A
lo largo de la historia, el arte de ayudar a parir ha estado relacionado
con la mujer, bien como partera experimentada, o como comadrona.
Sólo cuando el parto se complicaba y era preciso el instrumental
quirúrgico intervenía el cirujano. Los médicos,
por su parte, no se interesaron por la Obstetricia hasta el siglo
XIX. Esta larga ausencia se ha relacionado con la condición
de la mujer en épocas pretéritas, siempre en inferioridad
al hombre, y la mentalidad de la sociedad. Los médicos
destacaban sus conocimientos teóricos y se consideraban
social y profesionalmente superiores a cualquier otro practicante,
por ello se mantuvieron al margen de los partos, la cirugía,
las heridas y las sangrías. Todo ello rebajaba su dignidad,
y manipular las partes íntimas de la mujer podía
causar escándalo.
En Navarra cuando
una mujer se ponía de parto se avisaba a la comadrona.
En cambio, la presencia del médico ha sido excepcional
hasta mediado el siglo XX.
 | Una
mujer pariendo. En su rostro se refleja el sufrimiento y dolor
que acompaña al parto. Iglesia románica de Artaiz
(Navarra). |
Las comadronas,
entre el rechazo y el respeto
El oficio de partera
ha tenido gran trascendencia en nuestra sociedad, pero la consideración
recibida no ha sido siempre la misma. Varios sentimientos se han
barajado en torno a ella: respeto, rechazo y miedo, especialmente
si se asociaba con la magia y la brujería.
Las comadronas al
poseer conocimientos sobre hierbas y brebajes los empleaban para
aliviar el dolor en el parto, poner remedio a enfermedades propias
de la mujer o aconsejar sobre medidas abortivas o anticonceptivas.
Este saber hizo brotar un miedo irracional y alertó del
peligro que podía suponer regentar esta parcela de poder
en la que los hombres estaban al margen.
A partir de la Edad
Media el dolor en el parto se consideró un justo castigo
divino y toda tentativa para remediarlo fue considerado un gran
pecado y algunas comadronas fueron llevadas a la hoguera por aplicar
tratamientos para mitigar el dolor de las parturientas.
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Mujer
quemada en la hoguera, acusada de bruja. |
La mentalidad de
la época, en una sociedad regida por varones, hizo firme
la creencia de que la mujer, causante del pecado original, no
sólo inducía al pecado de lujuria, muy castigado
por la Iglesia, sino que algunas de ellas, las comadronas y curanderas,
recibían estos saberes del maligno. Gran influencia tuvo
durante el periodo de caza de brujas (siglos XIV al XVII) el Malleus
Malificarum de los inquisidores Kramer y Sprenger, que definía
a la mujer como el ser más apto para pactar con el diablo
y realizar maleficios y conjuros, y consideraba a la comadrona
un peligro para la Iglesia Católica.
En la documentación
navarra encontramos un proceso de brujería a una partera
de la localidad navarra de Domeño, fechado en 1530. En
él se recoge la acusación a Epifanía de Domeño
de causar la muerte a una mujer a la que atendió en el
parto. Los vecinos del pueblo aseguraban que había untado
con ponzoña el cuerpo de la embarazada y esto le produjo
la muerte.
En contraste con
esta actitud de rechazo, cabe mencionar las exenciones tributarias,
tanto reales como concejiles, que en el siglo XVI gozaba el ama
de parir en Tafalla, signo del respeto que merecía este
oficio.
El oficio de ama
de parir
Dos características
han acompañado al oficio de ama de parir, su antigüedad
y la tradición familiar. En Tafalla la primera mención
se produce en 1505: Nuevamente es preciso traer a la partera
y hacer un contrato, en el cual se da a entender (nuevamente)
que se ejercía con anterioridad a esta fecha.
A su vez no era raro
encontrar varias generaciones de parteras (madre, hija, nieta)
que aprendían desde jóvenes y al adquirir suficiente
formación y destreza las sustituían o se independizaban
Sin embargo los sueldos
debían ser modestos, porque Graciana de Arano, partera
de Tafalla, contratada desde 1590, dieciséis años
después pidió un aumento de salario. Alegaba dos
razones, era pobre y su oficio necesario. Sólo le pagaban
las gentes que tenían bienes, las pobres no pagaban nada.
El concejo accedió a su solicitud y le prometió
14 ducados al año. Las comadronas estaban obligadas a atender
gratuitamente a las pobres de solemnidad, por ello es frecuente
encontrar solicitudes de aumento de sueldo.
Uno de los casos
de tradición familiar fue el de Mª Antonia Aldave, partera
de Cascante. Su madre le enseñó el oficio y ella
le sustituyó al morir. Los problemas comenzaron cuando
el cirujano empezó a asistir partos normales. La comadrona
al ver mermada su economía acudió a los Tribunales
Reales y denunció al cirujano por intrusismo, ya que no
estaba examinado de comadrón. El proceso en el que pedía
que no se le dejara ejercer tuvo lugar en el año 1770 y
finalmente ganó el pleito interpuesto.
En Navarra para poder
asistir partos se exigía tener aprobado una examen que
garantizara su pericia. La Ley L de las Cortes de 1724-26 había
determinado que ninguna mujer se pudiera aplicar al oficio de
partera sin estar examinada y aprobada por el médico de
su partido, en lo correspondiente a los aspectos médicos,
y por el párroco, en lo tocante a lo espiritual. Poco después,
en 1781, ya se pedía el título de partera. Debía
tener por lo menos 25 años y haber practicado con una persona
experimentada antes del examen, que convenía durase una
hora por lo menos. También debía presentar la certificación
del párroco de buena vida y costumbres, y la autorización
del marido, en el caso de estar casada.
El hospital, la
Inclusa y la Materidad
Las
comadronas acudían al hospital de Pamplona cuando se presentaba
algún parto y cobraban por parto asistido junto a una pensión
alimenticia que consistía en pan, carne y vino. Hasta el
siglo XVIII fueron pocos los atendidos pero la cifra se debió
incrementar al finalizar el siglo porque el sueldo ascendió
a 399 reales en el año 1804.
Como el hospital
hacía también funciones de orfanato, fue necesario
un personal que se dedicase a atender a las niñas y niños
huérfanos y abandonados. En las Ordenanzas de 1730 se hace
referencia a cuatro nodrizas que se dedicaban a la crianza de
los lactantes y una comadrona, llamada madre de las nodrizas,
que supervisaba los cuidados, la calidad de la leche de las nodrizas,
y que éstas fueran al reconocimiento médico mensual.
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Antigua Inclusa,
fundada por Xabier Uriz y Lasaga. |
Al comenzar el siglo
XIX, en el año 1804, Xabier Uriz, Arcediano de la Catedral,
fundó la Inclusa, que tenía una sección de
Maternidad. Allí se trasladaron los numerosos expósitos
que hasta entonces acogía el Hospital General y las comadronas
asistieron los partos, la mayoría de madres solteras, pero
no se incorporaron a su plantilla hasta el año 1840.
En los años
treinta del siglo XX el hospital que estaba ubicado en el actual
Museo de Navarra, se trasladó al Prado de Barañain,
a las afueras de Pamplona. En el mismo recinto se instaló
la nueva Inclusa-Maternidad. La Inclusa quedó dividida
en dos secciones: Maternidad y Orfanato. La primera comprendía
tres departamentos: el de Casadas, el de Ginecología y
el de Solteras, este último denominado Refugio de Maternidad.
El 20 de marzo de 1937 se estableció el nuevo reglamento
y gracias a él conocemos la presencia de ginecólogos
y comadronas, cuyo nombramiento, a partir de entonces, sería
por oposición.

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Vista
aérea del Hospital de Pamplona sito en el Prado de
Barañain. |
A pesar de las nuevas
y modernas instalaciones de Maternidad, no por ello la comadrona
dejó de asistir partos en el domicilio. Las mujeres seguían
avisándole al comenzar las contracciones y permanecían
en la casa hasta el nacimiento. En ocasiones, si el periodo de
dilatación se alargaba, comía con la familia e incluso
se quedaba a dormir. Después, durante los primeros días
del puerperio, atendía a la madre y al recién nacido
hasta la caída del ombligo. El cambio se comenzó
a producir en los años sesenta, cuando se medicalizó
el embarazo, dando como resultado que en los setenta prácticamente
todos los partos de Navarra fuesen atendidos en los hospitales
maternales.
FUENTES
Y BIBLIOGRAFÍA
Fuentes
- Archivo General de
Navarra
- Archivo Administrativo
de Navarra
- Archivo Municipal
de Pamplona
Bibliografía
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de la Enfermería, Ed. Doyma, Barcelona,
Vol. II., 1988.
- DUBY, G., El caballero,
la mujer y el cura, Madrid, 1992.
- EHRENREICH, B. Y ENGLISH,
D., 1988, Brujas, comadronas y enfermeras: Historia
de las sanadoras. Dolencia y trastornos: Política
sexual de la enfermedad, Barcelona, La Sal,
(1973).
- FERNÁNDEZ S.,
RODA P., DÍEZ DE URE A., PINILLOS S.,
Ellas.
Las mujeres en la historia de Pamplona,
Ayuntamiento de Pamplona, Pamplona, 1998.
- JIMENO JURÍO,
J. Mª., Vocabulario Histórico Navarro
(Villa de Tafalla), Altaffaylla Kultur Taldea,
Tafalla, 1987.
- LAÍN ENTRALGO,
P., Historia de la medicina, Salvat, Barcelona,
1982.
- RAMOS, J., La Salud
Pública y el Hospital General de la Ciudad
de Pamplona en el Antiguo Régimen (1700 a
1815), Gob.Navarra Dpto. Educación y
Cultura, Pamplona, 1989.
- TOWLER J., Comadronas
en la Historia y en la sociedad, Masson, Barcelona,
1997.
- WADE LABARGUE, M.,
La mujer en la Edad Media, Ed. Nerea, Madrid,
1996.
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Ana Urmeneta, licenciada en historia |