Cine vasco en la década de los noventa. ¿Crisis de identidad en el cine vasco actual?
* Traducción al español del original en euskera
Carlos Roldán Larreta

Dos hechos han marcado de manera definitiva la realidad de la cinematografía vasca a lo largo de la década de los noventa. El primero, la aparición de una generación de jóvenes directores dotados de un talento artístico sobresaliente en un momento, finales de la década de los ochenta y principios de la de los noventa, en que el cine de Euskadi agonizaba en una frustrante situación de crisis creativa. El segundo, el radical giro en la política cinematográfica del Gobierno Vasco que opta a principios de los noventa por enterrar las subvenciones a fondo perdido de los ochenta para iniciar una vía nueva en la que la sociedad pública Euskal Media adquiere todo el protagonismo. Con esta sociedad el Gobierno Vasco entra en coproducción en determinadas películas buscando ante todo rentabilizar la inversión pública realizada.

En principio la fusión de estos dos hechos, nuevos cineastas dotados de un gran talento y una política gubernamental más agresiva y ambiciosa, invitaba a augurar un futuro prometedor para el cine de Euskadi en los noventa. Sin embargo, ya desde los inicios, las malas relaciones larvadas entre una parte significativa de los cineastas y el Departamento de Cultura de Gasteiz desde la segunda mitad de los ochenta van a más con la aparición de Euskal Media. De nuevo las denuncias sobre favoritismos en la aportación de dinero público a determinadas productoras envenenan un ambiente ya de por sí viciado y todas las expectativas de armonía ambiental se vienen abajo enseguida.

El resultado es que durante una gran parte de los noventa Euskal Media ignora incomprensiblemente los proyectos más interesantes y taquilleros de los cineastas vascos, forzando a muchos directores a desvincularse de Euskadi. Ahí están los casos de éxitos como Acción mutante (1993) de Alex de la Iglesia, La ardilla roja (1993) de Julio Medem, Días contados (1994) de Imanol Uribe, Salto al vacío (1995) de Daniel Calparsoro, Historias del Kronen (1995) de Montxo Armendáriz, El día de la bestia (1995) de Alex de la Iglesia, Tierra (1996) de Julio Medem, etc. Y mientras estas películas se alejan del País Vasco, Euskal Media, salvo honrosas excepciones, se involucra en obras que poco o nada interesan a crítica y público. Este sangrante proceso que afecta lógica e irremediablemente al cine de Euskadi lastrando su nivel de calidad y su identidad misma remite, aunque sea levemente, a partir de 1997 cuando el nuevo Departamento de Cultura rompe con la tónica general de los noventa e involucra a Euskal Media en Secretos del corazón, película producida y realizada por dos nombres injustamente olvidados durante estos años por las instituciones vascas, Imanol Uribe y Montxo Armendáriz.

A todo esto hay que añadir la tendencia del cine de Euskadi, ya patente desde sus inicios, de no ofrecer una imagen precisamente homogénea en sus contenidos. En los noventa la libertad temática se amplía aún más. Ya no es "obligatorio", como en los ochenta, levantar acta de la conflictiva realidad política que vive el país en toda película que se ruede. Hay dos hechos significativos en este sentido; el primero es que el género de la comedia, prácticamente proscrito en los ochenta por considerársele frívolo e incompatible con la realidad socio-política vasca se generaliza a lo largo de estos años.

El segundo es que el cine de carácter político, tan presente en los setenta y ochenta, prácticamente desaparece en estos años aunque también es cierto que a principios del

2000 se estrena Yoyes de Helena Taberna, una de las películas sobre ETA más brillantes que se ha rodado en la historia del cine vasco. Pero este caso, como el de Días contados, no es más que la excepción que confirma la regla. El cine político vasco de los noventa es escaso y por desgracia poco inspirado.

Y este panorama, que indudablemente ayuda a romper corsés que constrenían la producción, por otro lado dispersa aún más una situación ya confusa y caótica por unas cuestiones u otras. La realidad es que el cine de Euskadi en los noventa ofrece un cuadro realmente complejo. Política cultural desacertada desde el principio para retomar tímidamente el buen rumbo al final dentro siempre de una preocupante indefinición. Cineastas rebosantes de talento que en vez de instalarse en el sello "cine vasco" se ven obligados a marchar a Madrid dejando inevitablemente tocada a la producción vasca. Una generación de directores, actores y técnicos sin igual en la breve historia del cine de Euskadi. Una serie de películas en las que predomina una factura técnica envidiable y una absoluta falta de homogeneidad temática…

No hay duda de que el cine de Euskal Herria entra en el 2000 envuelto en serias dudas que afectan a su financiación pública y a su personalidad. Pero en lo esencial, -el talento- el legado que aporta la década de los noventa al cine y a toda la cultura vasca perdurará por siempre.


Carlos Roldán Larreta, doctor en Historia del Arte
Fotografías: Del libro "El cine del País Vasco: de Ama Lur a Airbag" de Carlos Roldán (Ikusgaiak-3 cuadernos de cinematografía de Eusko Ikaskuntza)

Euskonews & Media 92.zbk (2000 / 9 / 22-29)


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