Decir que la aportación del Profesor Jesús Altuna a los
estudios vascos se refiere a la continuación de la obra de Don José
Miguel de Barandiarán en el ámbito de la Prehistoria es tan
falso como cualquier media verdad. En cualquier repaso de la trayectoria
vital de este investigador no puede dejar de citarse la personalidad de
Don José Miguel, que le marcó vivamente desde que en aquellas
campañas de excavación arqueológica en Lezetxiki y
Aitzbitarte IV le aconsejara dedicarse al estudio de los restos de fauna
recuperados en los yacimientos del país. Pero culminada su formación
con la lectura de una tesis doctoral en Arqueozoología y retirado
Don José Miguel de las tareas de campo arqueológicas en el
yacimiento de Ekain, la trayectoria académica de aquel discípulo
de Barandiarán adquiere una dinámica propia. En ella tiene
un componente innegable la lucha y la reivindicación de disciplinas
que venían siendo descuidadas en nuestra tierra, cuando estaban por
el contrario bien presentes en otras regiones europeas que Jesús
Altuna tenía siempre en mente.
Comencemos por la más evidente de ellas, la Arqueología
Prehistórica. En cualquiera de sus facetas -investigación,
documentación, protección, divulgación, etc.- los años
que median desde aquellas primeras excavaciones (hacia 1960) hasta nuestros
días no han sido amables.
Ciertamente, ha habido algunos momentos de satisfacción durante este
lapso, fundamentalmente logros relacionados con el reconocimiento institucional
de la tarea que se desarrollaba de modo cotidiano. Entre estos habría
que citar la culminación de las excavaciones de Ekain, Erralla o
Amalda con sendas publicaciones interdisciplinarias, la consecución
de un convenio entre la Sociedad de Ciencias Aranzadi y la Diputación
de Gipuzkoa para la protección del Patrimonio arqueológico,
la publicación en sucesivas ediciones mejoradas de la Carta Arqueológica
de Gipuzkoa, el logro de elevar la calidad de la revista Munibe número
a número, el reciente traslado de la S.C. Aranzadi a su nueva sede
de Zorroaga o de modo aún más reciente, la consecución
de varios premios de investigación científica. Muchos de ellos
son logros conseguidos, como el propio premiado gusta decir "a la manera
guipuzcoana", expresión que me atrevería a transcribir
como de trabajar cuanto sea posible, sin entretenerse a hablar demasiado.
Entre los objetivos cumplidos dentro del desarrollo vital de Jesús
Altuna observamos muchos que guardan relación con la investigación
pura, pero también, como no, otros relativos a la gestión
del Patrimonio. Son estos últimos los que le han forzado en ocasiones
a hablar, exponer sus razones y argumentar con más frecuencia y extensión
de lo que a él le gusta seguramente, pero con una efectividad probada.
También es esta capacidad probablemente la que dio
un giro inesperado a la crónica de la cueva de Ekain, descubierta
en una época en la que corría riesgo inminente de ser explotada
turísticamente, opción frente a la cual se opusieron firmemente
tanto Don José Miguel de Barandiarán como el propio Altuna,
salvando al sitio de un expolio que deterioró severamente otros hallazgos
paralelos.
He indicado en el inicio de este breve texto que existen facetas de la
trayectoria científica de Altuna que sólo guardan relación
en su origen con las indicaciones de Barandiarán. Destaco la que
sin duda constituye la más mimada de las dedicaciones del profesor
Altuna: la arqueozoología. Esta disciplina, apenas desarrollada en
la península hasta su propia Tesis Doctoral de 1971, constituye hoy
uno de los principales pilares sobre la que se sustenta la interdisciplinaridad
de la investigación prehistórica. Es en esta disciplina en
la que podemos
considerar al premiado como un auténtico pionero y una personalidad
puntera en la investigación europea. De hecho, la labor de campo
realizada durante décadas por él y sus más cercanos
colaboradores preparando una colección osteológica de comparación
ha convertido al Laboratorio de Arqueozoología de la Sociedad de
Ciencias Aranzadi en un punto de referencia obligado para otros especialistas
europeos. Esta colección representa los cimientos sobre los que debe
asentarse el trabajo de cualquier especialista y es posiblemente el mayor
motivo de
orgullo profesional del profesor Altuna. Ciertamente impresiona a cualquier
visitante la presencia de esqueletos y cuernas de animales de diversas edades
y sexos procedentes de los cinco continentes, omnipresentes en cualquier
conversación desarrollada en aquel laboratorio.
Existen otras facetas del homenajeado que merecen una directa referencia,
aún a riesgo de extenderme demasiado. Quienes le conozcan personalmente
(y desde luego, sus alumnos) estarán de acuerdo en que su poca afición
a los discursos no está reñida con una capacidad de comunicación
poco frecuente. Él mismo recuerda la anécdota de que en sus
manuales de juventud el ejemplo más próximo de tómbolo
había que documentarlo en Peñíscola, cuando en la propia
ciudad de Donostia existía un ejemplo bien gráfico. La tarea
pedagógica de Altuna, como la del propio Barandiarán y otros
compañeros de las generaciones de ambos adquiere relevancia por dar
proximidad a los temas más variados de la ciencia. De modo similar
a como él se sorprende en los años de postguerra al comprobar
la vigencia de problemas científicos universales sobre su medio inmediato,
nosotros podemos disfrutar de sus detalladas explicaciones sobre esas elementales
cuestiones de la Botánica, la Zoología o la Geografía
que le entusiasman y que el nos sitúa mucho más próximas
que un reportaje de la National Geographic.
Terminaré esta breve nota recordando un aspecto que tiene particular
relevancia en relación a la reciente concesión del Premio
Eusko Ikaskuntza-Caja Laboral de Ciencias Sociales y Humanidades. Desde
aquella conferencia pronunciada en la Universidad de Oñate en la
Asamblea General de Estudios Vascos del 17 de septiembre de 1978, el compromiso
de Jesús Altuna con los estudios vascos y con Eusko Ikaskuntza ha
sido particularmente amplio. Fue el primer presidente de la sección
de Prehistoria y Arqueología de la renovada Eusko Ikaskuntza
(hasta el año 1988) y el pasado año ha sido nombrado vocal
de Eusko Ikaskuntza en la Junta del Patronato de la Fundación Barandiarán
y Presidente de la misma. Su compromiso alcanza además a otras muchas
entidades científicas del país e internacionales, entre las
que es preciso destacar a la Sociedad de Ciencias Aranzadi, un proyecto
que también recibe de manos de Don José Miguel y que alcanzará
grandes logros durante el período en que Altuna ostenta su máxima
responsabilidad.
El círculo se cierra con el homenaje del discípulo a su
más querido maestro, ostentando la máxima responsabilidad
en la Fundación encomendada para la tutela de su patrimonio intelectual.
Sin embargo, son muchos aún los trabajos que quedan pendientes para
los próximos años del Profesor Altuna. Aunque a cualquier
otro le pueda parecer extenuante tal perspectiva, el tiene bien presentes
las cajas con materiales que esperan su minucioso análisis en la
Sociedad de Ciencias Aranzadi: centenares de miles de restos de animales
-en su día cazados o sacrificados por las poblaciones prehistóricas
del País Vasco, Cantabria, Asturias, La Rioja, Aragón, Burgos,
Castellón, el Algarve, las Landas, los Pirineos, etc.- se agolpan
en los almacenes y requieren
su atención. Un día después de la entrega del premio,
volverá a enfundarse su bata blanca y comenzará de nuevo,
con la ayuda inestimable de Koro Mariezkurrena, la identificación,
recuento y síntesis de unos datos sin los cuales la Prehistoria de
la Península Ibérica y del
sudoeste europeo no serían jamás lo que hoy son.
Alvaro Arrizabalaga. Area de Prehistoria
Facultad de Filología, Geografía e Historia. Universidad del
País Vasco |