Al
recorrer Bizkaia, de forma muy semejante a como sucede en el resto
de la costa vasca y prácticamente en todo el Cantábrico,
nos encontraremos con puntos del litoral en los que viven las
gentes de la mar. Son villas y pueblos más bien de pequeño
tamaño, pero bien organizados y con un nivel de integración
social patente que se distingue del ámbito urbano del interior
y también de las zonas rurales e industriales. Sus hombres
y mujeres han obtenido tradicionalmente sus recursos principalmente
de la pesca, a veces en combinación con el mundo profesional
marino, aunque últimamente han ido ganando una mayor presencia
otras actividades. Entre éstas destacan principalmente
industrias ajenas al ámbito propiamente marítimo
y el turismo.
En
Bizkaia este ámbito social y cultural, geográficamente
se localiza en la franja costera que parte de Pobeña, punto
colindante y cercano a Cantabria, y llega hasta Ondarroa localidad
fronteriza con Gipuzkoa. Es en este territorio, donde se han configurado
rasgos de una cultura marítima, tanto tradicionales como
otros vigentes hoy en día. Al respecto, podemos constatar
profesiones y dedicaciones laborales peculiares, en un entorno
en el que se ha puesto en pie una base simbólica y religiosa
propia, que ha servido para justificar y dar fundamento a una
vida a menudo arriesgada y enfrentada a un medio natural difícil
e incómodo (advocaciones, creencias). Junto a lo señalado
encontramos también prácticas lúdicas, ociosas
y deportivas que se diferencian de las de otros ámbitos
(festividades populares, deporte del remo, etc.). Además
de estas expresiones, en los pueblos de la costa destaca una organización
social con instituciones genuinas, como son por ejemplo las cofradías
de mareantes y pescadores, formas de organizar la familia y modos
de gestionar las normas y el funcionamiento de la vida social
también características.
La forma de acceder
al medio marino y en el fondo de adquirir unos bienes materiales,
gestionarlos y repartirlos, al mismo tiempo que se hace posible
la vida de un colectivo, coinciden y dan como resultado la sociedad
y la cultura de la mar. La antropología se ha ocupado de
todo esto y en sus búsquedas ha constatado la presencia
de oficios o si se prefiere, labores cuya raíz penetra
en una realidad material para hacer crecer el árbol del
devenir cotidiano. Es en dicho árbol, -elemento profundamente
vivo- como vemos representados figuradamente a los colectivos
pescadores. En sus ramas estarían las ocupaciones cuya
descripción nos hará conocer más de cerca
el mundo de la mar.
En
este intento descriptivo nos referiremos sobre todo a tres profesiones,
ligadas con la historia de la cultura y sociedad marítima.
Una de ellas -el lemanaje- transformada y habilitada con el tiempo
en una realidad portuaria diferente; otra -la venta pública
del pescado- en proceso de transformación y una tercera
-el oficio pescador- en continuo cambio, en función de
las variaciones acaecidas ininterrumpidamente en la forma de plantear
la forma de producción y el trabajo pescadores. Nuestro
objetivo pretende un acercamiento a estas labores y dedicaciones
cuya configuración ha sido objeto de un continuo cambio,
en base a alguna razón, en función de intereses
y acuñando relaciones sociales que es preciso descubrir.
Si comenzamos por
-el atoaje o lemanaje-, veremos que desembocó en la actual
profesión dedicada al practicaje en nuestros puertos. Se
trata de un trabajo que históricamente estuvo presente
en Bizkaia de forma muy estrechamente ligada al ámbito
pescador. Podemos ilustrar esta afirmación remitiéndonos
al puerto exterior de Bilbao, más concretamente al Abra
donde confluyen cuatro localidades: Zierbena, Santurtzi, Portugalete
y Algorta. Todas ellas con sus cofradías de pescadores
desde las que se organizó bajo la mirada atenta del Consulado
de Bilbao, el trabajo consistente en ayudar a entrar y a salir
a las embarcaciones que arribaban a dicho puerto.
Estas cuatro localidades
pescadoras tienen desde antiguo una clara interrelación
con la actividad portuaria comercial. No se libran de su influencia
económica viéndose implicadas en labores propias
del tráfico marítimo. Los pescadores conforman las
tripulaciones de remeros que hacen los trabajos de lemanaje, pilotaje
y servicio de revituallamiento a las embarcaciones. Esto a cambio
de un pago, tal y como se constata por ejemplo, en las mismas
Ordenanzas del Consulado de Bilbao o en algunos de los documentos
antiguos conservados en las cofradías que en ocasiones
tienen que defender sus derechos frente a las autoridades portuarias
ajenas a sus cofradías.
Se trataba de un
trabajo arriesgado. Era necesario salir a la mar y esperar la
llegada de los buques, a menudo a pesar de las inclemencias del
tiempo. Se hacía asimismo en competencia con las demás
lanchas procedentes de las localidades mencionadas, siendo la
primera en llegar hasta el barco que entraba, la que tendría
el derecho a pilotarlo y hacerlo entrar en el canal de la Ría
de Bilbao.
El
oficio requería de auténticos especialistas cuyas
cualidades podemos resumir en los puntos siguientes. Primero,
un amplio conocimiento del medio físico aprendido desde
la niñez a partir del momento en el que se empezaba a navegar
y faenar en las labores de la pesca. De esta forma se empezaba
a conocer las mareas, los calados, los riesgos de la barra existente
prácticamente hasta principios del siglo XX en la entrada
de la Ría de Bilbao, justo frente a Portugalete. La costa
que bañaba Zierbena y Santurtzi en esta misma época,
presentaba otro inconveniente. Estaba plagada de pequeñas
rocas llamadas "churros" muy peligrosas para la navegación.
En segundo lugar, era preciso saber maniobrar en aguas frecuentemente
revueltas y ser capaz de llegar hasta los buques. A continuación
había que seguir navegando con ellos, mientras el piloto
que subía a bordo, lo hacía desde el timón.
A todo ello se suma la necesidad de una organización y
dirección al frente de la lancha, donde aparece el patrón
que hará las veces de piloto y quien junto a los tripulantes
deberá ser capaz de llevar a buen término su empresa.
Por otro lado, la
competitividad en la mar con las demás lanchas, se convertía
en una auténtica regata por llegar primero hasta el barco.
Cada servicio de lemanaje se componía de las siguientes
etapas. En primer lugar la espera en la mar; a continuación
la carrera hacia los buques avistados a lo lejos. Posteriormente
la llegada y toma de contacto con la embarcación seguido
de la guía y trabajos de entrada y navegación en
el Abra y luego en la ría. Una vez en su lugar vendrá
el amarraje, hasta la salida del barco momento en el que se intervenía
otra vez.
Habrá pescadores
o si se prefiere, mareantes que se especializarán en estas
labores. En 1889 el puerto de Bilbao aprueba un "Reglamento de
Practicajes" instante en el que se deslinda ya muy claramente
este oficio del ámbito pescador. De todas formas se trata
de personas cuya experiencia arranca en su niñez, aspecto
que coincide con el de otra figura: la del aprendiz o "txo", quien
representa el primer estadio del oficio pescador en el caso masculino.
El "txo" es el futuro
pescador. Éste comienza tradicionalmente al rondar los
once o doce años. Ya a dicha edad debe dejar la escuela
e integrarse en una embarcación afrontando así unas
responsabilidades,
en consonancia con los años y con un estatus muy claro.
El visto bueno se da en el seno familiar, condición previa
a la inscripción en la cofradía, donde todavía
por su edad no adquirirá los derechos plenos como cofrade.
En la embarcación sucede lo mismo. No hay un salario fijo,
las ganancias son "a la parte", es decir en función del
pescado capturado los días que se sale a faenar y el "txo"
solamente tendrá derecho a media parte (del total de partes
que componen la ganancia a repartir). Los demás tripulantes
mientras tanto, se llevan una cada uno, incluido el patrón.
En ocasiones se separa otra parte para la embarcación -es
decir para su propietario o propietarios- y también según
los casos, otra más para la "neskatilla", mujer encargada
entre otras labores de los pagos de derechos en la cofradía
o de la limpieza del pescado y su preparación para la venta.
Volviendo a su oficio,
constatamos cómo el "txo" se hace cargo siendo un niño,
de una serie de obligaciones. Él será el encargado
de la limpieza del barco, de la confección de los estrobos
y de buscar y avisar a cada uno de los tripulantes tras la decisión
del patrón de salir a la mar, para que éstos acudan
puntualmente al puerto. Es así como poco a poco se irá
introduciendo en el oficio pescador, en una relación con
una realidad que es preciso llegar a dominar de la mejor manera
posible. En la mayoría de los casos se llegará con
el paso de los años, al dominio y conocimiento de la profesión.
Manejo de y en un medio, en el que a pesar de su aleatoriedad,
se adquiere la gran habilidad de "saber" a "dónde" ir a
pescar, de "cómo" localizar los peces, construir, reparar
y utilizar los aparejos, gobernar las embarcaciones, preparar,
obtener y capturar los cebos, etc. En síntesis, se llega
a un nivel de profesionalidad que contiene todo un conjunto de
conocimientos apropiados con los que poder obtener unos recursos
que de otra manera serían totalmente inaccesibles.
En este modo de
vida en el que el pescado debe ser puesto en circulación
lo más rápidamente posible -salvo en el caso de
la conserva-, interviene otra figura fundamental. Se trata de
las personas encargadas de la venta y que fundamentalmente son
mujeres. Éstas también comienzan a edades tempranas,
a veces compaginando esta labor o si se prefiere oficio, entre
otras cosas por ejemplo con el del cosido de las redes.
La
distribución del pescado es una de las partes primordiales
del proceso de la pesca en su conjunto. Tengamos en cuenta que
hombres y mujeres del ámbito pesquero no pueden vivir solamente
de sus capturas. Aunque en ocasiones, tradicionalmente, su economía
doméstica se complementaba con lo obtenido en pequeñas
huertas y con la crianza de uno o dos cerdos al cabo del año,
el sustento material fundamentalmente ha dependido desde antiguo
de los recursos obtenidos con la venta del pescado. La responsabilidad
en esta ocasión recae en la parte femenina. A veces a nivel
local en el puerto o en los mercados o calles de cada localidad.
Otras veces debiendo trasladarse a lugares alejados donde las
posibilidades de venta son mayores.
Esta última
afirmación se confirma con el trabajo y labores de las
"sardineras", uno de cuyos casos más representativos en
Bizkaia se dará en la localidad de Santurtzi. Buen número
de las mujeres dedicadas a la venta del pescado de barcos que
recurren a la red de cerco o "bolintxe", los días que hay
capturas, recorren distancias de más de 25 kilómetros.
Ida y vuelta hasta el núcleo urbano bilbaino con la esperanza
de ver ampliadas las posibilidades de venta. Su trabajo se verá
desplazado paulatinamente a medida que cambie y se modernice el
proceso de producción pesquero de los barcos de bajura
de "artes mayores" y a medida que se capitalice el sector, siendo
más rentable otro tipo de recursos para la distribución
del pescado.
Nos hemos referido
a oficios, dentro o relacionados con la profesión pescadora,
que como vemos han experimentado profundos cambios. Éstos
obedecen fundamentalmente a una dinámica donde a medida
que la presencia del capital se ha hecho más patente, se
han ido propiciando aspectos que han afectado directamente es
estos oficios "tradicionales". El cambio en las formas de producción
conlleva un ordenamiento, exigencias y organización del
trabajo, diferentes. No obstante en el caso de la pesca de bajura
habría que ver hasta qué punto y de qué manera,
formas de pescar que mantienen todavía aspectos importantes
cercanos a formas de organización tradicionales (pequeñas
formas de producción, clara especialización en el
tipo de especies capturadas, implicación doméstica
en la gestión de la pesca, venta directa al consumidor,
etc.), se articulan respecto a una pesca a mayor escala. En este
mismo sentido, es importante llegar a saber cómo se vive
el mundo de la mar o si se prefiere en definitiva cómo
se construye la cultura marítima en este caso de Bizkaia.
Juan A. Rubio-Ardanaz, presidente
de la sección de Antropología de Eusko Ikaskuntza
Fotografías: Están publicadas en la página
elaborada por la Dirección Portuaria del Gobierno Vasco y
en la web de la BBK |