El
Goya a la Mejor Música Original concedido en la XVI edición
de estos premios que otorga la Academia de las Artes y las Ciencias
Cinematográficas de España al compositor donostiarra
Alberto Iglesias por su partitura para la película de Julio
Medem Lucía y el sexo –quinto Goya logrado a lo
largo de su carrera, cuatro en películas de Medem y uno
en una de Almodóvar- confirma a Iglesias como uno de los
músicos de cine más importante que existe en la
actualidad dentro del panorama cinematográfico vasco y
español.
Alberto Iglesias
estudió Piano, Armonía y Composición en San
Sebastián. Más tarde prosiguió sus estudios
en ciudades como Barcelona, París y Milán. Se inició
como compositor musical para el cine en los años ochenta
donde adquirió renombre por sus trabajos dentro del cine
de Euskadi, muy especialmente debido a sus colaboraciones con
Imanol Uribe. Fue de todos modos en los años noventa cuando
Iglesias se consagró gracias sobre todo a sus composiciones
para obras de Julio Medem, -con el director vasco Iglesias ganó
tres premios Goya en esa década-, y de Pedro Almodóvar.
A principios de los ochenta Iglesias inició su relación
con el séptimo arte casi por azar, ya que varios amigos
de su entorno vivían intensamente esa etapa inicial del
cine vasco moderno y empezaron a solicitar su colaboración
en el apartado musical.
Sus primeros trabajos
fueron para el corto Ikusmena (1980) de Montxo Armendáriz
y para el corto Fernando Amezketarra (1981) de Juanba Berasategi.
Con La conquista de Albania de Alfonso Ungría y
La muerte de Mikel (1983) de Imanol Uribe, Iglesias logró
dos bandas realmente logradas y empezó a labrarse un nombre
en el panorama de la música para el cine. Luego llegaron
trabajos como Fuego eterno (1984) de José Ángel
Rebolledo, El sueño de Tánger (1985) de Ricardo
Franco, Luces de Bohemia (1985) de Miguel Angel Díaz,
Adiós, pequeña (1986) de Imanol Uribe, o
Lluvia de otoño (1988) de José Ángel
Rebolledo, una hermosa banda sonora llena de sensibilidad, marca
de estilo de Iglesias, apoyada en el embrujo del sonido de los
instrumentos de cuerda. Esa fusión plena, muy al modo clásico,
de imagen y música, -ajena a las nuevas tendencias surgidas
en los setenta donde la música cobra cierta independencia
de la imagen- es una de las características del estilo
de Iglesias. Sin embargo su brillante trabajo en esta interesante
película de Rebolledo apenas tuvo repercusión porque
la película pasó desapercibida.
La década
de los noventa se inició con Vacas (1991) de Julio
Medem, un evidente punto de inflexión en la carrera del
compositor donostiarra. A partir de esta experiencia empezó
a considerar la música de cine como algo más que
un encargo, como una expresión artística total.
Además inició su relación, si se exceptúa
su primer encuentro en el corto Las seis en punta, con
Julio Medem, el director con el que Iglesias más lejos
ha llegado en su actividad artística. En la partitura de
Vacas, donde predominan unos dramáticos teclados,
Medem supo recrear a la perfección el aire intimista y
romántico que requería la historia. Poco después
llegó una nueva colaboración con Julio Medem en
La ardilla roja (1993). De nuevo los teclados y violines
de Iglesias brillaban con luz propia logrando una obra en la que
diálogos, imágenes y música se fundían
con total armonía. Con esta banda sonora Iglesias ganó
su primer Premio Goya a la Mejor Música Original en 1994.
En
1995 Pedro Almodóvar, una vez que dejó de trabajar
con su habitual compositor Bernardo Bonezzi y tras sus escarceos
con músicos de la talla de Ennio Morricone y Ryuichi Sakamato,
confió en Iglesias para la banda sonora de La flor de
mi secreto (1995). Los resultados del trabajo de Iglesias
propiciaron para el futuro un encuentro tan fructífero
como el mantenido con Medem. También en 1995 Iglesias retornó
con Medem en Tierra (1995) y creó una música
de una tristeza e intensidad infinitas, apoyada en una sección
de cuerda magistral. Iglesias logró con Tierra su
segundo Goya a la Mejor Música Original. Tras Carne
Trémula (1997), su segundo encuentro con Almodóvar,
llegó su quinto trabajo con Medem, Los amantes del Círculo
Polar (1998). Esta composición le valió su tercer
premio Goya a la Mejor Música Original. En 1999, con la
banda sonora de Todo sobre mi madre (1998) de Pedro Almodóvar,
Iglesias firmó otra excepcional composición musical
para el cine. Con Todo sobre mi madre Iglesias logró
su cuarto premio Goya en la XIV edición de estos prestigiosos
premios que otorga la Academia del cine español. Además
la tercera edición del Festival de Cine Español
de Málaga (2000) le otorgó su galardón honorífico
Ricardo Franco en reconocimiento a su obra. En el 2000 Terry Gilliam,
miembro en su día de los irreverentes Monty Phyton y director
de fantasías futuristas tan logradas como Brazil
(1984) o Doce monos (1995), le encargó componer
la música de su proyecto El hombre que asesinó
a Don Quijote. Por desgracia, diversos problemas frustraron
este atractivo proyecto de Gilliam y la posibilidad de ver a Iglesias
desenvolverse en un reto internacional de tanta categoría.
En el 2001 Iglesias se reencontró con dos de los cineastas
que más partido han sacado a su talento artístico.
Compuso la música de Lucía y el sexo de Julio
Medem, firmando así su sexta colaboración con este
director vasco, -y obteniendo, de paso, su quinto Goya en la edición
del 2002- y Pedro Almodóvar le encargó la música
de su nuevo proyecto, un film con el título provisional
de Hable con ella.
Carlos Roldán Larreta, Doctor
en Historia del Arte |