estaría de vuelta. Al final fueron seis años.
-¿Nacionalista?
Amistó mucho con Jose Antonio Aguirre, con Irujo... Todos
los alcaldes nacionalistas se reunieron en Lizarra; claro que
mi padre no era político, era empresario.
-¿Se dedicó
también a la construcción?
Sí, pero primero cursó los estudios de perito agrónomo
en Villabona. En el mundo laboral se introdujo muy joven; a los
20 años trabajaba por su cuenta. Realizaba las obras en
muchos sitios: en Bilbao, en Valencia...
-¿Usted era el hijo
mayor?
Sí, de los seis hijos que tuvo, cuatro chicas y dos chicos,
el mayor era yo.
-¿Ayudaba usted
en la empresa de su padre?
No, cuando empecé a trabajar él ya había
fallecido, porque yo estaba finalizando mis estudios de Ingeniería
en Bilbao cuando murió. Durante un tiempo compaginé
los estudios y el trabajo. (Juan Celaya es un fumador empedernido.
Trata de encender otro cigarrillo, pero el mechero no funciona,
así que coge otro, lo enciende, y prosigue con la conversación).
Fabricábamos pilas desde 1934. Y en la guerra nos despojaron
de todos los bienes. El aita en Chile, la ama en Navarra, los
seis hijos en el caserío, sin que la más pequeña
tuviera más de cinco años... Historias de la guerra.
-¿Qué factor
empujó a Juan Celaya hacia el mundo empresarial?
No puedo presumir de haber empezado desde cero. Es más,
si soy ingeniero es gracias a mi padre. Cuando nos devolvieron
los bienes (la fábrica de pilas y la constructora), seguí
en la construcción. De las pilas me hice cargo a partir
de los 60. La empresa desde siempre se había llamado Tximist,
pero desgraciadamente me advirtieron que con ese nombre su venta
no resultaría fácil en España, así
que no hubo más remedio que cambiarlo. Todavía
me entran ganas de llorar. Como el nombre de la sociedad era
Celaya, Enparanza y Galdos, tres familias que estaban
emparentadas entre sí, decidimos llamarla Cegasa.
La familia Enparanza lo dejó hará unos seis años,
y desde entonces quedamos los Galdos y nosotros. Yo ostento el
70% de la empresa, y el resto los Galdos.
-¿Por
qué motivo se fue a Vitoria-Gasteiz?
Porque, aunque la empresa prosperaba, no teníamos espacio
suficiente, y no se podía comprar terreno en Oñati.
Mientras que en Vitoria-Gasteiz el metro cuadrado estaba a 63
pesetas, en Oñati había que pagar 3.400, y, por
si fuera poco, en Vitoria-Gasteiz nos daban la oportunidad de
pagar cuando quisiéramos. Así que todos los empresarios
guipuzcoanos nos trasladamos a Vitoria-Gasteiz. Aun así,
en Oñati seguimos teniendo una pequeña fábrica
de 120 trabajadores. La zona de Deba todavía sigue con
el problema de la falta de terreno. Habría que hacer una
detenida selección, y no permitir que se construya ninguna
otra fábrica. El otro día un empresario de Oñati
me comentaba que como ya no tenía terreno se iba a Vitoria-Gasteiz.
En la zona de Deba, si necesitas 10.000 metros cuadrados, estás
perdido.
-Los protagonistas de la
primera industrialización alavesa fuisteis en cierto modo
los empresarios guipuzcoanos, puesto que apenas había
empresas por aquella zona...
Otros fueron antes que nosotros, por ejemplo Esmaltaciones
San Ignacio, de Oñati. Con nosotros fueron Arregui,
desde Ermua fue Areitio, desde Eibar Gabilondo... Las empresas
más importantes de Álava eran Ajuria, Fournier,
Sierras Alavesas, Aranzabal, y alguna más,
pero pocas. El problema que teníamos los guipuzcoanos
era que no teníamos a dónde ir, porque las empresas
en Gipuzkoa tienen que ser especializadas y sin demasiada necesidad
de terreno; aunque suelen ser más caras, porque están
provistas de tecnología punta.
-Con
la experiencia adquirida a lo largo de estos años, ¿qué
cree usted que se requiere para ser un buen empresario?
Hay que estar permanentemente atento, porque las cosas cambian
de un día a otro, y además a una velocidad pasmosa.
Nuestro objetivo consiste en que los productos sean cada vez
mejores.
-¿La empresa es
tarea de una sola persona o de un grupo?
Una sola persona nunca puede hacer nada. Como tampoco una guerra
la hacen sólo los generales. Hay que rodearse de buenos
profesionales. Mi función consiste en que el grupo funcione;
yo solo no podría hacer nada.
-El lehendakari Juan Jose
Ibarretxe le concedió hace pocas semanas la distinción
Lan Onari, ensalzando el papel que desempeña Cegasa entre
la competitividad existente y la presencia de las multinacionales.
El proceso de la producción de pilas ha ido cambiando.
Cuando empezamos, en España no había nada de ese
tipo. Y si hace unas décadas los dominadores del mundo
de las pilas éramos los europeos, hoy en día la
primera posición la ocupan los americanos. Casi todas
las fábricas están a su cargo. De las cuatro empresas
principales que hay, dos son americanas, una alemana y la otra
es Cegasa. Sucede lo mismo que en las empresas automovilísticas,
que la concentración es inmensa; hay a lo sumo unas tres
o cuatro empresas. Seguiremos adelante, pero siendo conscientes
de que los problemas serán cada vez mayores. Lo cierto
es que ahora cualquier cosa necesita energía para poder
funcionar, ya sea con pilas o con otra cosa. Todos los que nos
movemos en este mundo estamos tratando de dar con el tesoro que
vaya a sustituir a la gasolina. Se ha invertido mucho dinero,
pero por ahora nadie ha descubierto nada. Los retos son muchos:
el motor eléctrico, la pila combustible, la pila recargable...
Nos gustaría seguir en esa línea, aunque una cosa
es querer, y otra poder.
-Las cifras de la economía
nos muestran que atravesamos un buen momento...
Estoy de acuerdo, pero yo no le doy el sentido que le da la gente.
Hay que invertir más. Que si crisis y no crisis... ya
no sé ni lo que es una crisis. ¿Qué es exactamente?
Exceptuando algunos países de África y Asia, el
resto vivimos muy bien. Tenemos de todo, y además de sobra:
alimentos, txapelas, pilas...
En definitiva, no hace falta que trabajemos tanto. Los europeos
vivimos muy bien, y los vascos no digamos. Como hombre de fe
que soy, esto me parece un milagro. No tenemos científicos
de primera línea, pero llevamos un modo de vida buenísimo,
con abundante comida, bebida e indumentaria. En resumen, que
vivimos muy bien. En mi opinión, en ningún sitio
se vive tan bien como en Euskal Herria. No estaría nada
mal que siguiéramos tal como estamos, porque mejorar esto
no será fácil. Las crisis son muy relativas. Por
poner un ejemplo, y aunque sé que algunos me acusarán
de mentiroso, yo no creo que tengamos el problema del paro. Cuando
necesitamos trabajadores, no damos con ellos. En todas partes
faltan. Siempre habrá alguien, algún joven, que
no tenga trabajo, pero son casos puntuales.
-Se dice que la mano de
obra de los inmigrantes resulta imprescindible.
Es que es necesario que vengan. En realidad no me gusta demasiado,
porque nuestro ambiente, nuestro modo de vida cambian. Es mejor
contentarse con menos y vivir bien.
-¿Qué importancia
le concede al dinero?
Ante todo soy un hombre, y en tanto que hombre, empresario. El
único instrumento de medición de los resultados
de una empresa es el dinero: o se gana o se pierde. Pero, desgraciadamente,
una empresa no puede perder. Sí pueden hacerlo los ayuntamientos
o las Diputaciones, pero una empresa, si pierde, se cierra.
-Es
usted propietario del pueblecito alavés de Larrinzar.
Con iglesia y todo.
No sé si propietario. Larrinzar pertenece al municipio
de Barrundia; es lo que en Gipuzkoa se llamaría un barrio.
Al construir el embalse, como las mejores tierras quedaron sumergidas,
las ocho personas que vivían allí se marcharon,
y el pueblo permaneció inhabitado durante 18 años.
Ahora Larrinzar no tiene más que una casa, la mía,
con sus 100 hectáreas. Y una pequeña iglesia. Mi
casa está en Vitoria-Gasteiz, pero prefiero vivir en el
pueblo. Nací baserritarra, soy baserritarra, y moriré
siendo baserritarra. Fui a Álava en 1964, y compré
Larrinzar en 1969, tras pasar los primeros años en Vitoria-Gasteiz.
Y ahí sigo, en Larrinzar. Y tengo 500 ovejas, más
que nada para que limpien los prados.
-Ha promovido infinidad
de actividades en favor del euskara. ¿Qué ha recibido
a cambio?
Un montón de premios, que además me producen una
gran satisfacción. Tal como he comentado, ante todo soy
un hombre; lo demás viene luego: las pilas, la empresa
Tuboplast... Pero el dinero no apaga mi sed. Soy vasco
y quiero que Euskal Herria siga viviendo, y ahí el euskara
juega un papel fundamental. Sin euskara no se puede hablar de
Euskal Herria. Y como veo un futuro difícil, procuro ayudar
en todo lo posible. Procuro hablar siempre en euskara, no sólo
yo, sino también quienes me rodean. Por otra parte, hay
que subrayar la labor de las ikastolas; son las que nos ofrecen
la oportunidad de seguir adelante.
-Los vascos fundamos ikastolas,
subimos al Everest... ¿cuál será nuestro
próximo reto?
En estos tiempos de la globalización, los pequeños
países están haciendo un gran esfuerzo por salir
adelante, pero las adversidades obligan a esforzarse aún
más. Sin olvidar que también soy europeo, y si
el proyecto de Europa
sale adelante, Euskal Herria tendrá que estar allí.
-Cambiando de tema, ¿viaja
con frecuencia a Chile?
Sí, claro. Como mínimo una vez al año. Y
también a Argentina. ¡Fíjese! Aquí
los vascos no llegamos a los tres millones, y en Argentina hay
seis millones. Tenemos que ayudarles, porque ahora contamos con
nuevos medios de comunicación: Internet, ETB SAT...
-Tiene 80 años.
¿Ha pensado en la jubilación?
¿Jubilación? ¿Y eso qué es? ¿Qué
se supone que tengo que hacer, vender todo e irme a casa? ¿Poner
a otro en mi lugar?
RETAZOS
DE LA VIDA DE JUAN CELAYA LETAMENDI
*Nació
en Oñati (Gipuzkoa), el 29 de agosto de 1920.
*Cursó los estudios de Ingeniería en Bilbao, finalizándolos
en 1947.
*Posee diversas empresas, entre las cuales cabe destacar a Cegasa
(pilas), Tuboplast (envases de plástico) e Hidronor (tratamiento
de residuos), en las cuales ostenta la presidencia. Es también
partícipe en empresas como Conservas Ulecia, vinos Lan,
cartuchos CTL Activ...
*Siempre ha trabajado en pos de la cultura vasca (Ikastolas,
UZEI, expedición Tximist al Everest, ciclismo...)
*Es el promotor y presidente de la Fundación Vasca, cuyo
objetivo es que la cultura vasca sea el punto de conexión
de todos los vascos.
*El último galardón que ha recibido nuestro protagonista
es la distinción Lan Onari, otorgado por el lehendakari
Juan Jose Ibarretxe.
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Fotografías: Ismael Diaz de Mendibil
Euskonews & Media 93.zbk (2000
/ 9-29 / 10-6) |