Vegetación forestal en los montes del País Vasco
Javier Loidi


BIOCLIMATOLOGIA

FITOGEOGRAFIA

Región Eurosiberiana
Región Mediterránea

LOS BOSQUES NATURALES

Robledales
Hayedos
Abetales
Pinares
Marojales
Quejigares y robledales de roble peloso
Carrascales y encinares
Bosques riparios

SITUACIÓN GENERAL DE LOS BOSQUES EN RELACIÓN CON LA ACTIVIDAD HUMANA

Antecedentes históricos
Situación actual

Perspectivas



E
n este texto se trata de exponer, de manera resumida, la variabilidad de la vegetación forestal dentro de un ámbito geográfico centrado en la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV), Navarra y el País Vasco Francés, que incluye también algunas comarcas circundantes. Entre todas ellas conforman un territorio no muy vasto aunque sí variado, por la existencia, en las proximidades, de áreas de fuerte personalidad en lo que a flora y vegetación se refiere y cuya influencia nos alcanza. Por tanto, en el apartado de vegetación se hacen referencias y comentarios ocasionales sobre el paisaje vegetal, que resultan imprescindibles, a nuestro juicio, para poder interpretar adecuadamente la significación de las comunidades vegetales que viven en el ámbito descrito, así como sus relaciones entre ellas.

Antes de pasar a comentar los tipos de bosque, se hace necesario introducir unas breves descripciones sobre las condiciones climáticas del territorio (bioclimatología) y sobre su fitogeografía.

BIOCLIMATOLOGIA

El régimen climático del País Vasco está regulado por el conjunto de perturbaciones que anualmente afectan a este rincón de la Península Ibérica. Los condicionantes geográficos y topográficos específicos del territorio, superpuestos a los acontecimientos generales, darán como resultado el mosaico de climas locales o comarcales que vamos a distinguir.

En primer lugar hay que señalar que nos situamos en las proximidades del paralelo 43 N en las costas de Europa Occidental, lo que significa que, de manera continuada, sobre todo de otoño a primavera, los vientos dominantes son los del NO de origen atlántico y, por tanto, húmedos. Hay una interminable sucesión de borrascas que, junto a sus frentes asociados, afectan a nuestro territorio dejando caer copiosas precipitaciones. Con el desplazamiento hacia el norte del frente polar durante el verano, este fenómeno se atenúa, los frentes pasan sólo rozando las áreas litorales de Galicia, Cornisa Cantábrica y Pirineos, quedando el resto de la Península fuera de su influencia; el anticiclón de las Azores se adueña de forma estable del centro-occidente peninsular y la sequía estival se hace periódica y rigurosa. Es el clima mediterráneo de veranos secos, típico de la mayor parte del territorio peninsular, con excepción de Galicia, Cornisa Cantábrica y Pirineos.

El País Vasco, al participar de ambos mundos, está inmerso, en sus franjas central y septentrional, en un clima lluvioso todo el año, clima que denominamos templado, mientras que sus comarcas meridionales, más próximas al Ebro, son de clima mediterráneo, es decir, de veranos en los que se registra aridez, además de ser menos lluviosas en cantidad absoluta. Esta asimetría se ve potenciada por la disposición este-oeste de las cordilleras que, como filtros desecantes, provocan fuertes descargas de agua de los sistemas nubosos que invaden la Península por el NO, desecándolos progresivamente en su viaje hacia el interior. Hay, pues, un notable efecto de sombra de lluvias a meridión de las sierras que, en nuestro caso, trae como consecuencia la existencia de zonas ya muy secas como la Rioja o la Ribera de Navarra.

Otro hecho de gran importancia es la llegada hasta nuestras costas de la rama principal de la corriente cálida llamada del «Golfo de México» (Gulf Stream) que causa un notable calentamiento de las aguas litorales cantábricas. Esto se traduce en que disfrutamos de un clima mucho menos frío que el que cupiera esperar de nuestra latitud, y sobre todo nuestras comarcas costeras quedan libres de inviernos en exceso rigurosos, efecto de gran importancia para la pervivencia de muchas plantas y cultivos. La expresión territorial de los distintos grados y régimen de precipitaciones, así como de los diferentes tipos de termoclimas, viene dada por el establecimiento de los ombrotipos (ombroclimas) y termotipos (pisos), respectivamente. Esta tipología de pisos es la establecida por Rivas-Martínez, particularmente bien adaptada a las variaciones de la vegetacion. Los termotipos (pisos) son: colino y montano para la región Eurosiberiana (el subalpino sólo se puede reconocer en las zonas cumbreñas a partir del Orhy hacia los Pirineos y del Castro Valnera hacia el oeste) y supramediterráneo y mesomedíterráneo en la región Mediterránea. La variabilidad en cuanto a los ombrotipos es algo mayor y distinguimos el hiperhúmedo, húmedo, subhúmedo y seco, insinuándose el semiárído en las comarcas ribereñas del Ebro, sobre todo a partir de las Bardenas Reales. Merece la pena destacar el hecho de que las precipitaciones de la zona cantábrica y montes de la divisoria resultan ser notablemente más abundantes en el tramo oriental del territorio, es decir en los valles del Bidasoa, Oyarzun y Urumea, descendiendo progresivamente a medida que nos desplazamos progresivamente hacia Occidente. Así, poblaciones litorales como Fuenterrabía son hiperhúmedas, mientras que hacia Vizcaya hallamos registros que escasamente superan los 1.000 mm. También llama la atención la bolsa subhúmeda constituida por los valles de Mena, Ayala y Orduña, probablemente provocada por la sombra de lluvias de la sierra de Ordunte. (INDICE)

FITOGEOGRAFIA

Como consecuencia de su emplazamiento en la Península Ibérica, el País Vasco participa de dos regiones fitogeográficas: Eurosiberiana y Mediterránea. En cuanto a los climas, la diferencia entre ambas se establece en que en la primera predomina uno de tipo templado, de veranos en los que no hay aridez (p>2t), mientras que en la segunda el clima es de tipo mediterráneo en la que sí la hay, al menos durante dos meses.

La línea fronteriza entre ambas regiones pasa por nuestro territorio y para sudelineación ello hemos empleado los criterios al uso en este momento, que a "grosso modo" podemos resumir de la siguiente manera: en lo eurosiberiano hay preponderancia de vegetación de bosques caducifolios de Quercus robur, Q. petraea, Q. pubescens, Fagus sylvatica y Fraxinus excelsíor, así como de brezales de Ulex gallii y Daboecia cantabrica, y en lo mediterráneo, de bosques de Quercus rotundifolía, Q. faginea (poblaciones puras), Fraxinus angustífolia y matorrales y tomillares de Thymus mastigophorus, Rosrnarinus officinalis, Ononis fruticosa, etc. Dentro de cada una de estas dos unidades se puede distinguir una variabilidad que trataremos de justificar seguidamente: (INDICE)

Región Eurosiberiana. Ocupa la mayor parte del territorio vasco, pues, además de la vertiente cantábrica y montes de la divisoria de aguas, se incluyen las cuencas intermedias (Llanada de Álava, corredor de la Sakana y cuenca de Pamplona) y las sierras posteriores (montes de Vitoria, Urbasa y Andía). La existencia de bosques de Q. pyrenaica y Q. petraea con brezales y argomales de sustitución en la comarca alavesa de Izki, que sirven de conexión entre los hayedos de Opakua y Azaceta con los de la umbría de la sierra de Cantabria, hacen que esta última sea también eurosiberiana en su vertiente norte. Todo este territorio, hasta, aproximadamente, el alto Irati, corresponde al sector Cántabro-Euskaldún de la provincia Cántabro-Atlántica. La presencia de la flora y vegetación cantábricas tiene mayor peso que la pirenaica, aunque esta última va adquiriendo mayor fuerza en las comarcas más orientales. En este sentido podemos mencionar la dominancia de brezales con Ulex gallii y Daboecia cantabri ca, de bosques de Quercus pyrenaica, de fresnedas-robledales, de comunidades casmofíticas con Saxiifraga trifurcata, etc. Por otro lado, están ausentes los pinares montanos de Pinus sylvestris, los subalpinos de P. uncinata, los abetales, etc., formaciones típicamente pirenaicas que no hallaremos hasta el macizo de Orhy y valle alto del Irati. No obstante hay una influencia pirenaico-centroeuropea en las zonas orientales puesta de manifiesto, sobre todo, con la presencia de bosques de Quercus humilís, espinares con Crataegus laevígata o comunidades quionófilas montanas con Armeria pubinervis. Esta asimetría este-oeste se combina con el gradiente de continentalidad que se manifiesta de las comarcas costeras hacia el interior, el cual muestra una cesura principal en la cadena divisoria de aguas, que separa los muy oceánicos territorios de la vertiente cantábrica de los de las cuencas y llanadas de Álava y Navarra Media. Estas circunstancias nos permiten distinguir tres subsectores:

• Subsector Santanderino-Vizcaino. Ocupa la franja oceánica al norte de la divisoria de aguas desde Cantabria hasta la mitad de Guipúzcoa. De mayor influencia occidental, y por ello afectada por un descenso estival de las precipitaciones aún notable, acoge la mayoría de los encinares ligados a litosuelos así como algún endemismo (Cytisus commutatus).

• Subsector Euskaldún Oriental. Oceánico como el anterior pero de ombrotipo más lluvioso y de inviernos más fríos, en el que, como ya hemos comentado, se hace sentir con mayor intensidad la influencia pirenaica. Carece de encinares costeros (aunque se pueden encontrar vestigios de los mismos), y el piso de los hayedos comienza en cotas más bajas que en el subsector Santanderino-Vizcaino.

• Subsector Navarro-Alavés. Extendido a meridión de los dos anteriores, es decir en su casi totalidad al sur de la cadena divisoria de aguas, se halla bajo un clima más continental y menos lluvioso. Las temperaturas son en general más bajas por la mayor altitud del territorio, con excepción de las comarcas de Ayala, Mena y Orduña. Su personalidad biogeográfica es muy marcada, presentando una original confluencia de influencias centroeuropeas, cántabro-pirenaicas y especialmente mediterráneas, mucho más difuminadas en los otros dos subsectores.

Del alto Irati hacia el este, se extiende la provincia Pirenaica, la cual está representada por el sector Pirenaico central, subsector Pirenaico occidental. La presencia de abetales, pinares de pino albar y asociaciones particuleres de heyedos y de muchos otros tipos de vegetación, marcan con gran nitidez esta frontera. (INDICE)

Región Mediterránea. Ocupa las comarcas meridionales del territorio considerado, y toda su extensión, en esta zona, es adjudicable a la provincia Aragonesa, cuya jurisdicción abarca todas las áreas mediterráneas de suelos ricos en bases de la depresión del Ebro. Los territorios mediterráneos del Alto Ebro participan fundamentalmente de dos sectores de dicha provincia: Castellano-Cantábrico, en su extremo noroeste y Riojano-Estellés. Hacia el centro de la Depresión, desde la Ribera de Navarra (Riberas Estellesa y Tudelana) hasta el Bajo Aragón, se distingue otro sector denominado Bardenas y Monegros.

• Sector Castellano-Cantábrico. Incluye las comarcas occidentales alavesas como Valdegobia, Oca y Condado de Treviño, entre otras, las del norte de Burgos: Merindades de Castilla la Vieja, llano de Miranda, Bureba, etc., a las que hay que añadir una franja de desigual amplitud que se extiende desde la media ladera meridional de la Sierra de Cantabria hasta las de Leyre y Orba en los confines orientales de Navarra, incluyendo comarcas como la Tierra de Estella y el Romanzado. Territorios mayoritariamente supramediterráneos y subhúmedos, poseen una vegetación constituida por quejigares y carrascales (en litosuelos calizos), así como algunos hayedos de nieblas en ciertas umbrías. La ausencia de un alto número de plantas de origen levantino, presentes en el vecino sector Riojano, sirve para caracterizar lo castellano-cantábrico.

• Sector Riojano. La mayor parte de La Rioja (incluida la Alavesa) así como buena parte de la Ribera de Navarra constituyen este sector, caracterizado por presentar dos termotipos o pisos: supramediterráneo, de escasa amplitud y mesomediterráneo, que ocupa la mayor extensión, siendo el ombrotipo dominante el seco. La vegetación consta principalmente de carrascales y coscojares frecuentemente sustituidos por romerales y salviares con Ononis fruticosa. Es frecuente el cultivo del olivo y de la vid, mucho menos frecuentes en lo castellano-cantábrico. Limita hacia el este con el sector Somontano-Aragonés, ya en tierras de Huesca; hacia el sureste, con el sector Bardenas y Monegros, a partir de los territorios seco-semiáridos de la Navarra meridional, y hacía el sur, con el sector Ibérico-Soriano de carácter silíceo, en la logroñesa Tierra de Cameros.

• Sector Bardenas y Monegros. Como una cuña que abarca las comarcas más meridionales de Navarra y las más orientales de La Rioja, penetra este sector en dirección al oeste por valle del Ebro, abriéndose paso entre los territorios pertenecientes al sector anterior. Su caracterización es muy fuerte y viene dada por la presencia de sustratos particulares, especialmente los ricos en yeso, que albergan una original flora y vegetación, encuadrable en la subalianza Gypsophylenion (Gypsophyletalia). Además, los fenómenos de salinización de algunos suelos son causa de la existencia de comunidades altamente especializadas en su colonización, presididas por Suaeda vera subsp. braun-blanquetíi. No obstante, tal vez lo más notable del sector Bardenas y Monegros sea que en su mayor parte la vegetación potencial es un coscojar con sabinas (Rlzamno lycioidisQuercetum cocciferae) en vez de un verdadero bosque de carrascas. Esto se debe a la aridez climática y edáfica que hay en este territorio, que impide el desarrollo de los bosques. En su conjunto, el sector Bardenas y Monegros representa el máximo de aridez en la depresión del Ebro, con su característico palsaje sometido a intensa erosión y cubierto de tomillares como el de las Bardenas Reales o los Monegros. (INDICE)

LOS BOSQUES NATURALES

Entendemos por bosque aquella formación natural arbolada, cerrada y creadora de un ambiente o microclima especial bajo el estrato que forman las copas. Este ambiente, llamado forestal, es casi siempre sombrío y algo más húmedo que el exterior, acumulándose en el suelo gruesas capas de hojarasca y restos vegetales. Todas las plantas que viven condicionadas por estas circunstancias formarán parte del bosque junto con las especies arbóreas. Los bosques constituyen las cabezas de serie o etapas maduras de las distintas series de vegetación que se reconocen en el territorio y, por tanto, cada tipo de bosque corresponde a una serie de vegetación o, al menos, faciación diferente. Nada tienen que ver con los verdaderos bosques con los cultivos madereros o «repoblaciones» de especies exóticas, a pesar de que estas plantaciones presentan una semejanza morfológica y estructural con los bosques naturales; tal parecido en absoluto se corresponde con una homología ni en lo ecológico ni en lo biogeográfico. (INDICE)

Robledales

1. Robledal-fresneda mesofítico colino oceánico (Polysticho setiferi-Fraxinetum excelsioris)
Bajo esta compleja denominación tratamos de definir un tipo de bosque de gran importancia en la vertiente cantábrica, no tanto por la extensión real que ocupa, sino por la naturaleza y calidad del suelo sobre el que se asienta. Bosque denso y enmarañado por arbustos espinosos y lianas de varias especies, posee, además, un estrato herbáceo abundante. El dosel arbóreo está formado por varias especies, entre las que domina Quercus robur, junto con otras como Fraxinus excelsior, Tilia platyphyllos, Corylus avellana, Acer campestre, Acer pseudoplatanus, etc. El conjunto de nanofanerófitos y lianas, muy desarrollado, está dominado por especies del orden Prunetalia spinosae como Rosa squarrosa, Prunus spinosa, Crataegus monogyna, Rubus sp., entre otros, siendo especialmente abundante la hiedra, Hedera helix, que escala por los troncos de los árboles en busca de luz. El estrato herbáceo es abundante, con significativas especies como Polystichum setiferum, A rum ítalicum, Veronica montana, Hypericum androsaemum, Melica uniflora, etc.

Todo este conjunto compone una comunidad forestal de muchas especies, reflejo de la feracidad de los suelos sobre los que vive. Los suelos son ricos en elementos finos y nutrientes, se desarrollan sobre rocas de tipo calizo, flyschoide o depósitos recientes, en lugares más bien llanos de no excesiva pendiente como zonas de vaguadas, donde se llega a producir cierta hidromorfía, o rellanos entre los montes. Tales condiciones edáficas han supuesto y suponen aún hoy día que el área potencial de este tipo de bosque haya constituido tradicionalmente, y aún hoy día, el principal soporte para la agricultura y los pastos en zonas como Guipúzcoa, Vizcaya o norte de Navarra. Sobre ellos gravita la actividad agropecuaria principal y, como consecuencia, el hombre ha eliminado casi todos los bosques naturales de Polysticho-Fraxinetum para dedicar su espacio potencial al cultivo o a prados de siega. Como resultado, son muy pocos los ejemplos medianamente estructurados de este bosque, siendo, no obstante, fácil de reconocer su área potencial por las comunidades de sustitución típicas (zarzales de Rubo-Tametum) y uso del territorio (prados de siega, manzanales, campos labrantíos, asentamientos humanos), elementos clásicos en el estereotipo del paisaje bucólico del piso colino y submontano del País Vasco oceánico. Su distribución biogeográfica queda limitada a los subsectores Santanderino-Vizcaíno y Euskaldún Oriental.

2. Robledal mesofítico submontano navarro-alavés (Crataego laevigatae-Quercetum roboris)
Parecido al bosque anterior por ocupar suelos de naturaleza análoga, se diferencia de aquél por poseer una composición florística más pobre, como consecuencia de desarrollarse en el horizonte submontano (colino superior), más frío y continental del subsector Navarro-Alavés. Domina casi en exclusiva el roble, Quercus robur, arrinconando al resto de las especies arbóreas hacia los bordes del bosque o a constituir sus estadios iniciales. El estrato arbustivo está bien desarrollado, con abundancia de hiedra subiendo por los troncos, pero en él interviene una especie diagnóstica de gran valor como es Crataegus laevígata, ausente totalmente de Polysticho-Fraxinetum excelsíorís. Su composición florístíca es, no obstante, muy parecida, y por ello ambas asociaciones se incluyen en la misma alianza Carpínion.

Su área potencial son los terrenos llanos de fondo de valle de las cuencas y corredores intermedios correspondientes al subsector Navarro-Alavés, como el norte de la Llanada de Álava (comarcas de Izarra o Barrundia), la Sakana, la comarca de Lecumberri y los valles de La Ulzama hasta la Plana de Burguete. En estas zonas el ombrotipo húmedo propicia la existencia de un bosque de estas características. Más al sur, con el desecamiento del clima, estas formaciones se verán enriquecidas con Quercus faginea, Quercus humilís y sus híbridos, con Q. robur, dándoles un matiz más mediterráneo.

Como en el caso anterior, la mayor parte de la superficie potencial de CrataegoQuercetum robo ns está actualmente ocupada por setos de espinales, prados de siega y asentamientos humanos. Cabe únicamente señalar que quizás debido a las especiales condiciones que rigen el régimen de propiedad y utilización del territorio, en estas zonas se han conservado numerosos y magníficos ejemplos de esta asociación.

3. Robledal acidófilo (Hyperíco pulchri-Quercetum roboris)
El adjetivo «acidófilo» hace referencia al pH de los suelos sobre los que vive. La importancia de este hecho, consecuencia de la naturaleza de la roca madre (areniscas, granitos, flysch), junto con la elevada pluviosidad del clima del País Vasco septentrional, es definitiva a la hora de configurar la composición florística del bosque. El intenso lixiviado de las bases hacia capas profundas a causa de las abundantes lluvias, rebaja el pH de los horizontes superficiales del suelo, impidiendo la supervivencia de aquellos vegetales que necesitan mayor cantidad de bases y valores de pH neutros o ligeramente básicos. En su lugar entran otros como Teucrium scorodonia, Blechnum spicant, Lonicera peryclimenum, Deschampsia flexuosa o Veronica officinalis, perfectamente adaptados a la pobreza y acidez edáficas. Este bosque, presidido por Quercus robur, a veces acompañado por Q pyrenaica, suele presentar un denso estrato de helechos y tampoco son raros ejemplares de especies leñosas propias de los brezales como Ulex europaeus, U. gallii, Daboecia cantabnica, Enica cinerea, E. vagans, etc. Faltan, por otro lado, las especies leñosas, muchas veces provistas de espinas y aguijones, que forman la maraña típica de los bosques de Carpinion, y tampoco la hiedra alcanza, ni mucho menos, el desarrollo que llega a tener en éstos. Estamos, pues, ante un bosque de pocas especies, con un dosel arbóreo no excesivamente denso, en el que además del roble puede haber algún abedul (Betula celtibenica) o algún marojo (Quercus pyrenaica) si la localidad es algo más seca. El estrato arbustivo es muy pobre y está representado, además de por alguna que otra liana, por vestigios del brezal de sustitución junto con abundantes helechos (Pterídium aquílinum). El nivel herbáceo está relativamente desarrollado, aunque es pobre en especies, siendo las más significativas las que hemos mencionado anteriormente. Como quiera que sus requerimientos pluviométricos son elevados y se desarrollan sobre suelos pardos bien estructurados no hidromorfos y pobres en bases, su área potencial se concentre principalmente en los subsectores oceánicos: Santanderino-Vizcaino y, sobre todo, Euskaldún Oriental, donde los substratos silíceos son más abundantes. En lo navarro-alavés la presencia de estos robledales acidófilos es mucho menor a causa de las condiciones climáticas y edáficas de dicho territorio.

Son escasísimos los ejemplos reconocibles de esta asociación en la CAPV, siendo algo mejor la situación en Navarra, lo que no deja de ser paradójico a causa de la elevada inclinación y baja fertilidad de los suelos sobre los que se asienta. Esta situación se explica como resultado de las talas masivas a las que debieron someterse estos bosques, otrora muy extensos, a causa de las necesidades de madera y carbón vegetal. Estas mermas también han tenido como objetivo aprovechar el su lo para, por medio de la fertilización artificial (encalamiento, etc.), transformarlo en prados e incluso cultivos. Esta última actividad, enormemente costosa dadas las fuertes pendientes de las laderas de los montes, por ejemplo, de Guipúzcoa y Vizcaya, sólo puede explicarse por la fuerte demanda de alimentos que existió en los últimos siglos a causa de la alta densidad de población y dificultad de transportes. Hoy día, con el abandono del caserío, muchos de los prados así ganados al areal del Hypenico-Quercetum nobonis han sido o bien objeto de cultivos arbóreos (sobre todo de Pinus radiata) o se han ido trasformando en extensos helechales y saucedas de Salix atrocinerea (manto forestal y primera etapa de sustitución del robledal acídófilo) o brezales. Por ello cultivos de coníferas exóticas que cubren buena parte de los montes de Guipúzcoa y Vizcaya están, en su mayoría, ocupando el área potencial de esta asociación.


4. Robledal de roble albar (Pulmonanio longtfoliae-Quercetum petraeae)
Asentados sobre substratos pobres en bases, estos robledales de Quercus petraea se encuentran en algunas zonas del piso montano donde, bajo un ombrotipo húmedo, la continentalidad es un tanto más acusada. Tal es el caso de las poblaciones de las laderas meridionales del macizo de Castro Valnera, de la falda sur del Gorbea o de los valles altos de Irati y Urrobi, ya en los confines de lo atlántico con lo pirenaico. Tanto en lo que respecta a su flora como a su estructura son parecidos a los robledales de Quercus robur; no obstante, su distribución dispersa e irregular por el territorio, donde se confina en zonas montañosas, especialmente en las solanas más continentalizadas, sugiere un significado reliquial en comparación con aquellos.

El estado de conservación actual de los ejemplos remanentes de este tipo de bosque es relativamente satisfactorio. Parte de su área potencial más importante está actualmente transformada en prados y dehesas en los valles pasiegos del norte de Burgos, aunque aún se conservan manchas de suficiente entidad como para constituir ejemplos representativos. Por su rareza y significado, tal vez reliquial, merecen ser objeto prioritario de conservación. (INDICE)

Hayedos

Vale la pena hacer algunas generalizaciones acerca de los bosques de hayas porque presentan una serie de características comunes, especialmente en cuanto a su estructura y condiciones ecológicas. En primer lugar presentan una notable homogeneidad fisiognómica ya que casi siempre se trata de bosques constituidos prácticamente en exclusiva por Fagus sylvatica. Por otro lado, debido a las condiciones que se crean en su sotobosque, especialmente la intensa sombra que proyecta el dosel arbóreo, el desarrollo de los estratos herbáceo y, sobre todo, arbustivo es raquítico. Además, los altos requerimientos hídricos del haya (que a pesar de ello no soporta la hidromorfía) son causa de que estos bosques se hallen siempre en zonas donde el balance entre precipitación y evapotranspíración es alto, es decir, o mucha lluvia durante todo el año (ombrotipos húmedo superior o hiperhúmedo) o, si llueve menos, el termoclima ha de ser más frío; incluso en zonas más secas pueden depender de las criptoprecipitaciones debidas a la condensación del agua de la nieblas sobre la superficie de sus hojas. Ello hace que la mayoría de los hayedos se encuentren en el piso montano, más frío que el colino y, casi siempre, también más lluvioso.

De manera general los hayedos cántabro-euskaldunes se encuentran en un estado relativamente satisfactorio de conservación. Su uso, otrora intenso para la extracción de madera, sobre todo para carboneo, ha decaído para desaparecer casi por completo. Esta actividad, que fue muy intensa en épocas anteriores, dio lugar a que, sobre todo en Guipúzcoa y Vizcaya, se practicara una particular forma de poda de las hayas que permitía su aprovechamiento maderero sin eliminarlas. Este es el origen de una original morfología de estas hayas, denominadas "trasmochas", antes común en dichas provincias pero que cada vez es menos frecuente. Por ello debiera, tal vez, de pensarse en la conservación de las hayas trasmochas que aún quedan como exponentes de un manejo específico que se hizo de ellas en un período de la historia.

La extensión actual de estos tipos de bosque en relación con su área potencial es desigual: muy menguada en los subsectores Euskaldun oriental y Santanderino-Vizcaino (sobre todo en Vizcaya) y más equilibrada en lo Navarro-Alavés. Han sido sustituidos tradicionalmente por pastizales para ganado lanar o caballar y, más recientemente, por cultivos madereros. Su uso actual está reducido a unas pocas actividades de entre las que cabe mencionar las recreativas como el senderismo, la recogida de setas, etc.

Siguiendo el esquema tradicional europeo de clasificación general de los hayedos de un territorio siguiendo criterios florístico-ecológicos, podemos distinguir en el sector Cántabro-Euskaldun los siguientes tipos de hayedos:

5. Hayedos oligótrofos (Saxtfrago hinsutae-Fagetum)
En los montes vascos de la vertiente cantábrica y divisoria de aguas, generalmente por encima de los 500-600 metros de altitud, siempre dentro del piso montano y bajo ombrotipo hiperhúmedo, donde las nieblas son, además, muy frecuentes, se instalan los bosques de hayas. Este árbol (Fagus sylvatica), cuando las disponibilidades de agua son suficientes, desplaza a todos los demás merced a su excluyente estrategia, consistente en proyectar una muy intensa sombra y adelantar la folíacíón primaveral. El resultado es que las demás especies de árboles no pueden resistir esta competencia, quedando paulatinamente eliminadas; sólo un descenso en las precipitaciones resulta insoportable para el hayedo. Como consecuencia de la intensa sombra del haya, sus bosques están prácticamente vacíos, con gran escasez de arbustos, entre los que cabe mencionar llex aquifolium y un tenue estrato herbáceo que, en el caso de los hayedos sobre substratos pobres en bases, puede estar constituido por especies como Oxalis acetosella, Blechnum spicant, Deschampsia flexuosa, Saxifraga hinsuta, etc. La mayoría de los hayedos de los montes del centro y norte del País Vasco son adjudicables a esta asociación y, con frecuencia, el aspecto de los mismos se ve alterado por la existencia de las llamadas «hayas trasmochas» o con la copa desfigurada a causa de la extracción de leña que durante mucho tiempo se hizo a costa de ellos. Esta madera era utilizada para la elaboración de carbón vegetal, fuente energética insustituible para las ferrerías guipuzcoanas y vizcaínas de los siglos XVI al XIX.

A pesar de ser relativamente abundantes, buena parte de los primitivos hayedos han sido talados para ocupar su suelo con repoblaciones de coníferas como Larix kaempferi, Picea abies o Chamaecyparis lawsoniana. Como etapas de sustitución, estos hayedos dan lugar a un helechal con brezo arbóreo (Pteridio-Ericetum arboreae) y luego a un brezal (Ulici-Ericetum vagantis).

6. Hayedo basófilo (Carici sylvaticae-Fageturn)
Cuando los substratos sobre los que viven los hayedos se tornan ricos en bases, bien porque la roca madre sea caliza dura o porque exista una eutrofización de fondo de valle por arrastre de ladera, tiene lugar la entrada de ciertas especies basófilas como Melica uniflora, Carex sylvatica, Mercurialis perennis, Helleborus occidentalis, Daphne laureola y otras. Como resultado, estos hayedos resultan ser florísticamente diferentes de los anteriores y por ello se engloban en otra asociación: Carici sylvaticae-Fagetum.

A pesar de cubrir una extensión mucho menor que los olígótrofos, los suelos de estos hayedos basófilos, al ser más feraces, son susceptibles de ser utilizados con cierto éxito para su transformación en pastizales montanos de diente (Jasiono laevis-Danthonietum decumbentis). Así, las áreas potenciales de este hayedo se han visto mermadas por transformación para el aprovechamiento ganadero, como sucede con las conocidas campas de Urbia (Aitzgorri), Arraba (Gorbea) o Urbasa.

7. Hayedo xerófilo (Epipactido helleborines-Fagetum,)
En las umbrías de cordilleras meridionales del País Vasco, desde la Sierra de Cantabria hasta la de Izco y Alaiz, hay unos hayedos que sobreviven en condiciones de cierta precariedad a causa de que las precipitaciones son ya menores (alrededor de los 1.000-1.200 mm). Las frecuentes nieblas que se forman en estas laderas norte son las que compensan este déficit gracias a la capacidad de las hojas del haya para condensar el agua de la niebla en sus superficies y así provocar un goteo hacia el suelo. -

Hay algunas plantas de carácter más mediterráneo que matizan estos hayedos, como son algunas orquídeas como Epipactis helleborine, E. microphylla, Cephalanthera longifolia, etc.; tampoco es raro el boj (Buxus sempervirens).

En la provincia Pirenaica, los hayedos alcanzan un gran desarrollo en el subsector Pirenaico occidental, donde ocupan básicamente los niveles más lluviosos y elevados del piso montano. Su asociación principal es Scillo lilio-hyacinthi-Fagetum, de substratos ricos en bases, particularmente abundante en el alto Irati y en Belagua, zonas donde forma masas notables. Aparte de una serie de especies del sotobosque como Cardamine heptaphylla, es la presencia de Abies alba lo que permite diferenciar a simple vista estos hayedos pirenaicos de los cántabro-euskaldunes. (INDICE)

Abetales

Los abetales son bosques típicamente pirenaicos en el contexto de nuestro ámbito territorial. El dosel arbóreo, cerrado y compacto, aunque dominado por abetos, suele incluir algunas hayas, circunstancia esperable ya que la vegetación en contacto con estos abetales suele ser casi siempre el hayedo. La sombra que proyecta es muy intensa, dejando en profunda oscuridad el sotobosque. Esta sombra se mantiene además todo el año a causa de la abrumadora dominancia de la conífera, en contraste con los bosques de caducifolios en los que el suelo queda expuesto a los rayos solares al menos durante el invierno. Ello hace del abetal el tipo de bosque más sombrío de los que existen en estas regiones.

8. Abetal basófilo (Festuco altissimae-Abietetum albae)
Abetales altimontanos pirenaicos sobre suelos de neutros a básicos que prosperan en zonas muy lluviosas. Suelen hallarse en el nivel superior del piso montano de los valles más húmedos del Pirineo, con frecuencia en piedemontes y tramos bajos de laderas orientadas al norte.

Bajo la espesura se hallan los estratos arbustivo y herbáceo que alcanzan, como en todos los bosques de Fagion, un desarrollo raquítico. Su cortejo florístico es muy parecido al de los hayedos, con una presencia mayor de Festuca altissima, planta indicadora de buena fiabilidad para este tipo de abetales. Los ejemplos más occidentales de esta asociación se hallan en la zona del embalse de Irabia en el alto Irati.

9. Abetal acidófilo (Goodyero repentis-Abietetum albae)
Los abetales acidófilos guardan bastantes afinidades florísticas con los hayedos y abetales neutro-basófilos a causa de la elevada pluviosidad de las estaciones en las que se desarrollan. Una mayor abundancia de plantas como Luzula pilosa, Galium rotundifolium, Goodyera repens, Veronica officinalis o Vaccinium myrtillus, indicadoras de acidez edáfica, se acompaña de una más escasa representación del conjunto de táxones basófilos. Son también frecuentes en estos abetales Teucrium scorodonia, Erica vagans, Brachypodium pinnatum subsp. rupestre e Hypericum pulchrum. Los ejemplos más occidentales se conocen del alto Irati. (INDICE)

Pinares

Los pinares de pino negro (Pinus uncinata) constituyen la climax del piso subalpino de la provincia Pirenaica. Por ello, son los bosques dominantes entre los 1600-1700 m y los 2000-2200 m de altitud, en donde las fagáceas caducifolias fracasan a causa de los rigores del clima.

10. Pinar de umbría (Rhododendro ferruginei-Pinetum uncinatae)
Es la asociación principal del piso subalpino pirenaico, donde se instala en umbrías y zonas innivadas. Comparte su dominio con la asociación quionófoba Arctostaphylo-Pinetum uncinatae, con quien muchas veces forma mosaico. Agrupa pinares de pino negro con un desarrollado sotobosque leñoso dominado por Rhododendron ferrugineum, verdadera indicadora de la asociación. Corresponde a la vegetación climax del piso subalpino de los Pirineos en los lugares donde se alcanza una innivación notable. Ello excluye las zonas donde, por las condiciones topográficas (espolones o resaltes del terreno) o por las climáticas (laderas meridionales, etc.) hay una pequeña o efímera acumulación de nieve.

11. Pinar quionófobo de solana (Arctostaphylo uvae-ursi-Pinetum uncinatae)
En las áreas de escasa y fugaz cobertura nival del piso subalpino de los Pirineos la vegetación potencial pertenece a esta asociación de pinar. Se trata de unas formaciones ricas en arbustos prostrados, como la gayuba (Arctostaphylos uva-ursi) y el enebro rastrero (Juniperus communis subsp. alpina), coronadas por un estrato arbóreo de pino negro (Pinus uncinata), de densidad y talla variables. Alterna, en su papel de vegetación potencial, con la vegetación del Rhododendro-Pinetum uncinatae, notablemente más quionófila, y dominante, por ello, en la vertiente septentrional de la cordillera. Arctostaphylo-Pinetum es la vegetación potencial que ocupa la mayor parte del espacio en el subalpino de los Pirineos meridionales, dominando en las solanas, aunque tampoco falta, refugiada en espolones y resaltes rocosos, en las umbrías innivadas. El deslinde entre ambas asociaciones es evidente al comparar dos laderas opuestas que reciben muy distinto aporte de nieve, pero en áreas abruptas de complicado microrelieve, como son algunas zonas kársticas de las que un buen ejemplo es Larra, el propio terreno determina la existencia de un mosaico de teselas que se yuxtaponen en función del grado de permanencia de la nieve; los resaltes sobresalientes del manto nival tendrán la serie del Arctostaphylo-Pinetum y las concavidades donde se acumula la nieve, Rhododendro-Pinetum. (INDICE)

Marojales

12. Marojal (Melampyro pratensis-Quercetum pyrenaicae)
Los bosques dominados por el roble marojo, melojo, rebollo, tocorno o tozo, Quercus pyrenaica, se instalan, en una mayoría de los casos, sobre suelos arenosos filtrantes edificados sobre sustratos silíceos pobres en bases, las más de las veces areniscas. De modo general ocupan posiciones más xéricas que los robledales de roble común, tanto en lo topográfico: solanas inclinadas, zonas de cresta, suelos delgados, etc., como en lo climático. En el subsector Navarro-Alavés, menos lluvioso que los otros dos, es el tipo de bosque habitual sobre sustrato silíceo, o a veces margoso pero rico en arenas, en el piso colino superior y montano inferior. Su composición florística y estructura se asemejan a los de los tipos anteriores, al igual que las etapas de sustitución a que dan lugar cuando desaparecen. A pesar de tener más carta de naturaleza en lo navarro-alavés, donde actualmente se hallan los mejores ejemplos de este tipo de bosque como los Montes de Izki o las laderas meridionales del Gorbea, Elgea y Urkilla, hay notables territorios repartidos por los subsectores Santanderino-Vizcaino y Euskaldun oriental, especialmente en zonas costeras en las que dominan areniscas, donde la potencialidad corresponde al marojal; ejemplos notables son el Monte Jaizkibel, Mazmela (Escoriaza) y el monte Gorostiaga en Legazpia.

Como ya es habitual, los ejemplos navarro-alaveses están mucho mejor conservados que los demás, donde quedan escasas manchas de esta vegetación que ha sido sustituida por brezal-argomales y por cultivos madereros. En el caso de la zona de Izki, merece la pena resaltar que, actualmente, está cubierta de una muy importante masa de marojal, tal vez de las más extensas que existen en términos absolutos. Además, parte de ellos, especialmente los situados en piedemontes y zonas más bajas, sobre suelo menos lixiviado, son claramente basófilos, circunstancia singularísima dentro del contexto de los bosques de Q. pyernaica. Esta variante, menos conocida y documentada que la genuina silícícola, es otra particularidad geobotánica más de lo navarro-alavés. (INDICE)

Quejigares y robledales de roble peloso

Ambos conjuntos de bosques pueden ser comentados de modo agrupado por presentar notables analogías en lo referente a su ecología, estructura, composición florística y etapas de sustitución. Ocupan, sobre sustratos ricos en bases -principalmente margas- territorios sometidos a un ombrotipo subhúmedo o húmedo inferior, en los que la mediterraneidad climática, es decir la sequía de verano, se deja notar. Presentan, por ello, un evidente carácter submedíterráneo que se pone de manifiesto a través de la presencia de un repertorio de especies de tal carácter, empezando por los mismos Quercus faginea y Q. humilis (=Q. pubescens). Su estructura es la de un bosque un tanto luminoso, con un gran desarrollo del estrato arbustivo, principalmente compuesto por plantas espinosas, que hace estos bosques difícilmente penetrables. En lo referente a su distribución hay que señalar que éstas son en buena parte navarro-alavesas, donde sus áreas potenciales ocupan amplios espacios en las zonas donde las precipitaciones son menores de 1000 mm aproximadamente, y castellano-cantábricas, donde el quejigo se halla sobre todo en zonas con precipitaciones superiores a 600 mm. En los subsectores oceánicos es posible encontrar representación de ambos tipos de bosque, siempre ligadas a situaciones topográficamente xéricas y sobre substratos ricos en bases. De un modo general, en el territorio donde se encuentran, ocupan una posición intermedia entre los robledales mesofíticos navarro-alaveses, ligados a los fondos de valle y los hayedos basófilos de las montañas, más lluviosos y afectados por las nieblas.

13. Robledal de roble peloso (Roso-Quercetum humilis)
La influencia pirenaica en lo cántabro-euskaldun se deja notar más intensamente, como es lógico, en los tramos más orientales de su ámbito y una de las manifestaciones más visibles de este fenómeno en la presencia y dominio de estos robledales de roble peloso en el tramo navarro del subsector Navarro-Alavés. Esta zona corresponde, aproximadamente, a las comarcas de la Cuenca de Pamplona, Esteribar, Aezcoa y Urraul Alto. El límite occidental de los mismos se sitúa en el valle de la Burunda hasta Urdiain, ocupando las solanas cársticas del macizo de Aralar y de las umbrías de Olazagutia y Ciordia. Por el este, penetra ampliamente en el subsector Pirenaico occidental donde ocupa un ancho espacio en los valles y piedemontes hasta los niveles dominados por los que los hayedos o los pinares.

Sus similitudes y diferencias con los quejigares ya han sido comentadas, tan sólo cabe comentar un importante fenómeno que se produce en relación con ello; se trata de la serie de hibridaciones que se presentan entre Quercus faginea y Q. humilis, las cuales dan lugar a la aparición de todos los intermedios posibles entre ambos, especialmente en las zonas donde ambas especies se ponen en contacto (Rivas-Martínez & al 1990). Este tipo de robledal se extiende también por las zonas pedemontanas del Pirineo occidental, lo que nos da una idea del matiz que representa su presencia en lo cántabro-euskaldun.

Con las lógicas variaciones debidas a la aprovechabilidad para la agricultura de los suelos sobre los que se extiende su área potencial, este tipo de bosque presenta un estado de conservación parecido al quejigar; tal vez algo mejor. Como la sequía de verano es algo menor que en el caso del quejigar, el terreno del robledal de roble peloso resulta aún más idóneo para el cultivo del cereal, especialmente trigo, lo que ha causado su desaparición de las comarcas poco abruptas como la Cuenca de Pamplona, siendo origen del sustento y desarrollo histórico de dicha ciudad. En las zonas menos agrícolas, generalmente más montañosas, su estado de conservación mejora debido a la moderada presión humana a través del pastoreo, aunque ahora son cada vez más frecuentes las poblaciones de Pinus sylvestris en su área potencial favorecidas por un manejo selectivo en favor de la conífera, especialmente en las comarcas más orientales de su ámbito.

14. Quejigar navarro-alavés (Pulmonario longifoliae-Quercetum fagineae)
Los quejigares que se encuentran dentro del ámbito de este tipo constituyen una de las muy escasas representaciones de los bosques de Q. faginea fuera de la región Mediterránea o, lo que es lo mismo, dentro del mundo cantábrico. Lógicamente se hallan en aquellas zonas donde la influencia mediterránea mesetaria es más notable, lo cual sucede en la parte alavesa del subsector Navarro-Alavés. Ello es debido a que este territorio es más occidental que la Navarra Media, y, a pesar de las cortas distancias, es estadísticamente significativa la diferencia de continentalidad entre ambas -creciente hacia el este- así como de mediterraneidad -creciente en sentido inverso- (Loídi & Hérrera 1990). Ello es causa de algunas diferencias en la composición florística de estos quejigares en comparación con los robledales de roble peloso, a pesar de las ya comentadas similitudes.

Además de las hibridaciones de Quercus faginea con Q. humilis, también son frecuentes las que se producen con Q. pyrenaica y con Q. robur, e incluso las de éstos entre sí. Todo ello es causa de que en esta zona navarro-alavesa se hallen un sinfín de formas transicionales de mestos entre estas, y aun otras, especies. Así es conocida la comarca de Orduña, Ayala y Valle de Mena, donde muchos de los árboles son quejigos o híbridos de éste con robles; otros ejemplos son las zonas de la Llanada y Montes de Vitoria, del interior del Condado de Treviño, montes de Izki o de la sierra de Izco

El estado de conservación de estos quejigares es regular, variando por zonas. Así en las comarcas de Mena y Ayala se pueden encontrar buenos y extensos ejemplos de este tipo de bosque, mientras que en la mayoría de las zonas de la Llanada ha casi desaparecido. Es frecuente hallar en áreas de montaña amplios espacios cubiertos por quejigares juveniles en fase regenerativa, resultado del abandono de la actividad ganadera y extractiva de leña.

15. Quejigar castellano-cantábrico (Spiraeo obovatae-Quercetum faginae)
A pesar de mostrar un cierto matiz transicional entre lo mediterráneo y lo eurosiberiano, lo que en algunos casos aun ha motivado su calificación como subcantábricos o submediterráneos, estos quejigares castellano-cantábricos pueden, con mayor precisión, ser adjetivados como mediterráneos que necesitan un ombrotipo subhúmedo. Ello se pone de manifiesto por la existencia de una serie de plantas de este carácter en su composición florístíca. A causa de hallarse en el mundo mediterráneo, de veranos más xéricos, se instalan sobre suelos de tipo margoso con alta capacidad para la retención de agua. Se presentan en los pisos supra y mesomediteráneo, aunque, por ser en el sector Castellano-Cantábrico más lluvioso el primero, son más abundantes allí estos quejígares.

De estruct~ira cerrada, con abundantes espinos y zarzas, este quejígar de amplio espacio potencial está hoy día reducido a una escasísima representación. Esto se debe, como tantas veces sucede,a la feracidad de sus suelos margosos, tan susceptibles al cutivo cerealista. Ciertas especies como Spiraea obovata, Viburnum lantana, Rosa agrestis, Lonicera etrusca, Ligustrum vulgare, entre otras muchas, componen su cortejo florístíco. Sus etapas de sustitución son un espinal (Lonicero etruscae-Rosetum agrestis) que constituye su orla y después un matorral: gayuba con Genista occidentalís (A rctostaphylo-Genistetum occidentalis). (INDICE)

Carrascales y encinares

16. Encinar cantábrico (Lauro nobilis-Quercetum ilicis)
Bosques dominados por la encina, o Quercus ilex, que ocupan biótopos particularmente xéricos, casi siempre a causa de la topografía. En la mayoría de los casos se hallan ligados a zonas rocosas, con frecuencia calizas cársticas, cubiertas por suelos esqueléticos (litosoles) con muy escasa capacidad de retención hídrica y que, por ello, resultan muy secas. Su distribución es esencialmente santanderino-vizcaina, aunque también hay algunos encinares en el Subsector Euskaldún oriental, faltando por completo de lo navarro-alavés. Ello pone de manifiesto su preferencia por el clima oceánico y húmedo y, aunque hay importantes ejemplos de estos encinares en el interior, son más frecuentes en las comarcas costeras donde hay zonas en las que se pueden encontrar incluso sobre sustrato silíceo (areniscas). La práctica totalidad de ellos están confinados en los pisos termocolino y colino, aunque en algunos macizos como el de Udalaitz, se puedan encontrar encinares a alturas considerables, ya en el piso montano.

La presencia de un bosque esclerófilo de tipo mediterráneo en plena Cornisa Cantábrica es un hecho que, si bien es explicable por la proximidad del mundo mediterráneo y por la historia de los cambios climáticos y de la vegetación en el reciente Cuaternario, no deja de ser notable. Por ello, desde siempre ha llamado poderosamente la atención de los botánicos que han recorrido y estudiado esta zona. Esta vegetación, de matiz marcadamente mediterráneo provenzal, al parecer alcanzó la costa vasco-cántabra a través del valle del Ebro, tras superar los collados más bajos de la cadena de montes de la divisoria de aguas, probablemente en el período llamado xerotérmico, del postglacial.

Este tipo de bosque es portador, en su cortejo florístico, de un elenco de especies típicamente mediterráneas como el madroño (Arbutus unedo), el aladierno (Rhamnus alaternus), la zarzaparrilla (Smilax aspera), el labiérnago (Phillyrea latifolia), el laurel (Laurus nobilis), el brusco (Ruscus aculeatus), el rosal síempreverde (Rosa sempervirens) y otras, que hace de ellos el continente de la representación del elemento mediterráneo en esta zona atlántica, hecho de gran relieve biogeográfico. Muchas de estas plantas son arbustos y bejucos (lianas) que se presentan en gran abundancia formando parte del sotobosque. Ello hace que éste resulte en extremo enmarañado e impenetrable, constituyendo una de las características de este encinar en lo que se refiere a su estructura.

La inutilidad para la agricultura de los suelos sobre los que se asientan estos encinares ha sido la causa de que en la actualidad constituyan uno de los tipos de bosque mejor conservado de todo el territorio, habiéndose librado incluso de la tala para posteriores cultivos madereros. El abandono de las prácticas tradicionales de extracción de madera para leña y fabricación de carbón vegetal y de ciertos tipos de aprovechamiento ganadero más o menos marginal (ramoneo, etc.) a los que tradicionalmente estaban sometidos, ha conducido a una franca regeneración de los encinares. En consecuencia, hoy día presentan una estructura densa, cerrada e impenetrable, típica de bosque joven, con árboles pequeños y gran desarrollo del los estratos lianoide y arbustivo. Destacan, en este sentido, las masas que salpican los montes de las Encartaciones, del Duranguesado, de la ría de Gernika o del Amo (Mutriku). Sin embargo, en las escasas áreas en las que el encinar es potencial sobre sustrato silíceo, éste ha desaparecido casi por completo por ser, en este caso, los suelos susceptibles de otros aprovechamientos, incluido el maderero; ello hace que los encinares silíceos hayan de ocupar una posición destacada en el orden de prioridades para la conservación.

17. Carrascal supramediterráneo (Spiraeo obovatae-Quercetum rotundifoliae)
Como representantes genuinos del bosque mediterráneo en la Iberia central, los carrascales o bosques de Quercus rotundifolia cubren una notable extensión en el sur del País Vasco. Su variante supramediterránea en el alto Ebro, especialmente frecuente en el sector Castellano-Cantábrico, donde el piso supramediterráneo ocupa la totalidad de su superficie, se halla bastante bien representada. Ocupa los litosuelos calizos que abundan en las crestas y espolones de las sierras calcáreas del norte de Burgos y occidente de Alava, donde el quejigar no puede prosperar por las condiciones, en exceso xéricas, del suelo. En dicho territorio el quejigar ocupa sólo el espacio de las margas.

Poseen una estructura cerrada, con árboles bajos, un tanto achaparrados, entre los que viven arbustos como Spíraea obovata, L,onicera etrusca, Amelanchier ovalis, Rosa agrestis y cierto número de arbustos de la etapa de sustitución como Genista scorpius, Genista occídentalis, Erica vagans o Arctostaphylos crassifolia. En Alava se encuentran varios ejemplos notables de estos bosques, como los de las laderas sur de las peñas de Cuartango o los que hay en los montes rocosos de la comarca de Bóveda o Sobrón. También podemos encontrar estos carrascales en la franja supramediterránea del sector Riojano, como en las partes altas de las solanas de la sierra de Cantabria, Codés o en el valle del río Urederra, cerca de Estella. También dentro del territorio eurosiberiano del País Vasco hay interesantes ejemplos de estos bosques en peñas y riscos calcáreos, como en la sierra de Narvaiza, Dos Hermanas, monte San Cristóbal e incluso parte de los encinares de Ataun, Udalaitz, Peñas de Echagüe, etc., ya en la vertiente atlántica.

18. Carrascal mesomediterráneo (Querceutum rotundifoliae)
Casi idéntico en estructura al anterior, se diferencia de él por hacerse ya muy raras Spiraea obovata y Genista occidentalis y entrar Quercus coccifera, Bupleurum rigidum, B. fruticescens junto con otros táxones de carácter más mediterráneo.

Su área potencial abarca el amplio espacio mesomediterráneo del sector RiojanoEstellés, que, al ser de ombrotipo seco, propicia la extensión de estos carrascales por todo tipo de substratos, bien sean margas o calizas duras. Pocos restos se pueden encontrar en buen estado, debido a que casi han sido eliminados para aprovechar sus suelos para la agricultura. Viñedos, olivares y campos de cereales ocupan casi totalmente su área potencial, configurando el paisaje típico de la Rioja o de la Ribera Estellesa. En las escasas parcelas abandonadas por el hombre prosperan coscojares (Rhamno- Quercetum cocciferae) y salviares (Salvio lavandulifoliae -Ononidetum fruticosae), formaciones ambas que constituyen sus genuinas etapas de sustitución. (INDICE)

Bosques riparios

19. Aliseda cántabro-euskalduna (Hyperico androsaemi-Alnetum)
Los bosques riparios o de galería por excelencia del territorio que nos ocupa son las alisedas. Ello se debe a que predominan los cursos de agua pequeños y encajonados con un estiaje moderado, condiciones que propician el dominio de Alnus glutinosa, especie, por otro lado, de gran vitalidad. Ello no es obstáculo para que en los pocos ríos grandes que surcan el territorio, se pueda reconocer un sistema más complejo de bosques riparios con saucedas, choperas, etc.; sin embargo, en estos casos, la acción del hombre ha sido lo suficientemente intensa como para resultar realmente difícil su estudio. Las alisedas constituyen uno de los tipos de bosque que alberga mayor diversidad y que presentan una estructura más compleja. Comparten bastantes especies con los robledales basófilos, especialmente con sus versiones más húmedas, no obstante algunas plantas como Carex pendula, C. remota, Myosotis lamottiana o Circaea lutetiana y en menor medida Festuca gigantea , Bromus ramosus y Lathraea clandestina, pueden usarse para identificar el sotobosque de la aliseda.

Una de las prioridades tal vez más urgentes en el ámbito de la conservación en el territorio que nos ocupa es no sólo la conservación sino también la restauración de las ripisilvas. Los argumentos estrictamente biológicos bastarían para justificar tal afirmación, pero a ellos hay que añadir el efecto regulador de la torrencíalidad y de freno a la erosión que tienen las alisedas. Un paisaje con las alisedas bien conservadas incrementa muy notablemente el contenido y riqueza biológica del medio, pero también será una zona en la que los riesgos derivados de la torrencialidad estarán amortiguados. No olvidemos que los episodios de lluvias intensas con consecuencias no deseadas son Estadísticamente repetitivos en la vertiente oceánica del sector Cántabro-Euskaldun y las talas masivas de estas alisedas en las últimas décadas pueden haber perjudicado la regulación natural del régimen de los ríos.

20. Olmeda (Aro italicí-Ulmetum minoris)
Por el contrario, la porción meridional del País Vasco, ya metidos en la Región Mediterránea (tanto en el sector Castellano-Cantábrica como en el Riojano o el Bardenas y Monegros), está surcada por ríos más caudalosos, más lentos y que discurren por amplias vegas en las que se advierte la formación de terrazas. Esta situación, unida a la existencia de un clima de tipo mediterráneo, da lugar a que los bosques de galería estén dominados por olmos (Ulmus minor), muy distintos a los anteriores. Su área potencial puede ser, en ocasiones, amplia si la vega también lo es, y muchas veces se ve ensanchada artificialmente por el hombre a causa de los regadíos. Debido a la profundidad y feracidad de los suelos sobre los que se asienta, el hombre ha liquidado prácticamente este bosque, quedando de vez en cuando algún vestigio para labrar el terreno en régimen de regadío.

Estas olmedas pueden llegar a tener una gran talla y, como buen bosque caducifolio, albergan un crecido número de plantas de cariz eurosiberiano como zarzas, espinos, ciertos geófitos y hierbas téneras. No obstante, algunas especies como Fraxinus angustifolia, Vitis sylvestris o Populus alba les confieren cierta personalidad florística. (INDICE)

SITUACIÓN GENERAL DE LOS BOSQUES EN RELACIÓN CON LA ACTIVIDAD HUMANA

Antecedentes históricos

Como es sabido, la acción del hombre ha sido de diversa intensidad y alcance en las distintas épocas de la historia, pero lo que sí queda claro es que, desde épocas bastante remotas, ha sido bastante o muy intensa y ha modificado profundamente el paisaje vegetal de los países en los que ha vivido y vive. Parece fuera de toda duda que la temprana aparición de la ganadería, en el neolítico, causó el primer gran retroceso del bosque a manos del hombre ayudado por la más eficaz arma deforestadora: el fuego; aparece ya la asociación pastor-fuego que no nos abandonará hasta nuestros días. Después aparece la agricultura y la sedentarización de las sociedades humanas; ello demanda nuevas tierras y conduce al surgimiento de sociedades más complejas. Estos avances en la capacidad de explotación del medio no se dieron en las sociedades humanas de un modo geográficamente homogéneo y la adquisición de una u otras capacidades dependía, por un lado, de la oportunidad de transmisión de las nuevas técnicas por parte de pueblos vecinos y, por otro, de las condiciones objetivas del medio natural sobre el que vivían. En este contexto es fácil imaginar que la distribución de ‘la población humana en el territorio ya distaba de ser homogénea. En las zonas más propicias para la labranza, en consonancia con los medios técnicos de la época, se registraban las mayores concentraciones humanas, las dedicadas a la ganadería tenían una densidad menor y en aquellas que aun subsistía el sistema primitivo de explotación basado en la caza, la recolección y algunas formas rudimentarias de cría de animales y cultivo de plantas, aún menor.

En el territorio que nos ocupa, tras el consabido largo período paleolítico con predominancia de sociedades de cazadores-recolectores, que realmente causaban pocas modificaciones en los bosques naturales, se va introduciendo la ganadería. Este proceso tiene lugar al principio por las zonas en las que la deforestación era más fácil, es decir en el piso montano, donde la regeneración de la vegetación tras el fuego es más lenta y permite una más fácil conversión del terreno en pastizales. Ello debió afectar sobre todo a hayedos, robledales de roble albar, marojales, quejigares y robledales de roble peloso. Los robledales colinos, especialmente los eutrofos, al ser más impenetrables y difíciles de reconvertir a pastizal con un manejo ganadero de tipo extensivo, que era el que probablemente se practicaba, quedaron menos afectados. Como consecuencia el piso colino de los subsectores oceánicos permaneció al margen de esta primera gran revolución socioeconómica, para seguir siendo explotado por una exigua población de recolectores que al parecer se concentraba en las comarcas costeras.

El advenimiento de la agricultura, proveniente sin duda del área mediterránea, afecta aún más desigualmente al territorio, desarrollándose en las zonas llanas sobre suelos suficientemente livianos donde las primitivas técnicas agrícolas podían tener éxito. El resultado es que, ya en época romana, había algunos núcleos, básicamente en la Llanada Alavesa y en la Cuenca de Pamplona, donde se desarrollaba una actividad agrícola que permitía incluso una modesta vida urbana. Estos estaban rodeados de una sociedad eminentemente pastoril que habitaba las montañas en medio de un paisaje complejo y estable donde alternaban los espacios abiertos y los bosques huecos o dehesas, dedicadas al pastoreo, con zonas de bosque cerrado en los lugares menos accesibles o propicios. En la vertiente atlántica se mantuvo el dominio del bosque cerrado, más o menos virgen, que sostenía una población mucho menos densa y en estado cultural más primitivo, lo que explica, en cierto modo, el escaso interés que tenían los romanos por dicha zona.

El largo período medieval comporta una serie de cambios graduales pero de gran profundidad y alcance en la estructura demográfica del territorio, lo que tiene importantes repercusiones en sus masas forestales. La Baja Edad Media conoce el nacimiento y consolidación de las primitivas monarquías cristianas del norte peninsular, en nuestro caso básicamente Navarra y más tarde Castilla. Su núcleo original se forma en base a los centros anteriores, ya consolidados de las épocas romana y visigoda, como son la comarca de Pamplona y su área de influencia. La sociedad agropastoril preexistente en lo que conocemos como subsector Navarro-Alavés, constituyó la piedra angular del primitivo entramado socioeconómico y político de aquellos reinos. Al principio, por tanto, las comarcas atlánticas debían de seguir poco pobladas y cubiertas de espesos bosques; quizás a altitudes superiores a 600 msm, en el dominio del hayedo, se hallara un tipo de explotación pastoril más avanzado y comparable al que debía de ser dominante en lo navarro-alavés. Esta situación contrasta con la que se produjo en Asturias y al menos buena parte de Cantabria, donde el empujón musulmán concentró población en estos países y los introdujo de lleno en la civilización agroganadera.

El posterior auge de ambos reinos: Navarra y Castilla, propicia el desarrollo, a partir del siglo XI, de las zonas santanderino-vízcainas y euskaldun orientales. Se despliega una intensa actividad fundadora de villas que va introduciendo un modelo análogo al imperante en los territorios navarro-alaveses. Esta transformación es bastante rápida y ya en los siglos XIII y XIV se puede considerar que estas zonas están totalmente incluidas en el sistema agroganadero antes mencionado. Tan sólo cabe señalar, con respecto al tipo de poblamiento, que, junto con las villas, pueblos y aldeas, donde vivía una parte de la población, éste era principalmente disperso y habitaba en caseríos aislados unos de otros. Estos caseríos, habitados inicialmente por medieros o arrendatarios que con el tiempo iban accediendo a su propiedad, practicaban un policultivo combinado con la cría de ganado, tendente a asegurar, en la medida de lo posible, la satisfacción de todas las necesidades de sus habitantes además del pago del arrendamiento; el tamaño de la explotación quedaba asegurado por un sistema sucesorio fundamentado en la primogenitura. Esta estructura debió de ser consecuencia tal vez de una herencia cultural del pasado combinada con la primitiva estructuración de la propiedad de la tierra y con las particulares condiciones del clima, substrato y medio biológico de la región. Esto marca, una vez más, una diferencia con lo navarro-alavés que se ha mantenido hasta nuestros días, donde el poblamiento es de tipo concentrado en agrupamientos más o menos pequeños y el caserío aislado es muy raro. Las consecuencias para el bosque debieron ser importantes y es de suponer que se produjo una drástica reducción de su superficie acompañada de un ahuecamiento de algunos de ellos para ser explotados en sistema de dehesa además de una intensificación de las actividades extractivas en los que quedaron. Como quiera que prácticamente todo el poblamiento sedentario se instaló en el piso colino, éste debió de sufrir el impacto del establecimiento y desarrollo de la sociedad agroganadera, mientras que el piso montano, de penetración tal vez más antigua por los primitivos pastores, pasó a ser una zona utilizada como pasto de verano en un régimen de trashumancia local de ganado principalmente lanar. De esta manera se conforma el sistema de ocupación y aprovechamiento del territorio que ha imperado, con modificaciones más o menos coyunturales, hasta la actualidad.

El desarrollo del mercantilismo y de la incipiente industria siderúrgica a partir de los siglos XIV y XV, va a tener una importancia decisiva sobre los bosques cántabro-euskaldunes. El final de la Edad Media y el comienzo de la Moderna coinciden con el incremento del tráfico marítimo con los países del norte de Europa primero y más tarde con América; ello desarrolla la construcción naval e incrementa la demanda de madera para tal fin. Las necesidades para este capítulo llegan a ser tan importantes en siglos posteriores que la Corona llega a ocuparse directamente de que se conserven y destinen los bosques necesarios para la Marina Real. No obstante, con seguridad de mayor trascendencia que la construcción naval, fue para los bosques la actividad siderúrgica que se efectuaba en las ferrerías, con gran consumo de carbón vegetal. Esta industria tuvo un importante desarrollo a partir de finales de la Edad Medía y alcanzó su plenitud en los siglos XVI al XVIII, comenzando su declive a mediados del XIX por la competencia de la industria que utilizaba carbón mineral. El hierro y acero producidos se exportaban a todos los territorios de la Corona e incluso al exterior. Las ferrerías, estaban radicadas principalmente en los subsectores oceánicos, y fue en ellos donde se produjo con mayor intensidad el aprovechamiento de los bosques para hacer carbón vegetal. Esta actividad es la responsable de esa particular morfología trasmocha en los árboles, sobre todo en las hayas, que ya hemos comentado.

El desarrollo económico causado por las actividades antedichas, que fueron favorecidas por el descubrimiento y colonización de América, produjo un sustancial aumento demográfico, el cual fue posible también por la introducción de cultivos procedentes del Nuevo Mundo como el maíz o las alubias. Ello permitió que la población humana se multiplicara y con ella las necesidades alimentarias y, por tanto, la superficie destinada al cultivo y a pastos. En todo este período, que culmina con el comienzo del siglo XIX, se produce una progresiva e inexorable deforestación, sobre todo en lo santanderino-vizcaíno y euskaldun oriental. No obstante la pervivencia de un porcentaje significativo de tierras comunales o propiedad de la Iglesia permitió la subsistencia de algunas superficies boscosas, las cuales eran, por otro lado, objeto de la atención de diversos entes públicos, desde la Marina hasta las Diputaciones. Estas, imbuidas de un espíritu ilustrado que empezaba a ocuparse de la agronomía como una ciencia, estaban preocupadas por la disminución de las superficies arboladas y el desequilibrio que ello suponía al reducir, entre otras cosas, la cantidad de mantillo extraíble de los bosques, fuente de fertilizante para los cultivos, de gran importancia en la época.

El siglo XIX conoce una aceleración de los procesos deforestadores principalmente porque, en su primera mitad, tienen lugar una serie de acontecimientos que modificarán la estructura de la propiedad de la tierra. Las guerras, empezando por las de la Convención (1794) y siguiendo con las de la Independencia (1808-1813) y la primera Carlista (1833-1839), crearon situaciones difíciles; para su manutención, los ejércitos ocupantes exigían de los entes públicos, como ayuntamientos y diputaciones, fuertes exacciones que éstos sólo podían pagar enajenando bienes patrimoniales. Así se produjo una reducción notable de la propiedad pública que pasó a manos privadas. Más tarde, las leyes desamortizadoras, sobre todo la de Mendizábal (1837) y la de Madoz (1855), culminaron este proceso con lo que la inmensa mayoría de la tierra especialmente en Guipúzcoa y Vizcaya, quedaba en manos privadas y fue puesta de inmediato en explotación para atender las necesidades alimentarías de una población creciente. Además en este siglo se consuma la unión aduanera de la parte peninsular del Estado Español, lo que permitirá los grandes desarrollos económicos posteriores.

El final del siglo XIX y el comienzo del XX coincide, probablemente, con el mínimo histórico de superficie arbolada en el sector Cántabro-Euskaldún; no obstante había diferencias entre los subsectores oceánicos más deforestados y el subsector Navarro-Alavés, donde el tipo de poblamiento, la existencia de una mayor proporción de terreno comunal o público y la menor densidad de población, consecuencia a su vez de un menor desarrollo industrial y mercantil, permitió una mayor extensión y mejor estado de las masas forestales. A partir de este momento entramos en un nueva fase que es la que conducirá al estado actual. En ella se producen los siguientes hechos trascendentales:
1- aceleración del desarrollo industrial de la vertiente atlántica pero con progresivo abandono de las ferrerías y disminución de la demanda de carbón vegetal; paralelemente se registra un fuerte aumento de la necesidad de mano de obra;
2- generalización del transporte por ferrocarril, lo que abarata los productos importados, especialmente los alimentarios, de los que algunos de ellos, como el trigo, empezarán a competir con creciente ventaja con los autóctonos.
Ambos conducen a una situación en la que la explotación de policultivo del caserío empieza a ser menos rentable a la vez que crecen las oportunidades de hallar trabajo estable y relativamente mejor remunerado en la industria o la minería. El resultado, bien conocido y documentado, es el abandono, casi generalizado, del caserío y el traslado de la mayoría de la población rural a los centros urbanos. Sin embargo ello no implica un a modificación en la estructura de la propiedad rural y las tierras abandonadas se van plantando con especies arbóreas exóticas de crecimiento rápido, principalmente Pinus radiata, cuya introducción tiene lugar en el siglo XIX por Adán de Yarza. El presente siglo, pues, contempla una completa pinarización del paisaje colino de la vertiente oceánica del País Vasco, que en Cantabria halla su paralelo con los eucaliptos. Este fenómeno, por el contrario, no se produjo en el subsector Navarro-Alavés -de nuevo surge la diferencia- donde quizás una agricultura más rentable y un menor desarrollo industrial ayudó a mantener el territorio menos ocupado por los cultivos madereros y más por los sistemas de explotación agrícolas y ganaderos. (INDICE)

Situación actual

Los cultivos madereros de pinos y de eucaliptos son los protagonistas actuales del paisaje del piso colino de los subsectores oceánicos del ámbito geográfico que nos ocupa. Los bosques naturales sólo se hallan en una proporción significativa en algunas zonas del piso montano, en las áreas de encinar y en el subsector Navarro-Alavés. El siguiente cuadro da una imagen de esta situación, expresada porcentualmente, para la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV), donde la proporción frondosas/coníferas es prácticamente inversa en Alava con respecto a las otras dos provincias (*)

 

Frondosas

ConíferasBosque mixto
Alava69.924,95.2
Vizcaya21.176.82.1
Guipúzcoa28.770.70.6


Los cultivos de Pinus radiata cubren en la CAPV 162.976 Ha, de los que sólo el 13.5 % de ellas se hallan en montes públicos.

Para hacernos una imagen de las proporciones de las distintas especies de importancia forestal en la CAPV, de las 384.750 Ha de superficie arbolada,

Pinus radíata supone el 

42 %

Fagus sylvatica supone el 13 %
Encina supone el   7 %
P. sylvestris supone el   4 %
Robles supone el   3 %

(*) Datos extraídos de la obra "Análisis y Diagnóstico de los Sistemas Forestales de la CAPV" y del "Anuario Estadístico del Sector Agroalimentario de la CAPV" de 1990.

La producción de madera en la CAPV tiene una notable importancia económica. A título de ejemplo basta considerar los 2.834.575 m3 producidos en 1990 según las cuentas del sector agrario. En 1989 el subsector forestal produce por valor de 5.213,8 millones de ptas. que significan el 15.4 % de la producción total agraria de la CAPV. Este patrimonio se halla además bastante cuidado, o al menos no atacado, de manera que por ejemplo la incidencia de los incendios forestales es realmente pequeña. Con respecto al número de estos incendios acaecidos en algunos años, vamos a comparar 1989, en el que hubo una incidencia extraordinaria de este fenómeno a causa de la sequía y la frecuencia de días con viento sur, y un año más normal como 1990:

1989: 858 incendios con 27.238 Ha quemadas (sobre todo en Vizcaya)
1990: 210 incendios con 459 Ha quemadas

El turno de corta para P. radiata, sin duda la especie más importante, oscila de los 30 a los 35 años y la productividad media se cifra en 13,17 m3/Ha y año.

De manera resumida, podemos señalar que la situación actual, en lo que respecta a la silvicultura, es de un casi monocultivo de Pinus radiata que ocupa casi en exclusiva las zonas colinas (por debajo de los 600 msm aproximadamente) de la vertiente atlántica. Estas plantaciones resultan además rentables; no olvidemos que la inmensa mayoría de estas explotaciones están en manos privadas. Las expectativas, cara a la integración económica con Europa, parecen favorables para los cultivos madereros ya que los países de la UE, en su conjunto, son altamente deficitarios en madera y ese déficit tiende además a incrementarse. Los aprovechamientos de otras especies tienen menor importancia; de entre las caducifolias autóctonas la más notable es el haya, que se desarrolla en bosques naturales en el piso montano. Tienen cierta importancia asimismo Pinus sylvestris (sobre todo en lo navarro-alavés), Larix kaempferi, Chamaecyparis lawsoniana, Quercus rubra, Eucalyptus globulus (importante en Cantabria) y otros, aunque a gran distancia del pino de Monterey.

Ante esta situación, desde una óptica de armonización de la conservación de la naturaleza con las necesidades de la economía y considerando los cultivos madereros como un tipo más de agricultura, es razonable aceptar el que se dedique una parte importante de la superficie del territorio a ellos, tal y como ya está. Sin embargo estamos muy lejos de poder considerar a los cultivos madereros, sobre todo si se trata de especies exóticas, como una excelencia naturalística por mucho que podamos mostrar incrementos en unos u otros parámetros que señalen circunstancias en principio favorables desde un punto de vista naturalístico. Estos pueden ser mantenimiento de la profundidad del suelo, de su estructura, reducción de la acción erosiva de los agentes gracias a propiedades tales como el alto índice de intercepción de la precipitación directa, etc., sin embargo la producción a gran escala y la conservación de la naturaleza son cosas que rara vez se pueden armonizar y hay que decidirse, si queremos hacer conservación en alguna zona, a renunciar a la gran producción y a asumir los costes sociales y económicos que ello conlleva. La naturaleza actúa según sus fuerzas, que son espontáneas e independientes a la voluntad del hombre y si queremos conservar algunas zonas más naturales (que es lo mismo que menos artificiales) han de estar pobladas de especies autóctonas, es decir al menos no sembradas por el hombre.

Parece evidente que una cosa será tanto más natural cuanto menos intervenida sea por el hombre; natural se contrapone a artificial. En consecuencia, y si nos atenemos al discurrir de la historia, prácticamente ninguno de nuestros bosques es verdaderamente natural, ya que todos han sido intervenidos en distinto grado, incluso muchos de ellos han sido talados y han vuelto a crecer. Por eso cuando hablamos de bosques naturales, lo hacemos con las inevitables reservas pero, no obstante lo hacemos porque con este término queremos expresar aquellas formaciones arboladas que no han sido plantadas por el hombre y cuya existencia actual se debe a sus propios mecanismos de propagación. Esto último es garantía de que dichas poblaciones están en armonía con las condiciones del medio, ocupan su biótopo natural, y forman parte del verdadero ecosistema natural. Por ello, reservamos, tal vez de una manera un tanto académica pero con una intención de precisar en lo posible, el término b o s q u e a las formaciones de este tipo y designamos como cultivos madereros a esas plantaciones de especies arbóreas exóticas cuyo fin primordial es producir madera. En sentido estricto, incluso las plantaciones de especies autóctonas, es decir de la flora regional, fuera de su área potencial debe considerarse como un hecho "contra natura" y, como tal, cabe compararlo más con los cultivos arbóreos de exóticas que con un verdadero bosque. Este sería el caso de hacer una plantación de hayas en una zona seca del piso colino o de Quercus ilex a 1000 msm en una montaña silícea. Es muy importante tener en cuenta este último extremo especialmente cuando, bienintencionadamente, se pretenden hacer plantaciones de especies autóctonas en algún lugar sin tener muy claro cual es la vocación de ese terreno.

Si se aceptan estas ideas sobre lo natural y lo artificial hay también que aceptar que los cultivos madereros resultan un tipo de agricultura bastante menos impactante que la de plantas anuales como el cereal o las patatas. El suelo se remueve menos y muy de cuando en cuando y las técnicas de eliminación de competidores (malas hierbas, limpieza, entresaca, etc.) tienen mucho menor alcance. Son unos arbolados bajo los cuales crece una cobertura, generalmente continua de plantas silvestres que, como mucho, se trata de mantener a raya para que no compita en exceso con el árbol que se cultiva. Por supuesto que la naturalidad disminuye en cuanto el laboreo a que se someta el suelo sea más intenso y profundo; por ello resulta preocupante la generalización de labores profundas preparatorias para la siembra de plantones tras cada cosecha, y tanto más si el terreno es pendiente. En cualquier caso, los cultivos madereros son un tipo de agricultura de baja intensidad pero de gran extensión y es ahí precisamente donde radica el problema naturalístico que causan pues afectan al paisaje de amplias zonas, con frecuencia montañosas, donde generalmente se habían mantenido los ecosistemas menos alterados, conformadores de un paisaje de mayor calidad y contenedores del patrimonio genético del territorio. (INDICE)

Perspectivas

Ante el cuadro antes descrito, con importantes agentes económicos involucrados en el mundo de la madera, y como consecuencia del crecimiento continuo de la opinión, y consiguiente presión social, en favor de la conservación de la naturaleza y de la calidad del medio ambiente, se ha generado un debate social en el que se discute la conveniencia de los cultivos madereros. Las administraciones públicas, sobre todo las diputaciones y los ayuntamientos, hasta el momento, han venido manejando sus montes como si de propietarios privados se tratara, lo cual es comprensible dado el estado de la opinión pública en períodos anteriores. En la actualidad, y como consecuencia de lo antedicho, se está produciendo un cambio de actitud que habrá de proseguir en lo sucesivo.

Tanto las Comunidades Autónomas como las diputaciones e incluso algunos ayuntamientos, han empezado a realizar algunas acciones, todavía tímidas, pero inequívocas, acordes con la filosofía conservacionista. Dado que la conservación y restauración de los bosques, como el tipo genuino de vegetación más natural y valiosa, no es por el momento responsabilidad del sector privado, las instituciones públicas deben ser las que empiecen a hacerse cargo de estas cuestiones, especialmente en la vertiente atlántica, donde, para algunos tipos de bosque, la situación es alarmante. Como ya hemos constatado repetidas veces, la situación es distinta en los subsectores oceánicos frente a la parte navarro-alavesa, tanto en lo que respecta al estado de conservación de los bosques como de la estructura de la propiedad de la tierra. Como quiera que la situación es mucho más deteriorada en los subsectores oceánicos, la acción conservacionista y restauradora es más urgente y ha de ser más intensa; no obstante ello tropieza con las verdaderas causas de dicho estado que en buena medida se deben a la estructura de la propiedad de la tierra. Una polítca tendente a conservar el medio ambiente adaptada a la vertiente oceánica de la CAPV debe:

1- utilizar los montes públicos, que en este caso no son muchos, como espacios para la protección y, en su caso, restauración de la vegetación natural potencial (bosque), abandonando su utilización para el cultivo maderero; esta actividad se puede dejar en manos privadas.

2- incrementar el patrimonio público a través de compras orientadas a la adquisición de parcelas o superficies que tengan un mayor valor naturalístico.


3- diseñar una política de racionalización del uso del territorio para fines forestalistas que, a través de una reglamentación adecuada, tienda a:

a- circunscribir los cultivos madereros en las zonas donde éstos resulten más rentables, abandonando las partes menos apropiadas por causas climático-topográficas en favor de una restauración del bosque verdadero.
b- tratar de limitar, o incluso erradicar, las labores del terreno que supongan un peligro de erosión y pérdida de suelo.
c- favorecer la intercalación de fajas o hileras, aprovechando tal vez bordes de caminos y lindes, de arbolado de especies caducifolias autóctonas para evitar la monotonía y fragilidad de manchas extensas de cultivo. Ello incidirá favorablemente el la biodiversidad faunística y florística de la zona sin merma importante de la superficie dedicada a la producción.
d- respeto absoluto a los bosques de galería, en este caso alisedas. Restauración de los mismos allá donde hayan sido eliminados.
e- favorecer el cultivo de especies caducifolias exigentes, como el cerezo, en zonas de vaguada donde los suelos son más profundos y ricos. Ello, aunque no deje de ser también un cultivo maderero, está más en armonía con las condiciones edáficas de tales lugares y se aproxima, en cierta medida, al bosque natural que habría en ellos.
f- mantener las zonas de bosque natural no sujetas a protección especial de modo que su aprovechamiento se haga de forma que no peligre su supervivencia. Esto fundamental en las zonas montanas de hayedo y en el subsector Navarro-Alavés, donde quedan muy importantes bosques naturales.

4- paralelamente, es necesario crear la infraestructura y adquirir la experiencia necesarias para acometer las restauraciones de bosque natural con las debidas garantías, tanto técnicas como científicas, y de forma que se pueda satisfacer su demanda futura.

En este sentido, hay una cierta reacción de las administraciones. Se ha iniciado, por parte de algunas de ellas, la creación de una red espacios protegidos, en su mayor parte Parques Naturales, en zonas en las que ya hay con anterioridad una serie de elementos de valor que lo hacen acreedor. En ocasiones estos Parques Naturales están nucleados en torno a zonas montañosas en las que subsisten formas de propiedad y uso comunales de la tierra, circunstancia que ha permitido la subsistencia de paisajes y también bosques de elevado valor naturalístico. Toda vez que esta red igualmente abarca territorios degradados, es posible iniciar, sobre algunos de ellos, experiencias para la restauración de los bosques naturales en coordinación con las entidades que los gestionan. (INDICE)


Javier Loidi, Laboratorio de Botánica. Departamento de Biología Vegetal y Ecología-UPV/EHU. Ap. 644. 48080 Bilbao

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