El arte de ayudar a parir y las comadronas en Navarra
Ana Urmeneta

A lo largo de la historia, el arte de ayudar a parir ha estado relacionado con la mujer, bien como partera experimentada, o como comadrona. Sólo cuando el parto se complicaba y era preciso el instrumental quirúrgico intervenía el cirujano. Los médicos, por su parte, no se interesaron por la Obstetricia hasta el siglo XIX. Esta larga ausencia se ha relacionado con la condición de la mujer en épocas pretéritas, siempre en inferioridad al hombre, y la mentalidad de la sociedad. Los médicos destacaban sus conocimientos teóricos y se consideraban social y profesionalmente superiores a cualquier otro practicante, por ello se mantuvieron al margen de los partos, la cirugía, las heridas y las sangrías. Todo ello rebajaba su dignidad, y manipular las partes íntimas de la mujer podía causar escándalo.

En Navarra cuando una mujer se ponía de parto se avisaba a la comadrona. En cambio, la presencia del médico ha sido excepcional hasta mediado el siglo XX.

Una mujer pariendo. En su rostro se refleja el sufrimiento y dolor que acompaña al parto. Iglesia románica de Artaiz (Navarra).

Las comadronas, entre el rechazo y el respeto

El oficio de partera ha tenido gran trascendencia en nuestra sociedad, pero la consideración recibida no ha sido siempre la misma. Varios sentimientos se han barajado en torno a ella: respeto, rechazo y miedo, especialmente si se asociaba con la magia y la brujería.

Las comadronas al poseer conocimientos sobre hierbas y brebajes los empleaban para aliviar el dolor en el parto, poner remedio a enfermedades propias de la mujer o aconsejar sobre medidas abortivas o anticonceptivas. Este saber hizo brotar un miedo irracional y alertó del peligro que podía suponer regentar esta parcela de poder en la que los hombres estaban al margen.

A partir de la Edad Media el dolor en el parto se consideró un justo castigo divino y toda tentativa para remediarlo fue considerado un gran pecado y algunas comadronas fueron llevadas a la hoguera por aplicar tratamientos para mitigar el dolor de las parturientas.

Mujer quemada en la hoguera, acusada de bruja.

La mentalidad de la época, en una sociedad regida por varones, hizo firme la creencia de que la mujer, causante del pecado original, no sólo inducía al pecado de lujuria, muy castigado por la Iglesia, sino que algunas de ellas, las comadronas y curanderas, recibían estos saberes del maligno. Gran influencia tuvo durante el periodo de caza de brujas (siglos XIV al XVII) el Malleus Malificarum de los inquisidores Kramer y Sprenger, que definía a la mujer como el ser más apto para pactar con el diablo y realizar maleficios y conjuros, y consideraba a la comadrona un peligro para la Iglesia Católica.

En la documentación navarra encontramos un proceso de brujería a una partera de la localidad navarra de Domeño, fechado en 1530. En él se recoge la acusación a Epifanía de Domeño de causar la muerte a una mujer a la que atendió en el parto. Los vecinos del pueblo aseguraban que había untado con ponzoña el cuerpo de la embarazada y esto le produjo la muerte.

En contraste con esta actitud de rechazo, cabe mencionar las exenciones tributarias, tanto reales como concejiles, que en el siglo XVI gozaba el ama de parir en Tafalla, signo del respeto que merecía este oficio.

El oficio de ama de parir

Dos características han acompañado al oficio de ama de parir, su antigüedad y la tradición familiar. En Tafalla la primera mención se produce en 1505: Nuevamente es preciso traer a la partera y hacer un contrato, en el cual se da a entender (nuevamente) que se ejercía con anterioridad a esta fecha.

A su vez no era raro encontrar varias generaciones de parteras (madre, hija, nieta) que aprendían desde jóvenes y al adquirir suficiente formación y destreza las sustituían o se independizaban

Sin embargo los sueldos debían ser modestos, porque Graciana de Arano, partera de Tafalla, contratada desde 1590, dieciséis años después pidió un aumento de salario. Alegaba dos razones, era pobre y su oficio necesario. Sólo le pagaban las gentes que tenían bienes, las pobres no pagaban nada. El concejo accedió a su solicitud y le prometió 14 ducados al año. Las comadronas estaban obligadas a atender gratuitamente a las pobres de solemnidad, por ello es frecuente encontrar solicitudes de aumento de sueldo.

Uno de los casos de tradición familiar fue el de Mª Antonia Aldave, partera de Cascante. Su madre le enseñó el oficio y ella le sustituyó al morir. Los problemas comenzaron cuando el cirujano empezó a asistir partos normales. La comadrona al ver mermada su economía acudió a los Tribunales Reales y denunció al cirujano por intrusismo, ya que no estaba examinado de comadrón. El proceso en el que pedía que no se le dejara ejercer tuvo lugar en el año 1770 y finalmente ganó el pleito interpuesto.

En Navarra para poder asistir partos se exigía tener aprobado una examen que garantizara su pericia. La Ley L de las Cortes de 1724-26 había determinado que ninguna mujer se pudiera aplicar al oficio de partera sin estar examinada y aprobada por el médico de su partido, en lo correspondiente a los aspectos médicos, y por el párroco, en lo tocante a lo espiritual. Poco después, en 1781, ya se pedía el título de partera. Debía tener por lo menos 25 años y haber practicado con una persona experimentada antes del examen, que convenía durase una hora por lo menos. También debía presentar la certificación del párroco de buena vida y costumbres, y la autorización del marido, en el caso de estar casada.

El hospital, la Inclusa y la Materidad

Las comadronas acudían al hospital de Pamplona cuando se presentaba algún parto y cobraban por parto asistido junto a una pensión alimenticia que consistía en pan, carne y vino. Hasta el siglo XVIII fueron pocos los atendidos pero la cifra se debió incrementar al finalizar el siglo porque el sueldo ascendió a 399 reales en el año 1804.

Como el hospital hacía también funciones de orfanato, fue necesario un personal que se dedicase a atender a las niñas y niños huérfanos y abandonados. En las Ordenanzas de 1730 se hace referencia a cuatro nodrizas que se dedicaban a la crianza de los lactantes y una comadrona, llamada madre de las nodrizas, que supervisaba los cuidados, la calidad de la leche de las nodrizas, y que éstas fueran al reconocimiento médico mensual.

Antigua Inclusa, fundada por Xabier Uriz y Lasaga.

Al comenzar el siglo XIX, en el año 1804, Xabier Uriz, Arcediano de la Catedral, fundó la Inclusa, que tenía una sección de Maternidad. Allí se trasladaron los numerosos expósitos que hasta entonces acogía el Hospital General y las comadronas asistieron los partos, la mayoría de madres solteras, pero no se incorporaron a su plantilla hasta el año 1840.

En los años treinta del siglo XX el hospital que estaba ubicado en el actual Museo de Navarra, se trasladó al Prado de Barañain, a las afueras de Pamplona. En el mismo recinto se instaló la nueva Inclusa-Maternidad. La Inclusa quedó dividida en dos secciones: Maternidad y Orfanato. La primera comprendía tres departamentos: el de Casadas, el de Ginecología y el de Solteras, este último denominado Refugio de Maternidad. El 20 de marzo de 1937 se estableció el nuevo reglamento y gracias a él conocemos la presencia de ginecólogos y comadronas, cuyo nombramiento, a partir de entonces, sería por oposición.

Vista aérea del Hospital de Pamplona sito en el Prado de Barañain.

A pesar de las nuevas y modernas instalaciones de Maternidad, no por ello la comadrona dejó de asistir partos en el domicilio. Las mujeres seguían avisándole al comenzar las contracciones y permanecían en la casa hasta el nacimiento. En ocasiones, si el periodo de dilatación se alargaba, comía con la familia e incluso se quedaba a dormir. Después, durante los primeros días del puerperio, atendía a la madre y al recién nacido hasta la caída del ombligo. El cambio se comenzó a producir en los años sesenta, cuando se medicalizó el embarazo, dando como resultado que en los setenta prácticamente todos los partos de Navarra fuesen atendidos en los hospitales maternales.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Fuentes

  • Archivo General de Navarra
  • Archivo Administrativo de Navarra
  • Archivo Municipal de Pamplona

Bibliografía

  • DONAHUE, M.P., Historia de la Enfermería, Ed. Doyma, Barcelona, Vol. II., 1988.
  • DUBY, G., El caballero, la mujer y el cura, Madrid, 1992.
  • EHRENREICH, B. Y ENGLISH, D., 1988, Brujas, comadronas y enfermeras: Historia de las sanadoras. Dolencia y trastornos: Política sexual de la enfermedad, Barcelona, La Sal, (1973).
  • FERNÁNDEZ S., RODA P., DÍEZ DE URE A., PINILLOS S., Ellas. Las mujeres en la historia de Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, Pamplona, 1998.
  • JIMENO JURÍO, J. Mª., Vocabulario Histórico Navarro (Villa de Tafalla), Altaffaylla Kultur Taldea, Tafalla, 1987.
  • LAÍN ENTRALGO, P., Historia de la medicina, Salvat, Barcelona, 1982.
  • RAMOS, J., La Salud Pública y el Hospital General de la Ciudad de Pamplona en el Antiguo Régimen (1700 a 1815), Gob.Navarra Dpto. Educación y Cultura, Pamplona, 1989.
  • TOWLER J., Comadronas en la Historia y en la sociedad, Masson, Barcelona, 1997.
  • WADE LABARGUE, M., La mujer en la Edad Media, Ed. Nerea, Madrid, 1996.

Ana Urmeneta, licenciada en historia

Euskonews & Media 181.zbk (2002 / 9-27 / 10-4)


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