"¡Cállate, agote! Tu opinión cuenta
menos que la del perro. ¡No eres nadie!". Estas palabras,
recogidas en un documento de 1597, reflejan el desprecio que
se les tenía a los agotes.
Los agotes eran rubios, de piel
blanquecina, con el lóbulo de las orejas pegado y de mal
aliento; incluso se dice que tenían rabo. Al considerárseles
portadores del pecado original, se recomendaba mantenerse alejado
de ellos por su mala sangre. Esta manera de pensar se mantuvo
durante largo tiempo.
Pero, ¿quiénes
eran realmente los agotes? ¿Estaban enfermos o eran simplemente
diferentes? ¿De dónde procedían? ¿Por
qué tal discriminación?
Los llamados agotes o cagotes,
cuyos primeros indicios se hallan en documentos del siglo XIII,
vivieron en los valles de los Pirineos durante seis siglos como
una raza o comunidad diferente.
Los Agotes.
¿Cuál es el
origen de los agotes? Diversas hipótesis
se barajan a la hora de determinar el origen de los agotes. Unos
mantienen que son descendientes de los godos, lo cual explicaría
su pelo rubio y piel blanca. Otros afirman que provienen de los
musulmanes y que a través de sus venas corre "sangre
africana".
Algunos aseguraban que descendían
de los leprosos, y que ése era el motivo por el cual se
les discriminaba, por miedo al contagio. Los partidarios de esta
teoría, entre los cuales se encuentra Caro Baroja, mantienen
que el significado de la palabra francesa "cagot" es
"devoto falso e hipócrita", con lo cual se les
califica de descendientes de aquéllos a los que reyes
e Iglesia protegían y privilegiaban en las leproserías.
Según la historiadora Alizia Stürtze, "a las
leproserías se presentaban no sólo los leprosos,
sino también gente con enfermedades cutáneas, fugitivos
y otra serie de personas que se hacían pasar por leprosos
para así obtener cama y comida gratuitamente. Así
es como llegaron a aglutinarse los leprosos y los que simplemente
simulaban serlo".
Causas de la exclusión Las causas de esta exclusión
hay que buscarlas en el prejuicio e ignorancia del pueblo. Al
agote no se le discriminaba por no ser cristiano o por su pertenencia
a una etnia distinta, sino, según la opinión popular
de aquella época, por ser portadores del pecado original
y de llevar consigo la mala sangre que les venía de herencia.
Alizia Stürtze teme que
los verdaderos motivos de la discriminación eran económicos.
Durante siglos, los agotes lucharon por obtener los derechos
vecinales y la hidalguía, mas los habitantes de Baztan
y Roncal se opusieron a su concesión. En palabras de la
historiadora, "la Euskal Herria de las montañas era
pobre, y debido al régimen del mayorazgo, los bienes de
los caseríos se destinaban a un sólo hijo. Ni siquiera
había lugar para los de fuera. Ante tal situación,
se solían aprovechar de los agotes, pero sin reconocerles
derechos vecinales".
Para poder obtener estos derechos,
era necesario cumplir una serie de requisitos, tales como ser
lugareño y demostrar la pureza de la sangre, unidos a
ciertos factores externos como por ejemplo poseer una casa de
piedra, con tejado o un escudo. Con el objeto de obtener esta
serie de derechos, los agotes pelearon durante siglos, moviéndose
de un lado para otro en busca de su verdadero origen. Con el
paso del tiempo empezaron a construir casas de piedra, dado que
los fueros disponían la obligatoriedad de poseer una casa
de piedra para poder ser titular de derechos de vecindad, cláusula
ésta que provocaba un incremento de las luchas y juicios.
Negación de los derechos Los agotes, por lo tanto,
eran gente absolutamente discriminada y sin apenas derechos;
de hecho, no se les permitía ni labrar tierras comunes
ni utilizar el molino. La gente eludía todo contacto con
los agotes, temerosa de contraer enfermedades o maldiciones.
Prueba de esta discriminación es la puerta lateral o "Agoten
Athea" de las iglesias de Navarra, destinada exclusivamente
a los agotes, y la obligatoriedad de situarse en las últimas
filas, disponiendo además de pilas bautismales especiales,
en defecto de las cuales recibían el agua bendita a través
de un palo.
La historiadora donostiarra nos explica que "todo
lo que tocaban los agotes se consideraba envenenado, de modo
que en caso de tener ganado o trabajar la tierra, no podían
vender sus productos. Si sorprendían a un agote descalzo,
le quemaban las plantas de los pies con hierro candente, que
era lo que la ley establecía. Tampoco podían participar
en los bailes populares, y durante mucho tiempo tuvieron prohibido
casarse con vascos".
Intereses económicos propiciaron
que a lo largo de los valles pirenaicos se difundieran muchas
supersticiones que poco a poco fueron definiendo un estereotipo
de estas personas, justificando así su exclusión:
rubios, de ojos claros, piel blanquecina y llena de manchas y
con el lóbulo de la oreja pegado, estereotipo que con
motivo de la endogamia se iba acentuando, dada la interdicción
que pesaba sobre ellos de no relacionarse con el resto de la
gente. Se decía asimismo que su sangre era más
caliente, y que al poco de sostener una manzana en sus manos,
enseguida se arrugaba.
Las profesiones de los agotes Dado el riesgo de contagio,
las profesiones a las que los agotes podían dedicarse
eran restringidas; en un principio sólo podían
ser borreros o carpinteros, al ser la madera una nefasta conductora
de enfermedades, y más adelante ejercerían también
como músicos, albañiles y artesanos.
Los caciques feudales, aprovechando
esta discriminación, empleaban a los agotes como jopus
para así presionar al pueblo y conservar los derechos
feudales. Stürtze indica que en el siglo XIV los Ursua,
de Arizkun, ofrecieron protección y tierras a los agotes
fugitivos de Bozate, quienes en compensación de dicha
protección y disfrutes (permiso para pescar, para utilizar
los bosques...) estaban obligados a ejercer de criados y a pagar
elevados impuestos.
La integración de los
agotes A medida que las medidas
contra los agotes se iban endureciendo, éstos se movían
de un lado a otro. En cuanto las condiciones de vida se agravaban
en la zona de Biarno, se desplazaban hacia el Roncal, de Baigorri
a Baztan, y viceversa. Con este ir y venir algunos de ellos lograron
integrarse en la sociedad vasca, mientras que otros muchos emigraron
a América en el siglo XIX, afincándose los que
regresaban en la zona de Elizondo.
 El pueblo de Bozate.
Con la paulatina decadencia de
la economía del Antiguo Régimen, las tierras comunales
se fueron vendiendo y privatizando, y una vez desaparecidos los
derechos vecinales la marginación dejó de tener
sentido.
No obstante, sigue habiendo vestigios
de los agotes, puesto que, dada su endogamia, hay unos cuantos
apellidos que se repiten con frecuencia, siendo éste el
caso de Bidegain, Errotaberea, Zaldua y Maistruarena. Hasta comienzos
del siglo XX los agotes vivieron en Bozate como si de una comunidad
especial se tratara, y, aunque hoy en día ya están
integrados, a la gente de Arizkun no le agrada referirse a los
agotes.
Ainara Iraeta Usabiaga, periodista
Fotografías: Del libro "Agotak, juduak eta ijitoak
Euskal Herrian" de Alicia Stürtze |