Desde su condición de sacerdote
jesuita, el profesor Juan Plazaola Artola ha dedicado su vida
al estudio y la investigación del arte y a la reflexión
estética. A sus espaldas queda una dilatada trayectoria
colmada de análisis, indagaciones, libros, conferencias,
publicaciones, reconocimientos y premios que han consagrado a
este hombre como una de las personalidades más queridas
y admiradas del arte y la cultura vasca.
Juan Plazaola nació
en San Sebastián en enero de 1919. Ingresó en la
Compañía de Jesús en Bélgica en 1936,
y fue ordenado sacerdote quince años más tarde.
Es doctor por la Universidad de París, y por la Complutense
de Madrid. Fue rector del centro de Humanidades de la Compañía
de Jesús en Salamanca (1966-68), profesor de Estética
en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Deusto
(Bilbao 1964-74), catedrático de Historia del Arte y decano
de la Facultad de Filosofía y Letras en los entonces Estudios
Universitarios y Técnicos de Gipuzkoa (San Sebastián
1974-77), y más tarde rector de este campus, superior
provincial de la Provincia Jesuítica de Loyola y vicecanciller
de la Universidad de Deusto (1979-85). Ha sido profesor invitado
en la Universidad Andrés Bello de Caracas, en la Iberoamericana
de México y en la de Alcalá de Henares. Académico
correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Santa
Isabel de Hungría (Sevilla), actualmente es presidente
del Instituto Ignacio de Loyola de la Universidad de Deusto de
Donostia. En 1964 participó en la creación de la
revista "Reseña", y fue fundador y director
de la revista "Mundaiz" (Donostia 1975). A todo esto
hay que sumarle más de medio centenar de artículos
en diversas publicaciones periódicas, la dirección
de varias tesis y tesinas, numerosas conferencias impartidas
en las ciudades y universidades más importantes del planeta,
su participación en congresos, y la publicación
de casi una veintena de obras. En 1998 el Jurado del prestigioso
Premio Eusko Ikaskuntza-Caja Laboral de Humanidades y Ciencias
Sociales le otorgó la distinción al curriculum
vitae científico más destacado de Euskal Herria
en el área de las Humanidades y Ciencias Sociales. Desde
su despacho de la Universidad de Deusto en Donostia, Plazaola
confiesa haber sido afortunado, porque" "siendo un
hombre consagrado a lo religioso en una Orden cuyo principio
fundamental es el de la obediencia al superior, he tenido la
suerte de que me mandaran hacer la vida lo que correspondía
a mi gusto".
-¿Qué motivos
le impulsaron a dedicarse al estudio del arte, y más concretamente
a la investigación de la reflexión estética? El dedicarse a un
tipo de estudios u otros depende mucho del temperamento de cada
uno. La inclinación al arte es natural, completamente
temperamental y esto era lo que mejor respondía a mi forma
de ser. Cuando ingresé en la Compañía de
Jesús, se me ofrecieron muchas salidas profesionales que
podía desempeñar para cumplir mi vocación
de sacerdote jesuita. La Compañía
de Jesús tiene una gama sumamente amplia para quien ingresa
en este instituto. Uno puede dedicarse a las misiones, al trabajo
pastoral, a la enseñanza en un colegio o a la docencia
e investigación en el campo universitario. Las posibilidades
son muchas, pero la elección definitiva no depende de
uno, son los superiores quienes deciden. A este respecto, y antes
de tomar una decisión, los superiores atienden a las advertencias,
vivencias y facultades del sujeto. Desde muy joven me orientaron
a ser profesor de literatura, me gustaban mucho la poesía
y la creación literaria, y dentro de este campo empezó
a interesarme el campo estético, el estudio de la razón
de ser de la creación literaria. Yo sentía inclinación
por las artes plásticas, pero tenía que cumplir
con mi encargo sustancial de ser profesor de literatura. Fue
entonces cuando me enviaron a París a hacer el doctorado
de letras, volví de Francia y empecé mi trabajo
como profesor de literatura, aunque en menor medida también
impartí clases de arte. Empecé a profundizar en
el arte y poco a poco me metí en aspectos estéticos,
en la filosofía del arte y de la literatura. Me di cuenta
de que no había nada preparado para enseñar estética,
y profundicé más en el tema. Cuando volví
de París me encontré con que la sociedad de aquí
vivía muy ajena a los movimientos del arte moderno, y
más en concreto del arte sacro. Fue entonces cuando empecé
a dar conferencias sobre este tema, y de ahí salió
mi primer libro: "El Arte Sacro Actual".
-¿Hasta que punto
han seguido sus estudios e investigaciones un fin didáctico? Yo siempre tuve ese
fin didáctico, el de preparar al público para que
entendiera que el arte sacro también tenía que
ser moderno, y este fue el objetivo con el que escribí
el primer libro. Seguí adelante con estudios acerca de
las raíces y la vida de la creación artística
y al cabo de unos años, en 1973 publiqué "Introducción
a la Estética". Cuando se cerraron las casas de jesuitas
en las que impartí clases de literatura, fui a parar a
Deusto, donde di clases de estética, enseñanza
que llevé a cabo en Bilbao durante seis años. En
aquel momento mi camino estaba orientado hacia la enseñanza
de la estética y de la historia del arte, más que
a la de literatura. En esto también influyó el
hecho de que hubiera muchos profesores dedicados a la literatura
y pocos al arte. Después vine al campus de Donostia, donde
impartí clases de Historia del Arte, también daba
clases de Sociología de la Literatura. Pero mi orientación
preferente era la del arte, en sus aspectos más humanos
y problemáticos, los de la estética. Dentro de
la historia del arte siempre he tendido hacia el Arte Sacro.
Fruto de estos trabajos es el ejemplar "Historia y Sentido
del Arte Cristiano", un libro que se está corrigiendo
para su segunda edición y que está siendo traducido
al italiano. El fin de este libro es explicar lo que piensa y
siente el hombre cristiano, y cómo lo refleja.
-Han
sido muchos años dedicados a la docencia y a la investigación.
Tiempo en el que con el arte, también han cambiado la
sociedad, las leyes y los gobiernos.
El arte ha sido siempre una materia muy discutida, para cuya
recepción y aceptación en gran parte del público
no existe preparación suficiente. Yo siempre he orientado
mi trabajo con fines didácticos, y a este respecto mis
investigaciones, mis clases y mis conferencias siempre han estado
encaminadas a sensibilizar a quienes me escuchaban. Cuando volví
de París, me encontré con un público bastante
reacio al arte moderno. En las conferencias que pronunciaba me
daba cuenta de que la gente añoraba el arte gótico,
el románico, lo clásico. Mi misión era abrirles
los ojos y también la sensibilidad. Creo que hay que cambiar,
porque el hombre y el arte han cambiado a lo largo de los siglos.
En estos años, me he dado cuenta de que las sociedad ha
ido cambiando, ya no se discute la validez artística y
humana de las obras como antes. La juventud tiene una sensibilidad
más abierta. Esto no quiere decir que yo acepte todo lo
que se hace en estilo moderno. En todas las épocas ha
habido arte falso y arte auténtico, y no hay que pensar
que todo lo que está expuesto en salas de exposiciones
es válido. De las épocas doradas del arte salvamos
unos cuantos nombres, pero había miles de artistas que
se perdieron. Lo mismo ocurrirá con los tiempos que vivimos,
a algunos se les recordará como testigos elocuentes de
su época, pero muchos otros serán considerados
meros imitadores, y a veces malos imitadores. Yo suelo decir
que dentro de algunos años las historias de nuestra época
se verán reflejadas en cuadros de Picasso, Matisse o Kandinsky,
artistas innovadores que en sus obras expresan cómo es
el hombre de nuestra era.
-En su opinión,
¿en qué lugar se sitúan los artistas vascos?,
¿en qué medida reflejan la forma de ser de los
hombres de este siglo? Los tres grandes
pilares de mi trabajo son la Estética, el Arte Sacro y
el Arte Vasco. Ahora tengo entre manos un ejemplar sobre arte
vasco, estoy trabajando en un capítulo sobre el arte gótico
en Euskadi. Si Dios me da vida y tengo tiempo, espero terminar
el libro. Me ha interesado sobre todo la generación de
artistas vascos desde 1920 a 1970. En estos cincuenta años
se han revelado y algunos de ellos han logrado renombre internacional,
sobre todo los escultores vascos, han logrado ser la voz de la
identidad vasca. Me atrevo a decir que la generación siguiente
se ha inspirado en ellos. Pero esta última camada, ha
empezado a desprenderse de un magisterio demasiado impactante
y excesivo, y han sido más sensibles a un lenguaje más
universalizado, menos preocupado de expresar el alma o la identidad
vasca. Sobre ellos han podido mucho artistas extranjeros, sobre
todo los de Estados Unidos. Así, están asimilando
lenguajes mucho más universales y esperantistas. Lenguajes
que pretenden hablar a todos y no precisamente a una comunidad
étnica e histórica concreta.
-Todo
esto se debe quizá a la globalización que se está
viviendo. Sí, efectivamente.
Los artistas de hoy son sensibles a esta aldea mundial, a esta
globalización en la que los caracteres más culturalistas
de regiones determinadas están mucho más devaluados.
No quiero inmiscuirme en este aspecto porque creo que es muy
problemático. No me atrevo a decir quiénes son
los artistas de este último medio siglo que se recordarán
en el futuro. Digamos que el colador ya pasó hace cincuenta
años. A partir del arte informalista, del minimalismo,
de tantos "ismos" como ha habido es muy difícil
enumerar a aquellos que perdurarán.
-Pero se trata del reflejo
de la sociedad actual, de lo que es y lo que está viviendo
el hombre de nuestros días. Es reflejo del permisivismo
que existe en todo: que cada uno haga y diga lo que quiera. Y
esto también se ve en el mundo del arte. A cualquiera
se le concede una sala de exposiciones para que exponga lo que
quiera. Lo he comprobado: he ido al museo San Telmo para ver
la obra de un joven a quien han cedido la sala, y al llegar observo
que no hay nadie. Doy una vuelta porque me da la sensación
de que estas obras no dicen nada y salgo. Vuelvo al cuarto de
hora y sigue sin haber nadie. Este tipo de situaciones significan
algo, parece que el público no reacciona de ninguna manera
ante cierto tipo de arte. A este respecto hay una especie de
sensibilidad a no cerrarse a ninguna de las posibilidades de
expresión que puedan tener los artistas jóvenes
en la actualidad.
-¿Esto también
quiere decir que existen más posibilidades y oportunidades
que hace algunas décadas? Claro que sí.
Hay más posibilidades para decir y hacer lo que se quiere.
Hoy no ocurre lo que pasaba en el siglo XIX, época en
la que todos criticaban en voz alta lo que hacían los
impresionistas. Ahora, y aunque a la gente no le gusta alguna
expresión artística, no se atreven a gritarlo en
voz alta. Antes se cometieron equivocaciones muy grandes, como
la de dejar sin medios de vida a un Van Gogh, y ahora no se quiere
caer en el mismo error. Se ha llegado a un punto en el que cualquier
cosa se admite con cierta generosidad y liberalidad. Y esto corresponde
al modo de ser actual: "yo te permito que digas todo
lo que quieras y como quieras en cualquier campo".
-¿Qué ha
ocurrido con el Arte Sacro, para que su producción moderna
sea minoritaria? Se puede decir que
prácticamente todo el arte producido hasta el siglo XVIII
era religioso. Ahora sin embargo hay muy poco. Es muy frecuente
el caso de artistas con convicciones cristianas que no se sienten
atraídos a expresar su fe religiosa. Adoptan otros asuntos,
otro tipo de escultura o de pintura. Este es un hecho que responde
perfectamente con la secularización de la sociedad. A
este respecto, diría que el lenguaje más propio
del arte cristiano contemporáneo,
lo que más se ve, se acepta, y lo que mejor se corresponde
con el gusto actual, es el expresionismo: todo arte cuyo lenguaje,
y cuyas formas son como metáforas excesivas de lo religioso.
Al abordar el tema figurativo, el aspecto y el estilo expresionistas
son los más comunes en el arte sacro, los Cristos son
tremendos, se eligen sobre todo temas relacionados con la pasión,
con los sufrimientos, con la muerte. Y con esto, todo lo que
evoque el sentido trascendente de la vida y del hombre en general.
En este sentido puede que incluso el arte que tiene un sentido
laico y profano adquiera una cierta dimensión religiosa.
-¿Hacía donde
camina el arte actual? ¿Cómo ve el futuro? Una cosa es hacia
donde va, y otra bien distinta hacia donde querríamos
que fuera. Respecto al Arte Sacro, me gustaría que se
profundizara más en el expresionismo, que se sintieran
a fondo los temas cristianos, de forma que uno se sintiera animado
a expresar sus sentimientos acerca de los temas dogmáticos,
de la revelación, de Cristo. Y luego, que se supiera ahondar
simplemente en el drama del hombre, en la tragedia del hombre
contemporáneo. Ahondar de tal manera que se encontrara
un sentido trascendente y religioso a la vida del hombre. Porque
tal y como dijo el Papa, el arte y la religión coinciden
en que su gran tema es el hombre. El tema de la religión
es el hombre Cristo, pero al fin y al cabo estamos hablando de
la Humanidad. Ahí existe una humanidad que es la de Cristo,
y ahí es donde se tiene que encontrar el hombre también.
Por otro lado, me gustaría que el arte no religioso abordara
las dimensiones más profundas del hombre. Y ahí
es donde yo creo que se encontraría el punto de coincidencia
con el arte religioso. Pienso que cuando se ahonda mucho en lo
humano se encuentra a Dios en el otro lado.
Algunos artistas de renombre
abordan los temas de la gravitación o del espacio, o de
los límites, o del vacío. Si únicamente
se quedan en estos temas que parecen del mundo físico,
me parece que nos quedamos con lo más superficial. El
hombre tiene unas dimensiones sumamente profundas y trascendentes,
¿por qué no se hace una tragedia humana en la que
cualquiera pueda sentirse reflejado en cualquier momento?, ¿Por
qué no sentir tan profundamente que no puedas evitar esculpir
y pintar sobre eso?. Yo no les pediría a los artistas
actuales que, crean o no en lo religioso, traten un tema religioso,
yo les exigiría que su arte fuera un arte profundamente
humano, que aborden temas profundamente humanos. Cuando ha habido
artistas en épocas de especial sufrimiento o violencia,
que han sentido esto profundamente, es cuando se han creado obras
que se recordarán en el futuro. Es entonces cuando en
mi opinión se hace arte válido, cuando se profundiza
realmente en el hombre.
-Apuesta
entonces por un expresionismo profundo y trascendente. Yo apuesto por la
expresividad más profunda. Por una expresividad y un arte
en el que se refleje el empeño, las ilusiones, las tragedias
y las frustraciones de los hombres. David Alfaro es uno de los
grandes muralistas mexicanos, un apasionado de la libertad humana
y de la libertad de la sociedad, un hombre comprometido con el
comunismo. Esto llenó su vida, y también llenó
su arte. Fue un hombre apasionado de un tema humano y fue, hasta
lo que él creyó que era, el fondo del hombre, a
lo más profundo, con un lenguaje expresionista tremendo.
Me encantaría que se abordara el tema del muralismo, porque
la gran plaga del arte contemporáneo es su comercialismo.
El poder económico y el poder mediático se han
apoderado del arte. Uno no sabe cómo luchar contra esto,
pero una de las formas que ha tenido más éxito
ha sido el arte mural, porque la pintura y el arte están
ahí, en las paredes, y no se pueden vender.
-Después de tantos
años dedicado al estudio y a la investigación,
después de tantos reconocimientos, ¿se siente orgulloso
y satisfecho de su trabajo? Me gustaría
terminar con la obra en la que estoy trabajando, y con esto me
doy por satisfechos. Creo que he tenido mucha suerte, primero
porque siendo hombre consagrado a lo religioso en una orden cuyo
principio fundamental es el de la obediencia al superior, he
tenido la suerte de que, lo que se me ha mandado hacer en la
vida, ha sido lo que correspondía a mi gusto. Y segundo,
porque a pesar de que he tenido cargos de gobierno y en la administración,
he conseguido sacar tiempo suficiente para hacer una obra que
en mi opinión ha servido bastante a los demás,
para su información y para su enriquecimiento personal
y humano. Fotografías:
Teresa Sala
Euskonews & Media 96.zbk (2000
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