Mariasun Landa nació en Rentería,
en junio de 1949. Era muy joven cuando escribió sus primeros
cuentos y poemas, tan clara tenía su vocación de
"escritora", y ya lleva más de veinte años,
porque para ella es "un placer". Tras haberse licenciado
en Filosofía en París, volver en 1973 a Euskal
Herria y euskaldunizarse, ejerció de profesora en la Educación
Básica y en IRALE, y en la actualidad imparte clases de
Literatura Didáctica en la Facultad de Magisterio de San
Sebastián (Euskal Herriko Unibertsitatea-Universidad del
País Vasco).
Colabora en diversas revistas y diarios de Euskal Herria, pero
si por algo es conocida es por su actividad literaria infantil
y juvenil. Ha publicado 222 títulos, muchos de los cuales
se hallan traducidos tanto a lenguajes de España (catalán,
gallego, castellano) como extranjeros (inglés, francés,
griego...). Mariasun Landa, para quien "escribir consiste
en saber esta sola", ha recibido numeroso premios, entre
los que destacan el Premio Lizardi en 1982, por el cuento Txan
fantasma, y el Premio Euskadi de Literatura Infantil y Juvenil
en 1991, por Alex. El relato Iholdi, por su parte, entró
a formar parte de la Lista de Honor de IBBY. Aunque sus últimas
obras "Amona, zure Iholdi" (Ed. Erein) y "Sorgina
eta Maisua" (Ed. Elkarlanean) se cataloguen dentro de la
literatura infantil y juvenil, su lectura agrada a personas de
todas las edades, porque "la literatura y los cuentos no
tienen edad".
-¿Qué le
indujo a adentrarse en el mundo de la literatura infantil y juvenil? La literatura me
ha gustado siempre, y desde jovencita tenía muy claro
que lo que a mí me gustaba era escribir. Luego la vida
da muchas vueltas. Estudié Filosofía en París
y en 1973 volví a Euskal Herria, y como la única
posibilidad de trabajar en euskera era ejerciendo de profesora
en las ikastolas, a eso me dediqué. Al no haber material
para los alumnos, éramos los profesores los que preparábamos
los libros y las asignaturas, así que empecé a
inventar y escribir cuentos, para contarlos en clase. Mi vocación
principal es, y siempre lo ha sido, la escritura. También
solía escribir cuando era estudiante de Filosofía,
sobre todo cuentos fantásticos. Lo cierto es que me metí
en el tren de la literatura
infantil y juvenil casi sin darme cuenta. Desde el punto de vista
estilístico y literario, me parece que la infancia es
un tema sumo interés, porque hay que contar las emociones
y los sentimientos con pocos recursos lingüísticos,
de un modo muy simple. Estilísticamente, conseguir esa
simplicidad es muy difícil, y la forma adquiere mucha
importancia. Es todo un reto literario.
La infancia se puede tratar desde dos ángulos: o bien
mediante una literatura dirigida a los adultos, o bien a través
de libros y cuentos dirigidos a los niños, que es lo que
yo llevo haciendo años y años.
-Sus obras, aun dirigiéndose
a un público infantil, tratan temas muy profundos y muestran
sentimientos violentos... Hay una literatura
"light", llena de flores y pajaritos, que a mí
me parece muy superficial. Mis historias, a veces, son muy duras,
pero están narradas de una forma muy sencilla, con una
simplicidad que exige grandes esfuerzos.
-Mujer, autora de literatura
infantil, que además escribe en euskera. ¿Hasta
qué punto le han supuesto esta carga estas características? Todavía hoy
en día el mero hecho de ser mujer implica que en determinadas
circunstancias sociales te consideren inferior. Además,
la literatura infantil, para muchos, es una especie de "subliteratura".
Y, respecto al euskera, en Euskal Herria hay una marcada diferencia.
Resulta que a nivel estatal o europeo el mundo de la literatura
infantil y juvenil está repleto de mujeres, ya sean editoras,
consejeras o escritoras. La mujer y el niño están
muy próximos el uno del otro, conque la presencia de la
mujer en este tipo de literatura es de lo más normal,
pero en Euskal Herria, paradójicamente, estamos muy pocas
mujeres.
Los años que pasé de profesora en la ikastola fueron
muy productivos y revolucionarios. Había muchísimas
profesoras, encantadoras todas, que no paraban de trabajar, pero
siempre me he preguntado por qué no trataron de abrirse
camino en el mundo de la literatura. Sería un buen tema
de investigación: mujeres que trabajaron, y mucho, pero
que no hacían nada por mostrar su trabajo.
-¿Qué
cambios ha percibido durante los años que lleva dedicada
a la escritura? En Euskal Herria
queda mucho por hacer en la literatura infantil y juvenil: más
literatura, con jerga juvenil, porque los jóvenes casi
siempre terminan hablando en castellano. La producción
ha estado muy desequilibrada: ha habido mucha narrativa, poca
poesía, y poquísimo teatro infantil... Eso lo resaltamos
en los todos Congresos. A pesar de todo, los que tuvimos ocasión
de conocer la situación de hace veinte años nos
damos cuenta de que también ha habido mejoras, porque
en 1974 no había una literatura infantil y juvenil en
euskera. En muy poco tiempo se ha escrito y traducido muchísimo,
y creo que hemos llegado al nivel que presenta el resto.
-Personalmente, ¿qué
diferencias ha notado entre sus obras "Amets Uhinak"
(1982) y "Amona, zure Iholdi" (2000)? Amets Uhinak es una recopilación de los cuentos
que escribí en la ikastola. Contiene todo tipo de historias:
de terror, de fantasía, intimistas... Ahora, cuando lo
cojo entre manos, me parece bastante imperfecto, aunque fresco,
porque lo escribí sin pensar demasiado. Creo que con los
años me he vuelto más exigente. Con el tiempo he
ido definiendo mi estilo, decidiendo cuales son los temas y las
voces narrativas que más me gustan. A veces creo que hoy
tengo mucho más oficio pero que me falta esa frescura
que había en Amets Uhinak. El crítico más
severo que tengo soy yo misma, aunque también tengo más
experiencia. El libro Txan fantasma, en el que trataba
el autismo a través de la historia de una chica solitaria,
fue traducido al catalán y al castellano, porque era una
historia revolucionaria y novedosa, y me abrió muchas
puertas. Nunca me han gustado los libros rosas infantiles, llenos
de flores y caramelos, la barata literatura "light".
Los niños son pequeños, pero no son tontos, son
serios. Y si las emociones más violentas se viven durante
la niñez, ¿por qué no hablarles de ellas?
A través de la literatura se puede tratar cualquier tema.
Los niños sienten amor, sienten odio, cualquier cosa,
pero el drama de la infancia es que no pueden hablar sobre sus
sentimientos.
La literatura infantil y juvenil puede tratar cualquier tema,
pero siempre bajo una forma cuidada y elaborada. En Txan fantasma,
por ejemplo, traté el problema del autismo a través
de un pequeño fantasma. Ése es el reto de la literatura
infantil: tratar temas serios con una forma estilística
elaborada. La buena literatura infantil y juvenil no aburre al
adulto. El adulto se aburre cuando lee una historia cursi. Y
siempre he tenido muy claro que es mejor callar que contar una
historia cursi. Otra cosa es jugar con lo absurdo y con la fantasía,
o contar una historia de aventuras.
-¿Cómo empieza
a hilar una historia? ¿Cuál es su fuente de inspiración? Cuando en mi interior
se crea una especie de historia, escribo unas cuantas páginas,
normalmente muy agradables y lúdicas. Luego, hay historias
que meto en un cajón y que no salen de ahí, pero
hay otras a las que dedico más atención
y que terminarán publicándose. Es entonces cuando
me surgen las preguntas: ¿es buena la historia? ¿es
adecuado el lenguaje que estoy empleando?... Aunque eso pasa
en la segunda fase. La primera fase tiene lugar en mi interior,
cuando siento la necesidad o el placer de contar una historia.
Y luego hay que tener en cuenta al niño. Yo soy incapaz
de escribir por encargo. No puedo, por ejemplo, escribir para
los niños de diez años sobre un tema medioambiental.
En esos casos mi respuesta es que no.
-¿Un escritor nace
o se hace? Yo creo que en esta
vida hay pocas cosas que son así de nacimiento. A mí
me resulta muy difícil decir que una persona es escritora
por haber nacido así. Ahí hay otro factor que no
he explorado demasiado, que es "el talento". Sí
me parece que hay que tener una cierta sensibilidad, una percepción
especial del mundo, que adquiere diversas formas: la música,
la pintura, la literatura... Seguro que hay muchas personas que
no han desarrollado su talento. Pero es que hay que desarrollarlo.
El escritor tiene que ser muy cabezota: tiene que sentarse frente
al ordenador, darle vueltas y más vueltas al texto, escribir,
pensar, revisar el texto una y otra vez, volver a leerlo, corregirlo
por aquí y por allá... Es mucho trabajo. El escritor
tiene que tener talento (que viene a ser una sensibilidad especial),
y trabajar mucho. Es un trabajo muy solitario, que exige mucha
disciplina. Escribir es saber estar solo, algo que a nadie le
resulta fácil.
. ¿En qué medida
es una escritora disciplinada? Yo soy muy indisciplinada.
La disciplina me la imponen en la universidad. Desgraciadamente,
no tengo un horario fijo: trabajo que si por la noche, otro día
a la mañana, luego un montón de horas, más
tarde no trabajo nada, porque no se me ocurre ninguna idea...
Así es como funciono. Seré indisciplinada, pero
cabezota. Bernardo Atxaga me comentó que él trabaja
por fechas. Yo odio las fechas, no me gusta estar atada.
-¿Ha pensado en
escribir para los adultos?
Para los adultos escribo artículos y crónicas.
Pero como la literatura es un campo muy amplio, no voy a cerrar
las puertas a la posibilidad de escribir para los adultos. Aunque
lo que me gusta es escribir lo que me apetezca. Puede que escriba
una autobiografía sobre los años que pasé
en París, pero no por escribir para los adultos, sino
porque me apetece hacerlo. La frontera entre la literatura infantil
y juvenil y la adulta no siempre es clara. La buena literatura
no tiene edad. Pinocchio, por ejemplo, ¿por qué
no es literatura adulta? Los límites son muy relativos.
A los adultos les encanta "Alicia en el País de las
Maravillas" y "El Principito".
Tengo la impresión de que con los niños somos demasiado
didácticos. Siempre queremos enseñarles algo, y
eso, para la literatura, es perjudicial. Los niños enseguida
se dan cuenta de cuándo un envoltorio contiene una aspirina
y cuándo un caramelo.
-¿La reconocen los
niños por la calle? La verdad es que
tengo unas anécdotas muy bonitas. Pero en la literatura
infantil y juvenil el escritor no se rodea de demasiado glamour.
A los niños normalmente no les interesa demasiado quién
ha escrito tal libro; lo que les interesa es el cuento en sí,
o la colección. Tengo un pequeño club de fans,
pero bueno...
-Supongo que le resultará
grato... Sí, pero creo
que la verdadera alegría, la auténtica, hay que
buscarla en el interior de uno mismo, mediante la autocrítica.
-Es muy exigente consigo
misma... Bueno, me resulta
muy difícil quedar satisfecha con lo que he hecho, tanto
en la vida como en la literatura. Siempre me exijo más.
Aunque me agrade lo que haya escrito, con frecuencia pienso que
podía haberlo hecho mejor. Fotografías: Teresa Sala
Euskonews & Media 98.zbk (2000
/ 11 / 3-10) |