Las
relaciones sobre el sitio de Fuenterrabía (1638-1639): la
construcción de un acontecimiento en la España de
los Austrias
*
Traducción al español del original
en euskera |
Javier
Díaz Noci |
El
7 de septiembre de 1638, después de soportar durante dos
meses ininterrumpidos el asedio por tierra y mar de las numerosas
tropas francesas del cardenal Richelieu, el ejército español
del rey Felipe IV libera la ciudad fronteriza de Hondarribia.
Durante ese tiempo, un número menguante de guipuzcoanos,
hombres, mujeres y muchachos, se enfrenta a unos 18.000 franceses.
El suceso, uno más de la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648), alcanza una publicidad sin precedentes en los dominios
de la monarquía hispánica. Entre 1638 y 1639 se
publican varias relaciones noticiosas que explican, con pelos
y señales, el suceso, y que sirven de base a varios libros
de esos años y posteriores. Hondarribia (entonces Fuenterrabía)
recibe todo tipo de mercedes de la corona española, entre
ellas el título de ciudad que aún hoy ostenta con
orgullo. En agosto de 1639 deciden instituir una fiesta que conmemore
el sitio y liberación de la localidad, que incluye tanto
celebraciones religiosas en honor de la Virgen de Guadalupe -a
quien se supone que los habitantes de la villa habían jurado
lealtad- como un alarde militar que, con algunas variaciones en
la forma pero igual en su esencia, se celebra aún hoy en
día. No sin polémica: un grupo de mujeres se ha
empeñado desde hace algunos años en formar parte
de ese alarde, compuesto desde 1639 por hombres, suceso muy conocido
gracias a los medios de comunicación de nuestros días,
que han construido, como hicieron los relacioneros de 1638-1639,
todo un acontecimiento público.
No es nuestra intención,
claro está, ni aclarar la polémica ni terciar siquiera
en ella, aunque necesariamente habremos de citar, porque viene
al caso, la cuestión del papel que se otorgó a las
mujeres en los relatos que impusieron la verdad oficial sobre
lo sucedido en el sitio. Nuestro empeño es más modesto:
analizar cómo se construye un acontecimiento cuya influencia
llega hasta nuestros días de dos maneras. En primer lugar,
porque los datos que aún hoy se manejan acerca del sitio
de Hondarribia provienen, en buena medida, directamente de aquellas
relaciones de 1638-1639, ya que fueron luego utilizados por los
primeros historiadores del suceso, y aún hoy en día
se repiten y dan por buenos. En segundo lugar, porque de aquel
acontecimiento público se deriva directamente una fiesta
que llega hasta nuestros días (la principal del calendario
en esa ciudad, que recuerda la victoria de los hondarribitarras
sobre las tropas francesas) y que pretende mantener, de una determinada
manera, el recuerdo no ya del suceso, sino de la significación
que éste tuvo para una determinada colectividad.
La noticia de la
liberación de Hondarribia por parte de las tropas españolas
comandadas por el Almirante de Castilla, por el marqués
de los Vélez y por otros generales españoles llegó
a los tres días de la liberación de la plaza guipuzcoana.
El viernes 10 de septiembre de 1638 un correo procedente de Hondarribia
entra en Madrid por la red de San Luis con destino al palacio
real, para informar al propio Felipe IV de la victoria sobre los
franceses. Se trata de Bernardino de Ayala, hijo del conde de
Villalba. En Madrid, de forma más o menos espontánea,
el pueblo se echa a la calle e incluso se dirige al palacio real,
a darle personalmente la enhorabuena al rey. A continuación,
Madrid -luego le imitarán otras ciudades de provincias-
celebra la victoria con diversas fiestas. Y es de estas fiestas,
más de que del propio acontecimiento, de lo que informan
las primeras relaciones, por lo que tenemos un relato detallado
de cómo comenzó a construirse ese acontecimiento
popular. Si el impreso deja constancia de lo sucedido para la
posteridad -y ése será el cometido declarado de
buena parte de esas relaciones- la fiesta hace que el valor simbólico
que se otorga a ese acontecimiento tenga una pervivencia muy larga
en la conciencia colectiva.
Los primeros
relatos "formales", por así decirlo, que informan públicamente
a las clases populares de la victoria sobre los franceses en Guipúzcoa
y del valor que la corona española le confiere tienen una
forma oral. En concreto, se trata de una loa especialmente compuesta
para la ocasión para la compañía de Luis
López, quien "puso carteles, que todos los que quisiessen,
acudiessen al corral del Príncipe", donde el sábado
11 de septiembre por la noche, con acompañamiento de "luminarias
y fuegos (…), y con atabales" (efectos que se reservaban para
las grandes ocasiones) se representaron comedias "de balde". En
la loa, en que intervienen la Fama y el Cuidado, "que es el Postillón"
se sublima la llegada del correo del rey un día antes y
la rendición de cuentas al pueblo, primero, y al monarca,
después. Y se mientan al pueblo los héroes de la
hazaña bélica: el almirante, el marqués de
los Vélez, el marqués de Mortara, el marqués
de Torrescusa y el duque de Alburquerque. Más adelante,
se les juntará el verdadero gobernante de España:
el valido don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares.
A esta temprana
loa se le unirán otras relaciones en verso igualmente destinadas
a las clases populares y con vocación más informativa
que estética. Antonio Duplastre publica ese mismo año
de 1638 en Madrid cuatro hojas en cuarto bajo el título
de Aquí se contienen dos famosas jacaras, y un romance
muy gracioso, de lo que ha sucedido en el sitio de Fuente-Rabia,
que comienzan con esta significativa estrofa: "Pidesme Doña
Marica / una gazeta Parnasa / del sucesso que amanece / esta noche
en luminarias". La composición de esta relación
noticiosa (de ahí lo de "gazeta") es tan temprana como
la loa anterior, pues data de la misma noche de las luminarias,
la del sábado 11 de septiembre de ese año, después
de que esa misma tarde el conde-duque de Olivares hubiese concedido
audiencia pública, como preludio de una entrada triunfal
días después, el 23 de ese mes, por la Puerta de
Alcalá. En las estrofas finales de estas jácaras
encontramos otras claves para comprender la significación
exacta que se intentaba dar al levantamiento del sitio de Fuenterrabía
dentro de la guerra de los Treinta Años: "Huyeron los Ugonotes,
/ y se dexaron las bragas, / y no las dexaron limpias, / pues
descubrieron la caca". Aparte de la sal gruesa del humor de estas
jácaras, lo que queremos destacar es el hecho de que desde
ese mismo momento los franceses -las tropas, no lo olvidemos,
del cardenal Richelieu- no sólo se presentan como los enemigos
seculares de España, sino como protestantes (hugonotes)
enemigos de la religión verdadera representada por el católico
monarca.
Igualmente en verso,
también en 1638, y también de la mano de Duplastre,
se publicará en Madrid una relación bastante extensa
cuyo título es Relación verdadera del feliz sucesso
que Dios ha dado al señor Almirante de Castilla, y demas
señores de España, en el socorro, y defensa de Fuente-Rabía,
y de la salida que hizo su Magestad à nuestra Señora
de Atocha, en agradecimiento de la feliz nueva. Con su Romance,
alabando el valor de las Vizcaynas. Por Francisco de Soto criado
de su Magestad. En esta relación, que narra la liberación
de Fuenterrabía y las fiestas oficiales -sobre todo, al
contrario que las relaciones que hemos visto antes, las religiosas-,
y por tanto ofrece una visión muy completa de todos los
aspectos del acontecimiento, se cita por primera vez, y de forma
nada casual, a las mujeres de Hondarribia. También se festejó
la victoria de Hondarribia en Sevilla, el domingo 19 de septiembre
de 1638. En apenas tres días el aparato de propaganda de
la monarquía hispánica se había puesto en
marcha con una efectividad inusitada.
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El
valor de los y las hondarribitarras pronto se hizo famoso
en toda España. De 1638 es esta Relación verdadera
del feliz suceso..., publicada en Madrid, que contiene este
romance dedicado a las "ilustres Vizcaynas". |
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Estas relaciones
en verso son el preludio de otras muchas que se ocuparán
de dar cuenta del hecho de forma más "seria". Una vez delimitada
la dimensión de la fiesta y reducida de la espontaneidad
popular al servicio de la propaganda oficial, faltaba un empeño
más difícil: establecer la versión definitiva
y oficial de lo sucedido en Hondarribia.
Antes de que relación
alguna se imprima corren, como era costumbre en la época,
relatos manuscritos sobre el socorro de Hondarribia por el ejército
del marqués de los Vélez. De ningún modo
podía permitirse que esas fuentes que iban por libre o
eran pagadas por determinados actores del suceso se convirtiesen
en principales para construir la versión más fidedigna
del acontecimiento. Sin embargo, y a pesar del peligro que representaba
para la corona dejar que circulasen textos manuscritos sin licencia
ni control, nada llegaba realmente a la opinión pública
si no se imprimía.
Lo primero que da
el paso a la imprenta son las fuentes manuscritas tal cual. Sevilla,
de la mano de Juan Gómez de Blas -uno de los más
activos relacioneros españoles del XVII-, fue uno de los
lugares donde más relaciones sobre el sitio de Hondarribia
se dieron a la imprenta. Otros lugares de Andalucía (Écija,
Granada) se hicieron prontamente eco de la noticia. También
lo hicieron ciudades castellanas, como Burgos y Logroño.
Pero, sobre todo, destaca la Relación y socorro de Fuenterrabía,
y sucessos del año 1638, escritos de orden y en virtud
de decreto puesto todo de la Real mano del Sr. D. Felipe IV,
impresa en la madrileña imprenta de Catalina del Barrio,
una de las más importantes por contar la que se supone
es la más definitiva y oficial de las versiones, aunque
la corona no se decidió a darla a la luz por sí
misma, en la Imprenta del Reino, como hizo, por ejemplo, con los
Efetos de las armas españolas del Rey Catolico en Flandes,
contra los exercitos de Francia y Olanda en la Campaña
deste año de 1638.
Salta a la vista
que todas esas relaciones manejaron información de primera
mano, lo que prueba el uso de fuentes privilegiadas de que disponían
quienes por propia iniciativa o por encargo, y en cualquier caso
siempre con licencia oficial, relataron de un modo u otro el suceso,
destacando tales o cuales aspectos, así como el interés
de la corona española por dar publicidad adecuada al suceso
y a cuestiones con él relacionadas. Al monarca y su valido
no se les escapaba que, como muy bien dice César Aguilera,
"las fuentes gobiernan este tipo de obras". Varias de las relaciones
anteriormente mencionadas son capaces de reproducir hasta una
decena de cartas oficiales: la Relación diaria de la
memorable y feliz vitoria de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de
Fuenterrabía contiene una del gobernador Domingo de
Eguía a Felipe IV, cinco del rey a Hondarribia, una de
la ciudad al rey, otra de Condé al rey, otra gobernador
a Condé y la respuesta de Condé al gobernador. Contiene
además una lista pormenorizada, que luego sería
utilizada por el padre Moret, de los "vezinos y originarios que
entran en el Gobierno desta Ciudad, que se hallaron en su sitio"
y de "los naturales y moradores que han hallado en la Plaza".
Toda esa información hubo de salir necesariamente de los
archivos reales.
Ninguna información
se desdeña: en 1639 Nicolás Rodríguez, que
ya había dado a la luz una primera versión oficial
del evento (en la portada aparece un grabado del escudo real),
completada con otros sucesos bélicos y titulada Relación
verdadera del estado de las cosas de Vizcaya y Fuente Rabia; con
los buenos sucessos que han tenido, y numero de gente, y baxeles
que se han juntado, llega a imprimir una Relacion verdadera
de la declaracion que hizo una espía que fue presa en Fuente
Rabía, dando cuenta de la armada francesa, numero de gente
de los exercitos de mar y tierra, generales dellos y sus desinios.
Como es lógico, de todos los lugares donde se imprimeron
relaciones sobre Hondarribia, destaca, tras Madrid y Sevilla,
la segunda ciudad en importancia de España, Barcelona,
sobre todo las del jesuita Cristóbal Escudero, todo un
"periodista" (entonces se decía "relacionero") profesional.
Todas esas relaciones -hemos podido contar una decena- fueron
impresas bien por los hermanos Sebastián y Jaume Matevad
(o Matevat), bien por Jaume Romeu, bien por Gabriel Nogués,
quienes controlaban el mercado informativo catalán. En
muchos casos, los Matevad o Romeu se limitaban a reimprimir las
producidas en otros lugares. No desdeñan ningún
subgénero de relación; lo mismo las imprimen en
verso, que recogen aspectos sobrenaturales, que dan a la luz pública
relatos informativos, e incluso publican compendios generales
de lo sucedido hasta entonces en la Guerra de los Treinta Años
en que se recoge de forma destacada el sitio de Hondarribia.
Existe incluso una
relación en verso publicada en vascuence, acompañada
de un par de sonetos castellanos. Aunque los restos que se conservan
de ella (el ejemplar fue utilizado para forrar un libro de la
época) no permiten determinar cuándo fue impresa,
algunas indicaciones del texto y el evidente propósito
propagandístico permiten fechar su composición con
toda probabilidad en 1638 ó 1639. Se trata de la Canción
vizcayna en metro y hecha en alabanza de los hechos heroycos de
D. Domingo de Heguia, aunque entre los estudiosos de la lengua
vasca se la conoce como Egiaren kanta [El canto de Eguía],
pues su único propósito es ser un panegírico
de Domingo de Eguía, capitán en un primer momento
de las tropas guipuzcoanas, y de paso de la política del
rey don Felipe y del patriotismo español (si bien no falta
alguna velada referencia foral y, a la vez, una reivindicación
de la lealtad de las provincias vascas a la política del
Austria). Su autor es el presbítero de Deusto (hoy barrio
de Bilbao) Juan Bautista de Alzola y Muncharaz.
Para concluir este
repaso por las relaciones contemporáneas sobre el sitio
y liberación de Hondarribia no podemos pasar por alto un
texto que, sobre todo por el renombre de su autor, hubo de alcanzar
una difusión notable, y que por su carácter satírico
supone el colofón perfecto a toda la estrategia informativa
que estamos examinando. Se trata de un libelo, que se da como
nacido de la pluma de Francisco de Quevedo y Villegas, impreso
en Madrid por Diego Díaz de la Carrera en 1638, titulado
Relación, y traslado bien y fielmente sacado de una
carta embiada a esta Corte: y tiene por argumento la sombra de
Mos de la Forza se aparece a Gustavo Horn, preso en Viena, y le
cuenta el lastimoso sucesso que tuvieron las armas de Francia
en Fuente-Rabia. Fue reimpresa, cómo no, por Jaume
Romeu en Barcelona en 1639. Algunas veces más citará
don Francisco el sitio de Hondarribia: por ejemplo, en una carta
a Sancho de Sandoval del 2 de enero de 1639, y en su opúsculo
político La rebelión de Barcelona ni es por el
güevo ni es por el fuero, de 1640, en el que se critican
los movimientos separatistas de los catalanes: "Nuestra desgracia
su ingratitud la mereció, nosotros la padecimos; desquitámosla
con muchas ventajas sobre Hondarribia (…). Fue gran disposición
pelear por guipuzcoanos y no por catalanes".
A pesar de la profusión
de relaciones, y de la comprobada eficacia de éstas para
influir de forma inmediata en la opinión pública,
en la jerarquía del relato se prefería la más
antigua, y ya en decadencia, crónica histórica,
de producción más lenta, lectura más ardua
y compra mucho más costosa, como modo de institucionalizar
definitivamente unos sucesos, de que éstos ingresasen definitivamente
en la historia, entonces, por supuesto, una historia oficial,
hecha de verdades única e incontestables, designios y destinos
irreversibles, e hitos ligados al poder omnímodo de las
coronas europeas, una historia hecha de eventos remarcables. Las
relaciones se consideran algo así como un recurso provisional,
unos ríos afluentes que necesariamente habían de
desembocar en el gran océano de la crónica histórica.
Esas relaciones serán la fuente principal de otros relatos,
éstos ya en la más prestigiosa forma de libro, muy
cercanos en el tiempo al propio sitio de Hondarribia.
Al año siguiente
del sitio se publicó "con licencia" en la imprenta madrileña
de Catalina del Barrio Sitio y socoro [sic] de Fuenterabia
[sic] y sucesos del año de mil y seiscientos y treinta
y ocho. Escritos de orden de su Magestad, obra de Juan de
Palafox y Mendoza. No hace falta recordar que en esa misma imprenta
apareció una relación, citada algo más arriba,
que es la que establece la versión definitiva y la da a
conocer de forma popular, más barata y accesible que el
libro, que se destinaría a otras clases sociales más
letradas y pudientes. Palafox reúne en un libro manejable
todos las victorias bélicas de las armas del rey en 1638,
empleando un estilo cuyas características recuerdan las
que hoy se preconizan en los manuales de redacción periodística
como básicas del estilo informativo: "Poco, o ningun aliño
en estilo, sin exornacion los sucessos, ni descripcion las ciudades,
fortalezas, y Provincias, desnuda de aquella eloquencia, que va
embevida en las grandes historias que enseñan igualmente,
y persuaden". Lo que en su modestia Juan de Palafox tacha de "imperfecciones"
son, en realidad, las virtudes de un nuevo estilo ya puesto de
manifiesto por relacioneros y gaceteros: el de las noticias. Palafox
se despreocupa de las causas, y prefiere relatar "los sucessos
desnudos, quales son las batallas y los vencimientos". La crónica
se centra sobre todo en el sitio de Hondarribia, "por juzgarse
en todas sus circunstancias materia digna de la noticia, y atencion
de las gentes (…) empresa y defensa que ha atraido a si los ojos
de Europa". La credibilidad al relato le viene dada no sólo
por el estilo, sino por hallarse respaldada por el crédito
oficial: "Afiança el credito de la verdad, y ajustamiento
desta relacion, el escrivirse de orden de su Magestad, pues las
noticias que en ella se contienen son las mismas que han dado
los Generales, los Cabos, y las que resultan de las Consultas,
y papeles de los oficios por donde ha corrido esta materia". Fuentes
que son las mismas que han manejado un año antes las diversas
relaciones mencionadas.
Si no oficial sí
oficiosa es otra obra, también publicada en español
en 1639 (aunque unos meses antes había aparecido en italiano)
en Pamplona, y también con licencia, firmada por un tal
"Grivilio Vezzalmi", en realidad acrónimo de Virgilio Malvezzi,
y titulada La libra de Grivilio Vezzalmi traducida de italiano
en lengua castellana. Pesanse las ganancias y las perdidas de
la Monarquia de España en el felicissimo reynado de Filipe
iv el Grande, una obra totalmente propagandística destinada
a glosar las hazañas militares del entonces rey español
y de influir en la opinión pública. No se crea que
el término es anacrónico: lo emplea Virgilio Malvezzi
cuando dice, al inicio de su libro, que "la Esfera, que da el
movimiento à los entendimientos del Mundo es la opinion".
Malvezzi afirma, al contrario que Palafox, que su intención
es "buscar las causas", aunque en realidad el tono abiertamente
propagandístico de su obra impide cualquier otra cosa que
no sea la acumulación de datos, todos ellos favorables
a los intereses de la monarquía: "El año de treinta
y ocho es el mas glorioso desta Monarquia; porque amaneciò
el mas peligroso", ya que "tratavan el Rey de Francia, y los Olandeses,
en diversas partes del Orbe, grandes daños, y peligrosos
principios à la total ruina de la Monarquia". El italiano
une los designios de la monarquía de Felipe iv a los de
Dios: "Verdaderamente la causa de los Españoles, es causa
de Dios; y sino lo fuera, sus enemigos la hizieran". Los conflictos
bélicos suministraban suficiente material para esta estrategia,
sobre todo si, al igual que ocurría con el sitio de Hondarribia,
permitía comparar el comportamiento de sus habitantes al
de la leyenda de Sagunto. Para dar consistencia a su relato, Malvezzi
emplea un recurso y unos materiales ya usados por las relaciones
anteriores, dar "à la estanpa las cartas, y las consultas,
que he referido".
Algo posterior es
la obra que aún hoy se tiene por fuente principal de los
datos históricos del sitio de Hondarribia, también
compuesta (en latín, con el título De Obsidione
Fontirabiæ libri tres) por encargo del gran maestre
de los caballeros de San Juan de Malta Martín de Redín
y Cruzat al jesuita pamplonés José Moret, y cuyo
título en castellano es Empeños del valor, y
bizarros desempeños o Sitio de Fuente-Rabia. La obra
data de 1654 y es indudable que bebe, entre otras fuentes, de
las relaciones aquí mencionadas. Conoció diversas
reediciones y traducciones en los siglos XVIII y XIX. Moret justifica
su empeño y lo presenta explícitamente como un mapa
de acontecimientos: "Diràn, que los pasages de un solo
sitio no pedian tan dilatado escrito, acostumbrados los tales
à acontentarse con la superficie de los hechos, y à
que se les digan las cosas por mayor, como en un mapa-mundi".
El jesuita quiere ir más allá que cualquiera de
los relatos anteriores, y además de su voluntad de compleción,
pretende llegar también a lo sustancial de los hechos,
sus causas, y todas las circunstancias", aunque no desdeña
tampoco mencionar algunas señales y oráculos como
la aparición en Lumbier (Navarra) de dos águilas,
una que venía de España y la otra de Francia, que
durante los tres días anteriores a comenzar el sitio pelearon
entre sí. En realidad, el empeño de Moret era en
principio mayor, escribir la historia de la Guerra de los Treinta
Años, pero desistió de emprender un trabajo de semejante
magnitud para concentrarse en un solo suceso cuya importancia
resumía así: "Porque siendo esta la primera vez,
que despues de una Octaviana paz se dejaron ver dentro de España
armas enemigas, excitaron en las amigas, y enemigas Potencias
de la Nacion Española una grande, y diferente expectacion,
y con desmedido estrépito despertaron a los Españoles
pueblos, que estaban olvidados de lo que era la guerra, habituados
yà al sosiego de la paz". Cabría preguntarse si
no fue el relato de lo sucedido lo que despertó a la opinión
pública española, más que el propio suceso,
y si no sería éste el propósito fundamental
de la obra de Moret y de todas las que hemos examinado anteriormente,
relaciones, fiestas y libros, ya que, como dice a continuación
Moret, "en realidad no hay noticia, que pueda asegurar su permanencia,
si no se afianza en la duracion de los escritos".
No era suficiente
que los habitantes de Hondarribia hubiesen experimentado en propias
carnes lo que ocurrió. Incluso ellos tenían que
dar por buena la versión oficial de los acontecimientos
y participar en el sentimiento colectivo acerca del mismo. Ellos
más que nadie, en realidad. Para eso era indispensable
que dispusiesen de la misma información que el resto de
los súbditos de Felipe IV. Ello explica que se editasen
varias relaciones no en Guipúzcoa -que hasta 1672 no dispuso
de una imprenta estable, la de la familia Huarte, impresores oficiales
de la Provincia-, sino en los territorios limítrofes. Los
impresores establecidos en el norte de España no podían,
por otra parte y a la vez que reforzaban la postura oficial sobre
el hecho, dejar pasar la oportunidad de hacer un buen negocio,
y las relaciones sobre esta noticia lo eran. De las relaciones
de 1638 la más cercana geográficamente al propio
hecho es la que Martín de Aspilqueta imprime en Bilbao,
titulada Relación de todo lo sucedido en Fuenterrabia,
desde que el príncipe de Condè la puso cerco, hasta
que se retiró con afrentosa huida. Ese mismo año
Matías Marés, impresor que trabajaba sobre todo
en Bilbao pero que tenía entonces un establecimiento impresor
en Logroño, publica en la capital riojana la Relación
verdadera del socorro que a Fuenterrabía dieron los Excelentissimos
Almirantes de castilla, y el Marques de los Velez Virrey de Navarra,
Generales de ambas coronas en esta faccion, vispera de Nuestra
Señora de Setiembre, una de las que aprovecha en provincias
el éxito popular de las relaciones madrileñas y
que ya hemos mencionado antes. De todo esto se desprende que el
mercado lector vasco existía y era propicio.
La munificencia regia
era otro de los métodos para premiar la lealtad y asegurar
la fidelidad de los hondarribitarras a los designios del aparato
informativo y propagandístico de la corona. Para empezar,
la valentía demostrada por los -y las- habitantes de Hondarribia
fue pronto premiada: nada más conocer la noticia, Felipe
IV decide "que toda la gente que se halló dentro de Fuente
Rabia (…) no quedasse sin premio; y assi a todos los nobles hizo
mercedes de abitos". No sólo fueron los hombres merecedores
de galardón: en esa Relación de los regozijos
y fiestas… ya examinada de 1638 se cita "a las mugeres, que
tambien mostraron tener animos varoniles". En su carta del 18
de septiembre de 1638, el rey se dirige a los habitantes de la
villa de Hondarribia instándoles a que ellos mismos expongan
cómo desean ser recompensados. Todos ellos -y todas ellas-
"pues hasta las mujeres acudieron á todo lo necesario,
gobernándose con tal valor que no se excusaron de las acciones
de mayor riesgo". Finalmente, el monarca decidió premiar
a los soldados con cuatro reales de sueldo por cada día
de asedio sufrido, a las mujeres con tres reales, y a los muchachos
con un real y medio, y concedió a la villa el título
de ciudad.
Es indudable que
todos los habitantes de la entonces villa debieron de arrimar
el hombro en la defensa de la localidad amurallada. En bastantes
relaciones se cita el valor no sólo de los hombres, sino
también -y por este orden- de los muchachos y de las mujeres.
No falta quien se refiere a los presos, liberados a cambio de
colaborar en la resistencia al asedio de las tropas del príncipe
de Condé. Sin embargo, la referencia explícita en
buena parte de las relaciones que estudiamos al papel desempeñado
por las mujeres en concreto nos hace pensar que, independientemente
de lo que éstas hicieran, existía un interés
muy claro en dejar sentada la valentía universal de todos
los habitantes de Hondarribia, y, por ende, de los súbditos
y súbditas del rey de España. La mención
al valor de las hondarribitarras es muy temprana. Como ya hemos
visto, la Relación verdadera del feliz sucesso que Dios
ha dado al señor Almirante de Castilla, y demas señores
de España, en el socorro, y defensa de Fuente-Rabía,
y de la salida que hizo su Magestad à nuestra Señora
de Atocha, en agradecimiento de la feliz nueva, dada a la
luz pública en 1638 por Antonio Duplastre en Madrid, va
acompañada de un Romance, alabando el valor de las Vizcaynas
compuesto por Francisco de Soto: "Mal la huvistes Franceses",
comenzaba el romance parafraseando aquel más antiguo sobre
la muerte de Roldán en Roncesvalles (lo que de nuevo nos
indica a las claras el propósito de este nuevo romance),
"ay en Vizcaya Amazonas (…) / de que Francesa muger / se conto
para en jamas / lo que yo de las Vizcaynas / realzando su natural".
Y remata la faena con esta estrofa: "Ay ilustres Vizcaynas, /
que bien sabeys disparar (…) / ambre, sueño y sed passar
(…) / Vuestro furor, yra, y saña, / Madrid alabando está.
/ Vuestros nobles coraçones, / vuestro esfuerzo singular,
/vivays mil siglos amen, / porque a España defendays".
Es posible que las
proclamas del valor femenino de Hondarribia partiesen del propio
pueblo en los momentos inmediatamente posteriores a la liberación
de la plaza. Es seguro que nada se mencionaba en la carta a Felipe
IV que portaba aquel mensajero el 10 de septiembre de 1638 y que
desencadenó la fiesta en Madrid. El refrendo a esa parte
de lo que luego sería la versión oficial u oficiosa
de la historia parte de los primeros relacioneros en verso, que
podían recoger -y probablemente magnificar- o bien un sentir
popular, o bien un deseo del palacio real de "universalizar" la
referencia al valor heroico, "saguntino" y "numantino", de los
y las hondarribitarras. No en vano la primera comparación
directa de Hondarribia con Sagunto y Numancia se halla en una
carta de Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, de
16 de septiembre de 1638. Es Olivares el verdadero artífice
del recuerdo de la liberación de Hondarribia. No cabe pensar
que fuese una mera invención de aquellos primeros relacioneros,
ya que luego, con algunos más detalles, la recoge, y le
da carta definitiva de naturaleza, el padre Moret en su obra,
y en muy similares términos a los que podían leerse
en las relaciones que antes hemos mencionado:
Pero lo que mas
se señalò este dia fuè el indecible esfuerzo
de las mugeres, que no dexó de ser mucho alivio para
la tropa (…). Llevaban à enterrar los muertos, retirában
los heridos, y la curacion de primera sangre por entonzes
corria por ellas. Otras, partida assi la maniobra, andaban
muy de priesa acarreando del Almacèn ya las picas,
ya la pólvora, y en suma las armas, que se necesitaban,
sin que sirviesse instarles el Gobernador, que se escusassen
de tal riesgo (…). Advirtiòse tambien con admiracion,
que algunas de las mugeres tubieron valor para ir recogiendo,
manoseàr, y componèr para el entierro trozos
enteros, y entrañas, que andàban por aquellos
suelos, de algunas personas interesadas, que estaban hechos
pedazos de la artilleria.
Se mataban así
dos pájaros de un tiro: se forjaba una leyenda -hasta dónde
lo que se cuenta en ella se ajusta o no a la realidad de lo sucedido
es imposible de saber- en que se volvían aceptables tanto
la primera versión, la más heroica pero también
la más arriesgada para los intereses de un Estado y una
sociedad en que la mujer ocupaba un puesto subalterno (la versión
que decía que las mujeres empuñaron las armas),
como la segunda versión que, sin negar que tomaron valientemente
parte en la defensa de Hondarribia, les adjudicaba un papel secundario.
Es esa segunda versión, suavizada si se quiere, la que
se impone. Lo que nos interesa destacar aquí no es la verdad
o no de una u otra versión, que eso se nos escapa, sino
cómo ambas son construcciones retóricas. A pesar
de estar basados en todo o en parte en hechos verdaderos, todos
estos relatos no dejan de ser "ficciones narrativas".
En cualquier
caso, está claro que los propios habitantes de Hondarribia
eran conscientes del importante papel que las primeras relaciones
informativas jugaron en el establecimiento de la versión
oficial. Algo después de que el padre Moret editase su
obra, ésta ya se daba como la versión definitiva
en la localidad guipuzcoana. Años después del suceso,
el cabildo de Hondarribia alude al "cuidado, y prolijidad, con
que el P. Moret atendió en esta Obra á las mas menudas
circunstancias (…) no parece que dejan que desear". No obstante,
echan de menos una lista de los presentes en el momento de liberarse
la ciudad -en realidad, de los hombres mayores de edad o "cabezas
de familia"- del sitio a que la sometían las tropas de
Condé, y la hallan en "un Diario del Cerco", que, como
ya hemos dicho, es la Relación diaria de la memorable
y feliz vitoria de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Fuenterrabía.
En Hondarribia tienen muy claro que es este texto "el que instruyó
a Moret en su narracion de las operaciones del Sitio".
Faltaba un último
paso para que el ciclo quedase definitivamente cerrado en la memoria
colectiva, para que se completase la representación del
código social vigente: la fiesta. No es suficiente con
asegurar la transmisión de la ideología política,
sino que hay que asegurar también la transmisión
de la cultura. En Hondarribia la fiesta se instaura a partir de
1639, tras reunirse el cabildo de la ciudad el 15 de agosto de
ese año. Y se organiza cubriendo las dos vertientes en
que se sustentaba la propia monarquía hispánica:
la militar y la religiosa. En principio se organiza una procesión
el 7 de septiembre "de todos los Vezinos con sus armas", y por
la noche "con ogueras y luminarias y disparando toda la artillería
y mosquetería". A todo ello se le añaden otros "regocijos"
populares similares a los que ya se habían hecho en Madrid
y Barcelona un año antes, como correr toros, "ynbensiones
de fuego y coetes boladores" entre el 7 y el 9 de septiembre.
Más tarde, se separan los actos religiosos (sendas procesiones
el 7 y el 8 de septiembre), el alarde armado, y el resto de las
celebraciones festivas el 9 de septiembre. Queda así establecido
el mapa informativo acerca del sitio de Hondarribia y sus posteriores
consecuencias, un suceso que casi cuatro siglos después
se sigue recordando con voluntad de hacerlo y con, básicamente,
el sentido que entonces se le imprimió, cada 7 de septiembre.
Javier
Díaz Noci, Eusko Ikaskuntzaren Komunikabideak Saileko partaide
eta Euskal Herriko Unibertsitateko irakaslea pdpdinoj@lg.ehu.es
www.ehu.es/diaz-noci |