Mikel Ezkerro, un peregrino de la cultura
"La mies es mucha pero los obreros son pocos"
* Original en euskera
Gonzalo Javier Auza

"Aquí soy yo el bárbaro porque ninguno me entiende"
(Ovidio, Las Tristes, Libro V, 10)

Mikel Ezkerro Con sus casi dos metros de altura, su físico delgado y sus rasgos vascos detrás de unos anteojos prominentes resalta de modo inmediato en cualquier grupo humano. Así, es imposible no reconocer físicamente a este directivo de la colectividad vascoargentina. Hasta quienes nunca han hablado con él saben quién es Mikel Ezkerro.
Sin embargo, los principales rasgos que lo destacan entre sus pares no son sus características físicas, sino su formación, su dedicación y sus ideas que escapan a los criterios medios.
Para la colectividad vasca de Argentina es una institución en sí mismo. Es el consultor obligado de los historiadores e investigadores de Euskal Herria vinculados a Argentina y el primer referente indiscutido cuando se trata de organizar una actividad cultural; y, así, peregrina de modo constante por casi todos los centros vascos del país dictando conferencias y apoyando iniciativas culturales; pero, a pesar de ser el más oído, es, quizá, el menos escuchado. Es como un extranjero al que pocos entienden.
Es así desde su integración en la colectividad vascoargentina, pues Ezkerro no siguió los cánones clásicos de gran parte de los dirigentes actuales: no fue dantzari, no fue pelotari ni fue coreuta. Desde siempre se dedicó a la historia, la cultura y la política de las ideas, como un trabajador solitario: "La mies es mucha pero los obreros son pocos", justifica; de modo de impulsar y apoyar a los contados miembros del colectivo vasco que pretenden abordar el campo cultural con una visión renovada.
Conversar con Ezkerro es adentrarse en un recorrido personal y distinto dentro de la colectividad vasca, alejado de los lugares comunes.

-¿Cuáles fueron las características distintivas de su primera integración a lo vasco?
La gran mayoría de los argentinos o aún de los vascos nativos pero venidos de muy chicos acá a la Argentina no vivieron la niñez en el País Vasco, como yo la viví. Yo nací en la Argentina, pero aprendí a hablar y viví allí hasta los doce años. Creo que ese hecho tuvo en mí mucha influencia. Luego vendría, en el nivel sentimental, mi madre: es una mujer que desde muy joven se sintió atraída por el movimiento vasquista en general, sin haber militado nunca en política. Sus amigas, en su mayoría, también profesaban la misma simpatía por el nacionalismo vasco. Inclusive años más tarde me enteré -porque ella nunca me hablaba de eso- que sostenía alguna relación con personas que tenían más que simpatía por el nacionalismo vasco y pertenecían a lo que se podía llamar la resistencia vasca.

-¿Cómo fue esa transmisión?
Mi madre me enseñaba todas las canciones habidas y por haber del nacionalismo vasco que ella cantaba cuando era adolescente. Vivimos una década muy especial, entre el '40 y el '50, tremendamente represiva de todo lo relacionado con lo vasco, pero dentro de mi casa se respiraba un ambiente muy vasquista. De este modo, la formación de mi madre, influyó mucho en una especie de nacionalismo vasco folklórico, no racional, sentimental.

-¿Y qué recibió del colegio?
Yo hice la primaria en el colegio Nuestra Señora de Begoña de los padres jesuitas, en Indautxu. En la elección del colegio por parte de mis padres, contó no solamente el hecho de ser bueno y religioso, sino también que tenía una especie de mayor autonomía. Los padres de los alumnos procedían solamente de dos campos: el monárquico tradicional y un sector que había tenido en los tiempos de la guerra simpatías o militancia en el Partido Nacionalista Vasco. He conocido algunos religiosos jesuitas que tenían evidente simpatía por lo vasco. Es más, en el colegio se enseñaban danzas vascas; y yo no hice nunca como alumno saludos fascistas, como sí sucedía en otros colegios.

-¿Hablaban euskera en su familia?
No, mis padres no eran euskaldunes. El euskera lo oí por vez primera yendo con mi madre un día al mercado de la Ribera en Bilbao. En las entradas solían instalarse algunas aldeanas que vendían productos de caserío. Entre las vendedoras empecé a oír como si fuera una ametralladora un sonido que nunca había oído y mi madre me dijo que era euskera. Yo sabía palabras sueltas en euskera como saben los bilbaínos, pero no sabía hablar.

-¿Cómo fue el regreso a Argentina?
Cuando vine a la Argentina estudié también con los jesuitas; y aquí me encontré también con algunos sacerdotes vascos, como el padre Uriarte o Justo Begiristain. Por supuesto, cuando llegamos, mi madre se suscribió al periódico Euzko Deya; pero no éramos muy activos, mis padres no fueron socios del Laurak Bat. Conformábamos esa especie llamada "vasco de San Ignacio", que es el vasco que va una vez al año al centro.

-¿Y eso cómo cambió?
Leyendo un aviso en Euzko Deya, mi madre se enteró de que existía en Buenos Aires la Editorial Vasca Ekin. A raíz de ese aviso, un día, acompañado por mi madre, fui por vez primera a sancta sanctorum de la cultura vasca de aquellos años en la Argentina, que era Ekin. Allí me encontré con Pello Mari Irujo, que se convertiría con el tiempo en mi mejor amigo a nivel vasco y también a nivel personal. Luego llegó Andrés Irujo. Nosotros queríamos comprar unos libros; y él me dijo: "Oye, ¿y a ti qué te gusta?...", "a mí me gusta la historia"...

-¿Qué paso entonces?
A partir de ahí comenzó una relación personal con los Irujo. Lo que yo llamo "calentar sillas". Yo iba, conversábamos... hasta que Andrés se solía levantar, me llevaba del brazo hasta la puerta y "Ala, ala...", que significaba "Bueno, vete. Ya está". No sólo me llevaba libros de Ekin, que siempre fueron muy baratos, sino que Andrés me prestaba libros de su biblioteca particular. Yo era para él un argentinito al que le gustaba lo vasco; además se sorprendía de que yo venía con un caudal de conocimientos que no tenía por qué tener un hijo de vascos de aquí.

-¿A partir de cuándo sucedió eso?
Eso sería a partir de 1953 o 1954, en la época del colegio.

-¿Qué importancia tuvo el encuentro con los Irujo?
Fue la posibilidad de conocer a una cantidad de personas que concurrían a Ekin, que jamás habría conocido de otro modo. Había tertulias y allí he tomado toneladas de café. Ellos vivían de recuerdos, de evocaciones; desfilaba toda la historia de Euskadi de los últimos años. Yo tenía una memoria bastante desarrollada, entonces todo me quedaba. Era como una especie de computadora que iba acumulando datos. Así me fui sumergiendo en lo que a mí me importa, que es la historia moderna y contemporánea del pueblo vasco. De lo que podía leer en Argentina en esos años, creo haber leído mucho. Creo haber tenido acceso a las mejores fuentes de aquella época; y conocí a los informantes, de los que -en muchos casos- me ha tocado dar la conferencia necrológica.

-¿Luego relacionó lo vasco y lo argentino?
Sí. A mí me interesaba y leía historia argentina. Me propuse conocer la historia moderna y contemporánea vasca y lo vasco en la Argentina. Y tuve la fortuna de conocer otros personajes argentinos muy importantes, como José María Garciarena, que fue ganado para lo vasco por los Irujo.

-¿Y entonces empezó a escribir?
Durante un tiempo me tocó dirigir "pour la gallerie" la revista Branka cuyo verdadero director era José Luis Alvarez Enparantza "Txillardegi", que estaba en aquella época exiliado en Bélgica. Figuro como director de una revista donde no escribí ni una línea. Donde escribí mucho fue en Tierra Vasca, con diferentes seudónimos: Mikel Julen, M. Azpiroz, Panpo, M Brantz. También como mujer, firmando como Muskilda, en una sección llamada Emakumearen Ekintza. Escribía todos los meses seis o siete artículos. El primero de mes salía Euzko Deya y el quince nosotros; y lo hacíamos en la misma imprenta. Cuando llegábamos decían "¡Ahí vienen los vascos!"... Eramos dos personajes de lo más pintorescos: Pello Mari bajito y yo flaco y alto... El mundo de Tierra Vasca es para una novela, es algo barojiano.

-¿En qué período colaboró con Tierra Vasca?
Entre 1960 y 1963 ayudando a Pello Mari Irujo en tareas administrativas; y entre 1963 y 1975, también escribiendo. En esa fecha dejó de publicarse, primero porque Pello Mari se enfermó de seriedad y luego porque decidió viajar a Europa para acompañar a su hermano Manuel.

-¿Y luego de ese ciclo cómo continuó su labor?
Continué mi labor, en la situación creada tras la muerte de Franco, tratando de mantenerme lo más informado posible del nuevo escenario, reuniéndome con amigos animados por sentimientos patrióticos; leyendo la profusa literatura que se publicaba; viajando tanto a Iparralde, como ahora más a Hegoalde; y bajando los decibeles de lo mantenido durante el franquismo, dedicándome más a lo cultural.

-Sabiendo de su enfrentamiento personal con Andoni Astigarraga ¿Qué actividades pudo desarrollar durante el período en que él fue un referente con mucha ascendencia dentro del colectivo vasco?
Pese a lo que usted refiere, yo pude seguir trabajando. Colaboramos con el boletín del centro Denak Bat de Lomas de Zamora; y también lo hicimos entre 1980 y 1982 en la revista La Baskonia [segunda época]. Aunque en honor a la verdad debo decir que no eran muchos los centros vascos que -por ejemplo- me invitaban a dar conferencias, aunque yo reconozco el derecho que asiste ayer y hoy a todo centro de decidir a quien invita o no. Lo cierto es que después de su desaparición, centros que no me habían invitado, comenzaron a hacerlo; personas que se limitaban a un cortés saludo comenzaron a dialogar...

-¿Por qué se produjo el enfrentamiento con Astigarraga?
Un día del año 1964, el señor Astigarraga -al que me presentó Jesús de Zabala en 1963- tras una conferencia que di, en la que me referí a Elías de Gallastegui, al Eusko Mendigoixale Batza y también a ETA (la de 1964) dejó de saludarme y no volvimos a hablarnos hasta su fallecimiento; una desaparición que sentí, primero a nivel humano y también en lo estrictamente vasco, porque a pesar de todo lo pasado y sucedido -y lo he reconocido desde la tribuna y por escrito- considero a Astigarraga un infatigable trabajador por lo vasco.

-Llegó a hacerle acusaciones graves...
Para Astigarraga, y según la ocasión, yo trabajaba para la SIDE [Secretaría de Informaciones del Estado, los servicios de inteligencia gubernamentales], que era una manera de decir también que podía trabajar para la embajada española; o para los grupos de izquierda argentinos. O sea que era a veces fascista y a veces marxista...

-¿Por qué tanto encono de su parte?
No usaría el término encono. Para Astigarraga yo era un "heterodoxo", que "manejaba información de las más diversas fuerzas vascas "... esto era cierto y nunca lo pudo asimilar. Astigarraga fue el impulsor de una "consigna del silencio" entre 1960 y 1975, que ocasionó entre otras cosas que no se practicara el debate libre, la discusión racional... solo recuerdo una mesa redonda en enero de 1965 en el Laurak Bat, que fue la primera y última.

También es verdad que circulaban determinadas informaciones donde artículos nuestros en Tierra Vasca eran considerados "no reproducibles"... es curioso que los mismos solían tener buena crítica de Manuel de Irujo, Ildefonso Gurruchaga, el Padre Mokoroa, el Padre Julio Ugarte, el Padre Iñaki de Azpiazu, Pedro Turullol, etc. Si algo diferenció a las publicaciones que seguían la línea de Astigarraga y a Tierra Vasca era que unas daban una información parcial y la otra una global. Astigarraga, hacía un sinónimo de patriota vasco igual al PNV, todo lo demás era secundario: Acción Nacionalista Vasca de Euskadi, el Mendigoixale, por supuesto ETA -y me refiero a ETA bajo el franquismo-, etc. Es curioso que hombres del PNV, como Sabin Barrena y Joseba Olabiaga, llegados de Caracas, veían críticamente esta diferenciación que hacía Astigarraga. Para concluir: un hombre con mucha y respetable información no pudo asimilar o tolerar la muy abundante información que llegaba a manos tanto de Pello Mari como mías... Este era el diagnóstico de un hombre del pasado resistente y los quilates patrióticos de Pello Mari Irujo.

-¿Cuál era su relación con Euskal Herria en esos años?
Durante todos estos años viajé a Euskal Herria. Durante la época del franquismo iba naturalmente a Hegoalde porque tenía familiares ahí, pero me importaba mucho más Iparralde, que era un campo interesantísimo; porque tenía ocasión de tenerlos a todos los dirigentes en un bar, en el "Hotel Euskalduna" o el "Sabin Etxea". Era un mundo muy reducido. Luego, cuando comienza el cambio de situación, comenzaron a llegar a la Argentina algunos historiadores con los que empecé a tener contacto permanente.

-¿Qué espera del futuro? ¿Qué le falta hacer para completar lo que proyectó cuando decidió dedicar gran parte de su vida a esto?
De cara al futuro, seguir trabajando como lo he venido haciendo desde hace décadas. Claro está que los años enseñan cosas, entre otras a hacer una autocrítica más estricta y reconocer errores cometidos -asumo los míos que son varios-. Siempre he sentido a la difusión de lo vasco en mi patria Argentina como una siembra, ereintza; como el lanzamiento de una semilla que cae sobre una tierra en extremo fértil: el formidable sentimiento vasquista existente en este país; que es -lo digo sin chauvinismo alguno- superior al del resto del mundo; pero que también adolece de algo vital: formación. Si no se forma, aunque sea en lo básico, la semilla no prende o da magra cosecha. Si no hay formación vasquista, el panorama es bastante oscuro. Próximo a cumplir 65 años observo que existe un núcleo de mujeres y varones, argentinas y argentinos empeñados en una labor cultural y que están aplicando, además, los avances de la tecnología. Son el presente y, sobre todo, el futuro. Quisiera poder tomar un café con ellos y seguir hablando de Euskal Herria. Con eso me basta...

Mikel Ezkerro

De nacimiento Miguel Ezquerro, pero para todos Mikel Ezkerro, es hijo de padre argentino -que vivió entre los 7 y los 28 años en Euskadi- y madre vasca (bilbaína). Nació el 7 de mayo de 1938 en la localidad de Rawson, partido de Chacabuco, provincia de Buenos Aires. Desde que tenía un año y hasta los doce, vivió en Bilbao. Hizo la escuela primaria en el colegio Nuestra Señora de Begoña, en Indautxu; y la secundaria en Buenos Aires, también con los jesuitas, en el Colegio del Salvador. Inclinado a la historia, y en particular a la historia vasca, se orientó desde muy joven al estudio de los períodos moderno y contemporáneo. Desempeñó tareas comerciales en la industria editorial y dedicó una gran parte de su tiempo a los temas vascos. Actualmente es conferencista permanente en las euskal etxeak de todo el país. Es Responsable de las Areas de Cultura de FEVA (Federación de Entidades Vasco Argentinas) y del Centro Laurak Bat. Además es miembro del Instituto Americano de Estudios Vascos y del Centro de Estudios de la Cultura y el Nacionalismo Vasco Arturo Campión; y Presidente de Eusko Alkartasuna en Argentina. Es autor de la historia del Centro Laurak Bat de Buenos Aires, de próxima edición en la Colección Urazandi. Está casado con Susana Aramendia y tiene dos hijos.


Fotografías: Gonzalo J. Auza


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