En
1890, cuando Vicente Goicoechea tomó posesión del cargo de
maestro de la Capilla de la Catedral Metropolitana de Valladolid, la música
del culto católico atravesaba un momento crítico. Marginada
por los autores más relevantes, la música sagrada había
caído en manos de profesionales de escasa solvencia o de diletantes
sin formación alguna. El canto que se interpretaba en los templos
se caracterizaba por el mal gusto y la baja calidad: "Juegos, gorjeos,
insulsas repeticiones, cortes violentos, tremenda confusión, reminiscencias
de óperas bufas hasta en los mometos más solemnes de los sagrados
ministerios, ese era todo el bagaje musical de aquella infortunada época"(
Marchedresan, A; La obra de Pío X en la restauración
de la Música Sagrada. En "Música Sacro-Hispana",
junio de 1911, p.87).
Desde su atril de la catedral de Valladolid, Goicoechea inició
una honda labor de reforma, que tendría una amplia repercusión
en todo el territorio peninsular. Sigue de cerca los movimientos restauradores
de Solesmes y Ratisbona. Adquiere una valiosa biblioteca musical con las
más recientes ediciones de los grandes autores de la polifonía
clásica. No sin oposición, con calma y modestia pero con una
tenacidad indomable, va introduciendo importantes modificaciones en el repertorio
de la catedral, sustituyendo las irrelevantes obras de los autores en boga
(García, Prado, Calahorra, etc.) por composiciones sólidas
de grandes autores del XVI (Morales, Palestrina y Victoria) y del XIX (Eslava
y Gounod). "Eran contados los casos de capillas y agrupaciones corales
que ejecutaban estas obras" (Otaño, N:
En Pensamiento Alavés, 3.8.1954)
Considera de suma importancia la formación de responsables parroquiales,
por lo que asume la instrucción musical del seminario, en el que
crea una "Schola Cantorum" y establece la enseñanza del
Canto Gregoriano y de la polifonía clásica, cosa entonces
absolutamente inusual. Trabaja además con los alumnos de la universidad
vallisoletana, creando un orfeón con los estudiantes "vasco-navarros".
El más importante campo de actuación de Goicoechea es el
de la creación. Lo era ya anteriormente. Pero en estos momentos comprueba
la necesidad de un nuevo repertorio, musicalmente sólido y estilísticamente
moderno. El año 1890 es decisivo en su actividad creadora: marca
el paso de su época juvenil de los "Gozos" (había
compuesto varios "Gozos" a diversos santos) a un periodo de mayor
reflexión y madurez. Se confirma la personalidad artística
del autor; se perfila cada vez con mayor nitidez su ideal en música
sagrada. Las obras de Goicoechea se adelantaron más de diez años
a la reforma de San Pío X. De estas fechas, anteriores a la restauración
del "Papa Sarto" datan tres preciosas composiciones para la Navidad:
los "Maitines", las "Kalendas" y los "Responsorias".
Compuso también varios moteles: "O Cor, amoris víctima",
"Ave, verum Corpus", "Tantum ergo" en Sol, etc.
Con el paso del siglo se afirma la trayectoria de Goicoechea. Ya no se
siente sólo en su trabajo de depuración; son muchas las voces
que secundan la suya. Entre 1902 y 1904 compuso sus obras más celebradas:
"Oremus pro Pontífice", que más tarde transformará
en su popular "Ave María"; el salmo "Credidi",
conocido en su versión del cántico "Benedictus";
su célebre "Misa en honor de la Inmaculada Concepción";
el grandioso salmo "Miserere" y el sentido responsorio "Christus
factus est". También en este periodo compuso "la Nona",
aunque la retocó y modificó más tarde.
Llega así una fecha clave, 1904, año en el que San Pío
X, recientemente consagrado Papa, publicó su célebre "Motu
Proprio", estableciendo las bases para una radical forma de la música
sagrada. Goicoechea llevaba 14 años empeñado en esta labor:
se había adelantado al documento pontificio tanto en sus composiciones
como en su labor pedagógica. Gozaba ya de gran prestigio y Valladolid
se había convertido en el cenáculo musical del que irradiaba
todo movimiento renovador de la iglesia española. Con Goicoechea
colaboraban ya la sinfonista y el autor de óperas Vicente Arregui.
Pronto se les unieron jóvenes de sólida formación:
Nemesio Otaño, Julio Valdés, Marcelino Villalba, José
M. Olaizola, Gaspar de Arabaolaza etc. En estrecha unión con estos
maestros trabajarían sus amigos Francisco Pérez de Viñaspe,
José Mª Vírgala etc..
Las ideas de este círculo reformista cuajaron en el primer Congreso
de música Sagrada, celebrado en Valladolid en abril de 1907. El P.Nemesio
Otaño llevó la voz cantante del congreso, pero a su lado,
silencioso y eficaz, se movía constantemente el verdadero motor del
movimiento: Vicente Goicoechea. Se decidió aplicar a nivel nacional
lo que Goicoechea venía cumpliendo en Valladolid desde 1890. Destacó
la asistencia de músicos vascos, atraídos, sin duda, por las
figuras preeminentes de Goicoechea y Otaño. Como vehículo
de estas inquietudes se fundó la revista "Música Sacro-Hispana",
que comenzó editándose en Valladolid, para trasladarse después
su redacción a Bilbao y a Vitoria; "la paternidad de su nombre
se debía al insigne maestro don Vicente Goicoechea. La humildad de
aquel músico excelente no le permitió escribir en nuestra
revista más que el título. Pero él supo dirigirla y
encauzarla por los senderos del verdadero arte religioso español,
con sus continuos consejos y sabias orientaciones. Él fue hasta su
muerte el mejor censor de cada número" ("Música
Sacro Hispana", agosto de 1907, p.72; abril de 1911, p.65).
La reforma encontró muchas reticencias en el País Vasco.
Nuestros coros tenían una reconocida calidad artística y técnica,
pero su repertorio era, por lo general, detestable. Se resistían
a modificar su trayectoria: a los coros populares les cuesta mucho tiempo
y esfuerzo adquirir un repertorio y estilo, de ahí su resistencia
a cambiarlos. Gracias al tesón de los convencidos, el ambiente fue
adquiriendo poco a poco otro cariz, aunque la inercia fue grande. Fueron
muchos los compositores vascos que participaron en el primer tramo de aquella
reforma religiosa. "Hace ya dos lustros que un mes tras otro van
apareciendo bellas páginas de religioso..en el clasicismo impera
Valdés. En lo escogido de la melodía se distinguen Urteaga
y Beobide; campean en la sobriedad. M. Rodríguez (organista de Valmaseda)
y Mocoroa. Notables son el herir las fibras del sentimiento los PP San Sebastián
(Aita Donostia)e Iruarrizaga, los maestros Tafall, Iraizoz y Ugarte
y los maestros catalanes Lambert, Sacho Marrado, Cumellas, Rodamilans y
Romeu. Alguna vez nos ha honrado el insigne maestro Guridi. Ahora empiezan
los jóvenes Usabiaga y Almandoz" (Benito,
M, de; Orientaciones, Teoría y práctica. En "Música
Sacro-Hispana", septiembre de 1917, p.139)
A partir del congreso de música de Valladolid, Goicoechea considera
cumplidos sus objetivos y concluida su carrera. Sus discípulos han
alcanzado la mayoría de edad. Él se escuda en un modesto segundo
plano, aunque todavía colaborará activamente en la organización
de los congresos de Sevilla y de Barcelona. Su salud es delicada. Sin perder
contacto con sus "hijos espirituales en el arte", lleva una vida
retirada. pero sigue trabajando: de su inspiración van brotando la
"Salve Regina" en honor de Andra Mari de Ibabe, varias Misas "a
capella" para Adviento y Cuaresma, la versión definitiva de
la "Nona" para el oficio de la Ascensión; y diversos motetes.
en plena madurez personal y artística, vuelca los ojos hacia J.S.
Bach, cuya influencia es notoria en el "Te Deum". De sus últimos
años son la lamentación "Cogitavi" y la "Misa
de Requiem".
Goicoechea goza de gran prestigio en la crítica especializada.
"La crítica de todos los países está conforme
en que las obras del Maestro Goicoechea son dignas de toda alabanza y que
en ellas se encuentra todo lo que la música religiosa exige".
("Música Sacro-Hispana", noviembre
de 1909, p.53)."No sé que se haya escrito todavía
una "Salve" más sencilla y más hermosa que ésta
que nos acaba de ofrecer el maestro Goicoechea" ("Música
Sacro-Hispana", diciembre de 1909, p.65). "El "Miserere"
de Goicoechea...basta por sí sólo para hacer célebre
a su autor"( Corresponsal: Semana Santa en Vitoria
en la S.I Catedral. en "Música Sacro-Hispana", mayo
de 1910, p.124). "El "Miserere" de Goicoechea es
la obra más sólida que en estos años, en su género
se ha escrito" ("Música Sacro-Hispana",
febrero de 1913, p.98). "El "Te Deum" es la obra
religiosa más importante que se habrá escrito hasta el presente
en el mundo" (Olaizola, J.M: "Madurez
artística..."en "Tesoro Sacro musical",
n.3, 1954, p.60). "Con cuanta razón el violinista
Manén tan celebrado universalmente, dice de la "Misa de la Inmaculada
Concepción", que es la única misa que le ha convencido"
(El Rvdo.P. Otaño nos habla de D.Vicente Goicoechea,
en "Pensamiento Alavés", 29.6.1954, p.8)
"No obstante su constante empeño en esconderse en el atril",
Vicente Goicoechea fue un jefe y un maestro. Un jefe humilde y un maestro
callado, "más cuidadoso de ser que de parecer".
Fue un hombre que ocultaba un espíritu inmenso bajo una apariencia
modesta. Sentía mucho y hablaba poco. Sentía calor de su tierra
vasca, que no dejaba de visitar cada verano; y la austeridad del paisaje
castellano, que contemplaba a diario. De hondo convencimiento religioso,
sentía con la misma profundidad la inmensidad del mundo sonoro; y
sabía transcribir ambos sentimientos en el pentagrama. Apreciaba
y derrochaba, además, el maravilloso don del afecto y la amistad.
Hablaba poco porque no poseía una palabra capaz de expresar el insondable
contenido de su mundo interior; quizá le frenaba el pudor de las
gentes de su país natal. Tampoco necesitaba hablar mucho: su persona,
su conducta, su obra, constituyen un discurso elocuente y exuberante, suficiente
para descubrir su talante humano, artístico y religioso. Sabin Salaberri, profesor del Conservatorio de
Vitoria |