Hoy en día ya no se ve arcilla
en Ollerías. En realidad sí la hay, pero está
cubierta por el pantano construído hace ahora veinte años
en esta zona alavesa. El agua y el nuevo modo de vida han sido
los causantes de que Ollerías haya visto desaparecer el
oficio que antaño predominara en este pueblo: la alfarería.
Hasta que Blanca Gómez de Segura apareció por allí.
Blanca, además de aprender y recuperar este oficio de
la mano del único alfarero que quedaba en Ollerías,
ha abierto un museo dedicado a la Cerámica Vasca en la
citada localidad, sita a 2 kilómetros de Legutio. Aunque
la arcilla le traen desde Cataluña, Blanca continúa
fabricando cerámicas que antes se realizaban en Ollerías
y en toda Euskal Herria en general.
-¿Siendo de Markina
como es, qué hace en Ollerías? Hace veinte años,
fundamos en Markina una escuela de arte en la que se daban clases
de macramé, pintura y cerámica. De ese modo aprendí
cerámica artística, pero debido a mis ansias de
aprender cerámica vasca, vine a Ollerías con la
intención de conocer a Joxe Ortiz de Zarate, el último
alfarero que quedaba en este pueblo. Mi propósito inicial
era realizar una investigación gracias a una beca concedida
por la Diputación de Bizkaia, pero me di cuenta de que
no bastaba con investigar. Había que coger la arcilla
y recuperar el antiguo oficio.
-Tras haber aprendido el
oficio, actualmente vive en el caserío que antes habitaba
Joxe. Joxe vivió
aquí mismo, en este caserío llamado Ollería.
Cuando construyeron el pantano y se quedó sin arcilla,
pasó a ser agricultor y se fue a vivir a una casa vecina.
A mi llegada, el caserío estaba abandonado y a punto de
derrumbarse, pero decidimos comprarlo. Al principio recuperamos
el oficio y el caserío, y después, hace seis años,
abrimos en nuestro propio caserío el museo que acoge la
exposición en torno a la cerámica de Euskal Herria.
Además, también hemos recuperado
el horno. La última hornada realizada en este caserío
fue hace cuarenta años. Lo cierto es que el proceso ha
sido largo y fatigoso. Tanto mi marido, mis dos hijas y yo misma,
nos involucramos enteramente, y finalmente hemos conseguido salir
adelante. En los primeros años, la iniciativa privada
fue increíble, pero en un momento dado nos dimos cuenta
de que necesitábamos ayuda de la administración,
que no podíamos avanzar nosotros solos. Finalmente llegó
la ayuda, y a pesar de ser de un 20%, posibilitó que el
proyecto se pusiera en funcionamiento. Para que todo esto pueda
continuar, hemos suscrito un convenio con la Diputación
de Álava para un periodo de diez años, en base
al cual se nos concede una pequeña subvención,
para al menos poder sufragar los gastos.
-Con que hace un tiempo
en Ollerieta imperaba la alfarería. Precisamente de esa
actividad deriva su nombre. Ollerías proviene de olla,
palabra del latín. En Álava hay otros pueblos más
de este tipo, como por ejemplo Ullibarri de los Olleros. Y en Bilbao hay dos calles: Ollerías
altas y Ollerías bajas. Antaño había todo
el barro que se deseara en los alrededores de Ollerías,
y cinco alfarerías. Sin embargo, cuando yo llegué,
Joxe no tenía ni torno ni horno. Por eso, le trajimos
todos esos enseres para que me enseñara el oficio. Instalamos
el horno y dos pequeños tornos en un gallinero, y allí
pasé diez años aprendiendo el oficio.
He conocido cuatro alfareros de la generación de Joxe,
de los cuales hoy viven tres. El mayor es Joxe, con 86 años,
y podríamos decir que es el decano. Otro es un primo suyo,
de 75 años. El tercero también es alavés,
de 72 años. Los tres son alfareros, pero no tienen taller.
Al dejar de ser alfareros, lo vendieron todo.
-Ha investigado mucho sobre
la cerámica de Euskal Herria. Yo he estudiado principalmente
la evolución de las formas, la tendencia de los últimos
100 años. También hemos determinado algunas pautas
a seguir para la conservación de las piezas. De todas
formas, el terreno de la cerámica ha sido muy poco investigado en
Euskal Herria. En los últimos diez años le hemos
dado un empujón, pero todavía quedan lagunas. Los
que actualmente estamos realizando investigaciones en torno a
la cerámica no somos académicos; no estamos preparados
para realizar este tipo de trabajos. Recopilamos información,
pero hacen falta historiadores que vayan a dar forma a todo eso.
Con este museo hemos conseguido reunir la información
que se hallaba dispersa, y este sería el momento adecuado
para realizar una profunda investigación. Poco a poco
conseguiremos acercar la cerámica a la universidad, porque
ha permanecido bastante alejada.
Lo más importante es que hemos logrado juntar algunas
piezas. Yendo a cofradías hemos reunido 450. Seguro que
hay más, pero nosotros hemos reunido unas cuantas. Las
vasijas de las cofradías suelen ser especiales, porque
los alfareros realizaban piezas más elaboradas para ellas.
Además, en la mayoría de las cofradías,
conservan la documentación donde consta por escrito en
qué año se adquirió cada una de las piezas.
Así, hemos fichado cada pieza, y ahora queda por realizar
un trabajo de investigación profundo e histórico.
En la cerámica hay muchas cosas que investigar; por ejemplo,
las cerámicas pintadas por algunos pintores. Existen cerámicas
decoradas por Arrue, Zuloaga, Goiko o Aman. Son piezas únicas
que deberían ser estudiadas.
-Primero el oficio, luego
el caserío, por último el museo. ¿Tiene
algún otro sueño? Por supuesto. Nos gustaría hacer
una réplica del horno, para una vez al año realizar
una hornada a la antigua usanza. Antes iban al monte, recogían
tojo y lo bajaban en carretas. Metían en el horno alrededor
de 8.000 piezas, y cuando el tojo ardía obtenían
una temperatura de 1.000 grados para quemar las piezas. Para
llegar a esos 1.000 grados había que quemar el contenido
de 20 carros de tojo. ¡Imagínese qué trabajo!
Como antes decía, la última hornada realizada en
este caserío tuvo lugar en 1958. Sería bonito poder
volver a hornear al igual que antes.
Por otra parte, de cara al futuro, nos gustaría ampliar
el caserío para abrir una escuela junto al museo. Yo creo
que hay gente que desea aprender este oficio, pero aquí
no disponemos de sitio para veinte personas. De todas formas,
lo de la escuela lo haremos de otra manera; la implicación
personal no será tan grande. Dado que queremos abrir la
escuela, tenemos la intención de salir a Alemania y a
Cataluña para visitar algunos proyectos que agrupan escuela
y taller. Tampoco queremos enseñar algo que carezca de
futuro.
- ¿La escuela tiene
como objetivo hacer resucitar la alfarería? Joxe Migel Barandiaran,
al cumplir 100 años, nos dijo a un grupo que andábamos
metidos en la alfarería: "jóvenes, aprended
todo lo que podáis, y enseñad lo que aprendáis".
Eso es lo que nos gustaría hacer aquí. Yo no conseguiré
nada si no enseño a otros este oficio que me ha enseñado
Joxe. Pero quiero dejar bien claro que este oficio no se aprende
en dos o tres años. Para dominarlo se necesitan cinco
o seis.
Yo creo que el mercado ofrece posibilidades. Las cerámicas
que actualmente tenemos en nuestras casas son de fabricación
externa, sobre todo de la parte mediterránea. Pero nuestra
estética no es la misma, y también deberíamos
hacer perdurar la nuestra.
-¿Qué piezas
fabrica en el taller?
Por una parte encargos y por otra reproducciones,
es decir, piezas del museo e idénticas a las que Joxe
fabricaba. La cerámica vasca es muy útil, predominan
piezas de provecho diario, y nosotros fabricamos ese tipo de
cosas útiles: vasijas, platos, floreros, jarras... Y estamos
recuperando la decoración, porque ahí ha habido
un vacío. Se pensaba que en la cerámica de Euskal
Herria predominaba el blanco, pero hemos visto que no. A la hora
de decorar también se empleaban el azul, el verde y otros
colores más.
-¿Qué dice
Joxe al ver la que fuera su casa convertida en museo? Está contento,
porque se percata de que hoy en día la gente respeta la
cerámica y que este oficio ha obtenido un reconocimiento.
Le ha costado un poco, ya sabe, yo soy mujer y los alfareros
siempre han sido hombres, pero está contento de ver que
he salido adelante.
*Exposición de cerámica
vasca en el Museo*
El Museo de Alfarería Vasca de
Ollerías se abrió al público en abril de
1993. La colección del museo está formada por 1.500
piezas en total, aunque sólo se exhiben las más
representativas. Las restantes se encuentran guardadas en el
almacén. Dado que el trabajo de catalogación de
las piezas está ya finalizado, los investigadores tienen
la oportunidad de consultar el contenido del almacén por
ordenador. Las piezas de Prehistoria y de la Edad Media se conservan
en el Museo Arqueológico de Álava, y los posteriores
a la Edad Media, en el de Ollerías.
Al
visitante que acude al museo se le explica en primer lugar el
motivo de la recuperación del caserío, y a continuación,
se le invita a contemplar la exposición estructurada en
siete secciones, que se acompañará de explicaciones.
Las cerámicas que se exhiben son, muy brevemente, ollas,
cazuelas y pucheros; vasijas empleadas en la cocina para preparar
las comidas, contener líquidos o servir a la mesa; las
destinadas a transportar o contener agua cuando en las casas
aún no se disponía de agua y había que traerla
de la fuente; para conservar la comida: barriñones, tinajas...;
y los de destinación religiosa y decorativa: floreros...
Se pueden observar, asimismo, un torno procedente de Zornotza
y cerámicas de construcción, tejas... Y las demás
vasijas que se solían emplear en casa a modo de complemento:
los de uso sanitario o higiénico.
Pero
el museo está vivo, y el visitante, además de observar
las cerámicas, tiene la ocasión de contemplar cómo
se ejerce el oficio. Diariamente, Blanca, su hija y un ayudante
elaboran piezas en el taller situado en la primera planta del
museo. Así, se puede examinar de cerca el modo en que
dan forma a la arcilla en el torno eléctrico, y cómo
se introduce en el horno eléctrico.
Finalmente se muestra al visitante el horno localizado a un lado
del caserío, y que ha sido declarado monumento.
Vistas exterior e interior
del horno
El museo ha recibido la visita
de mucha gente. El año pasado lo hicieron 9.000 personas,
y Blanca sospecha que este año van a superar ese número.
La mitad de los visitantes suelen ser estudiantes, y el resto,
gente que acude por propia iniciativa. En el periodo estival
llegan muchos procedentes de Cataluña, Madrid y Valencia.
Por otra parte, son muchos los extranjeros que, una vez habiendo
visitado el museo Guggenheim de Bilbao y van camino de la Rioja,
realizan una parada para visitar el Museo y adquirir alguna cerámica
vasca. Y es que las hermosas cerámicas fabricadas por
Blanca y su grupo se encuentran a la venta. Fotografías: Maria Agirre
Euskonews
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