No
es fácil calificar a Lope de Aguirre, el oñatiarra
que, con insolente tú, desafió al rey Felipe II desde
las lejanas Indias. Por un lado podría ser el "asombroso
demonio y formidable Angel caído" de don Miguel de Unamuno;
por otro, sería "Aguirre, el loco", que le era
"casi simpático" a Pío Baroja; aunque la
mayoría de los que se han aproximado al alucinado rebelde
(incluidos Unamuno y Baroja) no dejan de quedar anonadados ante
sus crímenes y atrocidades y encontrarlo "repulsivo
en el orden moral". Sin que falten numerosas opiniones que,
razonablemente, encuadran esas atrocidades en su época, en
los violentos y desalmados años del siglo XVI, que es cuando
ocurrió la rebeldía de Lope de Aguirre, el Peregrino,
Príncipe de la Libertad.
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Araotz, Oñati (Gip.) Fotografía:
Auñamendi |
Pocos, muy pocos, sin embargo, podrán discrepar con razones
valederas en cuanto a que Aguirre fue quien dio el primer grito
de independencia en América. Todos los documentos que existen
sobre la azarosa vida de Lope de Aguirre son coincidentes en este
punto.
Pueda ser que la idea de volver al Perú desde el río
Marañón (Amazonas), pasando por la isla Margarita
y Panamá, se le hubiera ido ocurriendo a ese soldado sin
fortuna que era Lope en la travesía del río-mar, pero
más certidumbre habría en creer que desde el inicio
tuvo Aguirre el propósito de hacerse de una armada que le
permitiera hacer lo que en una oportunidad anunció: "saldrán
del Marañón otros godos que gobiernen y señoreen
a Pirú como los que gobernaron a España".
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Sin duda que el mítico El Dorado nada
tenía que ver con las inmensidades del río Amazonas
(llamado también Marañón). El oro y las riquezas
estaban en el Perú |
La idea la habría tenido Lope de Aguirre larvada en su magín
durante buen tiempo, pues en las primeras leguas de la expedición
al mando de Pedro de Ursua no se dejó sentir, casi no se
le menciona y no tuvo cargo de importancia, pese a que Ursua, al
iniciarse la aventura de El Dorado, declaró que él
se confiaba en los "vizcaínos", pues le bastaría
hablarles en vascuence. Y es muy posible que en esa primera etapa
haya estado Lope tratando de indagar (hablando en euskera) si Ursua
estaría dispuesto a traicionar al rey español. Este
prudente sigilo lo mantuvo mucho tiempo y se desprende de sus siguientes
pasos al asesinato del gobernador. Ni una palabra de marchar sobre
el Perú y menos de "desnaturarse" españoles
le confió el astuto oñatiarra a Fernando de Guzmán,
a quien había hecho su cómplice en la muerte de Ursua,
haciéndole ver que él, Guzmán, sería
el nuevo jefe de la armada, tal como ocurrió. Lope de Aguirre
comenzó así a tener el control de la situación,
pero no confesó sus intenciones al joven veinteañero
colocado por él como sucesor de Ursua. Lo siguió observando
hasta que comprobó lo que él sospechaba: que el joven
era más ambicioso de honores que de poder. Recién
entonces lo convenció de que debía reafirmar su calidad
de general de la expedición haciendo una audaz renuncia al
cargo ante todo el real para luego ser confirmado. Y esto es lo
que ocurrió en la solemne asamblea con misa y tambores, todo
controlado por Lope de Aguirre y los suyos. Pero no sólo
hubo confirmación, también, inspirado por Aguirre,
habló Guzmán proponiendo escoger entre "poblar
esta tierra o ir sobre el Pirú, porque soy informado que
sobre esto hay diferentes pareceres en el real". El resultado
fue "ir sobre el Pirú". Y concluyó la ceremonia,
presente el sacerdote Henao, con firma ante el altar de cumplir
lo prometido.
Pero el paso grande, el decisivo, no lo dio Lope aquel mismo día
de la confirmación de Guzmán como general de la expedición.
Cauteloso como era el oñatiarra esperó, aunque muy
poco; y volvió a convocar a todo el real con trompetas y
atabales. Ahora sí, seguro de dominar la situación,
con Guzmán a la espera en casa, expuso crudamente su propuesta
final:
"Caballeros, a todos nos conviene, para coronar por Rey a
nuestro general, mi señor, en Panamá, que aquí
lo elixamos y tengamos por Príncipe; y para esto yo digo
que me desnaturo de los reinos de España, y que no reconozco
por mí rey al de Castilla, ni por tal le tengo ni lo he visto...
y de hoy más obedezco y tengo por mi Príncipe Rey
y señor natural a D. Fernando de Guzmán, al cual entiendo
coronar por Rey del Pirú". Juraron todos acompañarlo
en su decisión y en desfile militar se dirigieron a "besar
las manos" del Príncipe que se habían dado, reafirmando
sus rúbricas ante el altar.
Quedó así sellada la primera proclama de independencia
en América. ¿O cabe otra interpretación a estos
hechos debidamente autenticados?
Sin embargo, como en todos los acontecimientos históricos,
hay antecedentes, precursores, primeras señales. Y en este
caso no hay uno sólo. En la conquista del Perú son
varios los alzamientos contra el pendón real, aunque siempre
en nombre del rey en insumisión a las autoridades reales.
La más sonada y más próxima al gesto del fiero
Lope de Aguirre fue la rebeldía de Gonzalo Pizarro frente
al Pacificador La Gasca. Pero Gonzalo Pizarro no se atrevió
a seguir los consejos de su lugarteniente el legendario Francisco
de Carvajal quien lo instaba a desconocer al rey y hacerse él
monarca de las tierras que él y sus hermanos habían
conquistado con su esfuerzo y con su sangre. Bien caro pagó
su error el más joven de los Pizarros. Fue humillado, escarnecido,
decapitado y expuesta su cabeza en la plaza del Cuzco. Así
de violenta y cruel era la época.
En ese ambiente brutal se había desarrollado la vida aventurera
de Lope de Aguirre y no fue excepción blanda el oñatiarra.
De sus primeras andanzas peruleras poco se sabe, aunque no pasó
inadvertido y el Inca Garcilaso de la Vega, el primer peruano notable
(hijo de princesa india y de capitán español), da
cuenta en sus escritos de una "hazaña" que retrata
al feroz orgulloso que era Lope de Aguirre. En Potosí (Bolivia)
un mayor de Justicia ordenó, injustamente, que Lope fuera
azotado. Esos azotes removieron su ira, no por el castigo sino por
la humillación sufrida y por la sinrazón de la orden.
Juró por lo tanto vengar su honor y se propuso matar al juez.
Enterado éste del propósito de Aguirre esperó
con susto que terminara su mandato y enseguida huyó a Lima.
Pero Aguirre salió a perseguirlo a pie y descalzo ("decía
que un azotado no había de andar a caballo ni parecer donde
la gente lo viese"). Esta persecución duró tres
años y cuatro meses. Esquivel corrió de Lima a Quito
y de allí al Cuzco, donde lo alcanzó Aguirre y lo
mató a puñaladas, volviendo luego a la casa del muerto
para recoger su sombrero olvidado. Y remata Garcilaso de la Vega
el relato escribiendo que por este hecho Aguirre ganó la
admiración de la soldadesca postergada, "los soldados
bravos y facinerosos decían que si hubiera muchos Aguirres
en el mundo tan deseosos de vengar sus afrentas, que los pesquisidores
no fueran tan libres e insolentes".
Este es el hombre iluminado y fiero, el primer proclamador de la
independencia americana, a quien se le conocerá como la Ira
de Dios, junto al título de El Peregrino.
Pero volvamos a la inmensidad del río y del verde amazónico.
Al momento en que Fernando de Guzmán, engolosinado por los
oropeles y reverencias en las que lo envolvió Lope de Aguirre,
se decidió complacido a ejercer la dignidad de Príncipe
y futuro Rey: "puso don Fernando casa de príncipe con
muchos oficiales y gentiles hombres.... comió desde entonces
solo y servíase con ceremonias de príncipe.... comenzaba
sus cartas, conductas y provisiones de esta manera: Don Fernando
de Guzmán, por la gracia de Dios príncipe de Tierra
Firme y de Pirú y del reino de Chile".
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Selváticos del Amazonas de estos días:
su aspecto no debe ser muy distinto a los de los indios con
los que la gente de Lope de Aguirre tropezó en su delirante
persecución de libertad |
Con los bergantines construidos en ese pueblo amazónico
listos para partir, el Príncipe cometió el error de
nombrar sargento mayor al donostiarra Martín Perez ("así
se hacía llamar" seguramente por hacerse difícil
su apellido vasco), quien era íntimo de Lope de Aguirre.
Fue un error grave para él, pues con el tiempo el joven Guzmán
fue ambicionando liberarse de la tutela de su maese de campo y alentado
por gente descontenta de la despiadada disciplina de Lope planeó
eliminarlo. Hubo dos consultas de guerra a las que no fue citado
Lope de Aguirre y en las que se decidió la muerte del fiero
oñatiarra. Decisión que conoció en detalle
el condenado. Por lo que, adelantándose, Lope dio muerte
a su Príncipe Guzmán.
Esa muerte fue una carnicería y se produjo, según
la crónica de Ortiguera; de este modo: "Mandó
en lo secreto a Martín Perez, sargento mayor, y a Juan de
Aguirre, grandes amigos suyos que á vueltas de los otros
matasen a don Fernando de Guzmán....Pareció a los
amigos de Lope de Aguirre gran temeridad lo que quería hacer,
por ser ya de noche y muy obscura, y ansí le dijeron que
les parecía... pues se podría hacer mejor a la hora
que amaneciese... Este consejo pareció bien a Lope de Aguirre...
hasta que otro día quiso amanecer y á esta hora, ya
que alboreaba, salieron de sus bergantines... derechos a casa de
don Fernando...". En esta brevísima excursión
mataron, de paso, al cura Henao (que era uno de los confabulados
para matar a Aguirre) y delante del "vano y loco" Príncipe
Guzmán hicieron lo mismo con todos sus asistentes que salieron
a defenderlo. A Guzmán lo abatieron Martín Perez y
Juan de Aguirre de un par de arcabuzazos.
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Personajes. Entre los fantasmas que la imaginación
les hacía ver a los expedicionarios, aparecían
de pronto animales con aspecto de hombres, de los cuales se
alimentaron más de una vez. |
Aunque es cierto que esta enloquecida Odisea no comenzó
cuando Lope de Aguirre expuso sus planes (toda la travesía,
desde el embarque en Moyobamba, fue un calvario de calamidades con
muy pocas satisfacciones), el drama, la tragedia, adquiere caracteres
pavorosos desde que él fuerza la decisión de los marañones
a "desnaturarse españoles" y a arcabuzazos mata
a Guzmán, quien ingenuamente había tramado la muerte
de Lope a los ojos y oídos de dos amigos íntimos del
oñatiarra.
Luego siguió "in crescendo" esta desorbitada Odisea...
Vino la prodigiosa salida al mar, la llegada a la Isla Margarita,
la traición de Munguía, la desesperada intentona de
llegar a pie al Perú y la muerte dramática y atroz
de Lope de Aguirre con el cadáver de su hija Elvira en los
brazos. Terribles episodios a los que siempre les ronda una pregunta:
¿de no haber sido traicionado, con el navío artillado
de Montesinos, hubiera podido Lope de Aguirre caer de sorpresa en
Panamá y montar una gran armada?.
¿Demonio o Libertario?... Las dos cosas a la vez y en grande.
No podía ser ni más ni menos quien en medio del Amazonas
se autodescribió: "También decía (escriben
sus cronistas) que pues su ánima ardía ya en los infiernos,
que debía de hacer que sonasen en todo el mundo sus hechos,
y que había de hacer subir el nombre de Aguirre hasta el
noveno cielo".
Fotografías del
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