La
andadura profesional de Marino Lejarreta está plagada de
anécdotas y curiosidades. La gran mayoría coincide
en destacar la seriedad y constancia que caracterizan su carrera
deportiva, como cuando en 1977, tras protagonizar una grave caída
en el transcurso de una prueba que tuvo lugar en Mungia y en la
que se rompió el omóplato y la cabeza del radio,
se empeñó volver a competir. Por algo se apoda el
Junco de Berriz.
-¿Cuándo tomó la decisión de dedicarse al
ciclismo? Más o menos
un año antes de empezar. Para entonces mis hermanos ya
solían andar compitiendo, y pensé que yo también
podía tener posibilidades.
-¿Pensó
alguna vez durante los catorce años que estuvo en profesionales
en que llegaría a tener semejante palmarés? En mis comienzos no
esperaba llegar a tanto. Pensaba que sería un profesional
bastante normal, que haría lo que pudiera, pero nunca se
me pasó por la cabeza que pudiera ser capaz de dar semejante
nivel. Ilusión sí que tenía, pero sin grandes
pretensiones.
-¿Le resultó
duro? No especialmente. Hacía
lo que me gustaba, y en esos casos no te detienes en los aspectos
negativos.
-¿Alguna prueba
memorable? Mientras estás
en activo puedes tener pruebas favoritas, pero me he dado cuenta
de que pasado un tiempo soy incapaz de destacar una sola. Cada
prueba tiene su encanto. Me quedo con todas.
-¿Qué
le han enseñado los años y la práctica? Sobre
todo, a no perder la ilusión en lo que uno cree, y que
las victorias van estrechamente unidas al sufrimiento. El ciclista
tiene que estar dispuesto a sufrir, porque el deporte que ha elegido
es especialmente duro. Pero si tienes fe en lo que estás
haciendo, el sufrimiento pasa a un segundo plano.
-¿Le resultó
difícil adoptar la decisión de abandonar el ciclismo? Me resultó fácil,
porque lo había decidido de antemano. No es que se pierda
la ilusión, pero llega un momento en el que hay que tomar
una decisión. En las últimas carreras me daba perfecta
cuenta de que físicamente ya no estaba como antes, y que
lo mejor que podía hacer era abandonar el ciclismo. De
todos modos, no fue una decisión traumática.
-Le hemos visto
como ciclista, técnico y comentarista. Sigue muy vinculado
al mundo del ciclismo. Al abandonar el ciclismo
decidí seguir trabajando en este mundo, haciendo lo que
me gustaba. Hago de todo un poco, pero sin agobiarme demasiado
y disfrutando con mi trabajo. Después de pasar tantos años
sobre una bicicleta es difícil desprenderse del mono,
por eso, me ha venido muy bien seguir involucrado en este
ambiente.
-¿Baraja la
posibilidad de trabajar como director? Alguna que otra vez
ya me ha tocado hacer las veces de director, pero te someten a
demasiadas presiones, y eso no me gusta. Ni siquiera cuando era
ciclista me atraía el papel de director.
-¿Qué
necesita un ciclista para estar entre los primeros? Es difícil de
responder. Las condiciones físicas ayudan mucho, pero los
que se inician en el ciclismo deben tener, ante todo, una mentalidad
adecuada e ilusión. Yo destacaría como factores
determinantes la mentalidad, el físico y la suerte, que
siempre es bueno tenerla a favor.
-¿El ciclismo
sigue siendo lo que era? Poco a poco las cosas
han ido cambiando, y se ha avanzado mucho en beneficio de este
deporte. Pero es posible que ya no sea lo que era. Hay que tener
en cuenta que también la sociedad ha cambiado, y que quizás
esa imagen que antaño se tenía sobre los ciclistas
se haya desvanecido. Esa ilusión por participar en las
pruebas que yo palpaba en mis comienzos ha ido desapareciendo.
Para mí, lo de las competiciones era una especie de aventura.
El ciclismo en sí era una aventura. Aprendí mucho,
andaba muy contento. Ahora, como se tiene a planificar todo, es
menos aventurero. Ya no se dispone de la misma libertad que antes;
ahora es el grupo el que decide las pruebas en las que tendrá
que participar cada corredor. Pero lo digo sin ningún afán
de criticar. Seguro que si me hubiera tocado competir en estos
tiempos también hubiera estado contento.
-La sombra
del dopping es bastante alargada. La alarma ha cundido
tanto que ha perjudicado seriamente a la imagen que proyecta el
ciclismo. Al generalizar un problema que sólo afecta a
unos pocos, lo que han hecho es manchar el prestigio de los ciclistas,
sin ningún motivo. El ciclismo está atravesando
por unos duros momentos, pero confío en que algún
día todo este alboroto llegue a su fin.
-¿Los
ciclistas presentan un buen nivel? ¿Cuentan con una preparación
física adecuada? Las preparaciones actuales
son mejores que las de antes. Basta con mirar los resultados que
están cosechando. Sin embargo, en determinados casos todavía
se recurre a métodos tradicionales. Está claro que
en determinados campos la técnica ha progresado —los conocimientos
que hoy disponemos sobre el funcionamiento del cuerpo humano permiten
organizar mejor los entrenamientos—, pero, por otra parte, se
han dado cuenta de que algunas de las técnicas que se venían
empleando siguen resultando rentables. Yo creo que eso está
bien.
-Otro de los
nubarrones que se cierne sobre el ciclismo se refiere al futuro
de este deporte, ya que algunos no ven del todo asegurado el relevo
generacional y entienden que los jóvenes no están
dispuestos a competir como profesionales. No estoy muy de acuerdo
con esa afirmación. Yo creo que el ambiente es bueno, y
que al ciclismo de Euskal Herria le aguarda un buen porvenir.
Es importante que los jóvenes disfruten con el ciclismo,
que lo practiquen con ilusión, sin cegarse con los beneficios
que puedan obtener o estar esperando al momento en que pasen a
profesionales. Entonces sí que lo pasarían bastante
mal.
-¿Qué
consejos le ofrece a su sobrino Iñaki? Yo creo que va por
buen camino. Está muy ilusionado, acaba de empezar a saborear
las mieles de este deporte. Pero no aspira a pasar a profesionales,
prefiere seguir como hasta ahora y seguir practicando el ciclismo
como afición. Con el tiempo se verá si debe seguir
adelante o no, porque ese tipo de decisiones no siempre dependen
de uno. En cualquier caso, lo que le digo es que, pase lo que
pase, se siga divirtiendo.
Marino
Lejarreta Arrizabalaga (Berriz, 1957)
Es
el más joven de cuatro hermanos. Empezó
a montar en bicicleta por la influencia de sus
hermanos Ismael y Nestor.
Dio sus primeros pasos en la Sociedad Ciclista
Amorebieta. Empezó a participar en competiciones
en 1973. La primera prueba en la que resultó
vencedor fue la de Txurdinaga. Un año
más tarde ganó otras dos, y se
clasificó primero en la categoría
de contrarreloj del campeonato de España,
con la selección de Bizkaia.
En 1979 dio el salto a profesionales de la mano
del grupo Novostil, y luego pasaría por
otros seis grupos: Teka, Alfa-Lum, Alpilaiatte,
Seat, Caja Rural y ONCE.
En 1982 ganó la Vuelta a España,
y en la siguiente edición se clasificó
en tercer lugar.
En su palmarés destacan la Vuelta a Burgos,
la Clásica de San Sebastián, la
subida a Urkiola y las etapas que ganó
en el Giro de Italia y en el Tour de Francia.
En 1991 le fue concedido el premio al mejor
deportista vasco.
En 1992 decidió abandonar el ciclismo
y trabajar como técnico y comentarista. |
|
|
Fotografías: Usoa
Otaño Unzurrunzaga
-
Euskonews & Media 173.zbk
(2002 / 6-28
/ 7-5)
|