El
25 de julio de 1885, Vitoria vio nacer al que sería uno
de sus más ilustres y a la vez poco conocidos hijos, Angel
de Apraiz y Buesa. Creció siendo el mayor de una acomodada
familia de nueve hermanos, bajo la atenta mirada de sus padres,
Odón de Apraiz y Sáenz de Elburgo y Julia Buesa
Martínez del Campo. El inmueble donde residieron, era el
ocupado en los bajos por la droguería de los Buesa, sobre
la cual, en el primer piso, residían los Buesa drogueros
y en el segundo piso, Emilio Buesa, el dentista. En el tercero
vivían los Apraiz Buesa, padres e hijas, dejando el cuarto
piso para los Apraiz Buesa hijos.
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Tras sus primeros
estudios bajo la tutela de los Padres Marianistas, abandona el
domicilio paterno de la calle Prado y se traslada al Colegio Universitario
de Deusto (actual Universidad de Deusto) para realizar sus estudios
superiores. Es abundantísimo el epistolario de esta época
del joven Angel con su familia. Es ahora también cuando
comienza a publicar sus poesías, sobre todo en el diario"La
Libertad" de Vitoria, y cuando más numerosas son,
aderezadas por dibujos y anotaciones humorísticas de sus
amigos y compañeros del colegio, a los que las duras jornadas
de estudios dejaban, sin embargo, ratos de ocio y diversión.
En 1900 logró
licenciarse en Salamanca en la Facultad de Filosofía y
Letras. Cinco años más tarde, en Madrid, presentó
su tesis doctoral sobre Doña Inés de Castro ("Doña
Inés de Castro en el teatro castellano"), obteniendo
la más alta calificación. Pero no contento con todo
ello, ese mismo año se licenciaría en Derecho por
la Universidad de Salamanca.
Con la obtención
en 1911 de la cátedra de Teoría de la Literatura
y de las Artes mediante oposición libre, comenzó
su brillante carrera en la Universidad de Salamanca, en la que
permaneció por espacio de ocho años. Por entonces
era rector de dicha Universidad Don Miguel de Unamuno con el que
enseguida trabó una gran amistad.
Su interés
por otras culturas y otros países le hizo acreedor en,
1914, de una beca de seis meses de duración concedida por
la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas,
con la que viajó, en vísperas de la Primera Guerra
Mundial, por Europa y los Estados Unidos de América. En
enero, estando pensionado en París, tenemos constancia
de que recorre la ruta del románico francés, acude
a las clases de Vecson, conoce a los pintores vascos que están
en la capital francesa por medio de su amigo Miguel de Unamuno,
trata de conocer las principales universidades etc.
En
mayo se traslada a las islas británicas y se instala en
Oxford, desde donde visitará Londres. Cruzar el Atlántico
en aquella época no era tan sencillo como hoy, suponía
un gran salto, pero, de hecho, en julio de 1914, cuando Europa
se preparaba para el inminente estallido bélico, Angel
nos escribe desde la Columbia University de Nueva York y visita
las cataratas del Niágara. A su vuelta de América,
en agosto, hace un breve recorrido por Holanda y pretende cruzar
a Alemania, pero la Guerra había comenzado, lo que le obliga
a regresar a España.
Pero su precipitado
fin de viaje por tierras europeas, lejos de hacerle desistir de
su ansia viajera, provocó que, al regresar, cambiara de
planes y prosiguiera viajando, esta vez por Portugal, Galicia,
Asturias y Cantabria. Todos estos meses viajando le permitieron
practicar y afianzar los idiomas que ya conocía, y establecer
contactos profesionales y personales de especial interés
en el futuro. Aquí cabe señalar que mientras lo
habitual en aquella época era estudiar como idioma extranjero
el francés, Angel de Apraiz se adelantó a sus tiempos
y se empeñó además con el inglés que,
aún a falta de fluidez oral, dominaba por escrito y sabemos
que llegó a leer muy bien el alemán.
Durante su periplo,
fue anotando y escribiendo todo cuanto le llamaba la atención
tanto del arte y la cultura como de la Universidad europea y americana,
sus instituciones, funcionamiento, ventajas e inconvenientes.
Fue una pena que la I Guerra Mundial no le permitiera conocer
la Universidad alemana que, en aquellos tiempos, constituía
el mayor y más importante foco cultural de Europa.
Se dedica durante
un tiempo a pronunciar conferencias, mientras colabora con la
revista del Ateneo vitoriano de la que llega a ser secretario,
y ayuda a su padre en la gestión de la fabrica de cueros
que tenía. La reflexión sobre lo visto y vivido
a lo largo de su viaje por las universidades extranjeras, será
el objeto de la conferencia pronunciada en los salones de la Filarmónica
de Bilbao el 5 de enero de 1918 organizada por la Junta de Cultura
de la Diputación de Vizcaya. En esta conferencia Angel
aboga por la necesidad de crear una Universidad Vasca y presenta
estadísticas de los estudiantes vascos que cursaban sus
estudios repartidos por las universidades de Zaragoza, Madrid,
Valladolid y Salamanca, principalmente.
Esta conferencia
tuvo una enorme repercusión, en un ambiente influenciado
por los acontecimientos europeos y el bullir del nacionalismo
vasco, y supuso el manifiesto de un movimiento y una inquietud
que existía hacía tiempo, llamado a tener consecuencias
inmediatas. Así, días más tarde, la Diputación
de Guipúzcoa aprueba una moción presentada por su
presidente, Ladislao de Zavala, proponiendo la organización,
en septiembre de aquel mismo año, de un Congreso de Estudios
Vascos, bajo el patrocinio de las cuatro Diputaciones y los obispos
de Pamplona, Vitoria y Bayona (1).
Por aquel entonces
sus hermanos Odón, Ricardo y Emilio se hallaban en Barcelona,
bien por motivos de estudios, bien por trabajo. Pero las cosas
no debían ir del todo bien porque Odón, padre, en
vísperas de su fallecimiento, pide a Angel que se interese
por sus hermanos, en vista de lo cual decide que es mejor seguir
sus pasos de cerca. En 1919, por medio de un concurso de traslado,
cambia la Universidad de Salamanca por la de Barcelona.
Allí,
además de ocupar la cátedra correspondiente, impartirá
también clases nocturnas en la Escuela de Trabajo y se
dedicará a las labores propias de un miembro de la directiva
de la Asociación de Antropología, Etnología
y Prehistoria, y de la Comisión de Monumentos de Cataluña.
Entrará en contacto también con el Institut de Estudis
Catalans, que tenía evidentes similitudes y afinidades
con la recién creada Eusko Ikaskuntza – Sociedad de Estudios
Vascos. Pese a toda esta actividad o precisamente a causa de ella,
a Angel de Apraiz no le agradaba madrugar, e impartía sus
clases por las tardes por su expreso deseo pese a que las clases
se desarrollaban por las mañanas. Parece ser que sus alumnos,
encantados a pesar de todo, se lo perdonaban.
En aquella ciudad
vivirá mientras se encarga de la secretaría general
de Eusko Ikaskuntza - Sociedad de Estudios Vascos, mediante frecuentes
viajes a San Sebastián y la diaria correspondencia que
mantuvo tanto con la Sociedad como con sus amigos, colegas y la
que sería su esposa, Mari Cruz de Landeta.
Efectivamente, el
6 de septiembre de 1926 Angel de Apraiz contrae matrimonio con
Mari Cruz, hija del bilbaíno Eduardo Landeta. La familia
Landeta era una de las de la alta burguesía de Bilbao,
emparentada cercanamente con la de los Sota. De hecho, Eduardo
Landeta fue el hombre de confianza de los Sota, su asesor y se
convirtió en su albacea testamentario evitando el desmembramiento
tanto de la familia como de sus posesiones.
El que más
tarde se convertiría en suegro de Angel de Apraiz era de
ideas nacionalistas, culto y de actitud inquieta. Participó
activamente tanto en el Congreso de Oñate como en la Sociedad
de Estudios Vascos, colaborando con su yerno en multitud de temas.
Casado con Carmen Beascoechea, tuvieron catorce hijos, de los
cuales sobrevivieron ocho, siendo Mari Cruz, nacida el 17 de diciembre
de 1897, la mayor (Mari Cruz, Eduardo, Carmen, Mercedes, Víctor,
José, Catalina y Lola). Recibió desde muy pequeña
una refinada educación, haciendo especial hincapié
en el francés y la música, imprescindibles para
una señorita de buena familia de la época.
Pero a Mari Cruz
poco le importó tener que llevar una vida menos acomodada
al casarse con un ya cuarentón Angel de Apraiz y trasladarse
a Barcelona. Durante el viaje de novios se proponían visitar
Francia, Italia y Suiza, por lo que al emprender el viaje, Angel
y su esposa, pasan por Hendaia y aprovechan para visitar y pasar
unos días con Miguel de Unamuno que sabían se encontraba
allí, exiliado, por su enfrentamiento a la dictadura de
Primo de Rivera.
Poco
después, el 29 de marzo de 1928, nacía el primogénito
del matrimonio al que pusieron de nombre Javier. No tardó
demasiado Begoña, su hermana, en nacer ya que vino al mundo
el 25 de noviembre de 1930. Para dar a luz a sus dos hijos Mari
Cruz se trasladó de Barcelona a Bilbao, junto a su madre,
como era costumbre. Todo era felicidad en la familia según
se desprende de las numerosas cartas escritas por Angel a su familia.
Durante esta época, además, residía también
en Barcelona su hermano Odón, que fue nombrado profesor
auxiliar igual que lo había sido tres años antes
su hermano Ricardo, en calidad de ayudante de la cátedra
de Teoría de la Literatura y de las Artes en la Universidad
de la citada ciudad.
El verano de 1933
Angel de Apraiz junto con otros profesores y un grupo de alumnos,
emprenden un crucero por el Mediterráneo a fin de conocer
las ciudades y el arte de sus diferentes pueblos y culturas. El
viaje, que les llevaría mes y medio, desde el 15 de junio
que zarparon del puerto de Barcelona, hasta el 1 de agosto, siguió
el siguiente itinerario: Barcelona, Túnez, Cartago, Susa,
Kairouan, La Valette, Alejandría, El Cairo, Jaffa, Jerusalem,
Candia, Knossos, Rodas, Esmirna, Constantinopla, Salónica,
Falero, Atenas, Nauplia, Micenas, Tirinto, Epidauro, Itea, Delfos,
Catácolo, Pirgos, Olimpia, Siracusa, Palermo, Nápoles,
Pompeya, Herculano, Pestum, Salerno, Palma de Mallorca, Valencia.
La expedición
universitaria incluía ciento ochenta y ocho personas entre
profesores, alumnos y cierto número de personas entre antiguos
alumnos, archiveros, arqueólogos, y veinte estudiantes
de arquitectura. Concretamente fueron veinte los profesores y
los alumnos, algunos becados para la ocasión, procedían
de las Universidades de Madrid, Barcelona, Valencia, Salamanca,
Santiago, Valladolid, Granada, Sevilla y Zaragoza. El jefe de
dicha expedición no fue otro que Manuel García Morente,
decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Madrid, y actuó de secretario José Ferrandis
Torres, secretario de la misma facultad.
Revisando la lista
de participantes en el crucero-expedición universitario
por el Mediterráneo, hallamos a un todavía estudiante
Martín Almagro y a Jaume Vicens Vives y, entre los profesores,
además de Angel de Apraiz, a Luis Pericot y a Juan Zaragüeta.
El crucero universitario
por el Mediterráneo tuvo un importante eco en la prensa,
que siguió todas las escalas de la motonave "Ciudad de
Cádiz". Así, leyendo los numeroso artículos
publicados en la prensa podemos deducir que además de una
actividad universitaria y cultural, el crucero se fue convirtiendo
en un acontecimiento diplomático. En muchas de las escalas
del navío, tanto la embajada española y las autoridades
locales como grupos de españoles o afines a su cultura,
agasajaron a los expedicionarios con recepciones, oficiales, fiestas
de bienvenida y espontáneas muestras de afecto por parte
del pueblo.
Fue la primera y
única expedición universitaria española por
el Mediterráneo de estas características, a pesar
de que la intención de los organizadores fuera la de que
a este crucero le siguieran otros similares.
Pero estalla la Guerra
Civil y, pese a no estar afiliado a ningún partido político,
sus ideas provocan que sea suspendido de empleo y sueldo, y sea
objeto de un expediente de depuración que no se resolverá
hasta 1939. Se traslada a Donostia donde la Sociedad de Estudios
Vascos, de la que era secretario, se ve obligada a desaparecer,
visita a su familia en Vitoria y a la de su esposa en Bilbao.
La terrible situación no dejaba lugar a dudas: por la seguridad
propia y la de su familia, se hacía inevitable el exilio.
La
familia se traslada al completo a la casa que Marie Therese de
Urkia tiene en Bidart, tras una primera etapa de tres meses en
Burdeos, a donde llegó la familia en un barco procedente
de Santurce. Allí, en Bidart, vivirán en un piso
alquilado, sin las comodidades a las que estaban acostumbrados,
y, sin embargo, tanto Mari Cruz como sus hijos no guardan más
que buenos recuerdos de aquella estancia que se prolongó
desde mayo de 1937 hasta septiembre de 1939. Durante este periodo
la familia vivirá acontecimientos alegres, como la comunión
de Begoña, y otros que no lo fueron tanto, como la intervención
quirúrgica a la que fue sometida Mari Cruz, a causa de
un mioma. Angel, mientras, inquieto como siempre, escribe artículos
para la prensa francesa sobre las peregrinaciones y el arte vasco,
asiste a conferencias y, sobre todo, trata por todos los medios
de solucionar el asunto del expediente de depuración por
el que ha sido suspendido.
Tras arduos y penosos
trámites, consigue ser rehabilitado en su cargo pero con
la condición de volver forzosamente a la Universidad de
la cual procedía el traslado en 1919. Así pues,
en 1941 regresa a Salamanca, se reencuentra con la vieja Universidad,
con el Colegio Mayor, los antiguos compañeros y nuevos
colaboradores y amigos.
No tardará
demasiado, sin embargo, en abandonar de nuevo Salamanca. En 1945,
se desdobla la cátedra de Historia del Arte y Arqueología,
hasta el momento unidas, y Angel solicita el traslado, esta vez
por el procedimiento ordinario, a la Universidad de Valladolid.
Allí, en la
Universidad de Valladolid, transcurrirán sus últimos
diez años de carrera académica. Se convirtió
así en el primer catedrático de Historia del Arte
de la Universidad de Valladolid, adoptando inmediatamente al hoy
catedrático Martín González como ayudante
cuando acababa de obtener su licenciatura y preparaba oposiciones.
La razón para
que se viera en la necesidad de tener un ayudante era su manera
de preparar e impartir las clases. Empleaba proyecciones de diapositivas
y preparaba numerosas visitas tanto para las clases del curso
general de Historia del Arte como para el novedoso curso de Estética
que comenzó a impartir Angel de Apraiz. Y decimos novedoso,
porque hasta el momento el arte y la crítica del arte que
se hacía en la Universidad era meramente formalista, basada
en el conocimiento del autor de la obra, del año de su
producción y del aspecto formal de la obra. Al profesor
Apraiz, sin embargo, le interesaba más conocer el espíritu
del autor y de la época que inspiraron la obra de arte
para poder comprenderla mejor.
Como solía
acostumbrar, durante sus diez años de estancia en la Universidad
de Valladolid, su familia, esposa e hijos permanecieron en Vitoria,
mientras él se alojaba, como un estudiante más,
en el Colegio Mayor Santa Cruz. En las ocasiones en que Mari Cruz
se trasladaba allí a visitarle, tomaban alojamiento en
el Hotel Garden Imperial, pero su verdadero hogar durante estos
años fue el Colegio Mayor donde organizó una tertulia
para estar al tanto de los acontecimientos mundiales, con la perspectiva
que da el haber viajado tanto como lo hizo Apraiz. Precisamente,
en 1951, coincidiendo con sus bodas de plata, el matrimonio realizó
un recorrido por las principales catedrales francesas, convirtiendo,
una vez más, el trabajo en placer.
Pero no eran las
de Valladolid las únicas tertulias a las que el profesor
acudía; su presencia era indispensable en las celebradas
en el Casino de Valladolid y en las del Círculo de Recreo
de la misma ciudad. En estas tertulias, donde lo importante era
saber conversar pero también saber escuchar, se debatían
temas políticos, sociales y culturales, pero siempre con
un talante liberal y abierto como el de Angel de Apraiz.
En este contexto
y gracias al aprecio que se le tenía en los círculos
universitarios, el profesor comienza a ocupar cargos de mayor
responsabilidad, siendo nombrado primero vicedecano de la Facultad
y posteriormente Decano.
En estas circunstancias,
el año 1955 llega el momento de la jubilación, del
fin de su carrera académica. Prueba de la honda huella
que su paso por las aulas de aquella Universidad dejó,
es el homenaje que le hicieron en el momento de su última
lección. Son numerosas las muestras de afecto que, tanto
alumnos como profesores, brindaron a Angel de Apraiz en aquel
momento en que abandonó la docencia.
Es
fácil suponer, sin embargo, que un espíritu inquieto,
dinámico y activo como el suyo, no entendería la
jubilación más que como una nueva etapa en la que
poder ahondar en temas de investigación ya iniciados, o
comenzar otros nuevos. Si ya anteriormente su producción
de artículos y su presencia en conferencias fue siempre
prolífica, ahora lo es, si cabe, más.
Además, una
vez jubilado, se solicitaba su presencia para presidir multitud
de actos académicos, culturales y sociales. Precisamente,
en junio de 1956, se requirió su presencia para presidir
los exámenes de bachillerato en La Coruña. Allí
se trasladó sin dilación, como era costumbre en
él, pero, una vez en la ciudad, una afección pulmonar
le llevó al hospital. Enseguida se comunicó con
su esposa, Mari Cruz, quien presintió la gravedad de la
enfermedad al oírle decir que ese mismo día había
dejado de fumar. Desgraciadamente fueron ciertos sus temores,
ya que al día siguiente, el día 22, moría
en La Coruña Angel de Apraiz y Buesa.
(1)
ESTORNES ZUBIZARRETA, Idoia: La Sociedad de Estudios Vascos. Aportación
de Eusko Ikaskuntza a la Cultura Vasca (1918-1936). Donostia: EI-SEV,
D.L. 1983, p. 18. (VOLVER)
Koro Muro, responsable
de Eusko Ikaskuntza de Relaciones con los Ayuntamientos
Fotografías: Del libro Ángel
de Apraiz: Biografía y Bibliografía de Koro
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