"Aquí soy yo el bárbaro porque ninguno me entiende"
(Ovidio, Las Tristes, Libro V, 10)
Con sus casi dos metros de altura, su físico delgado
y sus rasgos vascos detrás de unos anteojos prominentes resalta
de modo inmediato en cualquier grupo humano. Así, es imposible
no reconocer físicamente a este directivo de la colectividad
vascoargentina. Hasta quienes nunca han hablado con él saben
quién es Mikel Ezkerro.
Sin embargo, los principales rasgos que lo destacan entre sus pares
no son sus características físicas, sino su formación,
su dedicación y sus ideas que escapan a los criterios medios.
Para la colectividad vasca de Argentina es una institución
en sí mismo. Es el consultor obligado de los historiadores
e investigadores de Euskal Herria vinculados a Argentina y el primer
referente indiscutido cuando se trata de organizar una actividad
cultural; y, así, peregrina de modo constante por casi todos
los centros vascos del país dictando conferencias y apoyando
iniciativas culturales; pero, a pesar de ser el más oído,
es, quizá, el menos escuchado. Es como un extranjero al que
pocos entienden.
Es así desde su integración en la colectividad vascoargentina,
pues Ezkerro no siguió los cánones clásicos
de gran parte de los dirigentes actuales: no fue dantzari, no fue
pelotari ni fue coreuta. Desde siempre se dedicó a la historia,
la cultura y la política de las ideas, como un trabajador
solitario: "La mies es mucha pero los obreros son pocos",
justifica; de modo de impulsar y apoyar a los contados miembros
del colectivo vasco que pretenden abordar el campo cultural con
una visión renovada.
Conversar con Ezkerro es adentrarse en un recorrido personal y
distinto dentro de la colectividad vasca, alejado de los lugares
comunes.
-¿Cuáles
fueron las características distintivas de su primera integración
a lo vasco?
La gran mayoría de los argentinos o aún de los vascos
nativos pero venidos de muy chicos acá a la Argentina no
vivieron la niñez en el País Vasco, como yo la viví.
Yo nací en la Argentina, pero aprendí a hablar y viví
allí hasta los doce años. Creo que ese hecho tuvo
en mí mucha influencia. Luego vendría, en el nivel
sentimental, mi madre: es una mujer que desde muy joven se sintió
atraída por el movimiento vasquista en general, sin haber
militado nunca en política. Sus amigas, en su mayoría,
también profesaban la misma simpatía por el nacionalismo
vasco. Inclusive años más tarde me enteré -porque
ella nunca me hablaba de eso- que sostenía alguna relación
con personas que tenían más que simpatía por
el nacionalismo vasco y pertenecían a lo que se podía
llamar la resistencia vasca.
-¿Cómo
fue esa transmisión?
Mi madre me enseñaba todas las canciones habidas y por haber
del nacionalismo vasco que ella cantaba cuando era adolescente.
Vivimos una década muy especial, entre el '40 y el '50, tremendamente
represiva de todo lo relacionado con lo vasco, pero dentro de mi
casa se respiraba un ambiente muy vasquista. De este modo, la formación
de mi madre, influyó mucho en una especie de nacionalismo
vasco folklórico, no racional, sentimental.

-¿Y qué recibió
del colegio?
Yo hice la primaria en el colegio Nuestra Señora de Begoña
de los padres jesuitas, en Indautxu. En la elección del colegio
por parte de mis padres, contó no solamente el hecho de ser
bueno y religioso, sino también que tenía una especie
de mayor autonomía. Los padres de los alumnos procedían
solamente de dos campos: el monárquico tradicional y un sector
que había tenido en los tiempos de la guerra simpatías
o militancia en el Partido Nacionalista Vasco. He conocido algunos
religiosos jesuitas que tenían evidente simpatía por
lo vasco. Es más, en el colegio se enseñaban danzas
vascas; y yo no hice nunca como alumno saludos fascistas, como sí
sucedía en otros colegios.
-¿Hablaban
euskera en su familia?
No, mis padres no eran euskaldunes. El euskera lo oí por
vez primera yendo con mi madre un día al mercado de la Ribera
en Bilbao. En las entradas solían instalarse algunas aldeanas
que vendían productos de caserío. Entre las vendedoras
empecé a oír como si fuera una ametralladora un sonido
que nunca había oído y mi madre me dijo que era euskera.
Yo sabía palabras sueltas en euskera como saben los bilbaínos,
pero no sabía hablar.
-¿Cómo
fue el regreso a Argentina?
Cuando vine a la Argentina estudié también con los
jesuitas; y aquí me encontré también con algunos
sacerdotes vascos, como el padre Uriarte o Justo Begiristain. Por
supuesto, cuando llegamos, mi madre se suscribió al periódico
Euzko Deya; pero no éramos muy activos, mis padres no fueron
socios del Laurak Bat. Conformábamos esa especie llamada
"vasco de San Ignacio", que es el vasco que va
una vez al año al centro.
-¿Y eso
cómo cambió?
Leyendo un aviso en Euzko Deya, mi madre se enteró de que
existía en Buenos Aires la Editorial Vasca Ekin. A raíz
de ese aviso, un día, acompañado por mi madre, fui
por vez primera a sancta sanctorum de la cultura vasca de
aquellos años en la Argentina, que era Ekin. Allí
me encontré con Pello Mari Irujo, que se convertiría
con el tiempo en mi mejor amigo a nivel vasco y también a
nivel personal. Luego llegó Andrés Irujo. Nosotros
queríamos comprar unos libros; y él me dijo: "Oye,
¿y a ti qué te gusta?...", "a mí
me gusta la historia"...

-¿Qué
paso entonces?
A partir de ahí comenzó una relación personal
con los Irujo. Lo que yo llamo "calentar sillas".
Yo iba, conversábamos... hasta que Andrés se solía
levantar, me llevaba del brazo hasta la puerta y "Ala, ala...",
que significaba "Bueno, vete. Ya está".
No sólo me llevaba libros de Ekin, que siempre fueron muy
baratos, sino que Andrés me prestaba libros de su biblioteca
particular. Yo era para él un argentinito al que le gustaba
lo vasco; además se sorprendía de que yo venía
con un caudal de conocimientos que no tenía por qué
tener un hijo de vascos de aquí.
-¿A partir
de cuándo sucedió eso?
Eso sería a partir de 1953 o 1954, en la época del
colegio.
-¿Qué
importancia tuvo el encuentro con los Irujo?
Fue la posibilidad de conocer a una cantidad de personas que concurrían
a Ekin, que jamás habría conocido de otro modo. Había
tertulias y allí he tomado toneladas de café. Ellos
vivían de recuerdos, de evocaciones; desfilaba toda la historia
de Euskadi de los últimos años. Yo tenía una
memoria bastante desarrollada, entonces todo me quedaba. Era como
una especie de computadora que iba acumulando datos. Así
me fui sumergiendo en lo que a mí me importa, que es la historia
moderna y contemporánea del pueblo vasco. De lo que podía
leer en Argentina en esos años, creo haber leído mucho.
Creo haber tenido acceso a las mejores fuentes de aquella época;
y conocí a los informantes, de los que -en muchos casos-
me ha tocado dar la conferencia necrológica.
-¿Luego
relacionó lo vasco y lo argentino?
Sí. A mí me interesaba y leía historia argentina.
Me propuse conocer la historia moderna y contemporánea vasca
y lo vasco en la Argentina. Y tuve la fortuna de conocer otros personajes
argentinos muy importantes, como José María Garciarena,
que fue ganado para lo vasco por los Irujo.
-¿Y entonces
empezó a escribir?
Durante un tiempo me tocó dirigir "pour la gallerie"
la revista Branka cuyo verdadero director era José Luis Alvarez
Enparantza "Txillardegi", que estaba en aquella época
exiliado en Bélgica. Figuro como director de una revista
donde no escribí ni una línea. Donde escribí
mucho fue en Tierra Vasca, con diferentes seudónimos: Mikel
Julen, M. Azpiroz, Panpo, M Brantz. También como mujer, firmando
como Muskilda, en una sección llamada Emakumearen Ekintza.
Escribía todos los meses seis o siete artículos. El
primero de mes salía Euzko Deya y el quince nosotros; y lo
hacíamos en la misma imprenta. Cuando llegábamos decían
"¡Ahí vienen los vascos!"... Eramos dos personajes
de lo más pintorescos: Pello Mari bajito y yo flaco y alto...
El mundo de Tierra Vasca es para una novela, es algo barojiano.
-¿En qué
período colaboró con Tierra Vasca?
Entre 1960 y 1963 ayudando a Pello Mari Irujo en tareas administrativas;
y entre 1963 y 1975, también escribiendo. En esa fecha dejó
de publicarse, primero porque Pello Mari se enfermó de seriedad
y luego porque decidió viajar a Europa para acompañar
a su hermano Manuel.

-¿Y luego
de ese ciclo cómo continuó su labor?
Continué mi labor, en la situación creada tras la
muerte de Franco, tratando de mantenerme lo más informado
posible del nuevo escenario, reuniéndome con amigos animados
por sentimientos patrióticos; leyendo la profusa literatura
que se publicaba; viajando tanto a Iparralde, como ahora más
a Hegoalde; y bajando los decibeles de lo mantenido durante el franquismo,
dedicándome más a lo cultural.
-Sabiendo de su
enfrentamiento personal con Andoni Astigarraga ¿Qué
actividades pudo desarrollar durante el período en que él
fue un referente con mucha ascendencia dentro del colectivo vasco?
Pese a lo que usted refiere, yo pude seguir trabajando. Colaboramos
con el boletín del centro Denak Bat de Lomas de Zamora; y
también lo hicimos entre 1980 y 1982 en la revista La Baskonia
[segunda época]. Aunque en honor a la verdad debo decir que
no eran muchos los centros vascos que -por ejemplo- me invitaban
a dar conferencias, aunque yo reconozco el derecho que asiste ayer
y hoy a todo centro de decidir a quien invita o no. Lo cierto es
que después de su desaparición, centros que no me
habían invitado, comenzaron a hacerlo; personas que se limitaban
a un cortés saludo comenzaron a dialogar...
-¿Por qué
se produjo el enfrentamiento con Astigarraga?
Un día del año 1964, el señor Astigarraga -al
que me presentó Jesús de Zabala en 1963- tras una
conferencia que di, en la que me referí a Elías de
Gallastegui, al Eusko Mendigoixale Batza y también a ETA
(la de 1964) dejó de saludarme y no volvimos a hablarnos
hasta su fallecimiento; una desaparición que sentí,
primero a nivel humano y también en lo estrictamente vasco,
porque a pesar de todo lo pasado y sucedido -y lo he reconocido
desde la tribuna y por escrito- considero a Astigarraga un infatigable
trabajador por lo vasco.
-Llegó
a hacerle acusaciones graves...
Para Astigarraga, y según la ocasión, yo trabajaba
para la SIDE [Secretaría de Informaciones del Estado, los
servicios de inteligencia gubernamentales], que era una manera de
decir también que podía trabajar para la embajada
española; o para los grupos de izquierda argentinos. O sea
que era a veces fascista y a veces marxista...
-¿Por qué
tanto encono de su parte?
No usaría el término encono. Para Astigarraga yo era
un "heterodoxo", que "manejaba información
de las más diversas fuerzas vascas "... esto era cierto
y nunca lo pudo asimilar. Astigarraga fue el impulsor de una "consigna
del silencio" entre 1960 y 1975, que ocasionó entre
otras cosas que no se practicara el debate libre, la discusión
racional... solo recuerdo una mesa redonda en enero de 1965 en el
Laurak Bat, que fue la primera y última.

También es verdad que circulaban determinadas informaciones
donde artículos nuestros en Tierra Vasca eran considerados
"no reproducibles"... es curioso que los mismos solían
tener buena crítica de Manuel de Irujo, Ildefonso Gurruchaga,
el Padre Mokoroa, el Padre Julio Ugarte, el Padre Iñaki de
Azpiazu, Pedro Turullol, etc. Si algo diferenció a las publicaciones
que seguían la línea de Astigarraga y a Tierra Vasca
era que unas daban una información parcial y la otra una
global. Astigarraga, hacía un sinónimo de patriota
vasco igual al PNV, todo lo demás era secundario: Acción
Nacionalista Vasca de Euskadi, el Mendigoixale, por supuesto ETA
-y me refiero a ETA bajo el franquismo-, etc. Es curioso que hombres
del PNV, como Sabin Barrena y Joseba Olabiaga, llegados de Caracas,
veían críticamente esta diferenciación que
hacía Astigarraga. Para concluir: un hombre con mucha y respetable
información no pudo asimilar o tolerar la muy abundante información
que llegaba a manos tanto de Pello Mari como mías... Este
era el diagnóstico de un hombre del pasado resistente y los
quilates patrióticos de Pello Mari Irujo.
-¿Cuál
era su relación con Euskal Herria en esos años?
Durante todos estos años viajé a Euskal Herria. Durante
la época del franquismo iba naturalmente a Hegoalde porque
tenía familiares ahí, pero me importaba mucho más
Iparralde, que era un campo interesantísimo; porque tenía
ocasión de tenerlos a todos los dirigentes en un bar, en
el "Hotel Euskalduna" o el "Sabin Etxea". Era
un mundo muy reducido. Luego, cuando comienza el cambio de situación,
comenzaron a llegar a la Argentina algunos historiadores con los
que empecé a tener contacto permanente.
-¿Qué
espera del futuro? ¿Qué le falta hacer para completar
lo que proyectó cuando decidió dedicar gran parte
de su vida a esto?
De cara al futuro, seguir trabajando como lo he venido haciendo
desde hace décadas. Claro está que los años
enseñan cosas, entre otras a hacer una autocrítica
más estricta y reconocer errores cometidos -asumo los míos
que son varios-. Siempre he sentido a la difusión de lo vasco
en mi patria Argentina como una siembra, ereintza; como el lanzamiento
de una semilla que cae sobre una tierra en extremo fértil:
el formidable sentimiento vasquista existente en este país;
que es -lo digo sin chauvinismo alguno- superior al del resto del
mundo; pero que también adolece de algo vital: formación.
Si no se forma, aunque sea en lo básico, la semilla no prende
o da magra cosecha. Si no hay formación vasquista, el panorama
es bastante oscuro. Próximo a cumplir 65 años observo
que existe un núcleo de mujeres y varones, argentinas y argentinos
empeñados en una labor cultural y que están aplicando,
además, los avances de la tecnología. Son el presente
y, sobre todo, el futuro. Quisiera poder tomar un café con
ellos y seguir hablando de Euskal Herria. Con eso me basta...
Mikel
Ezkerro
De nacimiento Miguel Ezquerro, pero para
todos Mikel Ezkerro, es hijo de padre argentino
-que vivió entre los 7 y los 28 años
en Euskadi- y madre vasca (bilbaína). Nació
el 7 de mayo de 1938 en la localidad de Rawson,
partido de Chacabuco, provincia de Buenos Aires.
Desde que tenía un año y hasta los
doce, vivió en Bilbao. Hizo la escuela
primaria en el colegio Nuestra Señora de
Begoña, en Indautxu; y la secundaria en
Buenos Aires, también con los jesuitas,
en el Colegio del Salvador. Inclinado a la historia,
y en particular a la historia vasca, se orientó
desde muy joven al estudio de los períodos
moderno y contemporáneo. Desempeñó
tareas comerciales en la industria editorial y
dedicó una gran parte de su tiempo a los
temas vascos. Actualmente es conferencista permanente
en las euskal etxeak de todo el país. Es
Responsable de las Areas de Cultura de FEVA (Federación
de Entidades Vasco Argentinas) y del Centro Laurak
Bat. Además es miembro del Instituto Americano
de Estudios Vascos y del Centro de Estudios de
la Cultura y el Nacionalismo Vasco Arturo Campión;
y Presidente de Eusko Alkartasuna en Argentina.
Es autor de la historia del Centro Laurak Bat
de Buenos Aires, de próxima edición
en la Colección Urazandi. Está casado
con Susana Aramendia y tiene dos hijos.
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Fotografías: Gonzalo
J. Auza
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Euskonews & Media 218.
zbk (2003 / 07 / 11-18)
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