La participación de las mujeres en la actividad política
* Traducción al español del original en euskera
Arantza Urkaregi

Es evidente que el movimiento feminista, en sus 25 años de vida, ha producido significativos cambios en la condición de las mujeres, quienes paulatinamente han ido adentrándose en esferas hasta ahora consideradas exclusivamente masculinas, tales como la universidad, el mundo laboral, el deporte, etc. Sin embargo, hay un campo que sigue perteneciendo a los hombres: la actividad política.

Aunque somos muchas las que participamos en los movimientos sociales y el número de mujeres involucradas en la política no cesa de aumentar, todavía no se nos concede el mismo peso que a los hombres, y, ciertamente, somos muy pocas las mujeres que estamos en los centros de toma de decisiones.

La importancia de la subjetividad
En teoría, nada nos impide participar en la política. En los partidos políticos de izquierda, la igualdad entre el sexo femenino y masculino es un principio ampliamente reconocido. Basta con echar una mirada a las mujeres que forman parte de los partidos y movimientos sociales de la izquierda para constatar cómo han rechazado los roles tradicionalmente asignados a la mujer, disfrutan de su independencia económica y se oponen a la sumisión a los hombres. Sin embargo, es evidente que en estas mismas organizaciones se produce, al mismo tiempo, una cierta división sexual de las tareas. Casi la totalidad de los centros de decisión están constituidos por hombres, mientras que hay un mayor número de mujeres en tareas subsidiarias, de apoyo. ¿Por qué? ¿Qué se puede hacer?

A la hora de abordar el tema del cambio social, es necesario precisar que no basta con modificar las condiciones materiales; es imprescindible cambiar mentalidades y actitudes. Para ello, tenemos que detenernos en un aspecto al que hasta ahora apenas se le ha prestado la debida atención: la subjetividad.

En los partidos de izquierda apenas se ha concedido importancia al aspecto subjetivo, ya que existía el convencimiento de que las posturas humanas venían definidas por las condiciones materiales. Pero es evidente que la relación entre el ser social y la conciencia es bastante más compleja. Cierto que las condiciones materiales influyen en la mentalidad y actitud de las personas, pero no son los únicos factores determinantes. Tenemos la capacidad de reinterpretar el mensaje que nos han inculcado desde nuestra infancia; no somos consecuencia, sin más, de las condiciones materiales.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que la modificación de las condiciones materiales se produce normalmente antes que el cambio de la subjetividad, dado que los cambios de mentalidad y actitudes necesitan más tiempo.

La antropóloga feminista Marcela Lagarde (1) afirma que a las mujeres se nos educa para "estar al servicio de los demás", mientras que a los hombres se les inculca un carácter más "autónomo", en la idea de "ser-para-sí". La vida de las mujeres tiene por finalidad procurar el bienestar de las personas, actuar con la máxima calidad y hacer lo imposible por la vida de los demás, una serie de principios que se reflejan igualmente en el mundo político. Aunque la presencia de las mujeres en este ámbito es cada vez mayor, por lo general nos situamos en un segundo plano, en plena y constante disposición de ayuda a los demás. Pocas veces nos mostramos dispuestas a asumir responsabilidades.

A las mujeres nos falta alcanzar el "ser-para-nosotras", la "mismisidad" que reivindica Marcela Lagarde. No nos acabamos de dar cuenta de que quienes nos necesitan no son sólo terceras personas, sino que, en primer lugar, somos imprescindibles para nosotras mismas.

Un necesario cambio de los valores
Qué duda cabe de que ni todas las mujeres somos iguales, ni somos fruto exclusivo de los mensajes que lanza la sociedad, pero es innegable que los cambios que han tenido lugar en la población no han llegado a calar todavía en la formación de la subjetividad de las mujeres. En mi opinión, todavía hay valores o rasgos que bien podríamos calificar como "femeninos", lo que no significa que tales valores sean atribuibles en exclusiva a las mujeres, ni que los desarrollen todas las mujeres. Lo que quiero decir es que las características relacionadas con el hecho de "estar al servicio de los demás" se evidencian más frecuentemente en las mujeres que en los hombres.

Aun cuando se imparte una educación mixta, a niños y niñas con frecuencia se les inculcan, inconscientemente, valores distintos: a las niñas, los ligados con las relaciones; a los niños, la importancia de alcanzar los objetivos marcados. La psicóloga Jane Baker-Miller (2) sostiene que la subjetividad femenina, el yo femenino, se basa en las relaciones, en contraposición al yo basado en los logros de los hombres. Así, a las chicas se les inculcan valores como la afectividad, el trato con las personas que nos rodean, etc., mientras que a los chicos se les insiste en ideas como la valentía, la seguridad en sí mismos, ...

Algunas feministas partidarias de la diferencia proponen una actividad política basada en los mencionados valores "femeninos". Aunque yo personalmente no comparto esa postura, estoy convencida de que sí debemos dar más importancia a nuestro lado subjetivo. Las mujeres tenemos que aprender a desarrollar otra serie de valores basados en nuestros logros (la capacidad de hablar en público, la confianza en nosotras mismas, la disposición a asumir todo tipo de responsabilidades, etc.), del mismo modo que los hombres tienen que desarrollar los valores basados en las relaciones humanas.

Todo ello, sin olvidar que los valores y costumbres que imperan en la política nada tienen que ver con aquellos que asumimos la mayoría de las mujeres. He ahí uno de los motivos que explican la escasa participación política de las mujeres.

La necesidad de cambiar la forma de entender la política
Una mayor presencia de las mujeres en la actividad política no sólo exige un cambio en los valores que se inculcan a hombres y mujeres, sino que además se debe modificar la forma de hacer política.

El mundo político actual, por ejemplo, fomenta el liderazgo. Así, las organizaciones políticas son representadas por una sola persona que actúa como portavoz y que es quien da la imagen de la misma, un papel que requiere grandes dosis de autoconfianza, tener como máxima prioridad la política, relegar las relaciones personales a un segundo plano, etc.

Habrá que introducir cambios en la forma de hacer política, como abogar por la implantación de una imagen colectiva en lugar de la figura del líder, impulsar el trabajo colectivo en lugar del individual, sacar a la luz el trabajo que no recibe reconocimiento alguno, impulsar modelos participativos en lugar de los jerárquicos, adoptar medidas que permitan compaginar la vida personal y la vida política, ... Estoy convencida de que, si llevamos adelante esta serie de medidas, conseguiremos, sin duda, una mayor presencia de mujeres en la política.

Por otra parte, la mayoría de los análisis políticos realizados no ha prestado ninguna atención a los problemas políticos presentes en la vida privada, los ocasionados por la sexualidad, el valor económico de las tareas domésticas, la obligación de atender a las personas, ... El estudio de la realidad socio-política en el ámbito socio-económico, institucional, urbanismo, enseñanza, deporte, etc., debería incluir la perspectiva de género. Las propuestas sobre la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres deberían recorrer todos los campos. Y estoy segura de que, cuando hayamos conseguido esto, las mujeres nos sentiremos más familiarizadas con los temas políticos.

La implicación de los hombres
Toda esta serie de cambios, sin embargo, difícilmente podrán ser llevados a cabo sin la implicación de los hombres. La gran mayoría de los pasos que se han dado hasta ahora los hemos dado las mujeres. Hemos sido nosotras quienes hemos hecho el esfuerzo de compaginar la vida familiar y la vida política. Hemos sido nosotras quienes hemos luchado contra los obstáculos que nos impedían participar en la vida pública. Ya es hora de que los hombres participen también en la lucha por la igualdad de oportunidades para ambos sexos.

Los hombres tendrán que renunciar a privilegios y cambiar ciertos hábitos. Así, por ejemplo, deberán dejar de participar en todas las mesas redondas y programas radiofónicos, de pronunciar todos los mítines (quizás se deberán conformar con limitarse a presentarlos), tendrán que aprender a guardar silencio en las reuniones para que se pueda escuchar la voz de las mujeres, en lugar de hablar sin respiro aun cuando nada tienen que decir, tendrán que aprender a escuchar nuestros mensajes, a no dejar exclusivamente en nuestras manos la lucha contra las agresiones sexuales o la denuncia de que la pobreza tiene rostro de mujer, ... Y es que los hombres tienen también mucho que hacer en favor de la participación igualitaria de hombres y mujeres en política.

Aun cuando el protagonismo tenga que recaer en nosotras las mujeres, creo que el cambio de la imagen masculina que muestra el mundo político concierne tanto a mujeres como a hombres.


(1) Claves éticas para el feminismo en el umbral del milenio. Seminario "Política y cuestiones de género", junio del 2000. Emakunde. (VOLVER)
(2) Hacia una nueva psicología de la mujer. Ed. Paidós. 1992.
(VOLVER) 
  Arantza Urkaregi, profesora de la UPV/EHU y concejala de EH de Bilbao

Euskonews & Media 119.zbk (2001 / 4 / 20-27)


Dohaneko harpidetza | Suscripción gratuita | Abonnement gratuit |
Free subscription


Aurreko Aleak | Números anteriores | Numéros Précedents |
Previous issues


Kredituak | Créditos | Crédits | Credits

Eusko Ikaskuntzaren Web Orria

webmaster@euskonews.com

Copyright © Eusko Ikaskuntza
All rights reserved