Este
año se cumplen quinientos años desde que los Franciscanos
llegaran a Arantzazu. Cinco siglos a lo largo de los cuales los
hermosos parajes que rodean al Aizkorri han sido testigos de un
sinfín de acontecimientos, obras e historias. Y es que
Arantzazu es mucho más que un santuario; es precursora
de la cultura vasca, símbolo del arte contemporáneo
y cuna de buena parte de los eruditos de nuestro país.
Mientras tanto, los franciscanos siguen predicando el ejemplo
de la fe, la entrega y la humildad. Iñaki Beristain, que
vive en Arantzazu desde 1967, no sólo cumple con las obligaciones
cotidianas de todo sacerdote, sino que además ofrece misas
en la radio, redacta crónicas para varios diarios y en
ocasiones incluso participa en la televisión. Si bien durante
los últimos años, a raíz de la disminución
del número de franciscanos y del debilitamiento de la fe
de los católicos, la situación ha cambiado considerablemente,
Beristain se muestra optimista con respecto al futuro del Santuario.
"El pueblo nos quiere y eso nos basta. Arantzazu va a más,
y tiene las puertas del futuro abiertas", expresa mientras
la nieve embellece más aún si cabe las proximidades
del Santuario durante una fría tarde de domingo.
-El 11 de diciembre
se dará comienzo al I. Congreso Internacional "Arantzazu
y los Franciscanos en América". ¿Qué aportaciones
pretende realizar?
Tendrán lugar distintas actividades,
algunas de los cuales ya se han celebrado. En septiembre celebramos
un congreso sobre los Santuarios del Estado, en el que participaron
los directores de una cincuentena de santuarios, y donde tuvimos
ocasión de reflexionar tanto sobre Arantzazu como sobre
los retos a los que los santuarios habrán de enfrentarse
en el nuevo milenio. Por tanto, el congreso que tendrá
lugar en diciembre y que celebraremos en la Universidad de Oñati
junto con Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos será
el segundo. Estoy convencido de que serán unas jornadas
muy interesantes. Contará con la participación de
muchos profesores y los temas a tratar revisten un gran interés. De subrayar algún aspecto,
destacaría la ponencia sobre Fray Juan de Zumarraga. Según
afirma nuestro archivero, hay documentos que certifican que estuvo
en Arantzazu. Por otra parte, también considero interesante
el tema relativo a las Cofradías de Nuestra Señora
de Arantzazu que se encuentran en otros países. Sin embargo,
y aunque yo señale especialmente estos dos aspectos, creo
que todo el Congreso en su conjunto resulta sumamente interesante. Hacia mayo del año que
viene nos gustaría organizar otro Congreso, coordinado
por Joseba Intxausti. Versará sobre la vida de los religiosos
en Euskal Herria, dada la cantidad de órdenes que se han
fundado y conviven en nuestro país. También nos
gustaría preparar un cuarto Congreso, concretamente, sobre
el futuro de la orden de los Franciscanos en Euskal Herria.
-Además
de celebrar Congresos y Asambleas, han publicado ediciones especiales.
Sí.
A los libros les concedemos una importancia especial. Nos gustaría
publicar aproximadamente seis volúmenes. Por el momento
hemos editado dos. En uno de ellos Kandido Zubizarreta describe
los tumultuosos primeros años de Arantzazu. Conocíamos
algunas anécdotas, pero no habíamos tenido ocasión
de conocer toda su historia. La segunda publicación es
una obra colectiva y se titula "Arantzazu, un santuario vasco
en el siglo XX". Quisiéramos resumir más obras
para elaborar otro libro, y recopilar los escritos de San Francisco
y Santa Clara junto con sus biografías. Los documentos
ya están traducidos al euskera, y en estos momentos estamos
ordenando las notas y los prólogos. Como puede imaginarse,
es un trabajo que nos ha llevado años.
-¿Organizan
algún otro tipo de actividad, además de todo lo
expuesto?
Sí, sobre todo conciertos de
música. La víspera de Reyes la Joven Orquesta de
Euskadi ofrecerá un concierto en el Santuario, y tenemos
apalabrada una representación especial con Ainhoa Arteta.
Nos gustaría que en agosto, como clausura de las celebraciones,
la Quincena Musical de Donostia interpretara en Arantzazu piezas
musicales del músico oñatiarra Felix Ibarrondo,
así como celebrar algún evento junto con los bertsolaris.
Euskaltzaindia-Real Academia de la Lengua Vasca celebrará
en Arantzazu su asamblea.
-Las obras
del Seminario del Santuario están a punto comenzar. ¿Qué
propósitos tienen a este respecto? ¿Qué objetivos
desean alcanzar? Desde hace mucho tiempo,
ante la falta de seminaristas, y al no darle ningún uso,
el Seminario se está degradando. Aunque no dejemos de ponerlo
a disposición de las entidades, nadie le encuentra ninguna
utilidad. Por lo tanto, decidimos presentar un proyecto. Así,
derribaremos parte del edificio para construir un gran centro
cultural en el que poder desarrollar otra serie de actividades.
Nos gustaría abrir nuestra biblioteca al público,
disponer de un gran salón para actos y reuniones, de una
cafetería y de un local donde escuchar música, y
traer exposiciones itinerantes. Por el momento no hay nada decidido,
estamos barajando las posibilidades. Confiamos en que las obras
de demolición comiencen a principios de año. Para
ello contaremos con la colaboración del Gobierno Vasco
y de la Diputación Foral.
-Arantzazu
está cambiando. ¿Qué futuro vislumbra para el Santuario
de Arantzazu? Es cierto que durante
los últimos años Arantzazu ha cambiado mucho. Cuando
llegué, en 1967, vivían más de cien frailes.
Se desarrollaba un importante movimiento cultural vasco en torno
a la revista Jakin. Eran tiempos de gran ímpetu. Pero la
sociedad y la propia Iglesia han cambiado visiblemente, y muchos
frailes decidieron salir de la orden. De la
veintena de estudiantes que llegaron junto conmigo, sólo
tres hemos llegado a ordenarnos franciscanos. Hoy en día
estamos un total de cuarenta y cinco frailes, y yo soy el segundo
más joven... En ese aspecto Arantzazu ha tenido una tendencia
a la baja, pero considero que en todo lo demás el Santuario
ha ido a más. No me cabe ninguna duda de que si los franciscanos
de Euskal Herria tienen que desaparecer, van a hacerlo en Arantzazu.
Pero, desaparezcamos o no, nuestro reto principal consiste en
que Arantzazu abra sus puertas al futuro, y para ello habremos
de contar con la ayuda de los laicos. Eso es, precisamente, lo
que venimos haciendo: involucrar a la gente en las tareas de Arantzazu.
Con el objeto de asegurar el futuro del Santuario, hemos formando
la Asociación
de Amigos de Arantzazu, bajo
la finalidad de congregar en su seno a todas las personas que
aman a Arantzazu, sean creyentes o no. Y es que el Santuario abarca
múltiples disciplinas: cultura, arte, naturaleza, religión...
La única condición es amar a Arantzazu. Yo me encuentro
muy ilusionado; creo que ése es el camino que deberíamos
seguir. Nos gustaría informar de ello a quienes en su día
fueron estudiantes, porque hay mucha gente valiosa entre ellos.
Si conseguimos poner en marcha todo este proyecto, el futuro de
Arantzazu está asegurado.
-¿Qué
supone el hecho de ser franciscano? En primer lugar diría
que nos sentimos aceptados por el pueblo. Para nosotros, el sentimiento
de pertenecer al pueblo es vital. Todos conocen a los frailes
de Arantzazu. La revista del Santuario se editó por primera
vez en 1921, y hoy en día llega a 12.000 casas. Por tanto,
el hecho de ser franciscano significa sobre todo ser parte del
pueblo. A fin de cuentas, se trata de un modo de vida. Entre otras
cosas, sentimos admiración por la naturaleza. Para Bitoriano
Gandiaga, por ejemplo, el entorno natural de Arantzazu era fundamental.
También destacaría la virtud de la humildad, ya
que procuramos realizar las tareas sin complicaciones pero con
calidad. En cuanto a la fe, mostramos a un Dios atractivo y amistoso,
porque lo cierto es que la religión ha extendido la figura
de un Dios duro y eso va en contra del espíritu franciscano.
Creo que deberíamos hacer un esfuerzo, y creo que en cierta
medida lo estamos haciendo, por mostrar a un Dios que se preocupa
por la humanidad, tal y como lo hiciera San Francisco.
-¿Cómo
discurre la vida de un fraile de Arantzazu? Aquí desarrollamos
una vida sencilla. Realizamos las tareas en comunidad. Por la
mañana, nada más despertarnos, a las siete y media,
damos comienzo al día con las oraciones. Tras el desayuno,
cada uno se vuelca en su trabajo: unos preparan sus emisiones
radiofónicas, otros cocinan, otros van a la biblioteca...
Aquí hay mucho trabajo, y muy enriquecedor. Luego nos reunimos
para comer todos juntos para volver después a nuestros
quehaceres. A las ocho de la tarde rezamos y a continuación
cenamos. Después leemos, vemos la televisión, conversamos...
Llevamos una vida muy simple.
-¿Qué
opina sobre la relación de los jóvenes con el cristianismo? Creo que habría
que analizar muchos factores, porque opino que la situación
es muy variada. Yo no abogaría por enseñar la doctrina
a la antigua usanza, sino que empezaría por tratar de conseguir
un cierto nivel de humanidad. Yo planteo la evangelización
desde un nivel personal. El evangelio da una respuesta para cada
persona, es un proceso individual. Por eso, deberíamos
colaborar en el desarrollo del crecimiento del joven. Lo
que más me preocupa en este aspecto es que no haya ningún
proceso, porque los jóvenes de hoy en día no piensan
más que en el presente. Sin embargo, si una persona deja
de concebir su vida como un proceso de crecimiento, ¿dónde
va a llegar? Y el problema no es sólo de los jóvenes,
sino también de los mayores. Yo utilizo mucho Internet.
Hay jóvenes que me escriben contándome sus problemas.
Por increíble que parezca, y aunque no nos conozcamos personalmente,
entre nosotros ha surgido una relación muy bonita. Para
mí es fundamental tener inquietudes para poder crecer como
persona.
-¿Qué
le indujo a ser franciscano? Yo nací en Errezil,
mi casa estaba junto a la Iglesia y teníamos un bar. Estábamos
al tanto de todo lo referente a la Iglesia. A Arantzazu vinimos
tres hermanos y los tres seguimos siendo frailes. Hice mis votos
de noviciado a los quince años y luego estudié filosofía.
Siempre he estado interesado por la cultura Vasca. Más
tarde, mientras estudiaba teología, con veintitrés
años, hice los votos perpetuos. En ese momento la mayoría
regresó a su casa. Esos años tuvieron para mí
un significado especial, porque pude comprobar cómo la
inquietud por el mundo vasco y la fe eran compatibles. Vi con
claridad que podía prestar un gran servicio a Euskal Herria
desde mi condición de fraile. Eso no quiere decir que siempre
lo haya tenido tan claro, porque también he tenido mis
altibajos, como en otros aspectos de la vida, ya que las cosas
nunca salen como uno desea. Durante estos años no he dejado
de renovar mi ofrenda y crecer como persona, y así es como
sigo. Fotografías: Teresa Sala
Euskonews & Media 146.zbk
(2001/11-30/12-14)
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