Estas cosas pasan por no saber decir que no, que no
puedo, que me es imposible, que estoy desbordado, etc.; o sea, que tengo
que robar el tiempo a otras cuestiones más importantes (¡?)
o anteriores y empezar a pensar sobre otros temas. Además ocurre
casi como con los bertsolaris, porque el sujeto nos viene ya puesto o semipuesto;
en este caso las ferias y los libros más vendidos. Y yo qué
voy a saber. Si se lo hubieran preguntado al director de una gran editorial,
pues quizás, pero ¿qué puedo decir yo al respecto?
Bueno... hala... por decir que sí.
He cogido un diccionario; no cualquiera, claro, sino uno relacionado
con la literatura, y he encontrado la palabra. La tengo aquí mismo.
He leído lo que dice y me he dado cuenta de que no dice gran cosa;
remite a Robert Escarpit. No sé cómo, pero aquí tengo
La sociología de la literatura. Es el número 61 de la sección
Que sais-je, y me he acordado de cómo anduvo Rikardo Arregi hace
exactamente treinta años queriendo hacer algo parecido (algunos decían
que había nacido para ser lehendakari, de no habérnoslo llevado
un accidente de tráfico), nos animó a escribir el primer libro...
y también me acuerdo que la joven generación solíamos
estar bajo los arcos de la iglesia de Durango, muriéndonos de frío,
intentado vender aquellos librillos.
¡Cuánto ha llovido desde entonces! ¡Cuánta
tinta y sangre derramadas!
Pero, en todos estos años, Durango ha sido para mí lugar
de peregrinación otoñal de cita obligada que me ha ofrecido
la oportunidad de introducirme en la voz y vorágine de la cultura
vasca. Los escritores vascos solemos vernos por allí, aunque la verdad
es que cada vez menos, porque somos tanta gente que es muy fácil
perderse, y, además, los que vamos cumpliendo años no sé
si nos volvemos cada vez más parcos, pero desde luego sí más
solitarios. Decía que Durango es una buena ocasión para saludar
a los amigos, comentar las noticias, comprar libros, intercambiarlos o regalarlos.
Antes era, en cierta medida, el eco de la sociedad vasca, o quizá
más concretamente, de la cultura vasca. Pero ahora que los medios
de comunicación se han multiplicado tanto, ya no sé lo que
es. En mi opinión, a medida que ha crecido y extendido, la feria
ha perdido la profunda influencia que antes tenía, aunque parece
ser que la duranguitis -cómo llamarlo si no, cuando tres cuartas
partes de los libros vascos se publican para esta ocasión- que padece
la librería vasca está en vías de curación.
Hace algunos años Vélez de Mendizabal decía que
teníamos que pasar de la cantidad a la calidad, y para eso debían
crearse infraestructuras, las editoriales debían impulsar nuevos
movimientos, incluso en caso de necesidad debía contarse con la ayuda
de las instituciones... al mismo tiempo necesitábamos libros que
pudieran aficionar a la gente, de fácil clave... ¿Best-sellers?
No lo sé. Tengo que confesar que tengo mis dudas, y diría
que esas dos cuestiones están a veces contrapuestas.
Si damos un breve repaso a la historia de la literatura vasca -aunque,
evidentemente, requeriría un estudio más profundo-, veremos
que a finales del siglo XIX los escritos más vendidos según
el precio eran, si no me equivoco, las hojas de versos, y luego los calendarios,
los almanaques, las doctrinas, la vida de Santa Genoveva y cosas así.
Un siglo más tarde, y deteniéndonos en los últimos
años, afirmaría casi sin vacilar que los más vendidos
son Harri eta Herri (1964), de Gabriel Aresti, Narrazioak (1983) de Joseba
Sarrionandia -todos los años nos hace llegar un agradable best-seller
desde lejos- y Obabakoak (1989) de Bernardo Atxaga.
¿Por qué éstos y no otros?
Vuelvo a coger Escarpit. Cuando escritor y lector pertenecen a la misma
tribu, sus finalidades pueden ser las mismas, y el éxito literario
puede devenir precisamente de ahí. Es decir, que el libro más
leído es el que expresa lo que la tribu, la gente espera.
¿Serán así las tres obras que he citado? Puede que
sean el reflejo y eco de las fuerzas de la tribu en cada momento, sí,
pero ¿qué tipo de eco? ¿Claro, oscuro, gris, ruidoso?
¿Se entiende bien su mensaje? Y, claro, es posible que tenga varios
significados...
En esta relación, además del valor interno de la obra literaria,
las causas exteriores tienen una indudable influencia, repercutiendo en
que un libro sea vendido -otra cosa es que se lea-.
Parece que en Francfurt, donde se celebra la mayor feria del libro del
mundo, Arturo Pérez-Reverte, Ken Follet y otros más han estado
hablando sobre los best-sellers, y Albert Zuckermann, un entendido en la
materia, decía que en Europa se traducen muy pocos libros al inglés,
porque son demasiado personales. Resulta que al lector inglés normal
no le interesa demasiado el aspecto interno del ser humano, la riqueza interior;
sólo le gustan la acción y la marcha.
Si esto es así, y me temo que entre nosotros eso es lo que está
ocurriendo, la sociedad vasca tiene un futuro verdaderamente negro.
Patri Urkizu
Fotografía: Aitor Bayo/Euskal Kultura Gaur. Liburuaren mundua (Joan Mari Torrealdai) |