Artículo
publicado en la revista ONDARE, nº17, pág.365 y
siguientes, en el año 1998 Resumen
Pese a formar
parte de una de las más importantes escuelas
regionales del período romanista, Vizcaya ha
quedado un tanto ensombrecida por el esplendor
que alcanza este movimiento artístico en otros
territorios del País Vasco. Para su
revalorización es necesario acercar los
conocimientos actuales sobre este fenómeno en
nuestra provincia a los interesados en la
retablística y escultura romanista, con la
esperanza de que posteriores trabajos enriquezcan
el panorama. Sin excesivos aportes documentales
se hará una aproximación al período y un
detallado análisis del tretablo mayor de Santo
Tomás de Olabarrieta (Ceberio) que, de la mano
de Martín Ruiz de Zubiate, es uno de sus mejores
exponentes.
Algunos autores han llamado
la atención sobre la falta de una visión global
de la retablística y escultura desarrollada del
período romanista en Vizcaya y la escasez de
noticias conocidas sobre la misma época 1. Estas dos carencias,
entre otros factores, explican a nuestro
entender, que un movimiento artístico de la
magnitud alcanzada por el Romanismo en el
cuadrante norte peninsular haya recibido, en el
caso de esta provincia, escasa atención por
parte de los historiadores del Arte, ya que si
las obras no van acompañadas de una autoría
confirmada, son generalmente ignoradas. Es por
esta razón que en los estudios generales acerca
del Renacimiento hispano la nómina de artistas y
realizaciones queda reducida a los más
difundidos y destacados, Martín de Basabe y
Martín Ruiz de Zubiate, aunque se puede afirmar
que nuestro territorio participó en este
fenómeno, que tuvo una importante repercusión y
que sus construcciones tienen un tono medio muy
aceptable. Este artículo pretende,
en la línea de otras aportaciones recientes2, contribuir a un mejor
conocimiento de estos autores y sus obras,
esperando que posteriores investigaciones se
ocupen de ellos con mayor profundidad.
Para empezar
creemos que es necesario acercarse más a los
maestros que actúan en nuestra provincia,
conocidos o no, indagar en su origen formativo,
reseñar sus obras y analizar una del introductor
y mejor representante de la estética romanista
en Vizcaya, Martín Ruiz de Zubiate. Así,
algunos datos nos permiten entreveer que la
formación de algunos de estos artistas se
produce en los potentes talleres burgaleses de la
segunda mitad del siglo XVI. Este es el caso del
citado Zubiate, a quien se conoce avecindado en
Burgos, y que aparece relacionado
profesionalmente con los círculos artísticos
allá radicados en torno a Domingo de Amberes,
cuyo taller material adquirió trás la muerte de
éste, García de Arredondo o los hermanos
Rodrigo y Martín de la Haya. A
este insigne autor hay que unir la gran cantidad
de apellidos vizcaínos que se encuentran entre
los aprendices u oficiales de éstos y otros
artistas de la ciudad del Arlanzón 3. La mayoría de ellos,
como el propio Zubiate que era natural de
Arrázua, proceden de la Merindad de Busturia
foco que, junto al de Orduña en donde destacan
en este momento el escultor Juan de Ullívarri y
el pintor Juan Beltrán de Otazu 4, nutre durante varios
siglos el ámbito artístico vizcaíno. Además
de éstos, conocemos el nombre de muchos maestros
vizcaínos formados en otros ámbitos que
difunden su arte por otras provincias norteñas y
que, en ocasiones, retornan a su solar natal para
dejar muestra de su saber hacer o realizar
peritajes y tasaciones. Esto ocurre con Juan de
Zárraga, imaginero de Forua, que actúa en
Amorebieta, Durango y Lezama, y Andrés García
de Urigoítia, quien originario de Ochandiano
desarrolló su actividad en Alava y Guipúzcoa y
en menor medida en Vizcaya 5.
Esta movilidad de algunos de los
más renombrados artífices del romanismo
norteño para realizar diversas tareas facilitó
los intercambios profesionales y la amistad
personal que hubo de contribuir a formar y
mejorar a los aquí residentes. Hay que indicar
que en esta época los mercados artísticos
están bien definidos, que aunque existe la
competencia ésta es escasa y que las
colaboraciones entre diferentes artífices son
numerosas. En este sentido podemos citar la
presencia en Vizcaya de artistas de reconocido
prestigio, muy difundida en el caso del escultor,
vecino de Vitoria, Esteban de Velasco, quien, en
1593, y sobre traza de Martín Ruiz de Zubiate,
se compromete a levantar el retablo mayor de la
parroquia de San Antón de Bilbao, ayudado
precisamente por Ullívarri y Basabe, o
intervenciones desconocidas como la tasación que
de lo obrado por el propio Ruiz de Zubiate en el
retablo principal de Santa María de Uribarri
(Durango) realiza, en 1585, el escultor
guipuzcoano, Juan de Iriarte 6.
Estos autores
están en el origen de la importante cantidad de
retablos construidos durante el desarrollo de
este estilo, último tercio del siglo XVI y
primeras décadas del XVII, siendo la época más
fructífera la que abarca las dos últimas
décadas del siglo XVI. De ellos algunos, como
los de Arrazola, Barínaga, San Juan Bautista de
Ea o Mendata, aún permanecen en el anonimato
pese a los intentos de relacionarlos con
determinados artistas; otros, como los de San
Antón (Bilbao), Maruri, Murélaga e Udiarraga
(Ugao-Miravalles) han desaparecido y, finalmente,
las piezas escultóricas de otros
han sido readaptadas para el culto en nuevas
estructuras, como el de la Dolorosa de Santa
María de Lequeitio, los mayores de las iglesias
dedicadas a San Bartolomé en Ugao-Miravalles y
Villaro, o el de San Pedro de Munguía 7.
Las características de estos
retablos son totalmente dependientes de los
dictados emanados de las que iniciaron el
movimiento en la Península, los retablos de
Astorga de Gaspar de Becerra y Santa Clara de
Briviesca de Pedro López de Gámiz, que a su vez
responden como es bien sabido a los elementos
copiados de obras de afamados artistas italianos,
principalmente del florentino Miguel Angel 8. Los retablos, teniendo en
cuenta las disposiciones emanadas trás el
Concilio de Trento, buscan el adoctrinamiento de
los fieles; para conseguir que el mensaje de las
representaciones escultóricas no quede oculto
por mazonerías de abigarrada decoración, se
hace uso de arquitecturas adinteladas, de gran
claridad compositiva y escasa ornamentación. Son
"retablos-fachada" en los que, de
acuerdo con la tectónica, los órdenes clásicos
aparecen estratificados y las cajas que contienen
la imaginería se conciben como portadas
arquitectónicas a base de columnas y frontones. Los elementos de apoyo, si bien en
algún caso aparecen recubiertos de
"follamen" como en los ejemplos
precursores anteriormente citados y en Durango, o
portan su tercio inferior tallado con diversos
motivos (Arrázola, Villaro), suelen ser
estriados, mientras entre los frontones se
destacan los triangulares. Con menor frecuencia
aparecen otros rasgos romanistas como los
"ignudi" recostados sobre los frontones
o los tramos palladianos que, por ejemplo,
conservamos en Durango, el retablo vizcaíno más
influido por la obra de Briviesca.
En estas
estructuras el esquema iconográfico es muy
claro. Comenzando por el sagrario, se impulsan
los temas contrarreformistas, aquellos que hacen
referencia a la Vida de la Virgen, los Santos y a
la Infancia y Pasión de Cristo. En los bancos, a
veces centrados por telamones (Ea, Deusto,
Villaro, ...), se recogen escenas de la Pasión,
como ocurre en los sagrarios, junto a figuras,
sobre todo en relieve de Santos, Apóstoles,
Padres de la Iglesia y Virtudes, que también
pueden aparecer en los frisos, y en los netos de
las columnas. Sólo excepcionalmente se efigian
en el mismo espacio las figuras de los patronos .
Ascendiendo, la compartimentación se establece
en torno a la calle central siempre más
potenciada y así, a los lados de ésta, y en
general, en el primer cuerpo, van relieves con
escenas de la vida y martirio de los titulares de
la parroquia, mientras que el lugar preminente se
reserva para sus imágenes. Encima se sitúan
paneles de la Vida de la Virgen e Infancia de
Cristo escoltando a la Asunción de la Virgen
como intercesora que es ante Dios Padre quien,
por su parte, suele ocupar el tímpano de los
frontones que rematan el grupo del Calvario que
casi indefectiblemente aparece en el remate del
conjunto, cerrando así el círculo iniciado en
el banco. La aparición de intercolumnios
conlleva la de bultos de santos para ocuparlos,
como por ejemplo, sucede en Deusto, Durango y
Mendata.
Es de sobra conocido que para la
realización de estas y otras escenas se adaptan
al arte contrarreformista y al gusto popular
grabados y modelos del manierismo europeo, sobre
todo italiano. Los rasgos que caracterizan la
escultura romanista vizcaína son pues los
comunes a la hispana, encontrándose
mayoritaríamente los derivados de la forma de
hacer de Miguel Angel, y en último término de
la de Juan de Anchieta, su mejor intérprete
hispano, esto es, el virtuosismo técnico, las
anatomías musculosas, el canón alargado, los
escorzos y los ademanes heróicos, el cuidado
tratamiento de los cabellos, y los rostros que
denotan la "terribilitá"
miguelangelesca. Los relieves adoptan formas
envolventes, ocupan casi todo el espacio y se
establecen diagonales entre sus personajes
quiénes unas veces adoptan actitudes
contrapuestas y otras dialogantes. Es tal la
homogeneidad estilística y simplificación
temática que sólo la capacidad técnica
diferenciará a un artista de otro.
Entre los maestros conocidos y con
obra documentada destaca el arquitecto y escultor
Martín de Basabe, vecino de Aulestia, creador
del retablo de Munguía ya citado, los
desaparecidos de Santa María de la Atalaya de
Bermeo y el guipuzcoano de San Salvador de
Guetaria y el conservado, pero menos difundido,
retablo mayor de San Pedro de Deusto (Bilbao),
que levanta en 1592 en colaboración con el
omnipresente Zubiate 9. Ahora también podemos
adjudicarle documentalmente la autoría del
retablo que presidió la iglesia de San Lorenzo
de Maruri, contratado en 1582, y el citado de la
Dolorosa de Lequeitio. Este es una mazonería de
en torno a 1745 con elementos de diferentes
épocas y estilos, en el que perviven algunas
figuras y relieves de su mano, algo que ya se
había intuido y que ahora podemos confirmar
gracias a la tasación hecha para su entrega el
18 de febrero de 1587 10 . En ella Intervienen
Francisco de Urizar, escultor vecino de Gauteguiz
de Arteaga, por parte de la iglesia y Hernando de
Ibaiguren, arquitecto de la villa de Bilbao,
nombrado por el maestro ejecutor, que aprecian la
obra en 308 ducados y 4 reales. Ambos
tasadores son artífices muy relacionados con
Basabe, sobre todo Ibaiguren que aparece como su
colaborador en la obra de Munguía y como tasador
de la imagen de la Soledad que en 1590 hace el
aulestiarra para la Cofradía de la Vera Cruz de
la iglesia de los Santos Juanes de Bilbao 11. Basabe fue también el
responsable de la realización de la custodia y
retablo mayor de San Juan Bautista de Murélaga
en el cambio de siglo, cuyo trabajo es aprobado
en 1601 por el arquitecto Juan de Albiz, vecino
de la anteiglesia de su apellido 12.
Otros autores menos conocidos son
los escultores Juan de Arriola y Pedro de
Goitisolo, el ensamblador, vecino de Gordejuela,
Juan García de Basoco, responsable del retablo
de San Miguel de Lacabex (Güeñes), hoy muy
modificado, que escritura el 26 de enero de 1577,
o el entallador Guillermo del Puerto que junto al
escultor Juan Pérez de Gorrio contrata, en 1581,
la realización del retablo, no
conservado, de la ermita de Nuestra Señora de
Udiarraga 13. Por otra parte la nómina
de pintores encargados de policromar y dorar
todas estas obras, aunque apenas se conserven
vestigios de su labor, debe ser encabezada por
los todavía enigmáticos Francisco de Mendieta y
Francisco Vázquez, y por un muy áctivo Juan
Ochoa de Madariaga, pintor de Bilbao, que
participa en la decoración del último retablo
citado y como veremos también en el de Ceberio.
Después tenemos, entre otros, a Juan de
Barreneche(a), Domingo de Bedia, Diego de
Partearroyo, Martín Rojo y Juan de Zuazo.
Uno de los mejores
exponentes de la retablística del período es el
retablo de Santo Tomás de Olabarrieta (Ceberio),
el último de grandes dimensiones documentado por
ahora en el "maestro arquitecto de hacer
retablos" Martín Ruiz de Zubiate (Lám. 1).
Autor y obra que han recibido numerosos
comentarios, no siempre ponderados. De Zubiate
hemos de recordar su formación burgalesa, donde
colaboró con algunos de los maestros allí
afincados, trabajó con el afamado Juan de
Anchieta en el retablo del Capítulo del
Monasterio de las Huelgas y se le ha relacionado
con Pedro López de Gámiz y el retablo del
convento de Santa Clara de Briviesca; artífices
y obras que marcan la personalidad de nuestro
artista y dejan muy claro la categoría y calidad
del mismo 14. Poco
a poco aparecen nuevas realizaciones suyas, como
su primera obra documentada, el tercer cuerpo del
retablo principal de Peñacerrada (Alava) que
contrata en 1570 15 o en Vitoria, en la
primera década del siglo XVII 16. Entre ambas fechas se
encarga de levantar el retablo que nos ocupa
(Lám. 2), uno de los mejores representantes del
Romanismo en Vizcaya que, a pesar de haber
llamado la atención de los historiadores
locales, ha permanecido en el anonimato hasta
fechas recientes. Los datos documentales nos
refieren que el último pago de esta obra es
recibido por Zubiate en 1592 y que después se
encargó de dorarlo Juan Ochoa de Madariaga,
labor polícroma que es tasada en 1596 17.
El retablo es una pieza de
considerable tamaño que ha sufrido la pérdida
del ático aunque algunas de sus figuras se
custodian en la sacrístia del templo.
Estructuralmente lo conservado se divide en banco
y dos cuerpos con tres calles. La planta no es
del todo lineal pues se fractura por el
adelantamiento de las calles laterales con
respecto a la central, y porta columnas pareadas
de fuste estriado, y con cierto éntasis,
flanqueando a los paneles relivarios. Las del
primer cuerpo son de capitel toscano y, en las
del segundo que van acompañadas de pilastras
gallonadas, es jónico. Otros elementos
destacados son la presencia de frontones,
triangulares sobre las calles laterales del
primer piso y curvos en las del superior y la
escasa decoración con rameados en los frisos y
encadenados geométricos en el interior de las
cajas de la calle central y en la base del
sagrario. Este adquiere el rango de arquitectura
independiente, es de planta cuadrada con columnas
pareadas de capitel dórico y variedad de
frontones y presenta adelantamiento de su parte
central.
Desde el punto de vista
iconográfico es patente la influencia de los
modelos italianos y así, siguiendo diseños de
Miguel Angel, se reproduce en la puerta del
sagrario, el tema de la Piedad, con la Virgen
sosteniendo entre sus brazos a su hijo muerto y
rodeada de otros personajes sagrados. En la
hornacina lateral que da a la calle del Evangelio
va el relieve de la Flagelación, prototipo
difundido por Anchieta según un dibujo del
propio Miguel Angel, y en la otra la Coronación
de Espinas. Centrando el sagrario se disponen
ángeles turiferarios, a lo largo del banco
Apóstoles en altorrelieve dentro de nichos
rematados por frontón triangular partido y, en
los entrepaños, dos de las mejores piezas
escultóricas del conjunto, los relieves
apaisados del Prendimiento (Lám. 3) y de la
Oración del Huerto. En la base del primer cuerpo
hallamos, en los netos de las columnas, relieves
de los Padres de la Iglesia y Virtudes y, en los
entrepaños, figuras recostadas de los
Evangelistas.
La calle central
es ocupada por las imágenes de los santos
titulares (Lám. 4), Lorenzo y Tomás, éste es
pieza posterior, en actitud declamatoria y
rostros inexpresivos, sobre los que se sitúa, en
hornacina de medio punto, el bulto de la
Asunción-Coronación (Lám. 5), que tiene su
modelo más cercano en las realizadas por López
de Gámiz en Briviesca y Anchieta en la catedral
de Burgos. Es una Virgen suplicante, con los
brazos abiertos, sentada sobre trono de nubes e
izada y coronada por un grupo de forzudos
angelitos. Flanqueando a los santos patronos hay
relieves alusivos a la Incredulidad de Santo
Tomás (Lám. 6) y al Martirio de San Lorenzo.
Son escenas con cierto gusto por las
arquitecturas y múltiples diagonales que,
además, presentan los denominados
"diálogos olímpicos",
características también visibles en los
situados a los lados de la Virgen que reproducen
la Adoración de los Pastores y la de los Reyes.
En general toda la escultura comparte los rasgos
ya mencionados con anterioridad: inspiración en
estampas y modelos acuñados, rostros
estereotipados y vacuos, cuerpos hercúleos,
cabellos y barbas ensortijadas y paños
algodonosos. La policromía es de la época del
retablo y, aparte del dorado, presenta
esgrafiados en las enjutas, la "tripleta
luminífera" en los rameados tallados y
encarnaciones mates.
En definitiva nos
hallamos ante una destacable obra de Martín Ruiz
de Zubiate, no valorada en su justa medida hasta
el momento, que debe pasar a engrosar, ocupando
un lugar relevante, el catálogo de piezas
romanistas vizcaínas. Gracias a él podemos ver
además la transformación natural experimentada
en los presupuestos estructurales y decorativos
del autor que evolucionan desde un temprano
romanismo, como el desarrollado desde 1578 en
Durango, hasta llegar a un ejemplar en el que se
libera de muchos de los rasgos imperantes en
áquel, como la entonces todavía abundante
decoración, y que es, por tanto, más acorde con
el espíritu de sencillez contrarreformista.
Notas
- BARRIO LOZA, J.A.,
"Pedro de Borges y el retablo mayor
de San Martín de Amoroto
(Bizkaia)", Letras de Deusto, vol.
22, nº 56, 1992, p.175, y VELEZ CHAURRI,
J.J, y ECHEVERRIA GOÑI, P.L.,
"Nuevos aportes sobre el Romanismo.
El escultor de Orduña Juan de Ullívarri
y el retablo de Astúlez", Letras de
Deusto, vol. 26, nº 73, 1996, p. 118. VOLVER
- Vide cita 1. También nos
referimos, por ejemplo, a la serie de
"Monografías de pueblos de
Bizkaia", que al profundizar en los
archivos vizcaínos extraen numerosos
datos de obras y artistas del dicho
período y a MARTIN MIGUEL, M., Arte y
cultura en Vitoria durante el siglo XVI,
Tesis Doctoral en vías de publicación. VOLVER
- La relación de Zubiate con
estos artífices ha sido manifestada por
IBAÑEZ PEREZ, A.C., "El escultor
García de Arredondo en Burgos",
Boletín del Seminario de Arte y
Arqueología, t. LVI, 1990, pp. 479-498 y
BARRON GARCIA, A., "Los escultores
Rodrigo y Martín de la Haya",
Boletín del Museo e Instituto Camón
Aznar, t. LXVI, 1996, pp. 5-66, y ofrecen
el nombre de numerosos aprendices y
oficiales procedentes de Vizcaya como lo
hace DEL RIO DE LA HOZ, I.,
"Referencias documentales para la
Historia del Arte en Burgos, el País
Vasco y La Rioja durante el siglo
XVI", Letras de Deusto, vol. 15, nº
31, 1985, pp. 171-188. VOLVER
- VELEZ CHAURRI, J.J. y
ECHEVERRIA GOÑI, P.L., op. cit., pp.
117-124 y nota 8. A los datos aportados
por estos autores podemos añadir que
Ullívarri en la década de 1580 realiza
varias imágenes para algunas parroquias
del vizcaíno valle de Orozco y en 1594
hace la imagen del oratorio que existía
en el Portal de la calle Vieja de Orduña
y que es pintada por Domingo Beltrán,
posiblemente familiar de Juan Beltrán de
Otazu (A.F.B., Orduña, Libro de Decretos
de 1580-1610, f. 249). VOLVER
- Miembro de una de las más
prolíficas familias artísticas
procedentes de Busturia se le documenta
en 1585 en Lezama para cuya iglesia
realizó una imagen procesional de la
Virgen del Rosario (MARTIN MIGUEL, M.,
op. cit., p. 1.049) y en 1589 en
Amorebieta, en donde trás haber
realizado una imagen del Rosario para la
Cofradía de su nombre surgen diferencias
con los cofrades y "el maestro
solicita la tasación de Juan de Arriola
o Pedro de Goitisolo, busturianos,
nombrando por "hombre bueno",
mediador para el acuerdo a Andrés de
Urigoítia o Esteban de Belasco,
escultores, respectivamente de Ochandiano
y Vitoria" (SESMERO CUTANDA, E.,
Estudio histórico-artístico de
Amorebieta-Etxano, Bilbao, 1994, p. 293).
En Durango aparece en las cuentas de
Santa María de Uribarri del año 1596
junto a Zubiate y a Domingo de Navarrete
(BARRIO LOZA, J.A. (Dir.), Monumentos
Nacionales de Euskadi, t. III, Bilbao,
1985, p. 123). Urigoítia trabajó, por
ejemplo, en Oñate y en las localidades
alavesas de Buruaga y Marieta. VOLVER
- LABAYRU , E.J. DE, Historia
General del Señorío de Bizcaya, Bilbao,
1968 (t. IV de la Reed. de L.G.E.V.), pp.
697-608, de lo que después se han hecho
eco numerosos autores como los recogidos
por VELEZ CHAURRI, J.J. y ECHEVERRIA
GOÑI, P.L., op. cit., nota 3, p. 118. La
noticia de Durango en A.F.B.,
Corregimiento, leg. 1173/25, fs. 55
v.-58. VOLVER
- ESPARTA GONZALEZ, J.M,
"El retablo de San Pedro de
Munguía", Letras de Deusto, vol.
14, nº 28, 1984, pp. 43-58. A los
citados se unen los conjuntos de menor
tamaño sitos, por ejemplo, en los
templos de Albiz, Larrabezúa, Mendata, y
Marquina-Jemein, y una innumerable
relación de relieves y figuras visibles
en retablos de cronología posterior. VOLVER
- VELEZ CHAURRI, J.J.,
"Becerra, Anchieta y la escultura
romanista", Cuadernos de Arte
Español, nº 76, Madrid, 1992. Ofrece un
compendio de las características del
arte romanista hispano y una relación de
las principales publicaciones referidas a
este período. VOLVER
- La imagen de la Asunción
del retablo de Bermeo se conserva en la
nueva iglesia de Santa María (BARRIO
LOZA, J.A. (Dir.), op. cit., p. 41). Al
de Guetaria nos acerca ECHEGARAY, C. DE,
La tradición artística del pueblo
vasco, Bilbao, 1919, pp. 45-47 y al de
Deusto BARRIO LOZA, J.A., "La
iglesia de San Pedro de Deusto y sus
retablos" en AA.VV., San Pedro de
Deusto. Retablos de Santa Catalina y San
Nicolás. Restauración, Bilbao, 1993, p.
9. También es suyo el relicario del
retablo mayor de Santa María de
Marquina-Jemein (BARRIO LOZA, J.A.
(Dir.), Monumentos Nacionales de Euskadi,
t. III, Bilbao, 1985, p. 259). VOLVER
- A.F.B., P.N., Juan Estibariz
de Meñaca, C/115, s.f. y lo referido a
Lequeitio en êbidem, Fernando Sánchez
de Gorostiaga, C/391, fs. 338-38 v.
BARRIO LOZA, J.A. (Dir.), op. cit., p.
233, acertó a señalar a Basabe como
autor de varias de las esculturas de este
retablo. VOLVER
- ITURRIZA Y ZABALA, J.R. DE,
Historia General del Señorío de Vizcaya
y Epítome de las Encartaciones, t. II,
Bilbao, 1967 (Reed. de la de 1793-1800),
nota 118, pp. 55-56. Conjuntamente con
Juan Ochoa de Madariaga y el entallador
Juan de Lete. VOLVER
- ITURRIZA Y ZABALA, J.R. DE,
op. cit., p. 56; ECHEGARAY, C. DE, op.
cit., p. 47 y A.H.E.V., San Juan Bautista
de Murélaga, LéF» (1589-1636). Este
Albiz podría ser el que en 1615 traspasa
a Martín de Beitia 14 ducados que debía
cobrar por lo realizado en el sagrario de
San Vicente de Arbácegui (ITURRIZA Y
ZABALA, J.R. DE, op. cit., t. I, nota 60,
p. 276). VOLVER
- SESMERO PEREZ, F., El arte
del Renacimiento en Vizcaya, Bilbao,
1954, p. 106 y GONZALEZ CEMBELLIN, J.M.,
Geñes, Bilbao, 1993, p. 281. Posee
el valor añadido de conservarse su traza
original. CIFUENTES PAZOS, J.M., Estudio
histórico-artístico de Ugao-Miraballes,
Bilbao, 1993, pp. 161-162 (San
Bartolomé) y pp. 165 (Udiarraga). VOLVER
- MONTEVERDE, J.L.,
"Esculturas de Anchieta en las
Huelgas de Burgos", Archivo Español
de Arte, nº 109, 1955, pp. 77-79. Su
posible participación en Briviesca en,
entre otros, ANDRES ORDAX, S.,
"Arte" en AA.VV., País Vasco,
Madrid, 1987, p. 244 y VELEZ CHAURRI,
J.J., op. cit., p. 25. VOLVER
- MARTIN MIGUEL, M., op. cit.,
p. 1.015. Es aquí donde se declara
vecino de Arrázua. Hasta hace poco nada
sabíamos de su intervención en Deusto o
de su labor en las claves de la iglesia
de la Purísima Concepción de Elorrio
(BARRIO LOZA, J.A., vide cita 1, p. 175).
VOLVER
- BALLESTEROS IZQUIERDO, T.,
"El retablo del Santo Angel de la
Guarda en la iglesia de San Pedro
Apóstol de Vitoria", Kultura, 2»
época, nº 4, 1992, pp. 23-24. Refiere
su intervención, en 1603, en dos
retablos de esta ciudad que no llegó a
terminar. En la localidad burgalesa de
Rublacedo de Abajo se encarga de tasar lo
trabajado por Domingo de Azcárate en el
retablo mayor de San Andrés, obra
comenzada en 1600 (VELEZ CHAURRI, J.J.,
El retablo barroco en los límites de la
provincias de Alava, Burgos y La Rioja,
1600-1780, Vitoria, 1990, p. 257). Igual
tarea se le encomienda con relación al
retablo riojano de Viguera realizado por
Martín de Nalda y Diego Jiménez I en la
primera década del siglo XVII (LABEAGA
MENDIOLA, J.C., "Noticias de
retablos riojanos del taller de
Viana-Cabredo", Cuadernos de
Investigación e Historia, t. X, nº 2,
1984, p. 124.). VOLVER
- IRIGOYEN, J. DE., "El
arte en Vizcaya. Una joya poco conocida:
la iglesia de Santo Tomas de Olabarrieta
de Ceberio", La Gaceta del Norte,
1946 (Cfr. SESMERO PEREZ, F., op.
cit.,pp. 106-107). Aunque lo describen
minuciosamente no lo relacionan con el
Romanismo y el primero lo sitúa en la
órbita de Guiot de Beaugrant. YBARRA Y
BERGE, J. DE, Catálogo de Monumentos de
Vizcaya, t. I, Bilbao, 1958, p. 533, lo
centra estilísticamente y, finalmente,
ALZOLA CAVIEDES, I., Ceberio, Bilbao,
1995, es quien aporta los datos
documentales y realiza su más reciente
descripción. VOLVER
Julen Zorrozua,
Doctor en Historia del Arte |