Azorín, el inventor de la famosa , discutible y discutida denominación
de "Generación de 1898", en la nómina de escritores
que cita en los célebres artículos del ABC, publicados en
1913 y que sirven de partida de nacimiento de la generación, cita
también al vizcaíno Manuel Bueno como componente de ese grupo
generacional. Se podría señalar igualmente a otros escritores,
que podrían ser adscritos, y no sólo por cronología,
al grupo: José María Salaverría, al que algún
crítico considera más bien un "epígono del 98",
o el propio Ricardo Baroja, que además de sus pinturas y grabados,
dejó también una obra literaria meritoria, pero oscurecida,
tal vez porque su hermano Pío agotaba las expectativas literaria
de la familia Baroja.
Cuando se habla de escritores vascos de la generación del 98, se
piensa en esa especie de trinidad excelsa que constituyen el vizcaíno
Miguel de Unamuno, el guipuzcoano Pío Baroja y el alavés Ramiro
de Maeztu; incluso la figura misma de Maeztu parece quedar en cierto modo
ensombrecida, no tanto por la posición ideológica ultraconservadora
que adoptó tras sus primeros escarceos con una izquierda radical,
cuanto por la arrolladora importancia que, no sólo en la generación,
sino en la literatura española del siglo XX, ha adquirido la personalidad
literaria de Unamuno y de Baroja.
Curiosamente, si el concepto mismo de generación es hoy no ya puesto
en cuestión, sino mayoritariamente rechazado en la historiografía
literaria contemporánea, lo es mucho más en el caso del 98;
y fueron los propios escritores los primeros en poner bajo sospecha una
adscripción inexacta o cuando menos ambigua. Es Unamuno el que seguramente
menor resistencia opone a ser incluido en el catálogo noventayochista;
aunque subrayando la singularidad de cada escritor en relación a
los demás del grupo; más radical se muestra Ramiro de Maeztu,
al poner en tela de juicio no sólo su adscripción, sino la
existencia misma de una generación de 1898, posición que también
adopta Baroja, ya desde Juventud, egolatría (1917); aunque, en una
conferencia en 1926, "Divagaciones de autocrítica", distingue
tres generaciones literarias, la de 1840, la de 1870, en la que se incluye
- Baroja nació en 1872, Maeztu en 1874 y Unamuno en 1864 - y la de
1900.
Háblese de "Generación de 1898", de "promoción
literaria de la Regencia", de "modernismo" o de "literatura
finisecular", el dato es que este momento de la literatura española
está definido en buena medida por el peso y la significación
que tienen dos de los tres escritores vascos que, con una denominación
u otra, aparecen siempre adscritos a ese grupo "generacional":
Miguel de Unamuno y Pío Baroja. Y cada uno apadrinando lo que de
innovador tiene el movimiento literario que nace aproximadamente con el
siglo, frente a la tradición decimonónica, en los diferentes
géneros que mejor los definen como escritores: Baroja en la novela,
Unamuno en el ensayo, filosófico o no (¿para cuándo
la reivindicación del Unamuno poeta?).
Quizás uno de los aspectos más destacables es que, por primera
vez en la historia de la literatura española, son vascos algunos
de los escritores que mejor marcan el rumbo estético, ideológico
y cultural de un momento literario, a caballo entre dos siglos, que significa
la superación del realismo y naturalismo decimonónicos, para
poner a la literatura española proa a las corrientes estéticas
del siglo XX europeo y de la modernidad literaria.
Esto no quiere decir que escritores vascos no hayan estado presentes, y
en ocasiones con una presencia significativa y brillante, en la literatura
española de otras épocas; aunque el elenco de escritores que
recoge Elías Amézaga en su libro Los vascos que escribieron
en castellano parezca dictado en ocasiones más por la buena voluntad
del autor que por el rigor en la selección; es verdad, sin embargo,
que, desde que el castellano existe como lengua literaria, los vascos hemos
recurrido a ella para hacer literatura; no está, pues, tan fuera
de lugar considerar como "uno de los nuestros" al riojano Gonzalo
de Berceo, el primer poeta conocido de la lengua castellana.
Pero es sin duda con la llamada "generación del 98" cuando
escritores vascos cobran en la literatura española un protagonismo
que nunca hasta entonces habían tenido.
Pío Baroja es el novelista del 98, por antonomasia, si bien también
escribieron novelas Unamuno - aunque él las llamara irónicamente
"nivolas" -, Valle-Inclán o Azorín. La novela barojiana,
esa novela permeable y abierta que el escritor defiende contra Ortega en
su famoso prólogo a La nave de los locos (1925), marca una frontera
clara entre la novela realista del XIX y las nuevas maneras de entender
la novela - modernismo, existencialismo, impresionismo, simbolismo¼,
e incluso subgéneros novelescos que habían sido cultivados
en la etapa anterior, como la novela social o la histórica - no ya
en España, sino en Europa.
Unamuno es, sin lugar a duda, la figura más señera del grupo,
y uno de los representantes más eximios de la intelectualidad europea
del primer tercio del siglo XX. Paradójico y contradictorio por naturaleza
y por vocación, Unamuno cultivó - tuvo que hacerlo - todos
los géneros literarios: fue novelista y poeta, cuentista y dramaturgo,
articulista y autor de sólidos ensayos, donde la reflexión
filosófica y teológica se combinan desde la agónica
tensión existencial de Don Miguel.
Ramiro de Maeztu es también una figura central del grupo de los "noventayochistas",
aunque, desde la perspectiva de la literatura, no tenga, ni mucho menos,
la significación de Baroja o Unamuno. De lo que escribió Maeztu,
lo más importante sin duda es su obra periodística.
Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, Pío Baroja, tres vascos singulares,
distintos y hasta contradictorios, humana, ideológica y literariamente,
dan contenido y significación a un grupo - el del 98 -, tan decisivo
en la historia española de este siglo, y no sólo la literaria,
sino también la intelectual y hasta la política. |