Los vascos en el período de la independencia argentina y las luchas por la organización nacional

Gonzalo J. Auza

Gonzalo J. AuzaDel barco al depósito de la tienda; y de allí al Cabildo. Tal era el recorrido de muchos vascos que llegaban a Buenos Aires a fines del siglo XVIII. En esa época era típico el caso del adolescente vasco enviado como empleado a una casa de comercio, que trabajaba como dependiente varios años, luego progresaba y se casaba –quizá con la hija del patrón -, adquiría status, recibía honores y riqueza, era elegido cabildante y tenía hijos que serían oficiales de los ejércitos patrios; según señala el reconocido historiador Félix Luna en Breve historia de los argentinos.

Un caso ejemplar es Martín de Alzaga, llegado a trabajar como dependiente de la casa de comercio de Gaspar de Santa Coloma en 1767, con doce años y balbuceando unas pocas palabras de castellano; trabajó allí hasta los veintidós; se independizó y puso su propio negocio; se casó; en 1795 fue electo Alcalde de Primer Voto como vecino reconocido de la ciudad; tuvo un hijo que llegó a general; y fue el fundador de una de las familias más ricas de Argentina, dueña de no menos de 385.000 hectáreas de la pampa húmeda.

Una nueva dirigencia
El comienzo del siglo XIX era un período de renovación de la clase dirigente que se venía gestando desde fines del siglo XVII y que contaba -entre otros- con un importantísimo aporte de los vascos y descendientes de vascos - tal como señalamos en "La importancia del aporte vasco en la constitución de la Argentina".

Los vascos eran un ingrediente distinguible en la composición de la población de la ciudad de Buenos Aires, que gracias al auge comercial iniciado con la creación del Virreinato del Río de la Plata había empezado a generar una burguesía local y a caracterizarse por un marcado espíritu cosmopolita. Esta nueva burguesía jugaría luego un papel destacado en el proceso emancipatorio.

El recorrido que culminó en la revolución y posterior declaración de la independencia contó también entre sus elementos causales constitutivos con la fuerza de la población criolla, con un fuerte espíritu localista, arraigada a la tierra y celosa del español. Los vascos no eran ajenos a ese colectivo, ya que desde fines del 1600 estaban integrándose (por matrimonio) en ese cuerpo que tuvo un protagonismo fundante en la historia política del siglo XIX.

La presencia eminente del elemento vasco durante este período -que registra como antecedente histórico a varias decenas de vascos que a lo largo de los siglos anteriores influyeron en los destinos de esta región del planeta, como adelantados, gobernadores o virreyes- fue destacadísima tanto en la participación y conducción del proceso de la independencia como en la siguiente etapa de la lucha por la organización nacional, a través de las ideas, la acción política y la acción militar.

Una experiencia con consecuencias importantes: Las invasiones inglesas
Estos elementos enumerados empezaron a cuajar con ocasión de las invasiones inglesas a Buenos Aires, en 1806 y 1807. El triunfo local sobre el mejor ejército del mundo y el desplazamiento del representante del Rey –el virrey de Sobremonte-, pusieron de manifiesto la fuerza y autonomía que estaba cobrando esta ciudad y le dieron un prestigio importante en todo América.

El triunfo militar fue obtenido básicamente por los cuerpos conformados por los criollos más pobres y por parte de los extranjeros –y no por el Regimiento Fijo mantenido por España y formado por gallegos-. El potencial militar local creciente y autónomo respecto de la corona española estuvo constituido también por los vascos y sus descendientes, que aportaron un 20 por ciento de los voluntarios convocados. Tuvieron sobresaliente actuación en los Húsares de Pueyrredon, la Legión de Patricios y el Tercio de Vizcaínos; y dirigieron varios de los otros cuerpos armados que pelearon en esos episodios. Después del primer triunfo inglés la reconquista de la ciudad fue liderada, entre otros, por Martín de Alzaga -el jovencito euskaldun que había llegado cuarenta años antes a esta ciudad- y también fue fruto de su obra la defensa en la segunda invasión (que fue costeada por muchos comerciantes vascos de Buenos Aires).

El prestigio militar ganado en esas acciones no sería en vano en función de las necesidades planteadas por los acontecimientos que se iniciaron en 1810.

Oleo de Pedro Subercasseaux, "El cabildo abierto del 22 de Mayo de 1810".

Revolución, independencia y luchas por la organización nacional
A través de los nombres de muchos de los personajes más ilustres del período de la independencia se puede seguir el aporte vasco [utilizaremos indistintamente el término para nombrar a los nativos o a los descendientes y aclararemos cuando sea prudente].

Tuvieron una fuerte presencia en la Revolución de Mayo de 1810. Participaron de la Declaración de la Independencia en 1816. y por último dijeron presente en la firma de la Constitución Nacional en 1853. Luego, los hijos de vascos tuvieron más que destacada actuación en todo el período denominado "de la organización nacional" que se extendió desde 1852 hasta finales del siglo XIX.

Los años comprendidos entre la Revolución de Mayo de 1810 y la firma de la Constitución en 1853 conforman un período de enfrentamientos internos y luchas, de localismos en pugna y de búsqueda de un modelo de país y de organización constitucional. Se sucedieron gobiernos con distintas denominaciones y modelos de autoridad ejecutiva y legislativa, se realizaron varios intentos constitucionales y se fueron buscando los consensos básicos para organizar el país, mientras se libraba –en los primeros años- la lucha armada contra la corona española. Los vascos se contaron entre los dirigentes que participaron en todo ese proceso a través de la acción y las ideas, a veces en el primer lugar y siempre con una cuota de relevancia.

En la Primera Junta, el primer gobierno autónomo argentino de nueve miembros conformado el 25 de mayo de 1810, estaban Miguel de Azcuenaga Basavilbaso y Juan Larrea –ambos hijos de vascos-. También hubo vascos en la Junta Grande (con trece integrantes más que la Primera Junta), que fue integrada por Francisco Antonio de Gurruchaga, Juan Ignacio Gorriti y Pedro Francisco Uriarte, por nombrar sólo a los de apellido vasco (había otros descendientes de vascos).

En el siguiente órgano de gobierno -el Primer Triunvirato de 1811- participó Manuel de Sarratea; y este mismo hombre fue posteriormente Gobernador (en 1820).También era de origen vasco (nieto) otro de los diecisiete gobernadores que se sucedieron entre 1820 y 1835: Juan Lavalle (gobernador entre 1828 y 1829), de relevante actuación militar en las guerras de la independencia. Y numerosos vascos actuaron en varios de los intentos de organización constitucionalgestados durante estos años.

A partir de 1835 y hasta 1852 el poder en Buenos Aires estuvo bajo la mano firme de Juan Manuel de Rosas, casado con una hija de vasco de mucho carácter y que acompañaba en todo a su marido: Encarnación Ezcurra. Durante esos años la oposición a Rosas encontró un referente fundamental en Esteban Echeverría, introductor del Romanticismo en el Río de la Plata. Y en el mismo grupo de Echeverría estaba quien fuera el inspirador de la constitución nacional, el hijo de vasco Juan Bautista Alberdi Araoz.

Los vascos fueron también una fuerza directiva de los ejércitos patrios que durante los primeros años de la revolución libraron la guerra de la independencia: aportaron un número bastante elevado de oficiales. Entre los altos mandos militares que colaboraron con el General José de San Martín (cuya esposa, Remedios Escalada de la Quintana, tenía un 50 por ciento de sangre vasca), y que fueron seleccionados por él mismo, había numerosos y destacadísimos vascos: Teniente Coronel José María Aguirre, General Gregorio Araoz de Lamadrid, Coronel Mariano José de Gainza, Brigadier General Matías de Irigoyen y de la Quintana, General Juan Lavalle (mencionado anteriormente), Teniente Coronel Toribio Luzuriaga, General Mariano Necochea, Coronel José Valentín "El Bravo" Olavarría, Coronel Félix de Olazabal, Coronel Manuel de Olazabal y Brigadier General Matías de Zapiola, entre otros oficiales.

En la lucha armada también participaron el General Martín Miguel de Güemes y Goyechea y la Coronel Juana Azurduy –heroína luminosa de la lucha antiespañola- quienes detuvieron el avance de los ejércitos realistas en el norte del actual territorio argentino.

En definitiva es claro que en todo el período que transcurre entre 1810 y 1852 los vascos y descendientes de vascos actuaron de diversos modos, en las distintas instancias de gobierno, en la oposición, en la acción militar y a través de la fuerza de las ideas.

El gestor de la organización nacional
Por último cabe mencionar en esta síntesis a uno de los vascos más importantes de toda la historia argentina, uno de esos pocos que integran el pequeño grupo de los próceres más destacados.

 

Daguerrotipo del General Justo José de Urquiza (1852).

El año 1852 fue la fecha capital de un proceso orientado por este hombre clave, que lideró la transición entre el período rosista y el de la realización concreta de la organización nacional.

Oleo sobre tela de Egidio Querciola, "Retrato del General Justo José de Urquiza" (1911). Detalle.

Hijo de un vasco que había cumplido con todas las etapas clásicas para su integración en la sociedad local: había llegado a los once años a Buenos Aires para trabajar como dependiente en la tienda de un tío: progresó; se independizó; casó con la hija de una familia tradicional; fue cabildante; y... ¡tuvo hijos militares! entre ellos uno de los más ilustres de la Argentina, aquel vasco al que nos referimos: Justo José de Urquiza. Caudillo, militar y estadista, fue el vencedor de Rosas en la Batalla de Caseros en febrero de 1852, el que posibilitó la realización del Congreso que dictó la Constitución en 1853 y el primer presidente (entre 1854 y 1860). Es uno de los personajes fundamentales de la historia de este país. Junto a San Martín y otros pocos forma el puñado de los principales hombres que gestaron la independencia y condujeron el país a su organización definitiva.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

  • AAVV, "Hombres de Mayo", Genealogía, Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, 1961.
  • AAVV, "Hombres del Nueve de Julio", Genealogía, Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, 1966.
  • AAVV, Presidentes Argentinos. Quiénes fueron, cuándo gobernaron, cómo eran y cómo vivieron, Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1961.
  • AAVV, Los Vascos en la Argentina. Familias y Protagonismo, Buenos Aires, Fundación Vasco Argentina Juan de Garay, 2000.
  • Arguindeguy, Pablo; Benard Lanusse, Magdalena y Pereyra de Olazbal, Gonzalo, "San Martín y los vascos", Los Vascos-Euskaldunak, N° 17 (Diciembre de 2000), Fundación Vasco Argentina Juan de Garay, pag. 48-64.
  • Beramendi, Jorge, "Los vascos y mayo de 1810", Los Vascos-Euskaldunak, N° 1 (Junio de 1995), Fundación Vasco Argentina Juan de Garay, pag. 13-28.
  • Binayán Carmona, Narciso, Historia Genealógica Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1999.
  • Luna, Félix, Breve historia de los argentinos, Buenos Aires, Planeta, 1995.
  • Martinicorena, Lucrecia y Arguindeguy, Pablo, "Los vascos en las invasiones inglesas", Los Vascos-Euskaldunak, N° 19 (Agosto de 2001), Fundación Vasco Argentina Juan de Garay, pag. 9-20.
  • Penchansky, Malele, "Rosa de abolengo", Revista Noticias, 9 de Enero de 1994, pag.44-47.

Gonzalo J. Auza, gonzalo@juandegaray.org.ar
http://www.juandegaray.org.ar/fvajg/docs/Gonzalo_J_Auza

Euskonews & Media 186.zbk (2002 / 11 / 1-8)

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