Según
reza su certificado de nacimiento, Tomas Garbizu Salaberria, quien
llegaría a ser uno de los compositores más renombrados
de Euskal Herria, vino al mundo el 12 de septiembre de 1901, a
las once de la mañana, en la localidad de Lezo.
Garbizu contó
en su pueblo e incluso en su propia familia con un entorno muy
propicio para orientar su futuro hacia la música, ya que
los diez hermanos de aquella modesta familia mostraban una clara
vocación hacia la música y la literatura.
Su hermano Jon, que
firmaba sus obras bajo el sobrenombre de Zubigar, obtuvo
en 1924 gracias a sus poemas Ostegun Deuna y Euskera
arrobitzat el premio honorífico y una mención
especial, y en 1928 le fue concedido el primer premio por la traducción
al euskera de La Señora Cornelia, de Cervantes.
Publicó sus obras en revistas como Zeruko Argia, Euskal
Esnalea, Argia y Arantzazu, así como en la publicación
argentina La Baskonia. Fue el primer secretario de la sociedad
Euskaltzaleak. Falleció en 1930, en el Puerto de
Pasajes, cuando a la salida del trabajo fue arrollado por el tren.
Tenía 35 años.
Daniel, el quinto
de los hermanos, era poeta y bertsolari. Antes de la guerra publicó
sus trabajos en varios diarios y revistas, bajo el sobrenombre
de Iruzubi.
Garbizu vivió
hasta los quince años en Lezo, rodeado de la protección
familiar y de amigos. Su hermano mayor, Jose Millan, dotado de
extraordinarias dotes musicales, fue quien le enseñó
los principios de la técnica pianística.
El 9 de septiembre
de 1916, día de Nuestra Señora de Arantzazu, y acompañado
de su madre, Garbizu ingresó para cuatro años en
el seminario seráfico con la finalidad de progresar en
sus estudios. Allí aprendió, además del latín,
el griego, la retórica, la aritmética, la gramática
vasca y otras asignaturas, solfeo, piano y gregoriano. En la banda
que formaban los estudiantes del seminario tocaba la flauta, y
también tenía conocimientos de clarinete. Lo cierto
es que aun cuando él se empeñara en asegurar lo
contrario, los resultados que obtuvo ponen de manifiesto que se
trataba de un magnífico estudiante.
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Tomas Garbizu,
director.
Garbizu contó
con unos excelentes profesores en Arantzazu, pero de entre todos
ellos guardaba sus mejores recuerdos para el padre Arregi, un
hombre que tuvo una decisiva influencia en su vida, y respecto
al cual afirmaba: "creo que fue entonces cuando recibí
como una impronta la certidumbre de saber que iba a ser músico".
Las inmediaciones
y el ambiente que se respiraba en Arantzazu dejaron una imborrable
huella en Garbizu, quien en adelante llevaría los nombres
de Arantzazu, Aloña, Urbia, Benedicta, Angelus,
etc. grabados con letras en oro en su corazón.
Dejó Arantzazu
el 16 de julio de 1920, con Destino: Noviciado, según
rezan los papeles. Se inició en el noviciado el 11 de agosto,
en el Convento de Zarautz, aunque, tal y como sucintamente se
recoge en los documentos del archivo, "Tomás Garbizu
Salaberria tomó el hábito el 11 de agosto de 1920.
No profesó". Es decir, que no hizo los votos.
Estudió piano
y armonía en la Academia de Música de Donostia,
de la mano de los profesores Jose Mª Iraola y Beltran Pagola,
respectivamente. En lo que respecta al órgano, nunca se
adaptó ni al programa oficial ni a la disciplina del conservatorio;
de hecho, bien puede afirmarse que aprendió a tocar el
instrumento que con tanta maestría llegaría a tocar
por su propia cuenta. En gran medida, fue un autodidacta.
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Cuando en 1925 se
hizo cargo del órgano y coro de la iglesia de Pasajes San
Pedro, Garbizu era un joven con una sólida base musical.
Desde Lezo acudía a las misas y compromisos bien andando,
bien el barca, y ya para entonces mostraba una clara vocación
por la composición. Entre otros cuantos motetes, y basándose
en las misas IX y XI del Kirial romano gregoriano, compuso para
Pasajes San Pedro "Orbis factor" y "Cum jubilo", misa esta última
que fue cantada en la Parroquia de Rentería en honor al
escritor renteriano "Jautarkol", el 1er día de la Poesía
Vasca, celebrado en 1930, donde se dieron cita, entre otros,
escritores y promotores vascos de la talla de Lizardi, Orixe,
Lauaxeta y Aitzol.
Sin embargo, Garbizu
no sólo pensaba en la música. Siguiendo los pasos
de su hermano Jon, Zubigar, en 1921 comenzó a editar
sus poemas en revistas como Euzkadi, Argia, Arantzazu, Irrintzi
y Euskal Esnalea, y de 1924 en adelante publicaría
poemas, cuentos, gags humorísticos, chistes, crónicas
político-teatral-musicales, etc. bajo el sobrenombre de
Tege en varios diarios y revistas, como por ejemplo Euskal
Esnalea, Txistulari, Argia, El Día, El Pueblo Vasco
y Argiaren Egutegia.
Entre 1931-1936,
precisamente durante los años de la República, presentó
en la sección dirigida por Joseba Zubimendi Euskal Eresi
ta Izkuntzaren alde, del diario El Pueblo Vasco, quince
hermosas composiciones para voz y piano: Akerra ikusi degu;
Mendi-goyetan; Itxarkundia; Nik maite nuen kutuna; Begira nago;
Oyes; Guazen mendirik mendi (Mendigoizaliei); Ni Mendexa'ra; Mendiko
negarra, Itxasua laño dago; Eguarri-abestia; Katalin; Arantzazu'ra
y Nere maite polita. Otros célebres músicos
publicaron asimismo sus composiciones en esta misma sección:
Bruno Imaz, Luis Urteaga, Norberto Almandoz, Jose Olaizola, Jose
Mª Gonzalez Bastida, Angel Dadié, Busca de Sagastizabal...
En 1927, el donostiarra
Antonio de Orueta congregó a una serie de dibujantes, escritores,
pintores, dantzaris y músicos para entre todos formar un
grupo para interpretar el espectáculo Saski-Naski. De este
modo, Garbizu se vio rodeado de compositores, directores e intérpretes
como Joseba Olaizola, Buenaventura Zapirain, Aita Donostia, Gelasio
Aranburu, Juan Gorostidi y Nicanor Zabaleta. Cabe destacar que
la música de la representación "Sagardotegian" de
la primera actuación era de Garbizu (junto con la de Buenaventura
Zapirain).
En tiempos de la
República, colaboró en la Radio de Donostia, al
igual que Aitzol y Lauaxeta.
Garbizu
estuvo presente en el homenaje que "Euzkadi'ko Txistulari Batza"
tributó a Arturo Kanpion en 1933, pero no en calidad de
músico, sino en representación de los escritores
vascos de la revista Txistulari.
Al igual que otros
muchos abertzales y republicanos, con la llegada de la Guerra
Civil Garbizu se vio obligado a abandonar su país y refugiarse
en el País Vasco continental.
Durante ese oscuro
periodo conoció a dos hombres que tendrían una gran
influencia en su vida: el joven escritor Jean Diharce, de San
Juan de Luz, que más tarde adoptaría el sobrenombre
de Xabier Iratzeder, y el organista y compositor parisino Charles
Lebout.
Iratzeder y Garbizu,
dos personalidades que han realizado una magnífica aportación,
compartieron largas horas de paseo junto a la orilla de San Juan
de Luz. Las. Así se expresaba Diharce en el libro Biziaren
gudaldia, tras haber fallecido Garbizu: ¡Cuántos
paseos en la orilla habremos dado juntos durante cuatro años,
hablando sobre las canciones vascas. Es él quien ha formado
el Iratzeder que llevo dentro.
El famoso organista
y compositor parisino Charles Lebout, fijada su residencia en
San Juan de Luz, pronto reparó en el talento musical de
Garbizu. Los consejos que facilitara más la importancia
que la tradición organística francesa concedía
a la improvisación contribuyeron significativamente a la
fama que Garbizu alcanzara en los años posteriores. En
una carta remitida a Garbizu a Madrid en la posguerra, el maestro
francés le animaba: "trabaja, trabaja, porque tú
eres capaz de alcanzar metas que otros artistas jamás conseguirán".
El mismo año
en que finalizó la guerra, los padres de Garbizu fallecieron,
en un periodo de seis meses. Tratando de buscar una luz que lo
alumbrara más que siendo organista de Pasajes San Pedro,
decidió marcharse a Madrid, donde permaneció durante
toda la década de los 40 y parte de los 50. Sin embargo,
aquella estancia no resultó nada agradable para el lezotarra
que ya contaba con cuarenta años y que sólo aspiraba
a hacerse con un nombre en el mundo de la música.
Los años madrileños
de Garbizu consistieron en tocar el piano o el órgano en
las representaciones de los teatros Circo Price, Lope de Vega,
Fuencarral y Teatro de la Comedia, en actuar como organista
en la parroquia de San Marcos y en la embajada de Francia en Madrid,
en dar clases particulares y en escribir composiciones. Una beca
del Conde Cartagena le permitió ahondar en sus estudios
de composición. Fruto del trabajo realizado en esta época
son los lieders basados en los textos de Machado y Tagore, llamados
"Cinco melodías vascas" para soprano y orquesta,
y especialmente la cantata para coro masculino y orquesta "Danos
la paz".
Durante aquellos
años trazó amistad con artistas de primer orden,
como los pintores Elias Salaberria (primo carnal de Garbizu) y
Valentin Zubiaurre, los compositores Pablo Sorozabal y Jesus Guridi,
el escritor Jesus Mari Arozamena, etc., una compañía
que le ayudaba a aliviar la añoranza que sentía
por su país.
De
regreso a casa (de regreso al nido, según sus palabras),
el año 1953 se presentó a las oposiciones de solfeo
del Conservatorio de San Sebastián, y obtuvo una cátedra
que le brindaría una estabilidad profesional de la que
hasta entonces careció. Durante el curso 1953-54, y a propuesta
del Consejo de Cultura del Ayuntamiento donostiarra, sumó
a la anterior la cátedra de órgano, haciéndose
cargo en adelante de ambas responsabilidades.
Los dieciocho años
que dedicó a la enseñanza del órgano le hicieron
merecedor de un especial renombre entre los alumnos y músicos.
Es indudable que el actual nivel que presenta la música
organística de Gipuzkoa debe mucho a Garbizu.
Obtuvo la jubilación
el mismo día en que cumplía setenta años.
Gozando aún de buena salud y viéndose libre de las
ataduras de la enseñanza, dedicó los últimos
diecisiete años de su vida a la composición. En
1972 fue nombrado Académico de Bellas Artes.
Llegado el momento
de rendir homenajes, los alumnos del Conservatorio, los Txistularis
de Euskal Herria, los miembros de la Comisión Litúrgica,
así como los habitantes de Pasajes San Pedro y de Lezo
quisieron mostrarle su agradecimiento por todo lo que había
realizado tanto por ellos como por la música en general.
En diciembre de 1982 la localidad de Lezo lo nombró Hijo
Predilecto, y Garbizu compuso por requerimiento del Consistorio
un himno para el citado municipio.
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| Homenaje
a Tomas Garbizu en Lezo, su pueblo natal. |
El Conservatorio
Municipal de Música de Lezo estuvo durante los últimos
diez años bajo su dirección.
Garbizu bebió de tres fuentes
en sus trabajos de creación:
1) Gozaba de una asombrosa capacidad
para crear todo tipo de sonidos y adornarlos con bellas composiciones.
Garbizu era capaz de escribir casi simultáneamente una
canción para Luis Mariano y un motete para la Virgen
María, un tango y un canto de ofertoria, una habanera
y unas Vísperas de la Santa Cruz. Una de las características
más destacables de la personalidad de Garbizu era precisamente
la fabulosa flexibilidad que mostraba para amoldarse a las exigencias
de cada tipo de música.
2) Música gregoriana. Muchas
de las composiciones que escribió para órgano
y liturgia están basadas en los kiries, antífonas
y secuencias del repertorio de música gregoriana.
3) Música popular vasca.
Garbizu conocía a la perfección las canciones
y bailes de Aita Donostia, Azkue, Jorge Riezu, Hilario Olazaran,
Juan Ignazio Iztueta, etc. Entre su extenso catálogo
hemos hallado casi doscientos sonidos vascos inspirados en los
mencionados cancioneros.
Todas estas referencias
musicales adoptaban nuevas formas en manos de Garbizu, en cuyas
partituras se podía apreciar su sello personal.
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Alumnos ante
el Conservatorio Municipal de Lezo Tomas Garbizu.
Dentro de las obras
para orquesta que escribió, merecen especial mención
el concierto para violín y orquesta Concierto mágico
y las partituras Concertante para trompa y orquesta.
Escribió las
Cinco melodías vascas para soprano solista y orquesta
en 1942, en Madrid, en plena crisis de añoranza por su
país.
También en
Madrid compuso la cantata Danos la paz (1941), que se estrenó
en Donostia de la mano del Coro Easo y de la Orquesta del Conservatorio
de San Sebastián, obra que pese a haber sido interpretada
en dos o tres ocasiones, Garbizu nunca pudo llegar a escuchar.
Para escribir la
cantata Babilon Beltza (1967), Garbizu se fundó
en un texto de Xabier Iratzeder, basado a su vez en el salmo 136,
llamado "Super flumina Babilonis".
Entre
las obras para voz y piano cabe destacar la famosa colección
Donostiko Kantu Zarrak (1970), una magnífica obra
que el propio Garbizu catalogaba entre lo más destacable
de su obra.
El músico
vizcaino Anton Larrauri manifestó en torno a la colección
para piano de bailes vascos que se trata de una obra avanzada
en cuanto a choques de armonías y chispeantes contrapuntos
y ritmos, pero donde no se pretende destruir lo popular, sino
elevarlo a niveles de concierto rebosante de su sabor más
íntimo. Una obra muy digna de este extraordinario compositor.
En lo que respecta
a las obras para órgano, hay que citar Cantantibus Organis
(1937), colección formada por diez breves piezas; Sequentia,
basada en la secuencia "Victimae Paschali laudes" (1950); el tríptico
Jesús y la samaritana (1953) y el Tríptico
sobre un tema gregoriano (1971), merecedor del primer premio
en el concurso internacional de Ávila.
De
entre las veinte misas que forman parte de su extenso catálogo,
son quizás tres las más destacables: Benedicta
(1956), misa con texto en latín que obtuvo el accésit
en el certamen organizado por los franciscanos de Arantzazu; Ecuménica
(1962), también conocida como "Papa Juan XXIII", basada
en la misa gregoriana "Cunctipotens Genitor Deus"; y la misa vasca
Gure Meza, un bello mosaico compuesto por varios bailes
y sonidos vascos, que escribió por encargo de la casa discográfica
Columbia tras el Concilio Vaticano II.
Ni siquiera hemos
mencionado las cientos de obras para txistu, trompa, trompeta,
voz "a capella", instrumentos y orquestas.
Cansado, con el peso
de los años encima, tras haber realizado múltiples
trabajos a título gratuito, y habiéndosele tributado
todo tipo de homenajes, Tomas Garbizu Salaberria falleció
en un hospital de San Sebastián el 27 de noviembre, día
de la Virgen Milagrosa, a las doce del mediodía. |