Al hablar sobre los cortometrajes, se suele decir que no son más
que un formato que todo principiante está obligado a conocer; un
paso previo para realizar largometrajes. Estos productos (incapaces de entrar
en las salas de cine dada la poca rentabilidad que las películas
de corta duración tienen en la industria cinematográfica actual)
tienen, sin embargo, aspectos positivos e importantes, a pesar de que sus
realizadores cuenten actualmente con escaso reconocimiento y no vivan copiosamente,
puesto que el cortometraje está supeditado a la primacía del
largometraje; por eso, pocas veces se conocen realizadores consagrados con
este tipo de películas.
Es bien cierto que hacer cine es arte, pero al ser tan caro realizar
una obra en este séptimo arte, el dinero pasa a revestir una extraordinaria
importancia en el proceso de elaboración de una película.
De considerar que el cine es industria (es decir, además de obra
de arte, fuente de ingresos), entonces nos percatamos de que el cortometraje
no forma parte de esta industria, ya que la infraestructura para mostrar
el cine está pensada para la explotación del largometraje.
Estando así las cosas, es normal que todos los cineastas deseen hacer
largometrajes; al menos los que quieran vivir de esta profesión.
Así pues, el cortometraje ocupa un segundo lugar en el cine, pero,
al mismo tiempo, ha llegado a convertirse en el elemento más importante
dentro del proceso de aprendizaje para hacer cine, puesto que para hacer
largometrajes es necesario hacer previamente cortometrajes.
Por otra parte, sería triste olvidarse de las opciones que brinda
el cortometraje, ya que se trata de un producto cinematográfico que
esconde grandes riquezas. La finalidad de todo cortometraje es contar breves
historias, para lo cual en un principio se requiere desarrollar las ideas
en profundidad, ya que, al fin y al cabo, puede llegar a contar la esencia
que puede encontrarse en un largometraje. Al optar por el cortometraje,
el cineasta muchas veces consigue una ligera, curiosa y rica historia que
no necesita alargarse. Las pequeñas historias de la vida cotidiana
que se cuentan hacen que el espectador encuentre el cortometraje atractivo.
Asimismo, esta brevedad brinda al director la oportunidad de realizar nuevas
experimentaciones y buscar nuevos caminos, siempre y cuando tenga libertad
para poder trabajar sin las presiones de la industria.
Si la aventura que supone hacer un cortometraje no fuera más que
un mero cóctel de estas definiciones, muchos jóvenes realizadores
no tendrían la figura del largometraje metida en la cabeza. El problema
del cortometraje es que, además de no ser nunca económicamente
rentable, es un producto que cuesta millones. Si el equipo que ha trabajado
en esta labor consiguiera superar, con mucha suerte, los obstáculos
existentes para llevar a cabo su proyecto y, una vez preparada la película,
se le asegurara que contaría con un público, el proceso sería
menos amargo. Desgraciadamente, la casi única posibilidad de ver
cortometrajes es mediante los concursos; en el caso de que un director pierda
la oportunidad de introducir su obra de corta duración en un festival
de cine, estará obligado a ver el resultado de los esfuerzos de todo
un año dentro de una triste lata de metal.
Mas, de ser exitosa la breve película de un cineasta, se le abrirían
de repente muchísimas puertas, por concedérsele nuevas subvenciones
para realizar otros cortometrajes, o por presentársele mayores facilidades
para introducir sus obras en futuros concursos. Puede decirse que "quizás"
se vislumbra un trocito del final del oscuro túnel hacia el largometraje,
porque es en este momento cuando la obra de éste que hasta el momento
no ha sido más que un simple realizador de cortometrajes comienza
a darse a conocer.
El cortometraje, por tanto, debería tener su propia importancia
y personalidad: bien siendo el medio de aprendizaje de largometrajes, bien
tratándose de una película de duración y rasgos diferentes.
Hay que tener en cuenta que el cine realizado en euskara en el País
Vasco es muy pobre, y que apenas hay largometrajes en etsa lengua. Hasta
ahora se han hecho cuatro o cinco cortometrajes al año. Ésa
es la magnífica oportunidad que los vascos tenemos de ver cine en
vasco. Hoy en día se nos imponen tanto el cine procedente de América
como su publicidad, resultado directo de pertenecer a la red de distribución
del "gran" cine. Esta publicidad, al contrario que el cine de
nuestro país, da dinero, pero no nos ayuda a dar a conocer nuestras
historias, ni tampoco a impulsar a nuestros cineastas. Al final, las películas
que se nos imponen impiden percatarse de la buena calidad de las producciones
locales, quedando la sociedad vasca sin apenas oportunidades para conocer
sus obras cinematográficas. Evidentemente, el éxito de nuestro
cine depende también de nuestro público, puesto que es quien
hace su elección. Y es que está claro que en nuestro país
se hacen películas de buena calidad, sean cortas o largas. La duración
no es más que una norma impuesta por la industria.
Asier Altuna es codirector junto
a Telmo Esnal del cortometraje Txotx, galardonado en el pasado Festival
Internacional de Cortometrajes de Bilbao. |