El chistu-tamboril vasco
Traducción al español del original en euskera
Jose Inazio Ansorena Miner

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El chistu-tamboril es un dúo instrumental característico utilizado en la mayoría de las regiones del País Vasco. Lo compone, por un lado, el chistu, flauta de pico que se toca con una sola mano -normalmente la izquierda-, que, además del correspondiente al tubo, utiliza sólo tres orificios para la obtención de las diferentes notas. Aun así, llega a dar dos octavas completas con todos los cromatismos intermedios (además de una quinta grave de armónicos fundamentales), lo cual se consigue gracias al uso sistemático de los armónicos y a un minucioso juego de los dedos, que cierran y abren los orificios de forma gradual y muy matizada.

Su otro componente es el tamboril, un pequeño tambor cerrado con un sólo bordón en el parche trasero. Se cuelga del brazo izquierdo y se toca con la mano derecha, con una fina vara llamada ziria. Este dúo instrumental es la variante vasca del Tambourin o Flûte-tambourin conocido en casi todo el mundo -y en especial en Europa- con diferentes aspectos y formas.


Esta pareja de instrumentos está completamente arraigada en el folclore de Bizkaia y Gipuzkoa, y predomina en sus bailes y costumbres tradicionales. También en algunas regiones de Álava, Navarra y Laburdi. En otras zonas de estos dos últimos territorios, así como en Zuberoa, se utiliza el dúo chirula-chunchún (flauta menor de la misma familia, y un salterio largo y fino utilizado para acompañar el ritmo).

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No tenemos una información segura y precisa sobre el origen de estos instrumentos. Según algunos musicólogos, las flautas descubiertas en cuevas prehistóricas y en antiguas tumbas de Asia son antecesoras de las actuales, pero no lo podemos confirmar. Podemos asegurar, sin embargo, que en Europa no hay rastro documental alguno del tamboril (nombre con que se conoce el dúo instrumental) hasta el siglo XIII, en el que encontramos por doquier la figura de nuestros músicos en los retablos de las iglesias, grabados, pinturas, ilustraciones de libros... Y la consecuencia es evidente: el tamboril tuvo un éxito inmenso en esa época. Por haber llegado precisamente en aquel momento y expandirse en un santiamén; o -si es que existía desde antes- por causas que no hemos llegado a conocer. Parece que su época de esplendor fue el siglo XIV, pero incluso en el Renacimiento aún sigue teniendo fuerza, y en casi todos los libros de Organología de los siglos XVI y XVII se hace alusión a este instrumento, en ocasiones con gran detalle. Sin embargo, en la música culta del Barroco aparece tan sólo en raras ocasiones, y, a pesar de seguir manteniéndose en el ambiente popular, fue superado por la flauta dulce. Por eso mismo, salvo en determinadas zonas, en el siglo XVIII tuvo un importante declive.


Como consecuencia de las ideas de la Ilustración francesa, en ese periodo se dio un notable empuje al tamboril de Provenza. Por una parte, la moda del bucolismo consiguió que músicas e instrumentos de ámbito rural y popular se incluyeran en los grupos orquestales que servían a las clases aristocráticas (de la imitación de la música típica de nuestros instrumentos surgió además la breve forma musical Tambourin que utilizaron diversos compositores). Y, por otra, el deseo de organizar y controlar las fiestas populares según la ideología ilustrada llevó a una cierta homologación entre instrumentos e instrumentistas. A estos últimos se les empujó a estudiar música, a adaptar los instumentos para poder tocarlos en conjuntos diversos y a adecuar su repertorio a los estilos del momento.


Del mismo modo y en esa misma época, el movimiento ilustrado del País Vasco se planteó algo semejante. Quienes fundaron la Sociedad Vascongada de Amigos de País, el Conde de Peñaflorida, Ignacio Manuel Altuna y otros muchos, tuvieron estrecha relación con los enciclopedistas franceses, y gracias a ellos se creó el dúo instrumental que hoy tenemos por chistu-tamboril vasco.


Fueron muchos los trabajos realizados por estos Ilustrados vascos, quienes actuaban siempre con miras a corregir y enderezar, según su juicio, la fiesta popular. Con la ayuda de los músicos que tenían a su servicio, renovaron los instrumentos: el tamaño, la localización de los agujeros, etc. Así, consiguieron que el sonido fuera más limpio (o más domesticado para los oídos cultos de la época), y poder tocarlos junto a otros. Se creó el llamado silbote, algo mayor que el chistu, que se tañe sin tamboril y con ambas manos, para hacer correctamente la segunda o tercera voz, es decir, armonía en el ámbito de la propia familia instrumental. Y como consecuencia de ello se organizó la Banda de Chistularis (dos chistus, silbote y atabalero). Renovaron el repertorio relegando las antiguas danzas provinientes del Renacimiento. Y adaptaron a los modos y gustos de la época melodías características de la tradición anterior. Así, se crearon los géneros de la música del tamboril que hemos conocido desde el siglo XIX: Alkate soinuak, Idiarenak, Minueto-Contrapás,...


A partir de mediados del siglo XIX el tamboril vasco entró en crisis. A medida que el siglo transcurría, según la fisura social entre conservadores y liberales aumentaba, fue identificándose con la ideología tradicional, y más tarde con el nacionalismo (parece que el empuje de éste, a finales de siglo, consiguió difundir los nuevos nombres de chistu y chistulari y arrinconar los más antiguos de tamborilero o chunchunero), y si bien en muchos aspectos esta identificación resultó positiva (el mayor y mejor: mantener vivos los instrumentos), en otras ocasiones no sirvió de gran ayuda (carga de connotaciones políticas, limitación a un determinado tipo de música...). Por poner un solo ejemplo: el cura-guerrillero Santa Cruz, en los pueblos que quedaban bajo su mando, únicamente admitía el baile suelto del tamboril. Comenzó, pues, a tener una función cada vez menos significativa en la vida real de la sociedad, sobre todo porque el recientemente popularizado acordeón le estaba ganando terreno con gran rapidez, y parecía correr peligro de quedarse semifosilizado en torno al folclore y la tradición.


Sin embargo, en los últimos años, especialmente desde que en 1928 se creara en Arrate (Eibar) Euskal Herriko Txistularien Elkartea/Asociación de Chistularis del País Vasco (que trimestralmente publica una revista de música y literatura: Txistulari), se inició una labor de resurgimiento, y, tras la interrupción que supuso la guerra de 1936-39, se ha trabajado en muchos aspectos a favor de estos instrumentos: mejorando la afinación y estructura, desarrollando la técnica y pedagogía, consiguiendo la aprobación oficial de los estudios, multiplicando la composición (quizás su culminación sea el Concierto para Chistu y Orquesta Sinfónica, de Tomás Aragüés), ofreciendo todo tipo de conciertos (Cámara, Conciertos Populares...), encaminando la discografía, profundizando la investigación folclórica...


En la actualidad hay muchos chunchuneros en el País Vasco, entre los cuales se encuentra todo tipo de niveles y variedad. Tal como se puede apreciar en el nº 172 de la revista Txistulari (donde se recogen algunos informes sobre jornadas de chunchuneros celebradas en Pamplona en septiembre de 1997), suscitan el asombro y envidia de los tamborileros de todo el mundo.



José Inazio Ansorena, Profesor de Txistu del Conservatorio de San Sebastián

Fotografía: Arantza Cuesta Ezeiza
Edición digital de sonido: Elena Moreno Zaldibar

Quien desee una tener una visión más general y amplia sobre el chistu-tamboril vasco, puede consultar el libro Txistua eta Txistulariak (Chistu y Chistularis) (Jose Luis Antsorena Miranda, Fundación KUTXA. San Sebastián, 1996).

 


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