Título de la publicación: Revista
Internacional de los Estudios Vascos
Año
de la publicación: 1907
Páginas
del artículo: 148-153
Resumen:
Euskal Herria significa
pueblo, país del euskera y en sentido estricto sólo
debería aplicarse al pueblo o país donde se
habla ese idioma. Euskadi es un neologismo que trata de
imponerse a un país y cuya finalidad es nombrar a
las regiones en las cuales se habló y se habla euskera,
sin embargo, eso se podría conseguir con la palabra
Euskal Herria.
|
«Y aunque nosotros
no debiéramos decirlo, cuánto más patrióticamente
obramos quienes usamos y decididamente propagamos ese
hermoso nombre «Euzkadi», que quienes á
todo trance se empeñan en que subsista «Euskal-Erria»
por la sola razon de ser este nombre más
viejo que aquel» (Azkain, en «El Pueblo Vasco» de 19 de
Febrero).
El discreto y serenamente
razonado artículo del que extraigo el epígrafe de
las presentes notas, escritas á vuela pluma, me persuade
á exponer algunos de los motivos que me vedan lanzar por
encima de la borda el nombre tradicional de Euskal-Erria, sentenciado
á extrañamiento perpetuo, como si fuese vocablo
bochornoso, ó impuesto por crueles enemigos, y no marcase
uno de los pocos puntos en que concibió su unidad el pueblo
baskongado. Creo que la frase «á todo trance»: mejor cuadra
á la acometividad incansable de los propaladores de Euzkadi,
que no á la pacífica actitud de los mantenedores
del statu quo, cuyos arrestos más calificados fueron,
salvo alguna excepción, cerrar los oídos al vocerío.
Mas no es cosa de que se acredite entre el vulgo la idea de que
renunciamos á la patente de «mejores patriotas», sin un
asomo de razón siquiera.
Los pueblos y naciones
suelen tomar su nombre de alguna nota especial que las circunstancias
patrocinan y difunden, perpetuándose tradicionalmente,
aunque por ventura la nota anónima haya desaparecido y
llegue, por tanto, el nombre á tornarse inexacto.
Inglaterra, por ejemplo,
quiere decir «tierra de los Anglos», los cuales eran una tribu
teutónica que habitaba el pequeño territorio de
Sleswig, dividida en varias ramas, y se apoderaron de la isla
de Bretaña, habitada por Celtas. En esta conquista entró
á la parte una de esas ramas de la tribu ánglica,
los Sajones; el siglo noveno invadieron la isla los Daneses y
el siglo once los Normandos. Aunque todas estas gentes pertenecían
á la estirpe ariana, diferían entre sí por
el idioma, las costumbres y la cultura, hasta el punto de considerarse
á sí propias como razas extrañas y combatirse
á sangre y fuego. El nombre de Inglaterra no conviene á
un país cuyos moradores (prescindiendo del escaso elemento
latino que aportó la ocupación romana), descienden
de los bretones, de los sajones, de los daneses y de los normandos.
y en infima proporción, de los anglos. La misma tacha puede
oponerse á la denominación de gran Bretaña.
Mas no existiendo allí gente que hile tan delgado como
nuestros simpáticos y entusiastas rebautizantes, continúa
campando, sin contradicción, el nombre improprio, acaso
antipatriótico para la lógica de Euzkadi, sin que
tan imperfecto apelativo impida á los mal llamados ingleses
desempeñar cierto papel en el mundo. ¿Qué sería
si lo substituyesen por otro de laboratorio ó biblioteca?
Caso todavía
más típico, nos lo suministra Francia.
Formalicemos su inventario
étnico, y hallaremos superpuestas, y á la postre
fundidas por la evolución histórica, razas paleolíticas,
(Langerie y Baunses Chaudes) y razas neolíticas (invasion
braquicéfala y dolicocéfala). Saliendo de la prehistoria
y entrando en la historia, descubrimos colonias fenicias, cartaginesas
y griegas. Después, repartiéndose desigual y sucesivamente
el territorio, solicitan nuestra atención los ligures,
los iberos, los baskos, los galos, los belgas, los aquitanos (afines
de los Iberos), los bretones, los latinos, les germanos (cimbros,
teutones, suevos, vándalos, wisigodos, alanos, alamanes,
burgundes, sicambrios, francos), los normandos, los ingleses.
De esta multitud de gentes que las menos no hicieron sino atravesar
el territorio y las más echaron raíces en él,
gentes que constituían razas diversas las unas y meras
familias ó ramas de una misma estirpe las otras, sólo
una de ellas, la de los francos, en virtud de razones históricas,
impuso su nombre al pais: Frankreich. Y continúan
denominándose, Francia las antiguas Galias, á pesar
de que la sangre franca ha sido casi en su totalidad reabsorbida
por la descendencia de los paleolíticos y de los neolíticos,
de los impropiamente denominados celtas y de los galo-romanos,
elementos fundamentales de la étnia francesa, y á
pesar de que el idioma franco apenas suministró un centenar
de palabras al léxico francés.
Es decir que Francia
luce un nombre á todas luces inadecuado; y el que juzgando
por éste supusiese que los franceses son francos y hablan
un dialecto de la lengua alemana, se engañaría.
¿Debe la inadecuacíon sorprendernos? De ningun modo. La
experiencia nos enseña que los nombres de las naciones
son producto de una circunstancia especial y que amenudo sobreviven
á ésta; también nos enseña que esos
nombres suelen principiar por ser locales, particulares, y que
las razones de la historia paulatinamente los extienden y dilatan.
No quiero cansar
al lector, acumulando ejemplos. Tan sólo aduciré
otro, sacado del país.
Dice el príncipe
de Viana recogiendo vetustas y puras tradiciones: «é llámase
la antigua Navarra éstas tierras: son á saber las
cinco villas de Goñi, Yerri, Valdelana, Amescoa, Valguesalaz,
Campezo, é la Berrueza é Ocharan, en este dia una
grant peiña que está tajada entre Amezcoa, Eulate
é Valdelana se clama la corona de Navarra; é una
aldea que está al pié se llama Navarin». Este nombre,
circunscrito á una corta región de la Merindad de
Estella, nombre oscuro al que circunstancias ignoradas dieron
notoriedad posteriormente, se enseñoreó de la ámplia
extensión que hoy le ostenta. Nuestros primeros monarcas
se intitulaban Reyes de Pamplona y de las Montañas etc.
Con la frase genérica de «razones históricas» he
expresado las causas de diferente índole que producen la
notoriedad y la expansión del nombre; esas causas favorecieron
al de Nabarra, pero no concurrieron á favor del de Bizkaya
que cierto distrito montuoso del valle nabarro de Aibar, merindad
de Sangüesa lleva y que fuera de allí es desconocido;
más el Bizkaya de otra parte del territorio basko disfrutó
la idéntica fortuna que el Nabarra estellés y dió
nombre al Señorío.
El vocablo Nabarra,
como la mayoría de los nombres del país basko, es
meramente topográfico. Admítase, ó no la
etimología corriente de naba «llanura cercana á
las montañas» y erri «pueblo», que el insigne Oihenart
ilustró declarando que esku-naba en su tiempo, se
llamaba á la palma cóncava de la mano, es incuestionable
que el nombre de Nabarra no puede estimarse descriptivo
de todo el territorio del antiguo reino, donde hay valles estrechos
y anchos; altas mesetas, llanuras rodeadas de montañas
y llanuras extensas abiertas del todo unas y únicamente
amuralladas por montes otras, en alguno de sus puntos cardinales.
Es decir que Nabarra es nombre improprio en su género,
como en el suyo lo son Inglaterra y Francia.
Que Euskal-Erria
implique mayor ó menor impropríedad es cosa que
no debería inquietarnos, como no les inquieta á
los franceses, á los ingleses y á los nabarros la
impropiedad del nombre de su Patria. Mas ya que tan quisquillosos
y sutiles se muestran algunos de mis queridos paisanos, á
quienes se les antoja, sin duda, que no hay forma de hacer cosa
de provecho mientras no nos rebauticemos, paréceme que
es hora de aquilatar esa cacareada impropriedad y ver si podemos
soportar la que resulte á la postre, sin que ella nos inutilice
para nuestras reivindicaciones harto más sustanciales á
mi juicio de simple y pecador, que todas estas escaramuzas en
que honestamente se distraen algunos.
Euskal-erria significa,
sin objeción posible, «pueblo, país del euskara
ó baskuenze». En su sentido estricto, rígido, únicamente
debería aplicarse al pueblo ó país donde
se habla ese idioma. Pero escasos son los vocablos que además
del sentido propio, no adquieren otro figurado; de aqui los tropos,
que tan importante papel desempeñan en la retórica
y en la semántica. No creo que el nombre de Euskal-Erria
sea, por esencia, incapaz de adquirir nueva significación,
que por esencia sea intangible é inmodificable; y no siéndolo,
de todos los significados que pudiera llegar á expresar,
uno de los menos violentos, uno de los más plausibles,
sería el de designar al país donde se habla y donde
se habló el bascuenze. Por ventura no es histórica
y aun realmente país del euskara el país cuyos habitantes
pertenecen á la raza baska, cuyos nombres toponímicos
son en su mayoría baskos, cuyos apellidos son baskos, en
su inmensa mayoría también? La impropiedad de la
acepción no rebasa el límite de la admitida en todo
género de tropos.
No es mi ánimo
discutir el neologismo Euzkadi; me avengo hoy por hoy á
suponer que esté maravillosamente formado y lo admitiría
inmediatamente si no poseyésemos otro vocablo tradicional,
capaz de amoldarse, sin extremada violencia, á los nuevos
usos que el acorralamiento del baskuenze impone. Yo no concibo
el amor sin el respeto, y éste no se compagina con el sacrificio
innecesario de vocablos venerables á quienes además
del perfume de los siglos adorna la nota de pertenecer al acervo
común y fundamental de la lengua, sin excepción
de dialectos y nacionalidades.
Euzkadi no
es vocablo transparente, de suyo, como el de Euskal-Erria que
todo basko le entiende; requiere explicación prévia.
Por curiosidad he preguntado á mucha gente del pueblo que
no estaba en autos, pero cuyo lenguaje habitual es el baskuence:
— ¿qué significa Euzkadi? Ni uno solo de los interrogados
adivinó ó vislumbró que era un nuevo nombre
impuesto al país. Cuando se lo expliqué abrieron
desmesuradamente la boca. Si entramos en este camino de las invenciones,
dónde nos detendremos? Porqué no se ha de inventar
otro segundo nombre más perfecto que Euzkadi, y
otro tercero más perfecto aún, con la misma facilidad
y lógica que se inventan los idiomas artificiales, los
volapüks, esperantos y demás pasatiempos lingüísticos,
incapaces de arraigar, precisamente porque siempre es posible
la fabricación de otro mejor?
Además, un
patricio, por insigne que se le repute, tiene derecho á
mudar el nombre de su Patria y de su gente? Puede equipararse
un pueblo, una raza, una nación, producto de los siglos,
punto de contacto misterioso de la providencia de Dios y de la
libertad humana á un nuevo cuerpo químico que el
sabio encuentra en su laboratorio y que nace anónimo? Han
salido, por ventura, los baskos, del torno de alguna inclusa?
Con el nombre de Euskal-Erria desaparece, á una, el nombre
de euskaldun; á pretesto de restaurar nuestra personalidad
vámos borrando la huella que el gigante dejó sobre
el suelo sangriento de la historia. Si á un particular
se le infligiese ésta alteración de un estado civil,
se cometeria un delito; idéntico calificativo aplicaría
yo á la alteración del estado civil basko si no
me constase la pureza de motivos y la rectitud de propósitos
que á ella preside. Y esa rectitud, sino mi aquiescencia
que deploro negar conquista mi simpatía.
Euzkadi es,
ó quiere ser, palabra baskongada. Mas si es impropio extender
al país que no habla el baskuenze el nombre de Euskal-Erria,
no parece que sea más propio imponer á dicho país
un nombre basko de nueva planta. Para el habitante de las Merindades
de Olite y de Estella, por ejemplo, tan extraño será
Euskal-Erria como Euzkadi, y si ha de vencerse esta dificultad
ó inconveniente, mejor es se beneficie del esfuerzo el
nombre tradicional, que nó el hechizo, el nombre que está
en posesión, que nó el perturbador de ella.
Táchase de
«anti-vasco» el nombre de Euskal Erria «porque sirve para separar
y para alejar á unos de otros, á los hijos de la
raza vasca». Y todo porque los baskos que hablan baskuence no
llaman Euskal-Erria sino al país donde se habla baskuenze.
Pero si los esfuerzos que se están realizando entre dichos
baskos para encasquetarles los flamantes Euzkadi y euzkotar
se llevasen á cabo para convencerles (y se me figura
no había de ser difícil) de que pueden llamar, sin
grave impropiedad, Euskal-Erria al país donde se habló
y ya no se habla baskuenze, es indudable que los beneficios unificadores
que se esperan de Euzkadi, los otorgaría, así
mismo Euskal-Erria. La división no dimana, desgraciadamente,
de los nombres, sino de los hechos; y llámese el país
Euzkadi ó llámese Euskal-Erria, siempre mediará
diferencia y grande entre la región que perdió y
la que retuvo su lengua. La lógica, en nombre de la unidad
y fraternidad de la raza baska invocadas, exigiría la repudiación
solemne de los nombres de Nabarra, Biskaya, etc., pero la lógica,
gracias á Dios, retrocedió ante esa absorción
panteística.
Recomiéndasenos
que se conserven cuidadosamente las denominaciones particulares
y bien concretas de los antiguos Estados (Nabarra, Gipuzkoa, Biskaya,
etc.), y á la vez se nos incita á poner en circulación
y en uso corriente un nombre genérico para toda la nación
baska — Euzkadi —, bajo el cual «se sientan» comprendidos
enteramente esos antiguos Estados, sin sospechar predominio de
unos sobre otros. Mas para que los naturales de esos diversos
Estados sientan esa comunidad de la denominación, es preciso
comenzar por explicarles lo que se entiende, ó imagina,
por euzko, y lo que di y Euzkadi significan.
De suerte que el sentimiento dimanará de la explicación,
pues expliquémosles... digo yo, lo que significa Euskal-Erria
en su primitiva y en su secundaria acepción, y obtendremos
idéntico resultado, manteniendo el uso de un vocablo que
los antiguos Baskos idearon precisamente para afirmar la sustantiva
unidad de su raza, y que en cierto modo puede servir de fórmula
á una aspiración altísima muy difícil,
imposible casi, pero que es la síntesis última de
nuestras reivindicaciones nacio-listas: que todo el país
basko de raza lo sea de lengua.
ARTURO CAMPIÓN. En
Iruña, cabeza del Reino de Nabarra, 26 de Febrero de 1907. |