Mi
abuelo, Ubaldo Hualde Martín, falleció el 31 de julio
de 1967. Yo era entonces un niño, y como tal, incapaz de
llegar a comprender tantas y tantas cosas que sucedían en
mi entorno. Recuerdo que, con bastante frecuencia, venían señores
a casa a hablar con él, y que con unos grandes magnetófonos
iban grabando todo lo que él decía. Incluso en una
ocasión el periodista Miguel de la Cuadra Salcedo vino a
casa con un equipo de Televisión Española, y le estuvieron
entrevistando en la cocina con unas cámaras que hoy se me
antojan de museo. Solo tenían entonces aparatos de televisión
los más pudientes; es más, a Isaba todavía
no había llegado ese demonio de aparato, aunque se
tenía noticias de su existencia a través del periódico.
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Isaba. Valle del Roncal (Nav.)
A dcha, la peña de Ezkaurre. |
Con el paso de los años he ido entendiendo cual era el
interés que tenían todos con mi abuelo; era un auténtico
archivo viviente, una base de datos de la que lingüistas
como José y Bernardo Estornés, Koldo Mitxelena, o
Juan San Martín, por citar tan sólo algunos ejemplos,
trataban de sacar la máxima información. El objetivo
de todos ellos, y también el de mi abuelo, era dejar constancia
de una lengua que, en agonía, daba sus últimos coletazos
a la vez que anunciaba su inminente desaparición.
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Indumentaria roncales |
Supe después que ya el 2 de octubre de 1932, en el transcurso
de una jornada exaltación nacionalista que el Izaba Buru
Batzar organizó en Isaba, se requirió en el restaurante
en el que estaban comiendo el lehendakari, los dirigentes nacionalistas,
y algunos estudiosos del folklore vasco, la presencia de mi abuelo.
Querían que les hablase en uskara roncalés, y así
lo hizo el buen hombre embutido en su indumentaria de chaqueta,
faja y calzón.
Hace apenas unos años Bernardo Estornés me enseñaba
las cartas que había intercambiado con mi abuelo, en la que
este, con santa paciencia -pues era consciente de la importancia
de su testimonio- iba escribiendo los textos de algunas canciones
roncalesas, y además recogía en sus escritos las diferentes
variantes de una misma canción, según las hablas
de cada localidad roncalesa. Y es que Ubaldo Hualde no sólo
sabía hablar y escribir el uskara roncalés, sino que
a lo largo de su vida se preocupó por conocer las variantes
que éste tenía en Uztárroz, en Vidángoz,
en Garde...
Algunos vecinos de Isaba me llegaron a contar que cuando iban a
la feria de ganado de Mauleón solicitaban a mi abuelo que
les acompañase, pues dominaba el souletino a la perfección,
y tratándose de compra-ventas era importante entenderse bien.
En fin, que Ubaldo, el tío Ubaldo, que era como le
llamaban todos se nos fue aquél año de 1967 a la edad
de 96 años. No podemos decir que con el murió el uskara
roncalés, pues todavía quedaron en el valle algunas
personas, pocas, que todavía eran capaces de hablarlo; sin
embargo, sí que podemos decir que la lengua roncalesa perdió
a uno de sus mejores conocedores, y también a la última
persona que supo escribirla.
Sépase también que, con el tío Ubaldo,
el de la casa Esandi de Isaba, se nos fue para siempre el uso cotidiano
y diario de la indumentaria roncalesa. Y con él, la cofradía
y el patronato de la Virgen de Idoya, después de siglos de
importante presencia en la vida de los izabarres, puso el punto
final a su existencia con la extinción física de su
último presidente.
Historia de su desaparición
Este dialecto vasco, al igual que sucede con algunas prendas de
la indumentaria tradicional del Valle, es un elemento único,
que permite diferenciar al Valle de Roncal de cualquier otra zona.
Su expansión incluía a las siete villas roncalesas.
A su vez, dentro de la lengua vasca, y posiblemente a causa de la
difícil orografía del Valle de Roncal que dificultaba
su relación con otros valles, el uskara roncalés es
el que ha conservado las formas lingüísticas más
arcaicas, especialmente en su toponimia. Estamos ante un dialecto
conceptuado como el más antiguo de Europa. El Príncipe Bonaparte, en su estudio sobre la variedad
dialectal de Navarra, catalogó al vascuence roncalés
como un subdialecto del souletino, si bien, son hoy varios los lingüistas
que lo diferencian claramente de los dialectos bajo-navarro y souletino,
así como de los romances bearnés y aragonés.
Otros lingüistas, como el izabar Bernardo Estornés Lasa,
han defendido que el uskara roncalés es una lengua,
y que el vascuence es un conjunto de lenguas.
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Roncaleses jugando al mus |
Todavía a finales del siglo XIX el vascuence roncalés
era de uso habitual en las casas, en la tienda o en las tertulias
vecinales. Los hombres dominaban también el castellano, necesario
para ellos en las rutas trashumantes y en los puertos almadieros.
Las mujeres, que únicamente salían del Valle para
ir a Mauleón a trabajar en la fabricación de alpargatas,
nunca dejaban de hablar el vascuence, pues en la otra vertiente
se utilizaba el souletino, de gran parecido al dialecto roncalés.
1876 es un año clave para entender cómo se inicia
la desaparición progresiva del uskara. La abolición
de los Fueros supuso la aparición de las fronteras con la
consiguiente presencia masiva de carabineros en el Valle. Ese mismo
año, finalizada la Guerra Carlista, llegan al Roncal maestros
no euskaldunes que prohiben y castigan en las escuelas el uso del
vascuence.
Seguidamente vendría la construcción de la carretera
hasta Isaba, siendo éste un nuevo foco de castellanización.
Por ella llegaron los forasteros, procedentes mayormente de Andalucía
y de Valencia, que venían a trabajar a la selva de Isaba;
también los vendedores ambulantes; y los obreros que vinieron
a construir la carretera hasta el llano de Belagua, y...
De la conjunción de todos estos factores surgió el
sentimiento y la sensación de que el uso del vascuence era
algo poco práctico, sabiéndose además que en
la capital estaba mal visto; era sinónimo de incultura.
Es así como en el último cuarto del siglo XIX el
uskara roncalés iniciaba una lenta agonía, quedando
relegado a principios del siglo XX al interior de los hogares roncaleses
y, ocasionalmente, a las tertulias vecinales. En Burgui, primera
localidad en donde desaparece esta lengua, se sabe que en 1866 "el
vascuence es hablado por una minoría en la que no cuentan
los jóvenes", tal y como lo expresa González
Ollé en su obra "Vascuence y romance". A principios
del siglo XX parece ser que los burguiarres que hablaban algo de
vascuence se podían contar con los dedos de la mano. Durante
el primer tercio de ese siglo eran las personas de 40 ó 50
años para arriba las únicas que lo utilizaban.
Aquella generación de niños que en la escuela sufrieron
castigo por usar su lengua materna fue, curiosamente, la última
generación en hablarla y en recibir su transmisión.
A partir de entonces, el uskara duraría lo que aquéllos
que fueron niños a finales del siglo XIX.
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El dialecto roncalés se pierde con Pastora
Anaut y Ubaldo Hualde, últimos euskaldunes de Isaba,
Valle de Roncal (Nav.) |
En 1967, como ya hemos indicado, fallecía en Isaba don Ubaldo
Hualde, última persona que escribía y hablaba el vascuence
roncalés. En 1992, con la muerte de doña Fidela Bernat,
en Uztárroz, última persona que lo habló, desaparecía
para siempre el elemento más identificativo del Valle de
Roncal: el uskara.
La llegada del batua
No es momento, el de esta tribuna de opinión, de hacer
un análisis de las causas que han llevado al uskara
a extinguirse; causas éstas, por otro lado, muy comunes a
las de otras zonas vasco-navarras. Aunque también en esto
la lengua roncalesa tuvo su hecho diferencial, dándose la
curiosa circunstancia de que la trashumancia y la industria alpargatera
propició una desigual decadencia lingüística,
en función de la condición de ser hombre o mujer.
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Fabricantes de calzado, en Mauleón (Zub.)
a principios de siglo |
La realidad es que, pese a los esfuerzos de Amadeo Marco, con el
siglo XX se nos fueron los últimos euskaltzales; y a una
con su extinción, como queriéndose dar el relevo,
poco a poco, y en esa misma época de ocaso del uskara, se
ha introducido en el Roncal un euskera, el batua, mucho más
disciplinado ortográficamente y que, con sus defectos y virtudes,
se nos muestra hoy, desde la propia escuela, como un legado y una
continuación lingüística de la lengua que hablaron
nuestros abuelos y cuantas generaciones les precedieron.
Se da la curiosa circunstancia de que las mismas generaciones que
han asistido a la extinción total del uskara roncalés,
son testigos hoy de la irrupción con fuerza de esta misma
lengua en versión actualizada y uniformada respecto a la
amplia variedad dialectal que ha existido en el vascuence.
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Valle de Roncal (Nav.) Alumnos de euskara en
Roncal en 1969. |
Lamentablemente este relevo lingüístico ha coincidido
en el tiempo con la transición política y el desarrollo
de la etapa democrática; y si digo lamentablemente es porque
esto ha servido para situar a la lengua vasca y a quienes la defienden
dentro de un espectro político, propiciando la aparición
de partidarios y detractores de la misma. Todo ello alimentado por
posturas excluyentes que en nada ayudan a la normalización
lingüística que anhelamos.
A cambio puedo decir con orgullo que salvo algunas excepciones -mínimas-
el Valle de Roncal se nos proyecta hoy en Navarra como modelo de
normalización y aceptación de algo tan nuestro como
es el euskera. La ausencia generalizada de malicia política
y el convencimiento de que la lengua vasca, la de nuestros apellidos,
la de nuestros topónimos, la que llevamos en nuestros nombres
de pila, como lo llevan nuestras advocaciones marianas..., forma
parte de nuestro patrimonio cultural, nos impone la tarea de que
debemos de conservarla con el mismo mimo que conservamos la memoria
de Julián Gayarre, o el arte de la navegación fluvial
sobre almadías, por poner tan sólo dos ejemplos. Con
la única salvedad de que el vascuence ni tiene vocación
de pieza de museo ni debe de servir para arrinconar a otras formas
de cultura y de expresión popular igualmente respetables.
Fernando Hualde, Asociación
cultural Txuri beltzean de los valles de Salazar y de Roncal
Fotografías: Auñamendi |