La cultura vasca, en una década decisiva (1960-1970)
Félix Maraña

"Experimentar. Porque en aquel tiempo todo lo que
no era experimento no valía la pena".

Jorge Oteiza

La década de 1960-70 supuso en buena parte de la sociedad occidental un momento en el que aparecen los sentimientos de solidaridad, entrañados o aletargados desde la tragedia de la gran guerra mundial de 1945. Al arrimo de un consistente crecimiento económico y un relativo desarrollo armónico, se formó una fuerte sociedad media, fundamentalmente el colectivo más fuerte de los trabajadores asalariados, organizados en sindicatos siempre dispuestos a la movilización y la reivindicación. Los hijos de éstos accedieron a la cultura universitaria de forma masiva y, en buena medida, crítica.

Ese espectro social fue el elemento más decisivo en la formación de un nuevo cambio social y mental. Entretanto, elementos de liberación nacional (África, América, Oceanía) y guerras ampliaron aquél sentimiento de solidaridad a una dimensión global y, entre versos, flores, palabras de amor, y ejercicios de éste con cierta liberalidad, el mundo se entretenía en un nuevo momento, de cambio radical (generacional, económico, político), mientras el hombre subía a la luna y en Vietnam los niños morían de hambre, por entre los arrozales y las bombas napalm. Dylan, Donovan, Joan Báez y The Beatles pusieron letra y música a aquel tiempo, creativo, crítico y en que la vindicación de la utopía llenó de grafittis las ciudades del mundo occidental.

La libertad, como aspiración
¿Qué pasaba en el País Vasco en ese tiempo, en qué hora del mundo sintonizaba la sociedad vasca? Muchos de aquellos valores generales, así como un crecimiento económico sostenido, se dieron en el País Vasco, al mismo tiempo que en el resto de Occidente. Pero aquí no había soportes, ni plataformas, ni sistema social, no ya que amparara aquella explosión de creatividad, sino que expresamente la prohibía. En algún caso, la censura total se combinó con algún resquicio de tolerancia, etapas que fueron superadas sin duda por el coraje y la inteligencia de muchos intelectuales, unos más que otros, que, a falta de todas aquellas libertadas básicas para ejercer la libertad con mayúsculas, optaron por mantener la dignidad colectiva con sus obras, actuaciones, sentido solidario y acción colectiva. Nunca como entonces la cultura había sido un asunto colectivo.

Queremos acercarnos aquí a algunas de las claves que explican la realidad cultural y social del País Vasco en la década de 1960–1970, claves que faciliten a su vez una visión de aquella memoria y realidad cultural. Se trata de ahondar en una serie de referentes, más o menos conocidos y poco estudiados, acerca del discurso de la Cultura (y ya sabemos que la cultura no es un ente abstracto, sino la acción positiva e inteligente del ser humano en el discurso de la propia historia), para saber cómo se condujo la cultura en el decenio referido.

Al comentar los discursos, realizaciones y otras actividades del desarrollo cultural en el País Vasco, en esa década que convenimos en considerar decisiva, se comprueba cómo la desmemoria o el olvido han obrado, no sólo en nuestros jóvenes de hoy –nadie se lo ha enseñado, por otra parte–, sino incluso, en los mismos protagonistas. Y es que la historia es una cadena, que se va entrelazando, en el discurrir del tiempo, con la memoria, las fuentes documentales, los análisis, la crítica. De ese proceso, de manera selectiva y conveniente, surge otro, el de maduración, que hace enfrentar positivamente todas las ópticas, conjugar el mayor número de opiniones. En definitiva: el convenio sobre los usos, comportamientos y cuestiones claves de una materia, en un determinado tiempo. En nuestro caso, la cultura.

Algunas fuentes documentales
Hemos de referirnos necesariamente a las fuentes documentales que nos acercan, siquiera parcialmente, a ese tiempo creativo tan singular, aunque tan poco conocido, analizado o discutido. Si bien la bibliografía general que anotamos puede orientar al menos, nos referiremos aquí necesariamente a la muy escasa y dispersa investigación que con sentido global se ha hecho sobre la cultura en el País Vasco, no sólo en ese decenio, sino en todo el siglo.

Los intentos –en realidad, el intento– de aproximación con carácter de visión global, más cercano en el tiempo sobre el decenio de 1960-1970 están sin duda en el libro Ama Lur y el País Vasco de los años sesenta, editado por la Filmoteka Vasca en 1993. Este es un libro que, con la cuidada edición del historiador José María Unsain, supone el primer y más serio intento de contextualizar del discurso de la cultura vasca en los años sesenta. No sólo por las importantes y selectas referencias de orden histórico (tanto textual como gráfico) que aporta, sino por la incorporación al mismo de testimonios de un centenar de ciudadanos y ciudadanas (Èstas, las menos) vascos, que dicen qué ha supuesto, o no ha supuesto, dicha película y el momento en el que aparece en su vida intelectual, política o personal. Los textos de Gurutz Jauregi Bereciartu, Juan Miguel Gutiérrez, el propio José María Unsain, y el de quien esto escribe, componen en su conjunto un retrato aproximado del proceso cultural (y sus variantes políticas, históricas e ideológicas) de aquel decenio. También hemos de anotar en este sentido el libro El cine y los vascos, del propio José María Unsain.

Se han hecho no obstante algunas historias parciales en libros de autoría colectiva. Es el caso del volumen Guipúzcoa, editado por la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, precisamente en 1968, y aún no terminada la década en cuestión. Es también el caso del volumen de la misma índole San Sebastián. Curso breve sobre la vida y milagros de una ciudad (1965). Este libro, es una de las múltiples e interesantes publicaciones que promovió el Comité Ejecutivo de las Conmemoraciones Centenarias de San Sebastián, creado en 1963. Dicho comité editó otro libro singular, La vida cultural en San Sebastián (1963), de Rufino Mendiola Querejeta, que es un manual de historia cultural, con carácter generalista, pero muy bien documentado sobre las instituciones culturales, educativas, revistas, realizaciones más o menos señaladas o constituidas, a lo largo de la primera mitad del siglo XX en San Sebastián. Lógicamente, trata el periodo de 1900-1963.

Otra de las fuentes importantes, y sin duda la más consistente por su análisis, para comprender el proceso de modernización, no sólo de la lengua, sino de la literatura vasca, es la Historia Social de la Literatura Vasca, de Ibon Sarasola, cuya edición original en euskara aparece en 1971. Sarasola es quien primero repara en lo que significan en el proceso de unificación de la lengua los congresos de Euskaltzaindia de 1964 y 1968. En este sentido, el estudio Euskal idazleak gaur (1997), de Joan Mari Torrealday, editado por Jakin y Caja Laboral, cuenta con las suficientes referencias para recomponer parte de esa historia cultural, fundamentalmente en lo que hace al censo de escritores, revistas, publicaciones y de historia del euskera. Es evidente que en este aspecto es fundamental recurrir a la Historia de la Literatura Vasca de Koldo Mitxelena (1960), así como la más compleja y documentada Historia de la Literatura Vasca, que Luis Villasante publicó apenas un año después (1961). En este mismo apartado hay que tener en cuenta a Manuel de Lekuona en su libro Literatura oral vasca (1960).

Hay no obstante ensayos notables de corte enciclopédico que recomponen en buena parte el panorama de la historia cultural vasca de este siglo, como es el caso de los cinco volúmenes dedicados a las capitales vascas (San Sebastián, Bilbao, Vitoria-Gasteiz, Pamplona y Bayona), publicados en 1994-95 por la editorial Sendoa, bajo el título general de Hiri burua. En estos volúmenes se hace una revisión histórica, social y cultural del desarrollo en el tiempo de las capitales, como generadoras de la representación de la cultura general de todos los territorios, con una incidencia particular en el siglo XX. Particular y especial es también la extensión dedicada en dichos volúmenes a la cultura literaria en el País Vasco. Del mismo modo es obligado reconocer el conjunto documental que aporta la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco, de la editorial Auñamendi, creada y dirigida por Bernardo Estornés Lasa.

En esta misma línea argumental, aunque en otra dimensión, hay que considerar el estudio de Miguel de Azaola, Aproximación a la capitales vascas, conjunto de lecciones impartidas en 1977 en la Universidad de Navarra, en un curso de homenaje a don Joxe Miguel de Barandiarán. De Azaola hay que tener en cuenta al mismo tiempo sus ensayos Vasconia y su destino (tres volúmenes) y, en su conjunto, buena parte de la obra de Julio Caro Baroja.

Hay que considerar al mismo tiempo la historia que Idoia Estornés Zubizarreta hizo la de la Sociedad de Estudios Vascos (Eusko Ikaskuntza), como referencia para entender la actitud de muchos protagonistas culturales de los años sesenta, que surgen en la primera mitad del siglo como agentes jóvenes en la acción cultural. Del mismo modo, la enciclopedia en dos volúmenes editada por Caja Laboral, y coordinada por Joseba Intxausti.

Para las cuestiones que atañen el proceso universitario, es elemental recurrir, por su sentido documental y civil, al libroGestiones guipuzcoanas por una Universidad oficial en el País Vasco (1963-1979); publicado la Universidad del País Vasco (Bilbao, 1985), del doctor Ignacio María Barriola. Iñaki Barriola explica en dicho libro todo el proceso que la junta del Patronato Pro-Estudios Superiores de Gipuzkoa (además de Barriola, Manuel Agud, Francisco Yarza, Carlos Santamaría, principalmente) hubieron de pasar para defender la posibilidad de la creación de una Universidad Pública en el País Vasco.

Las trabajos que siguen son por tanto un intento de aproximación a un tiempo de creación, un momento de la historia del País Vasco, que si se ha interpretado en términos políticos, no se ha analizado desde y en la cultura. Como hemos dicho, es tal la laguna historiográfica sobre ese decenio, y sobre la historia cultural próxima en general, que estamos necesariamente iniciando un proceso. Nos bastaría entender algunas de las claves de este periodo, que a partir de ahora conozcamos siquiera el esqueleto básico de actuaciones, realidades, proyectos, propuestas, fracasos y comportamientos de la sociedad vasca en ese tiempo que nos hemos propuesto. La cultura es con toda propiedad el proyecto y proceso civil más complejo y representativo de la acción social.

Década de cambio y creación
¿Por qué década creadora? No quisiéramos dar a entender que estamos hablando de una década única en la historia, como si fuera una isla sin mapa en el tiempo, o que en el resto de las décadas no se hayan dado procesos creativos. Se trata de poner énfasis en un periodo en que, no sólo al País Vasco, sino al conjunto de Europa, y América, se sucedieron hechos que marcaron procesos de renovación social. Junto a procesos políticos revolucionarios en América, Asia o África, se dieron en la vieja Europa movimientos sociales (sindicales) y estudiantiles (mayo del 68 en Francia, pero también en Berkeley y Alemania), que extendieron en el mundo algunos de los valores más predicados en ese decenio: solidaridad, pacifismo, vindicación de la utopía, liberación de la mujer, conciencia del desarrollo y preocupación por sus consecuencias menos humanas, factores que quedarán como señales que identifican aquella década.

Un sentido de liberación generacional y social recorrió el mundo, en forma de nueva ideología, singularmente a finales de la década. Filósofos como Herbert Marcuse y Norma Brown, en América (Berkeley) o Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir en Francia aparecen en ese tiempo, no como unos intelectuales que se enfrentan al sistema por norma, sino los críticos que ponen en cuestión al propia sistema, mientras el hombre llega a la luna, se enciende el deseo generalizado de soñar una nueva utopía, quizá, la utopía, y los hijos de la tecnocracia huyen del legado paternal.

Mayo del 68: explosión de un deseo incontenido de liberación, cambio, libertad, súplica de nuevas miradas a la historia y al futuro. Aunque aparezca como una hermosa derrota, aquella rebelión del 68 dejó en todo el mundo occidental un poso creativo. No sólo The Beatles, ni el rock and roll, sino el conjunto de usos, y formas de expresión cultural que tomaron nuevos rumbos. Estudiantes y obreros, por vez primera en la historia, hicieron temblar en Francia el sistema de la República de Gaulle, quien, censurado en las calles y en referéndum, se retira.

Junto a nuevas voces, alucinógenos y deseos de cambiar el mundo, los intelectuales informaron a la sociedad de la necesidad de luchar contra el pensamiento uniforme. Pero no sólo ellos, el conjunto de la sociedad iba pidiendo un cambio. Dylan, advirtiéndolo, pide en una famosa canción: padres, no critiquéis lo que no podéis comprender. Un desencuentro generacional, que no se había dado de esa manera tan brusca en el resto del siglo. Y, al mismo tiempo, la influencia de los grandes medios de comunicación que, al mismo tiempo que exponían la realidad, formaban parte del sistema que trabajaba porque todo aquello no llegara a más. Los jóvenes burgueses de Nanterre, y otras universidades del mundo, hoy son los ejecutivos del neoliberalismo más feroz en muchos casos, aunque queden escasos y ejemplares reductos románticos del tiempo del 68.

Pero mientras todos esos factores eran elementos de ilusión, concordia o aspiración en el mundo civilizado, en el País Vasco, nociones y ejercicios como la libertad o la expresión de la cultura, o el ejercicio de la crítica, tan esencial al desarrollo de ésta, estaban literalmente prohibidos, como hemos dicho. Es por ello que la cultura, los agentes de la cultura (artistas, escritores, colectivos ciudadanos, músicos, poetas, etc.) supieron aplicarse con un gran sentido práctico a desarrollar una conjunto de actividades creativas, que son hoy el mejor retrato de ese decenio.

El mundo previo a esta década se explica por el silencio y la decepción que se instala en los decenios de 1940 y 1950 en las conciencias y el sentimiento de muchos de nuestros artistas e intelectuales, que son el reflejo del estado de postración al que se ve sometida la sociedad entera.

Finalizada la guerra civil en 1939, los creadores culturales, y el resto de las personas que componen la nómina de los vencidos, son muy conscientes que el tiempo no está de su parte. Para unos, el exilio y, para otros, el silencio del exilio interior. La segunda guerra mundial aumenta la zozobra, la decepción y, sobre todo, hace creer en toda la sociedad europea, no sólo en la española y la vasca, la sensación confusa de que no había esperanza de recuperación. No obstante, y a pesar de todo, hubo en el País Vasco personas que apostaron por explicar, incluso la desesperanza, ideando y creando instancias que alimentaran una mínima ilusión por el cambio histórico. Vamos a referirnos a ellas de manera telegráfica, señalando de antemano que todas estas referencias, nombre y situaciones van a contribuir en buena medida al desarrollo cultural de las dos décadas siguientes.

1950–1960: La expectativa
En el decenio de 1950-1960, se producen una serie de hechos y expectativas que prueban el cambio de la década que nos ocupa. Porque la cultura vasca, los elementos que ratifican un tiempo creativo como el que consideramos, no surgen ni aparecen por generación espontánea. Hay que reconocer que todo proceso, por más singular que parezca, tiene unos antecedentes y a ellos es necesario volver, para mejor comprender el asunto que nos ocupa. Con toda lógica, el tiempo es una aliado elemental de la historia, como tanta veces ha dicho el historiador Pierre Vilar, y la mejor manera de introducirse en una década, es inspeccionar, siquiera en esquemas, la década, el decenio anterior. La historia de la cultura es una cadena de escalas y acaso el gran tajo que supuso la guerra civil, como sentenció Antonio Machado, no estaba tanto en la herida moral abierta, sino en la dispersión, la ruptura, por exilio, desaparición o quiebra de la libertad, de muchos de los creadores y, por tanto, de su la acción cultural.

Veamos algunas fechas y hechos reseñables del decenio de 1950-1960, en el que creadores que habían iniciado su andadura antes de la guerra civil (Oteiza, Celaya, por ejemplo) se relacionan y comunican con otros intelectuales más jóvenes que, por las más diversas razones, habían vivido durante todo el decenio de 1940 a 1950, entre el silencio y la decepción.

1953.– Regresa del exilio José Miguel de Barandiarán. Tras una gestión del profesor y vascólogo Antonio Tovar, rector de la Universidad de Salamanca y del entonces ministro de Educación, Joaquín Ruiz Jiménez. Barandiarán se hace cargo de la cátedra "Manuel de Larramendi" de dicha Universidad. Vemos que en esta Universidad profesa durante varios años Luis Mitxelena, quien va a tener un papel decisivo en la década posterior, como artífice del proyecto definitivo, u original, según se mire, para la unificación del euskara. Un profesor que dedica importantes estudios a grandes intelectuales vascos (Unamuno, Baroja, etc.), que también ejerce como docente en Salamanca, es Luis S. Granjel, historiador de la medicina vasca. Otro historiador donostiarra, Miguel Artola, profesará también en dicha Universidad.
1953.– Se crea en San Sebastián el Festival Internacional de Cine.
1954.– Jorge Oteiza publica su primer libro de poemas, Androcanto y sigo. Ballet por las piedras de los apóstoles en la carretera.
1956.– I Congreso Mundial Vasco. Se celebra en París, por iniciativa del Gobierno Vasco. El congreso, que se presenta inicialmente como un acto de propaganda, aporta sin embargo elementos para analizar cuáles eran, visto en el tiempo, las fuerzas reales de la oposición democrática del exilio vasco. Se ha dicho por algunos que el congreso fue en realidad el canto de cisne de un proceso, perdida ya toda opción de vuelta al interior del país, tanto del gobierno vasco como de todos los ciudadanos exiliados, al haber firmado Franco los convenios con los Estados Unidos de América.
1956.– Se funda la revista cultural "Jakin".
1956.– Muere en Madrid don Pío Baroja.
1957.– Jorge Oteiza gana el primer premio de la Bienal Internacional de Escultura de Sao Paulo (Brasil) y da a conocer su Propósito Experimental. El reconocimiento es un espaldarazo internacional no sólo a un creador vasco, sino a un creador que decide vivir y trabajar en el interior, tras su regreso de América en 1948.
1958.– Eduardo Chillida recibe el primer premio de Escultura en la Bienal de Venecia (Italia). Este reconocimiento, junto con el de Oteiza en el año anterior, supuso uno de los momentos más esperanzados para la cultura vasca del momento.

La explosión creadora (1960-1970)
Bastaría reparar en las tablas adjuntas, en las que se recoge de forma simple y esquemática el conjunto e realizaciones culturales que se generan en el País Vasco a lo largo del decenio, par entender que en ese tiempo se superan de forma explosiva todas las tensiones de la inseguridad y la expectativa que generan las dos décadas anteriores. La cultura, como la vida, en esa década comienza a ser un asunto colectivo. Los intelectuales aportan al discurso general de la sociedad nuevos motivos de esperanza. Pero sería injusto decir que los creadores de la cultura se entretuvieron sólo en la acción social o en la vindicación política. Más se ajusta a la realidad el contemplar que fue precisamente su obra cultural singular la que define el tiempo. El grupo de escultores y artistas vascos convocó en esa década la atención de la crítica especializada y fue elemento integrador de inquietudes, esperanzas y talento.

Por doquier surgen cineclubs, salas de exposiciones (la galería Barandiarán, en San Sebastián), se celebran las Semanas Culturales Vascas en pueblos y ciudades, la vindicación del euskera comienza a dar sus frutos, desde las Campañas de Alfabetización de Euskaltzaindia (Rikardo Arregi), hasta las creación de las ikastolas más emblemáticas, como el Lizeo Santo Tomás, en San Sebastián. Todo ello parece convenir en un aliento nuevo en la vida social y cultural del País Vasco. Se editan libros de los escritores emergentes (Luis Martín-Santos, Aresti, Pinilla, José María Mendiola, Antoñana, Alvarez Enparantza, Saizarbitoria) y otros de más entidad (Otero y Celaya), mientras aparecen libros (Quousque tandem...!, de Oteiza) que contribuyen a certificar no sólo una aspiración colectiva, sino el entendimiento que los vascos de su tiempo tienen acerca del arte, del estado del mundo, de la necesidad de mirar al hombre nuevo, en expresión del propio Oteiza.

En la década surgen narradores que han hecho una obra literaria posterior sólida y reconocida, como Luis Martín–Santos, Luis de Castresana, Ignacio Aldecoa, Martín de Ugalde, Pablo Antoñana, Ramiro Pinilla, José María Mendiola, Santiago Aizarna, José Luis Álvarez Enparantza, Raúl Guerra Garrido, Jorge G. Aranguren, Carlos Aurtenetxe, entre otros. Se organizan concursos literarios, como plataformas de expresión de las nuevas ideas y se crea un ambiente propicio a la comunicación entre intelectuales, que es valorado de forma creciente por amplios sectores de la sociedad civil, inquieta, preocupada y partícipe a su vez de aquel movimiento liberador, falta de fuerza política y económica, pero rico en ideas y propuestas.

También los músicos. No sólo la novedosa y emergente agrupación de Ez dok amairu (Lete, Laboa, Lurdes Iriondo, Lertxundi, Lekuona, etc.), sino los creadores sinfónicos (Luis de Pablo, González Acilu, Carmelo Bernaola, Rafael Castro, Ybarra, y el consagrado maestro Escudero) y los intérpretes (Félix Ayo, y otros, en el magisterio del consagrado Nicanor Zabaleta). Los autores y actores de teatro, los cineastas que se convocan para realizar "Ama Lur" (1968), en cuya película se concentran tantas voluntades de la década. Los festivales de cine (Internacional de San Sebastián e Internacional de Cine Documental de Bilbao) contribuyeron a mantener una clima de relación con el exterior que beneficio mucho a ambas ciudades.

Los poetas y su sentido de la modernidad
Nunca la poesía ha sido tan oportuna. La poesía tiene más sentido cuando, por su sola acción, y sin más perjuicios, de la historia o del tiempo, logra definir una época y, en lo posible, salvar los acentos más profundos de su tiempo.

La profesora Sabina de la Cruz, que ha tenido la suerte de conocer mejor que nadie a Blas de Otero, y de que éste le escribiera poemas, ha relatado en un libro reciente la profunda relación que hubo ente Blas de Otero, Gabriel Celaya y Ángela Figuera Aymerich. Fue tan estrecha esa relación cultural, que por encima de las afinidades de su creación, está la entidad indisoluble de un vínculo civil que para mí hay que situarlo, sin duda, en la esfera de la libertad. Eran, porque había que vivir. La creación, con gritos a veces desgarrados –que no quiere decir sin armonía– era la verdadera razón de ser.

Otero, Celaya, Aresti, como antes Unamuno, han tenido la rara virtud de hacer época, representar, en su conjunto una noción de modernidad que debe resaltarse. Otero, Celaya, Aresti, Ángela Figuera, conforman una experiencia poética singular, y forman parte del patrimonio de la cultura de los vascos. La época, su verdadera época, está precisamente en el decenio que nos ocupa. La aparición de Gabriel Aresti en 1960 (el mismo año en que muere el lehendakari Agirre) con Maldan behera y su consagración con Harri eta Herri (1964), son dos hitos de la década, en la que Juan San Martín (1969) aportará una certificación de los nuevos rumbos y nombres de la poesía euskaldún con su antología Uhin berri (1969), donde aparecen nuevas voces de escritores y escritoras vascos que luego han tenido en su mayoría gran significación.

El papel de Jorge Oteiza
Que Jorge Oteiza estaba atento a la andadura y realización personal de cada uno de los creadores vascos, fueran escultores, pintores, escritores, músicos o lingüistas, jóvenes o no tan jóvenes, lo prueban multitud de actuaciones del escultor y poeta. La mirada que críticos e historiadores del arte inclinan sobre el discurrir cultural del País Vasco a lo largo de la década, tiene en buena medida como protagonista la personalidad de Jorge Oteiza. Que José María Moreno Galván, Santiago Amán, Valeriano Bozal, incluso Camón Aznar, o Carlos Areán, en otra escala y consideración, tuvieran todos ellos la opinión que tuvieran sobre unos u otros creadores vascos del momento, fijen su atención en la escultura y pintura vascas, tiene su origen, en buena medida, en la manera con que Oteiza hace llamar la atención, no sólo sobre su obra, sino sobre la obra del conjunto de los escultores y pintores vascos del momento. Es obligado hacer un recorrido por algunos de los momentos

Claro que Jorge Oteiza, en primer término, y de manera constante, actúa desde la palabra. Oteiza es un escritor. Todas sus acciones, negaciones, propuestas, discursos, proyectos para la utopía y la aventura ("Que puede ser loca, pero el aventurero ha de estar cuerdo"), tiene un soporte literario, y visto desde hoy, podemos decir que sin la muleta de la palabra, sin el apoyo del discurso literario, la personalidad de Oteiza sería hoy menos comprensible, menos accesible, más neutra. Bien es cierto que la herramienta de la palabra no se explica en Oteiza sino es como una propuesta para la acción continua. Oteiza, lo hemos visto, publica su primer poemario en 1954.

Pero la obra literaria de Oteiza era tenida en cuenta también fuera. Los testimonios de muchos escritores e intelectuales del momento sobre su Quousque tandem...! (1963), o los expresados por Francisco Calvo Serraller en los últimos años, refrendan la consideración, aceptación o asunción crítica, pero atención en su caso, de muchas personas sobre su pensamiento. Este no tenía sólo un carácter cultural unívoco. Tampoco, equívoco: era clara y simplemente un discurso creado, propuesto y publicado con el propósito evidente de encender, apasionar o provocar una reflexión, no sólo sobre las cosas que se hacían, sino muy especialmente sobre todo cuanto estaba por hacer. Entretanto, y aunque él tuvo ciertos reparos sobre su poesía –dado que apenas Miguel Labordeta o Juan San Martín manifestaron entusiasmo por la misma–, lo evidente es que fuera del País Vasco, y a la hora de editar a poetas españoles, se tenía especialmente en cuenta a Oteiza. …l se preocupaba tan poco de estas cuestiones que, cuando hace muy poco tiempo, le recordaba que su obra apareció en distintas revistas, mostraba gran extrañeza. Pero lo cierto es que su poema "Cansado y giratorio" tuvo la virtud, a la manera de algunos poemas de Otero, Celaya, Ángel Figuera o Aresti –otros cuatro poetas vascos que hacen época– de convocar muchos entusiasmos. Así, no sólo se publicó dentro del país, sino en Sudamérica. En toda la década de los sesenta hay una muy celebrada relación entre los escritores Latinoamericanos y españoles. Efectivamente, la revista "Acteón" de Bogot·, publicó en 1968 el referido poema de Oteiza, aunque sin el título por el que es conocido, dentro de una antología de la poesía española. Entre los poetas, cuya nómina iniciaba Oteiza, estaban los escritores Miguel Labordeta (con poemas tomados de su libro Epilírica), Félix Grande y Fernando Villacampa. Estamos hablando de 1968.


Jorge Oteiza, "Estudio para la piedad de Aranzazu", 1969. Bronce.

Pero hay algo que no podemos desconocer en Jorge Oteiza. Cuando hace unos años alguien nos preguntaba cómo podría definirse el comportamiento político del conjunto de los creadores vascos en ese periodo, no dudé en la respuesta. La verdadera acción política de todo ellos, el programa civil elemental consistía en comunicarse, intercambiar experiencias, saber que era posible crear sin confundir, discutir y pensar, a pesar de estar vigilados, unas veces por el miedo, y otra veces por nuestra falta de preparación, y que el futuro tenía sentido, a pesar de todo.

Una sociedad anónima
A la hora de reparar en el discurso cultural, o en los comportamientos civiles del tiempo elegido. A falta de estructuras (Universidad, asociaciones culturales reconocidas, libertad de expresión en los medios de comunicación, editoriales y demás soportes), la sociedad civil, y algunos creadores de forma manifiesta tomaron como compromiso decidido crear algunas estructuras algunas referencias, algunas ventanas donde hacer. Oteiza lo dice en el catálogo de la exposición del grupo Gaur:

"Todos sabemos ya quiénes somos y que una poderosa juventud de artistas vascos reclama el sitio y la atención y los derechos que se le debe reconocer en nuestro país, y que tenemos pasado, presente y futuro, para saber cuáles son nuestros propósitos y nuestras necesidades y los medios, puntualmente todos los medios, para concluir con la postración cultural y material que sufrimos y el aislamiento con nosotros y con nuestro país".


De izda. a dcha.: Chillida, Oteiza, Mendiburu, Iguiñez, Sistiaga y Basterretxea.

En el invierno de 1970 se celebra el Festival de Teatro Independiente en San Sebastián. El proceso de Burgos a varios militantes de ETA convoca un sentimiento y las movilizaciones de solidaridad de todos los pueblos del Estado Español. El movimiento sindical y los grupos políticos emergentes, toman el protagonismo en la acción social que en buena medida, y sin habérselo propuesto, habían desarrollado los intelectuales en el decenio que terminaba. Fue la cultura en su conjunto, la acción cultural, fuera oficial o privada, anónima o nominal, la que mantuvo en el tiempo la dignidad colectiva. Hemos escrito que el proceso militar de Burgos fue el último acto de solidaridad del pueblo vasco, no sólo con el exterior, sino consigo mismo. El tiempo que se presumía en el horizonte habría de ser, como se puede ya afirmar, un tiempo en el que la discordia, el disentimiento y la desunión en la sociedad vasca se iban a manifestar, acrecentar y persistir. Sin embargo, un sentimiento de generación universal como la solidaridad es uno de los valores que, en el tiempo, han prevalecido en la sociedad vasca. Pero esa es otra historia.

Propuesta para una comparación en el tiempo

 Década 1960–1970  Década 1980–1990
– La libertad como norma.
Libertad para todos
 
– La libertad administrada 
– La aventura como necesidad  – Acrecienta la noción de seguridad:
no al riesgo
 
– La utopía como religión – Conservar lo que se tiene 
– Amor libre frente al control social
(familia, religión)
 
El sexo controlado (SIDA) 
– Política de No–Intervención Militar – Intervención (Irak, Granada,
Panam·, Chechenia)
 
– "Haz el amor y no la guerra"  – Crecimiento del racismo y
la xenofobia
 
– "Demos una oportunidad
a la Paz" (B. Dylan)
 
– La guerra como "necesidad":
ONU: Irak-Kosovo
 
– La Paz como bien común  – La seguridad como valor superior 
– Desarrollo y Progreso  – Crecimiento y especulación 
– La imaginación al Poder
(París, Berkeley, 1968)
 
– El poder del liberalismo feroz 
– Extensión del comunismo
(Asia-África-América)
 
– Desaparición del comunismo
real (Berlín, Este)
 
– Noción y solidaridad con el "Tercer
Mundo"
 
– "Todos los mundos están en este"
– Ricos y pobres (Distancia)  – Ricos (+ ricos) y pobres
(+ pobres) (Abismo)
 
– Dios en una flor– "Dios ha muerto"
(Ateísmo)
 
– Vuelta a cierto sentido religioso 
– Vindicación del orientalismo
(Dylan, Ginsberg)
 
– Continuidad en la misma
orientación (minorías)
 
– Exaltación de los valores
democráticos
 
– Visto bueno a dictaduras
(Perú, China, Turquía)
 
– No a la guerra nuclear (1970:
nace Green Peace)
 
– Se mantiene la cultura de la
ecología
– Crítica a la Sociedad de consumo  – Consumición y derroche 
– Masa (el individuo en sociedad)  – Individuo (El ciudadano por libre) 
– Tecnocracia  – Investigación más desarrollo (I + D) 
– Ecología frente a Industrialismo
(ciudades chimenea)
 
– Reconversión industrial 
– Explosión del turismo: negocio
e intercambio
 
– El turismo como ocio y negocio 
– Movimientos población:
emigrantes–inmigrantes
 
– Despoblación: paro y retorno
–x enofobia-racismo
 
– Existencialismo (Sartre)  – Posmodernidad 
– Marcuse (Berkeley)  – Fujiyama
– El hombre, en la luna  – Los hombres, a la luna  
– Rock and roll (The Beatles: nacen y
mueren)
  Ginsberg, Jack Kerouac.
Beat Generation
 
– The Beatles: revival
– Ruptura generacional  – Vuelta al hogar paterno
(Residencia con padres)
 
– Movimientos ciudadanos progresivos  – Exaltación de los valores
tradicionales
 


© Elaboración: Félix Maraña
BIBLIOGRAFÍA

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– "La década creadora", en Ama Lur y el País Vasco de los años sesenta; Filmoteka Vasca, edición de José María Unsain Azpíroz; San Sebastián, 1993; págs.
– "Por ejemplo, 1963"; revista "Oarso", Rentería, Guipúzcoa; 1993.
– "San Sebastián. Memoria literaria de la ciudad abierta (1900–1990)"; en Donostia–San Sebastián. Vida, paisajes, símbolos; Sendoa; San Sebastián; 1994; págs. 184TM–205TM.
– "Bilbao, por la palabra. Notas para el análisis de un proceso cultural (1900–1994)", en Bilbao. Vida, paisajes, símbolos; Sendoa; San Sebastián; 1994; págs. 218TM–235TM.
– "Vitoria, que habla. Letras y nombres en la vida cultural alavesa (1900–1994)", en Vitoria–Gasteiz. Vida, paisajes, símbolos; Sendoa; San Sebastián; 1994; págs. 238TM–252TM.
– "Pamplona y otros relatos. Del paisaje literario de un territorio al norte (1900–1994)", en Pamplona. Vida, paisajes, símbolos; Sendoa; San Sebastián; 1994; págs. 244TM–259TM.
– "Bayona, la ciudad catedral. Visiones de la cultura en el País Vasco continental"; en Bayona.
Vida, paisajes, símbolos; Sendoa; San Sebastián; 1994; págs. 274TM–283TM.
Gabriel Celaya: señales de travesía; Bermingham Edit., San Sebastián, 1996.
Jorge Oteiza, elogio del descontento; Bermingham Edit., San Sebastián, 1999.

MENDIOLA QUEREJETA, Rufino
La vida cultural en San Sebastián. Anotaciones histórico–retrospectivas; Conmemoraciones Centenarias de la Reconstrucción y Expansión de la Ciudad. 1813–1863–1963; San Sebastián, 1963.

MOYA, Adelina
Arte y artistas vascos de los años treinta; Diputación Foral de Guipúzcoa; San Sebastián, 1987.

ROSZAK, Theodore
– El nacimiento de una contracultura (Reflexiones sobre la sociedad tecnocrática y su oposición juvenil); Kairós, Barcelona; 1970; 1973 (4TM edición).

SAN MARTÍN, Juan
– Prólogos a Harri eta herri, de Gabriel Aresti; Haranburu editor; San Sebastián, 1979; págs. 9TM–29TM, a.i. (1964–1968)

SARASOLA, Ibon
– Historia social de la literatura vasca; Traducción de Jesús Antonio Cid; Akal; Madrid, 1976.

UNSAIN, José María
El cine y los vascos; Eusko Ikaskuntza, San Sebastián, 1985.

VARIOS AUTORES
– San Sebastián. Curso breve sobre la vida y milagros de una ciudad; Conmemoraciones Centenarias de la Reconstrucción y Expansión de la Ciudad. 1813–1863–1963; San Sebastián, 1965.
– Guipúzcoa; Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa; San Sebastián; 1968.
 


Félix Maraña, escritor

Euskonews & Media 76.zbk (2000 / 4-28 / 5-5)


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