Hablar
de teatro con Alfonso Sastre es conversar sobre su vida. Son más
de cincuenta los años que este hombre a dedicado a escribir,
a narrar, a crear obras. "Empezó siendo afición",
dice, "terminó convirtiéndose en una vocación
indestructible". Estrenó su primera obra en 1945, tenía
diecinueve años. Fue el comienzo de una interminable carrera
como narrador, poeta, creador y ensayista. A sus espaldas queda
una larga lista de premios, homenajes, conferencias, ensayos libros
y obras: el legado de un hombre que apostó por un teatro
capaz de intervenir en la vida. Desde su acogedora casa de Hondarribia
confiesa vivir un periodo de reflexión sobre lo que ha
intentado hacer, lo que quiso realizar y no pudo, sobre lo que
ha hecho. Y a eso se dedica. Hace poco escribió la obra
de todas las obras que no llegó a hacer, en la actualidad
trabaja en un tercer libro sobre la imaginación y aventura
que en el futuro escribirá cuentos. ¿Más teatro?
Quién sabe...
-Ya son más
de cincuenta los años que lleva trabajando en el teatro.
¿Cuál es el legado que este fenómeno ha dejado en
estas últimas décadas? En Europa y probablemente
también en América, se ha venido desarrollando estas
últimas décadas un teatro con tintes de incoherencia.
En los años cincuenta y sesenta se advertían unas
determinadas líneas y en la medida en que éstas
se desarrollaran de un modo u otro era posible aventurar el futuro.
Sin embargo, hace ya bastante tiempo que se ha desvanecido este
aspecto de tendencias para dar paso a una serie de fenómenos
que poco tienen que ver con una onda susceptible de ser definida.
Hay un cierto desconcierto sobre lo que pasa y lo que pueda llegar
a ocurrir en el futuro. Creo que definir el teatro de las próximas
décadas es algo realmente complicado. Antes se podían
dibujar unas líneas muy precisas; existía un tipo
de teatro que podría llamarse Neodramático, un teatro
de finales del siglo XIX renovado, en el que junto a otros autores
se podrían citar los nombres de Arthur Miller o Sartre.
Simultáneamente había otra línea que negaba
la anterior, el teatro de Bertold Brech, un tipo de teatro épico
y narrativo, más emparentado con la novela. Ambas líneas
tenían la misma inquietud crítica. Una tercera línea
que aunque no lo confesara también participaba de una cierta
intención crítica era el Teatro del Absurdo. En
consecuencia, se podía pensar que el teatro que viniera
después sería una interacción de estas tres
tendencias, pero nada de esto ocurrió. Estas líneas
se fueron extinguiendo y en la década de los sesenta apareció
un nuevo fenómeno: El abandono de la importancia del escritor
para la producción de un fenómeno teatral. Fue una
especie de rebelión de los actores, ellos mismos se erigieron
como productores y creadores de las obras. A esto se le llamó
Creación Colectiva. Los libretos eran el resultado de reuniones
y trabajos en conjunto. La Creación Colectiva se basó
en la expresión corporal y consideraba muy secundaria la
escritura.
-¿Cómo será
el teatro del siglo XXI? ¿Cuáles serán las tendencias
que lo guíen?
Creo
que se observa el regreso a una tendencia en la que vuelve a ser
relevante la escritura, parece preverse que en los próximos
años van a volver a surgir los autores como eje del desarrollo
del teatro. Puede ocurrir así o no. El denominador común
de hace décadas era el teatro con intención crítica,
e incluso política. En los últimos años del
Franquismo se hizo un teatro de crítica propiamente política.
Con la llegada de la democracia se abandonó el aspecto
crítico del teatro para encauzarlo a tareas propiamente
lúdicas. También se puede pensar que el teatro volverá
a teñirse de crítica social y política. Se puede aventurar que en el
teatro del futuro recobrarán importancia los escritores
y habrá un contenido crítico fuerte. Incluso se
puede pensar que habrá un teatro político a través
del cual los nuevos autores se enfrenten a los nuevos desafíos
sociales.
-¿Cuáles serán
los focos a los que se dirigirá este nuevo teatro de protesta? La globalización
y las manifestaciones que se están dando en varias ciudades
del mundo son un claro ejemplo de esto. Es muy probable que este
comportamiento crítico aumente y que vaya acompañado
de un movimiento teatral de apoyo a esta disconformidad hacia
el sistema centralista neoliberal, y hacia la globalización
que está agravando la situación de una gran parte
de los habitantes del planeta. Pienso que el teatro estará
a la altura de estos tiempos que vengan, igual que lo estuvo cuando
se produjo la gran esperanza de la revolución soviética.
Ahí también hubo un teatro de apoyo. Es muy probable que si aumenta
el movimiento crítico hacia el sistema actual, los autores
tomen conciencia y vuelvan a escribir desde un punto de vista
inconformista, rebelde y sedicioso. El teatro no debe dejar de
ser un hecho lúdico, no es política y nunca lo será,
pero sí se puede suponer que va a cubrir ese aspecto lúdico
con una energía crítica y creadora. Todo esto es
una profecía muy vaga, pero es muy probable que así
ocurra.
-¿Aventura
lo mismo para el teatro vasco?
El
teatro vasco no ha tenido una personalidad particular. Lo que
se aventura para el teatro español se puede adivinar para
el teatro vasco, porque éste ha dependido siempre de lo
que ocurre en otros lugares. El teatro catalán y algunos
fenómenos del teatro andaluz sin embargo han mostrado una
personalidad muy fuerte. Los catalanes fueron muy protagonistas
del Teatro Colectivo, La Fura Des Baus, por ejemplo, es un grupo
realmente original y con mucha fuerza. En Euskadi siempre se han
seguido las tendencias del Estado español, sin aportaciones
particularmente originales. Lo que ocurra aquí será
más o menos lo que vaya ocurriendo en otros lugares. Quizá
podríamos esperar un teatro euskaldun pero es algo imposible
de mantener porque la mayoría de los vascos no asisten
a espectáculos en euskara, esto obliga a que grupos como
Maskarada hagan espectáculos bilingües. Esta dependencia
quita la posibilidad de que la originalidad sea un teatro en euskara.
En esta línea tendremos, en el mejor de los casos, un teatro
bilingüe.
-Pero los vascos
parecen tener costumbre de ver obras de teatro... Sí, creo que hay
mucha afición. El hecho de que no se haya producido un
fenómeno muy espectacular u original no quiere decir que
no haya una base de gusto por el teatro, porque la hay. Hay actores
y grupos que trabajan muy bien, pero les falta una línea
determinada. No se ve con claridad hacia dónde van los
grupos vascos de teatro. Una vez sacamos a relucir el tema de
la programación en los coloquios sobre teatro del Koldo
Mitxelena y preguntamos a diferentes grupos la tendencia que pretendían
seguir y el sentido que querían dar a sus obras. No acabamos
de enterarnos de qué era lo que pretendían hacer
con el teatro. Este es un fenómeno que se advierte en términos
generales, no sólo aquí. A veces pienso que quizá
pedirle al teatro que siga una línea determinada es exigirle
una seriedad que no tiene por qué tener.
-¿Qué
opina sobre los jóvenes autores? Leo muchas obras que
me llegan de jóvenes autores y creo observar una inquietud
por temas de carácter social. Los autores de hoy tienen
muchas dificultades para producir sus trabajos, sobre todo los
textos críticos. En términos generales los programadores
no dan subvenciones a propuestas que se hacen de carácter
crítico, parece ser que esta tendencia no llega a convencer.
De esta manera hay una especie de censura, y es que es el que
tiene dinero quien decide lo que se va a producir. Aunque siendo
realistas, quizá sea demasiado pedir a las instituciones
que apoyen un teatro crítico con su propia actividad.
-¿Existen
suficientes oportunidades para formarse como autor teatral? Hay muchos cursos de
dramaturgia y con frecuencia se organizan cursillos de escritura
teatral. Antes no había nada parecido. Los autores de teatro
han sido principalmente autodidactas. Yo personalmente nunca he
ido a clases de dramaturgia. Me doy cuenta de que los autores
jóvenes de hoy tienen una mejor formación. Y, a
menudo, son los autores con cierta experiencia quienes ejercen
como profesores de los principiantes.
-Hable de su
relación personal con el teatro He pensado mucho en esto.
Al intentar recordar el nacimiento de mi vocación me encontré
con factores muy azarosos que podrían no haber ocurrido.
Puede haber sido una predisposición personal, no lo sé,
pero sí hubo una predisposición literaria, ya escribía
versos cuando tenía trece años. El teatro fue algo
posterior y a su encuentro me llevaron una serie de casualidades.
En mis manos cayeron obras de teatro que me emocionaron mucho,
un compañero mío de bachillerato era hijo de un
autor teatral y gracias a él lo descubrí por dentro,
mi padre era actor de teatro, siendo niño padecí
una larga enfermedad que me hizo leer mucho... A los diecisiete
años ya escribía obras y las presentaba en diferentes
lugares para que se estrenaran, aunque era imposible. A finales
de 1945 formamos el grupo de teatro experimental Arte Nuevo, con
él estrenamos nuestras primeras obras y aprendimos el oficio
del teatro propiamente dicho. La vocación llegó
a ser tan fuerte que se hizo indestructible. Más tarde
vinieron las batallas contra la censura, el compromiso de emplear
el teatro en la lucha contra el régimen, el teatro político
que nació de la necesidad de intervenir en la vida. Ahí
empezó una larga carrera que dibujó mi trayectoria.
-¿El teatro
le ha hecho un hombre feliz? Sí. Siempre he
intentado hacer más de lo que he conseguido, ha sido una
actividad muy completa, porque el darle al teatro ese carácter
de actividad humana compleja ha completado las necesidades espirituales
que he tenido como persona. Creo que si hubiera pensado que el
teatro era un simple instrumento de diversión no me hubiera
producido tanta plenitud. El hecho de tomar el teatro como una
forma de intervenir en la vida me ha colmado. El teatro era un
bueno oficio y merecía la pena dedicarse a él. Nunca
he pensado de otra manera, siempre he creído que ha merecido
la pena, y, sin ninguna duda, volvería a repetirlo.
-¿Sigue escribiendo
con el mismo convencimiento? Llevo tres o cuatro años
escribiendo libros de teoría del teatro. Lo último
que he escrito ha sido una trilogía que no se ha estrenado,
hace poco se publicó "El drama y sus lenguajes", un tomo
muy extenso en el que plasmé muchas reflexiones sobre la
esencia del teatro y su función. Realmente son siete libros,
escrito uno detrás de otro, articulados. También
tengo libros que todavía no se han publicado. Hace años
escribí "Crítica de la Imaginación" y hace
poco he escrito su continuación; "Las dialécticas
de lo imaginario". También he escrito un libro sobre la
comicidad en la vida y en el teatro, "Ensayo sobre lo cómico".
Estoy reflexionando sobre lo que he intentado, sobre lo que he
querido hacer y no he podido, sobre lo que he hecho.
-Está
trabajando mucho... Sí, y estoy un
poco asustado. También he escrito un tomo sobre las obras
que he querido escribir y no he escrito. Para satisfacer este
vacío se me ocurrió escribir la obra de esas obras,
contar cómo hubieran sido si las hubiera hecho. Algunas
están muy resueltas y pueden aprovecharse. Es un catálogo
de frustraciones.
-¿Escribirá
nuevas obras? Ahora estoy escribiendo
el tercer libro sobre la imaginación, luego escribiré
cuentos, por el momento no creo que haga más teatro. Quién
sabe... Fotografías: Teresa Sala
Euskonews & Media 131.zbk
(2001 / 7 / 13-20)
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