Asun Balzola, ilustradora
"He aprendido a reciclar mis sueños"
* Traducción al español del original en euskera
Beñat Doxandabaratz

Asun BalzolaDe pequeña, Asun Balzola (Bilbao, 1942) quería ser pirata. Pero a los veinte años un accidente de tráfico le privó de surcar los siete mares en busca de tesoros. Tras una recuperación parcial, estudió pintura en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, trabajó en la Imprenta Industrial de Bilbao y a partir de ahí se dedicó al mundo de la ilustración y la escritura. Y como Wendy, la amiga de Peter Pan, aprendió a salir volando por la ventana y conocer mundos fantásticos pero cercanos, que luego se ha encargado de mostrarnos. Además de ilustrar y escribir libros para niños y jóvenes, sus trabajos para prensa, diseño gráfico y publicidad gozan de gran prestigio. También ha ilustrado para editoriales europeas y estadounidenses.
Su excelente trabajo como ilustradora le ha valido premios tan importantes como el Golden Apple de Bratislava, varios del Ministerio de Cultura Español y el Euskadi del Gobierno Vasco. Aunque viva en Madrid, se siente muy vasca.
Aprovechando una breve visita a Donostia, donde ha podido deleitarse con una excursión a Chillida Leku, hemos conversado con ella. Sentados frente a frente, lo que más sorprende de Asun es su mirada brillante y complaciente, acentuada por su forma de hablar muy parecida a sus ilustraciones: clara, profunda y llena de color.


-¿Qué son para usted la pintura y los dibujos que ilustran la literatura: interpretación, traducción o literatura en si misma?
Considero que el texto va por un lado y las ilustraciones por otro, que tienen vida propia, pero como no mucha gente opina como yo, al final lo que hago es escribir y dibujar mis textos, con lo que doblo mi expresión, la una es visual y la otra literaria, las dos forman parte de mí y a veces divergen y otras coinciden.

-Pero el ilustrador, siendo pintor y dibujante, ¿es un eficiente intérprete de historias o es también algo más?
Es un autor que tiene un lenguaje distinto, luego habrá que ver qué es más importante si el lenguaje plástico o el literario, aunque de cara a los niños, el lenguaje plástico es fundamental y hay que hacerlo con rigor porque en el mercado hay verdaderas chapuzas. A veces te encuentras un libro muy bien ilustrado con un texto muy malo y viceversa. Por ejemplo, hay cosas tan disparatadas como el libro Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite, que quiso ilustrar ella misma y es lamentable, pero ya sabe que hay gente que considera que los libros no deben ser ilustrados.


-A pesar de utilizar distintas técnicas y evolucionar, en todas sus creaciones permanece su estilo: el gesto, la postura, el andar de los personajes, su dinamismo, la economía de recursos y el encuadre. Pero por encima de todo, es la simpleza del trazo lo que le hace tan especial.
A mi entender la labor del que mira es muy importante; intento abrir la puerta de su imaginación y en general mis ilustraciones son mucho más sugerentes que otra cosa, no soy descriptiva, y en los textos tampoco.

-Una de las claves de su éxito se debe a su capacidad para reciclarse.

Alguien como yo que tiene un accidente a los veinte años y se tiene que replantear todo otra vez, se está reciclando siempre y como Nina, uno de mis personajes, he aprendido a reciclar mis sueños. Las secuelas del accidente suponen una serie de limitaciones que se van agravando, y una vez al año tienes que preguntarte otra vez: ¿quién soy?, ¿dónde estoy? ¿hasta dónde puedo llegar? Y con los libros me pasa lo mismo, ahora he estado trabajando en un texto de una mujer abertzale, cuyo padre murió asesinado por los franquistas. Me dijo que quería escribir sus memorias y la he estado ayudando a ponerlas en el papel, y aunque me ha quitado tiempo me ha parecido una labor muy interesante. Echar una mano a alguien que quiere expresarse literariamente vale la pena, aunque no se publique y sólo quede en el recinto familiar. Y esa es una labor, que, cuando ya me haya hartado del mundo editorial, me gustaría acometer porque el mundo en estos últimos sesenta años, ha cambiado más que en los últimos doscientos; hay cosas que desaparecen para siempre.

-¿Por ejemplo?
Cosas que incluso yo recuerdo y no soy tan vieja. Como que Asentxi, la tata de mi madre, viniera de Azkoitia a Bilbao
con la cuajada a cuestas. ¿Se imagina eso ahora?


MISTER DAFFODIL ETA BERE DENDA

-A la hora de ilustrar un libro, ¿le gusta que le dejen total libertad para interpretar el texto, o prefiere que el autor le diga por donde ir?
Necesito total libertad. Salvo raras excepciones, como con Mariasun Landa, con la que me entiendo muy bien y que confía en mí.

-Después de muchos años ejerciendo sólo como ilustradora, ¿qué le empujó a escribir sus propios libros?
Que los textos que me daban no me gustaban. Empecé a escribir en 1978, cuando pocos escribían para niños y jóvenes, pero la falta de información crítica, la ausencia de tales libros en revistas y periódicos y el desinterés general hace que la Literatura Infantil y Juvenil no cobre una categoría literaria. En Euskadi la valoración es distinta y tenemos escritores como Mariasun Landa, Bernardo Atxaga o Andu Lertxundi -por citar a tres amigos cuya obra conozco bien- que son valorados trabajen en el género que sea.

-El éxito de su autobiografía "Txoriburu", un libro para adultos, ¿no le anima a seguir por ese camino?
SÍ, pero ya veremos si me quitan la etiqueta de ser una autora exclusivamente para niños, porque aunque he ilustrado mucho para adultos (en cómic, prensa y publicidad) hay gente que todavía no se entera y machaca: "lo tuyo es infantil" y yo que protesto: "Pero, ¿qué dices? ¡Si he dibujado las felicitaciones navideñas del Guggenheim del año pasado! ¿Es eso infantil acaso?"


-En el prólogo de "Txoriburu" Mariasun Landa menciona que la infancia es un espejo hecho añicos y que nos obstinamos en recomponer. Algo casi imposible, pero gozoso, ya que sólo recogemos retazos que nunca nos devuelven aquello que fue ni aquello que fuimos, pero que quizás nos ayudan a comprendernos o a soportarnos mejor.
A veces una tiene la suerte de llevar un niño dentro de sí, pero esa fortuna termina cuando mueren tus padres. En junio hará dos años que murió mi madre y ahora soy distinta. Mamá me ha "soltado"; por un lado he perdido muchas de mis inhibiciones y por otro ella se ha llevado a Txoriburu. Me veo una mujer más dura, aunque también más capaz de escribir de manera más iconoclasta.

-¿Cómo era Mina, su madre?
Fue una mujer que sufrió mucho. Muy distinta a mi aunque la imitase siempre. Si a mi me gusta mucho la comunicación, a ella no le gustaba nada. En eso era muy vasca, todo lo vertía hacia adentro y encajaba la vida con gran humildad y entereza. Una mujer adelantada a su época que hablaba perfectamente inglés en los años treinta, que trabajó cuarenta años a cargo de una editorial, que quedó viuda muy joven y sacó adelante cuatro hijos.

-¿Cuál es la primera imagen que le viene de su niñez en aquel Bilbao derrotado de posguerra en donde la ropa nunca se secaba?
Yo vivía detrás de lo que es hoy el Guggenheim-Bilbao y ese barrio lo tengo grabado en la mente; echo en falta los barcos que bajaban al Arenal y aquellas tiendecitas tan cutres, las de los barriles de sardinas, que olían a café.

-Le daba mucha rabia que sus hermanos Anamari y Martintxu le llamaran copiona. ¿Cree que lo de convertirse en ilustradora fue una demostración para que vieran que no era una copiona?
Sí, fue para demostrarles a mis hermanos que si ellos eran "guays" yo también lo era, ¿sabes? Cuando tenía cuatro o cinco años e iba al Colegio Alemán me di cuenta de que dibujaba muy bien y eso me parecía mágico, era mi arma, la que me diferenciaba de todos los demás. Luego, el bilbainismo se apoderó de mí y me convertí en una forofa bilbaína, ya sabe: lo que yo digo va a misa.

-Pero sin olvidar que es medio guipuzcoana.
Eso me salva. Así decía mi madre. Y lo soy por ambas partes. Mi madre era de Donostia y mi amona de Pasajes de San Juan, pero los Balzola venían de Irún.

-Según cuenta en "Txoriburu", cuando tenía cuatro o cinco años, las personas de su alrededor le parecían personajes de cuento. Su madre, un hada; su padre, un ogro; su hermana mayor, Anamari, una bruja disfrazada de niña buena; su hermano Martintxu, Itxu, un mago; y la amona Romana, una reina.
La amona era una reina que andaba por el pasillo como un majestuoso navío. Mi padre era muy disciplinado y para una niña de cuatro o cinco años, alguien que nos marcara tanto el paso era un ogro, pero mis hermanos no lo recuerdan así porque eran mayores que yo. Era un innovador; fue el primer bilbaíno que salió a jugar al tenis en pantalón corto, porque le importaba un pimiento lo que pudiera pensar la sociedad, cosa muy rara en aquel tiempo y en aquella clase social. Además tenía unas piernas soberbias. ¡Hay unas fotos más bonitas!. Y en ese sentido quizás he heredado su
¿coraje?, porque al vivir el accidente, las muletas y la silla de ruedas, llega un momento en que pasas de los demás; si no sufres demasiado.

SIMONETTA, SIENA Y ORO

-Leyendo "Txoriburu", sorprende que tenga tan vivos aquellos años de su más temprana infancia. ¿Algunas cosas son fruto de su imaginación?
Intenté permanecer en la infancia y no traicionar mis recuerdos. No juzgar la época tampoco; que sí critico ahora que me he desmarcado de la clase social que pinto en el libro. Soy una artista, no una burguesa y vivo muy a mi aire. Seguramente, si viene un día a cenar a mi casa, no tendré cucharillas de postre; no me acuerdo de comprarlas, ¿sabe? Eso sí, tengo tres magníficos ordenadores. (¡Uy ! ¡Me he ido por las ramas ! ¿a qué venía esto?)

-De su capacidad para recordar los detalles.
Ah, sí. Asocio con facilidad. Me bastaba pensar: el armario de la amama, y la veía a ella sentándose y mirándome ganchillo en ristre. Era muy intuitiva, a mí me cazó sin necesidad de ningún psicoanálisis. De niña me llamó txoriburu, pero de adolescente "desaforada" que es lo que soy, la verdad, aunque ahora sólo pueda volar en mi cabeza.

-Viajar es una de sus mayores aficiones, ¿qué ha aprendido viajando?
Me he movido mucho entre el Mediterráneo y el norte. Además de vivir en Roma he vivido en Barcelona y voy mucho a Inglaterra. Cuando estoy allí me adapto a la amabilidad formal, a ese ritmo tan pausado, a la ausencia de temas conflictivos, a la charla sobre los perros y gatos respectivos. Me atraen un poco los opuestos, cuando estoy en el norte me siento del sur, y cuando estoy en el sur me siento del norte. Es bueno porque cambias de punto de vista. En Roma me sentía muy muy vasca, pero me siento árabe también y creo que España comete un gran error con su actual planteamiento político: no puede renunciar a 900 años de historia. Debiera ser un puente hacia el sur y aceptar la inmigración que llega de Africa con más generosidad.

Felicitaciones navideñas del Guggenheim.

-Es que el mundo está en crisis desde que la tecnología está en manos de los bárbaros...
Sí, ya lo dice Bush, que la superioridad de la civilización occidental es evidente; que me expliquen por qué.

-Estando como estamos inmersos en la época del ordenador y los mundos virtuales, ¿cuál es el lugar que va a ocupar el mundo de la ilustración y los libros?
Confío en la sobrevivencia del libro, pero creo en la informática. Me parece fantástico poder comunicar con alguien que está en China y no quisiera adoptar la actitud de decir que "cuando yo era joven todo era mucho mejor y los chavales de ahora son un desastre". Sólo porque cuando tenía su edad no hacía las mismas cosas, pero lo que detesto y veo como un verdadero peligro son la televisión basura, las películas violentas, los videojuegos agresivos, etc...

-¿Con qué trabajos nos va a sorprender próximamente?
He acabado dos libros de arte para niños para Editorial S. M. Uno sobre Velázquez y el otro sobre Murillo y ahora empiezo con otro sobre Goya. Tienen una parte de conocimientos y otra de ficción. Como escritora espero dar a los niños una información cultural desde un punto de vista más fresco que la que puede tener un pedagogo ,con todos mis respetos. Para prepararme estudié varios cursos de arte con la Universidad inglesa a distancia (Open University). Espero que tengan éxito.

-Pongamos que tiene un pincel mágico para arreglar la situación del País Vasco, ¿qué es lo que pintaría en el nuevo marco de nuestro país?
Soy pacifista a ultranza. No mataría a nadie, pero tampoco quemaría un autobús o rompería una farola, ni nada de nada porque son cosas de todos. No lo entiendo. Es obsoleto luchar con medios violentos y se está demostrando. La verdadera arma de lucha es la palabra. Por eso, en esa ilustración imaginaria, la gente se saludaría, se daría la mano y todos seríamos capaces de hablar, no de vociferar e insultarnos. Si el pueblo vasco quiere la autodeterminación seguirá esa vía.

-Viviendo en Madrid, será difícil hacer oídos sordos a las barbaridades que dicen sobre el País Vasco...
La hipocresía del lenguaje de los medios está llegando a unos niveles increíbles; habría que hacer lo que hizo Adriano Celentano en un programa de la RAI en Italia. "La tele no sirve para nada, os conmino a que la apaguéis" dijo y la apagó toda Italia. Tuvo tantos problemas que casi acabó en la cárcel.


Fotografías: Beñat Doxandabaratz


Euskonews & Media 149.zbk (2002 / 1 / 4-11)


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