¿Por qué hablamos de décadas? En los
últimos años se está generalizando la mala
costumbre de dividir la historia del arte en periodos de tiempo
cada vez más cortos. Los artistas, por lo menos algunos,
duran más. En todo caso, ¿quién sabe cuando
empieza realmente una década?. Uno de los deberes que
el historiador parece cumplir más a gusto, es el de formular
y resolver de un tajo tales preguntas; prender la historia (como
ocurre con las mariposas en la colección de un lepidopterólogo)
de alfileres en forma de acontecimientos más o menos memorables.
Aunque haya que reconocer que hay algunas fechas que parecen
especialmente dispuestas para encarnar, de manera premonitoria
en este caso, esa dignidad. Una de ellas es la del 8 de octubre
de 1955, día en el que se inauguró el "Centro
de Estudios" de la Caja de Ahorros Municipal de la calle
García Castañón con una exposición
de Benjamín Palencia. Realmente el periodo que recorremos
al hablar del arte en Navarra de los sesenta es el que media
entre la inauguración de esta sala, y la de la Sala de
Cultura de la otra Caja, la de Navarra, el 22 de Octubre de 1969.
 José Mª Ascunde
"Tierras (Valle de Egüés)", 1967. Óleo
sobre lienzo.
En lo que a los artistas se refiere,
sería necesario hacer una lista, imposible de cerrar,
que empezaría por los de más edad, José
Ulibarrena y J. Mº Ascunce y terminaría con los más
jóvenes, Javier Morrás y Rafael Bartolozzi. En
la década anterior, la de los cincuenta, un gran número
de estos artistas residieron fuera de Pamplona: Ulibarrena en
Burgos y Valencia; Ascunce, Muñoz Sola, Martín
Caro, Baquedano, Lasterra, Beunza, Eslava, pasaron, en el transcurso
de diez años, por la escuela de San Fernando de Madrid;
en Madrid también y en su casa de Elizondo, Ana Mª
Marín; otros y por los más diversos motivos, más
lejos: Echauri en Uruguay, hasta su regreso en 1964, y Buldain
en París hasta 1969.
En la primera mitad de la década
de los cincuenta, la vida de los jóvenes artistas que
residían en Pamplona, giraba en torno a la Escuela de
Artes y Oficios y a las exposiciones que se celebraban en la
Sala Ibañez de la calle Zapatería,
una memorable galería privada que prestó un inestimable
servicio a la ciudad desde 1950 hasta 1963.
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José Ulibarrena "Felipe de Murieta", 1961
Yeso patinado
32 x 26 x 25 cm. |
En este estado de cosas,
la sala abierta por la Caja de Ahorros Municipal en un semisótano
de su oficina central, situada en la calle García Castañón,
constituyó todo un acontecimiento. En primer lugar, prometía
poner al alcance de los aficionados navarros la obra de algunos
pintores que sólo conocíamos por referencias y
después, proporcionaba un espacio estable y bien preparado
para que los artistas locales pudieran celebrar sus propias exposiciones.
Este era un asunto básico para el desarrollo del pequeño
mercado artístico de la ciudad, ya que, excepción
hecha de la citada Sala Ibañez, no existía
en Pamplona otro lugar para exposiciones. El espacio que al mismo
objeto destinaba el Museo de Navarra en su primera planta tenía
una escasa aceptación, tal vez porque estaba alejada del
centro de la ciudad y porque su programación era pequeña,
irregular, casi reducida a exposiciones colectivas y a la obra
de aquellos artistas navarros que habiendo recibido algún
tipo de ayuda de la Diputación (becas de estudio, bolsas
de viaje, etc.) debían dar cuentas de ella. A veces las
mismas normas que dictaba la Diputación para regular su
concesión añadían innecesarios obstáculos
al desarrollo de la actividad en esta sala. Por ejemplo: el año
1963 algún funcionario, rebosando "navarridad",
tuvo la ocurrencia de exigir el pago de un canon de 1.000 pts
a todo aquel artista que solicitara la sala del Museo y no tuviera
la fortuna de ser navarro. Resultado: aquel año se celebraron
tres exposiciones. No crean Vds. sin embargo que este tipo de
actitudes eran atributo exclusivo de una administración
paternal, muchos otros personajes de notoria influencia social
se conducían de igual manera. Recuerdo muy bien, a este
respecto, la recomendación que el Director de un importante
periódico de Pamplona hizo en 1965 a un inexperto crítico
de arte para ayudarle a desempeñar su función.
Le dijo más o menos así: "A los de casa trátalos
bien; a los de fuera puedes darles a tu gusto".
No hay que pensar sin embargo que tamaño patriotismo fuera
exclusivo de los dirigentes navarros. Muy al contrario: actitudes
del mismo tipo se adoptaron en todo el País y a menudo
dieron lugar a las más absurdas situaciones.
Una nueva generación
Aunque
no se puede referir, ni someramente, la pequeña historia
del arte en Navarra en la década de los sesenta, sin recordar
el melodrama que constituyó la malograda "Escuela
de Arte Vasco" y concretamente la del grupo Danok,
en el que debían encuadrarse los artistas del viejo Reino;
éste asunto con las mil reuniones y peleas que suscitó,
como el enésimo proyecto de una "Escuela de Artes
Comparadas" la vieja idea de Jorge Oteiza que el escultor
de Orio diseñó también para Pamplona y que
estuvo a punto (casi, quizá,... pero seguramente no) de
constituirse con el apoyo de la Diputación Foral, primero
en la Ribera de Curtidores, extramuros de la ciudad y luego en
centro de la Navarrería, en la vieja y silenciosa calle
de la Compañía, no puede relatarse sin contar
con algo más de espacio y coraje del que dispongo.
Insensiblemente para los más
viejos, durante la década las cosas cambiaban muy deprisa.
Nada tan incomprensible como los desastres que ocasiona el transcurso
del propio tiempo. Poco a poco fueron apareciendo otros nombres.
otros rostros, otras voces. Se decían pintores, se les
otorgase o no tal crédito. No eran sólo más
jóvenes, eran distintos. Parecían vivir en una
ciudad desconocida, con nuevos gustos, en nuevos lugares abiertos
sobre los lugares de siempre que ahora desconocíamos,
en un ambiente más ligero, más serio sin serlo
y más alegre. En suma con todas las señales de
una nueva generación.
Parecían girar en torno
a la Escuela de Artes y Oficios, a la que acababan de acceder
algunos profesores nuevos menos vinculados a los sistemas de
un aprendizaje tradicional y mejor informados. Enseguida reparamos
que algunos (a mi me parecía que todos) tenían
un extraordinario talento combinado en ocasiones con ciertas
actitudes personales que no comprendíamos. No nos gustaban
su música, sus costumbres... pero nos gustaba su pintura.

Xabier Morrás "Estación de metro en
la calle Holborn", 1969 |

Xabier Morrás "Nueva York 42 street",
1968-69
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El grupo más numeroso
fue relacionándose a través de a la sazón
profesora de la Escuela de Artes y Oficios, Isabel Baquedano.
Uno de sus miembros principales era Javier Morrás que
por entonces trabajaba en la Caja de Ahorros de Navarra, pero
quería estudiar Bellas Artes en la Escuela de San Jorge
en Barcelona. Junto a él, aunque tal vez separados de
él, un grupo cruzado de personalidades
más próximas entre sí. Pedro Osés
y Juan J. Aquerreta que desde finales de 1967 trabajaban
juntos, justificaron sobradamente esta colaboración
con una exposición inolvidable titulada Pinturas de
Pedro Osés y J. Aquerreta, pero que todos conocemos
con el nombre de "París Mayo, 1968" porque estaba
inspirada en aquellos sucesos. Esta obra que ilustraba la "vuelta
a la realidad" de lo que fue llamado "Arte-Testimonio",
fue presentada en la Sala de Cultura de la Caja de Ahorros de
Navarra en Marzo de 1970. Con ellos un grupo de pintores y amigos
que con frecuencia utizaban un mismo estudio: Pedro Salaverri,
Mariano Royo, Joaquín Resano, Luis Garrido, Pello Azqueta...
. Todos, con la excepción de Mariano Royo que falleció
prematuramente en 1985, continúan formando parte de la
nómina más distinguida de artistas navarros. En
aquellos días practicaban una pintura figurativa con ligeras
influencias "pop" y un difuso surrealismo. La mayoría
sentía cierto rechazo por el expresionismo dominante en
la pintura de finales de la década y un anhelo de naturalidad
en la mirada y en las manos, que les permitiera atravesar sin
peligros la espesa "artisticidad" académica
que con tanta frecuencia separa la obra de la experiencia común.
A ellos, aunque no conociera a todos, se refirió J. M.
Moreno Galván cuando en abril de 1970 y en las páginas
de Triunfo alumbró aquella celebrada y efímera
criatura que él mismo bautizó con el nombre de
"Escuela de Pamplona".
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Juan José
Aquerreta "Muchacho", 1967
Óleo sobre lienzo
95 x 87
Museo San Telmo |
Había también otros,
de edad parecida pero de gustos quizá más cosmopolitas.
Nos hubieran podido enseñar -jamás aprendimos-
a ser un poco extravagantes y provocadores. Rafael Lozano Bartolozzi,
hijo de dos ilustres pintores Pedro y Pitti, era el referente
de este grupo en lo que al arte se refiere. Desde muy jóven
ayudó a sus padres a pintar los murales que estos realizaban
en muchos pueblos de Navarra. Pero su decidida inclinación
a la pintura no le supuso ningún impedimento para emprender
las más diversas actividades. Le gustaba el teatro en
el que solía participar lo mismo como actor que como escenógrafo.
Montó su primer estudio con un excelente aficionado Jesús
Artieda, El Chino, en la calle Mercaderes. Con él
un grupo de amigos entre los que se solía ver un personaje
raro, de procedencia desconocida, pintor de paredes y de cuadros,
llamado Francisco Molina, Paco. Fue éste, seguramente,
el primero que disfrutó escandalizando las severas costumbres
locales. Le gustaba cortarse el pelo como un recluta y pasear
por los lugares más concurridos vestido de color rosa.
Acaso en su memoria, Bartolozzi y sus amigos alquilaron la Casa
Rosa, un edificio situado cerca del Seminario y pintado de ese
insólito color que se hizo célebre.
 Rafael Bartolozzi "Salto mono", 1967.
Óleo sobre tela 81 x 81
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La década 1960 / 1970,
terminó en Navarra con la apertura de la Sala de Cultura
de la Caja de Ahorros de Navarra, en la calle "Mártires
de la Patria". Su inauguración se celebró
con la exposición de Javier Morrás, titulada "Londres".
Trece cuadros en total, que además de causar una profunda
sensación en los artistas y aficionados de aquellos días,
auguraban una década mejor.
Pedro Manterola,
profesor en la Facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU |