Jorge Oteiza Enbil nació en Orio (Gipuzkoa)
en 1908. Desde su infancia sintió especial atracción
por la arquitectura, si bien fueron las artes plásticas
las que acabarían por forjar su personalidad. En 1933 consiguió
su primer premio, en Gipuzkoa, y dió comienzo su periplo
de exposiciones, tanto en el País Vasco como en Suramérica.
En 1950 ganó el concurso que le permitía llevar
a cabo el conjunto estatuario de la Basílica de Aránzazu.
En 1957 consiguió el Primer Premio de la Bienal de Sao
Paulo, en escultura. Es uno de los emprendedores más destacados
en favor de la Escuela Vasca de Arte. Fue miembro promotor de
los grupos de artistas vascos GAUR, EMEN y ORAIN. En 1963 publicó
su "Quosque Tandem... Ensayo para la interpretación
del alma vasca" y en 1983 "Ejercicios espirituales en
un túnel". En 1985 el Ministerio de Cultura español
le concedió la Medalla de Bellas Artes y en 1988 fue premiado
con el Premio Príncipe de Asturias, en el apartado de arte.
Jorge Oteiza es uno de los artistas plásticos vascos más
apreciados en el mundo.
Merecedor en 1996 del Premio Manuel Lekuona de Eusko Ikaskuntza, dos
años más tarde, a finales del pasado mes de julio nos acercamos
hasta Jorge Oteiza, en su casa de Zarautz, para poner en sus manos el reportaje
gráfico confeccionado el día de la entrega del mencionado
galardón. Nos recibió con la misma amabilidad que siempre
ha demostrado con la Sociedad de Estudios Vascos, en una mañana calurosa,
dos días después de haber sido distinguido con el título
Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.
He querido transcribir una parte de la conversación informal que
mantuvimos en su despacho de trabajo; tertulia que giró alrededor
de temas ludico-epicúreos. La primera reacción de Oteiza ante
el material fotográfico que le entregó "Kote" Ormazabal
fue un recuerdo para con la persona que dió nombre al galardón.
- El Premio Manuel Lekuona es uno de los más entrañables
que he recibido. Estimaba profundamente a Don Manuel -nos confiesa Oteiza-
Nuestra relación fue entrañable... El color sonrosado de su
piel denotaba una manera de ser pacífica, siempre abierto a la comunicación...
De vez en cuando sabía ser provocador...
Analizando el material gráfico que le entregamos, se da cuenta
de que en la mesa presidencial del acto de homenaje no coincidían
algunos de los carteles identificativos de los allí presentes. Así,
delante de Sainz de Oiza aparecía el cartel con el nombre de Gregorio
Monreal y viceversa.
- Está muy bien así, ya que de vez en cuando hay que
cambiar el órden de las cosas; si no, la vida sería muy monótona.
Mirad este retrato -señalando uno en el que aparece él-
Mi cara es sinónimo de paz y hermandad... justo lo contrario de lo
que normalmente se me achaca. En esta foto, por tanto, se puede apreciar
la cara oculta de Oteiza!
Habiendo superado el momento crítico del mediodía, y como
si nuestras mentes y estómagos hubieran adivinado la aproximación
de la hora de almorzar, la conversación toma tintes gastronómicos
netos. Por si ello fuera poco, se nos une a la tertulia Joseba, propietario
del restaurante "Zubi Ondo", quien ha traído para Jorge
una docena de ostras. A Oteiza se le iluminan los ojos ante el regalo. Joseba
y Jorge comparten gustos y una pequeña biblioteca sita en el mismo
restaurante, con libros sobre el artista y unas cuantas pequeñas
esculturas estilizadas.
- Están atornilladas. ¡Por si acaso!... Las ostras y
en general el marisco me han gustado siempre. Ya sabeis... ¡Uno es
de Orio! Me las traen de Holanda, y son de la máxima garantía...
A mi edad hay que cuidar bien el estado de los alimentos. Fuí campeón
de comer ostras en Chile y en Río de Janeiro. Y para acompañar
a las ostras nada mejor que txakolí de Getaria. Getari, ezkutari!
En ese momento interviene Juan Garmendia Larrañaga, amigo desde
hace muchos años de Jorge, subrayándole al artista su afición
a la buena mesa... pero también al deporte. Y surgen una serie de
anécdotas vividas conjuntamente en Alzuza y alrededores, a donde
se desplazaban en el viejo 2CV de Oteiza.
Juan Garmendia y Jorge Oteiza, en la casa de Oteiza
- Juan -le sale a Jorge del alma- ¡Tú si que eres
más que buena persona! ¡Y además te conservas muy bien!
¿Cómo lo haces? Yo, en cambio, aquí me teneis, sin
dientes... ya que todo lo artificial que hasta el ombligo había en
mi cuerpo lo he echado a la basura. Lo que haya del ombligo para abajo...
ya caerá por sí solo... aunque no tengo ninguna prisa por
perderlo. Estoy delicado de salud; pero, ¿cómo no voy a estarlo
si, a mi edad, me fumo tres puros todos los días? Ciertamente, ¡He
sabido vivir!
Y a continuación busca en las estanterías de su despacho,
hasta dar con una caja medio escondida. En ella guarda sus pipas de fumar,
modelos inventados y patentados por él en Londres y Buenos Aires.
Pipas que dejan boquiabierto a cualquier especialista, al haber sido concebidas
justamente de forma contraria a las habituales.
- Por lo que dice de Vd. Juan, también ha sido deportista...-le
recordé.
- Admiré profundamente al boxeador Uzkudun, y muestra de ellos
es la cabeza que esculpí en piedra. En cierta ocasión hice
una apuesta, en la que retaba a cualquier boxeador de mundo, siempre que
el ring fuera redondo. Para nosotros los vascos, la forma redonda es sagrada.
Recuerda el cromlech. Además del boxeo, me gustan las regatas de
traineras. He realizado diseños especiales de traineras.
Una vez que ha concluido el repaso de la fotografías, lee el dossier
de prensa que le hemos entregado, relacionado también con el acto
de entrega del Premio Manuel Lekuona. Una de las noticias decía que
Eusko Ikaskuntza había premiado el esfuerzo humanístico de
Oteiza. No parece que Jorge esté muy de acuerdo con ello...
- Yo no sé que es esfuerzo... ya que toda mi vida ha sido un
continuo trabajo. El esfuerzo me conquistó desde un principio y,
por tanto, nunca surgió en mí conciencia de esforzado.
Con una taza de café en la mano y el cigarro puro en la boca,
Jorge Oteiza ríe a gusto con las anécdotas que va desgranando
Juan Garmendia Larrañaga. Ambos han tenido amigos en común,
y así surgen comentarios sobre Don José Miguel Barandiarán,
Julio Caro Baroja y otros.
- Quien me impactó de forma especial, habiéndole visto
una sola vez, fué Pío Baroja -nos dice Oteiza- Estaba
él muy enfermo y su casa de Madrid era un auténtico archipiélago
de visitas, siempre llena de gente. Yo no tenía intención
de visitarle pero un amigo recién llegado de Chile me pidió
que le acompañara. Allá fuimos y cuando nos acercamo al lecho
de Don Pío, alguien que allí estaba le preguntó acerca
de las esculturas de Aránzazu. ¡Las burradas que sobre mi obra
dijo Baroja! Y, claro, me dejó aplanado. Pero, una vez que salimos
de aquella casa me pregunté: ¿Por qué tiene que saber
Baroja de escultura? Y me quedé mucho más tranquilo...
Permanecimos en agradable conversación durante hora y media. Justo
hasta que su médico Alberto Guisasola hizo acto de presencia para
someter a nuestro anfitrión a su sesión diaria de masaje.
Nos retratamos por última vez y brindamos juntos por que Jorge Oteiza
pueda seguir desarrollando su obra con tranquilidad. |