La mirada documental: Donostiako Zinemaldia 2005Escuchar artículo - Artikulua entzun

Juan Miguel GUTIÉRREZ
Fotografía: Juanmari ZURUTUZA ZAPIRAIN

Se han apagado las luces de una edición que algunos críticos han denominado “sosa”. Según ellos han faltado estrellas: Nada más lejos de la realidad pues la presencia de gente como Willem Dafoe, Ben Gazzara, Abel Ferrara, Bertrand Tavernier, Beatrice Dalle, Angélica Huston, y un largo etcétera entre lo que incluimos a lo más granado del cine español lo desmiente. La dosis de glamour que se le supone a un Festival de la categoría de San Sebastián estaba, sin duda allí, para el que lo quisiera ver. Sucede que desde hace unos años es el propio público, el que ya no vibra con estos fastos como lo hacía antes y el entusiasmo en las calles o en los aledaños de la residencia en que se alojan las estrellas ha bajado. Sin embargo el cinéfilo de a pie ha tenido sus mitos, los que de verdad cuentan, los que acompañan a las películas más importantes del certamen en lo que de verdad importa, la calidad y nivel cultural. Es un lujo poder estar cerca de realizadores tan desconocidos como aquellos que traen a Donostia su opera prima. Venidos de países con producción limitada, enfrascados en una lucha por hacer ver una obra que nadie quiere por desconocida, pero que atesora calidad y germen de futuro. Para mí es ahí donde reside el verdadero interés del esfuerzo del Festival. Poder hablar con Pelin Esmer, realizadora del maravilloso documental turco “Oyun” , o con la realizadora de Mongolia, Byambasuren Davaa, sorprendente creadora que nos ofreció una de las cintas más estimables de este Festival: “La cueva del Perro verde” o tener a nuestro lado a Jo Sol, Asier Altuna, Telmo Esnal, Lauren Cantet y un largo y gozoso etc.

No esperen de mí una crónica ortodoxa de lo que el Festival ha dado de sí; un juicio a la sección oficial o a los diferentes premios que componen el palmarés de este año. Se ha escrito sobre ello numerosas páginas. No creo que sea lo más importante del certamen. Cada espectador es dueño y señor de recordar aquellas películas que han constituido “su” Festival, mezclando secciones, combinando retrospectivas, inundándose en una palabra, de cine hasta componer un maravilloso mosaico que forma el tapiz de la memoria. Éste que vamos a analizar ha sido mi Festival 2005. Un Festival provechoso y gozoso, que bien podría calificar como el del “Triunfo de la mirada documental”.

Era una tendencia que ya se vio en la edición de 2004. El sutil cambio que se estaba produciendo en la mirada tanto de creadores como espectadores. La mirada de ficción viraba hacia la mirada documental. Bien sea aquellos productos que responden claramente a la definición de documentales, o bien sea aquellas obras ficcionadas, todas ellas toman como fuentes de inspiración el documento en bruto, éste se encuentra en el centro de las opciones creativas de los autores y en las apetencias del público. El espectador se reconoce cansado de tanto efecto especial, tantas historias que no conectan con su vida que, por fin, ha decidido que el cine debe dejar de ser la “maquina de fabricar sueños” que tanta preminencia tuvo en el pasado para convertirse en un espejo de la realidad que vive.

Las películas que más me han impactado en esta edición son documentales. Ahí van algunos nombres que tal vez coincidan con las preferencias de los lectores o que sirvan para que éstos las recuperen en sus eventuales estrenos en salas o Televisión.

“Oyun” De la realizadora turca Pelin Esmer cuenta la gestación de una obra de teatro, interpretada exclusivamente por mujeres, en un pequeño pueblo rural en la Turquía profunda. Una aventura ingeniosa, divertida, con una carga de reivindicación social importante. Una delicia de documental que sabe captar la frescura de unas personas que viven ante la cámara. Rostros inolvidables que permanecerán largo tiempo en mi memoria.

Con una carga estética bien diferente pero deudora de la misma actitud de respeto a la realidad se encuentra la otra joyita de esta edición: “La Cueva del perro amarillo”, obra de ficción basada en la observación detallada, casi contemplativa de la vida de una familia de pastores nómadas en Mongolia. Byambasuren Davaa sabe colocar una cámara discreta, cariñosa ante unas personas que, olvidándose de ella, desarrollan la vida en su presencia. Estamos lejos del morbo del voyerismo. La cámara es un miembro más de la familia, un objeto preciosos que convendrá trasladar en el proceso de migración nómada de la misma manera que se traslada la tienda y los enseres domésticos.

En un cambio de tercio radical el documental de denuncia: “Dentro de garganta profunda” (Inside Deep Throat) de Fenton Bailey y Randy Barbato es la voz crítica del mejor periodismo americano (no todo va a ser Michael Moore y sus alegatos antisistema, manipuladores y básicamente ambiguos desde el punto de la denuncia política) destapando la hipocresía de una sociedad, la americana ante el fenómeno del sexo, la censura, y los intereses, económico-políticos que están detrás de muchos procesos que atentan contra la libertad de expresión.

Otro film que tiene a la mirada documental como protagonista es el documental: “Bozes Lexanas” de Juan Miguel Gutiérrez, cronica de una muerte y una resurrección: Pueblos del Sobrepuerto oscense que fueron despoblados en los años 60 y que hoy resurgen gracias a la recuperación de la memoria y a las iniciativas de un grupo de personas que se han empeñado en habitarlos de nuevo. Película construida como un díptico en el que su primera parte recupera la memoria de las piedras gracias a los recuerdos de los antiguos pobladores y , en su segunda parte destaca la ilusión de los jóvenes que vuelven para dar vida a las viejas piedras.

Obras como “Holly Lola” de Bertrand Tavernier, “El taxista Ful” de Jo Sol, “Sud Express” de Chema de la Peña y Daniel Velázquez son ficciones muy estimables que no podrían entenderse sin el recurso que las anima por dentro. El respeto profundo a la mirada documental, como fuente de inspiración para los guiones y base para un acercamiento estético a los temas que tratan: Las adopciones de niños en Camboya, los problemas de la globalización y la dificultades de la Europa pobre, respectivamente.

Cambiando de tercio, este Festival ha sido también la edición del cine vasco. Ahí están tres cintas que marcan la tendencia: la ya citada “Bozes Lexanas” , “Obaba” de Montxo Armendáriz y “Aupa Etxebeste” de Asier Altuna y Telmo Esnal.

“Obaba” no ha terminado de convencer en este Festival. Sin dejar de ser una obra importante , muy valiente y arriesgada no ha logrado un consenso en cuanto a una calidad e interés que yo creo se merecía. No era fácil unir los universos creativos de Atxaga y Armendáriz, y a pesar de la honradez con que el cineasta se aplica a ello se nota un desequilibrio en el engarce entre ambos universos creativos. Tengo que reconocer que me sentí identificado con el personaje de Lourdes la estudiante de cine que , en su búsqueda de imágenes para su proyecto de documental, termina cayendo en las redes e influencia del pueblo de Obaba y su peculiar universo mágico. Peor me funcionaron las historias de ficción que se desarrollan en el pueblo. Acepto la de la maestra enamorada de un alumno más joven que ella y la de la misteriosa correspondiente en el relato del “Hijo del alemán” pero desconecto completamente con el relato del joven que escucha en su cabeza las voces de su hermana muerta. Difícil engarce y desigualdades en el nivel interpretativo de los actores que lastran este ambicioso y valiente intento de Montxo.

“Aupa Etxebeste” ha sido el boom de este Festival. Los espectadores euskaldunes saludamos el primer intento serio y coherente de hacer cine costumbrista en euskera. Sin ser una obra maestra, ni siquiera redonda pues contiene algunas indefiniciones en cuanto al ritmo y la adscripción al género de comedia o al de drama, “Aupa Etxebeste” respira frescura, cachondeo y mirada iconoclasta sobre el país. Hacía tiempo que el inconsciente colectivo cinéfilo vasco esperaba una obra así. Saludamos su llegada con la esperanza puesta en que no sea la última que rastree por los caminos abiertos por estos dos cineastas que confirman aquí, por un lado las esperanzas depositadas en los cortos con los que aprendieron el oficio: “Txotx”, “Topeka” , “40 ezetz” y la alta calidad interpretativa de los actores vascos.

¿Zinemaldia soso?. ¿Sin estrellas? . Por las líneas que preceden se habrán dado cuenta que no ha sido así. Al menos para mí.

Festival 2005

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