Relaciones basadas en la igualdad de oportunidades y controversia sobre las identidades de género
* Original en euskera
Bea Ugarte Maiztegi

La educación es un instrumento sumamente importante. A través de ella podemos suavizar, encauzar, eliminar y solucionar las desigualdades existentes en la sociedad, o incluso todo lo contrario, potenciarlas. Por tanto, tenemos que incidir en el ámbito educativo para, entre otras cosas, poner fin a las desigualdades que tienen lugar por motivo de género.

Los modelos educativos que encontramos a lo largo de la historia se han basado en la jerarquización del género masculino y femenino, tal como establecía el sistema patriarcal. Este hecho ha marcado profundamente el ámbito de la educación, que viene a ser uno de los instrumentos más importantes con que todo sistema cuenta para educar a las personas de acuerdo a unos determinados patrones de pensamiento y comportamiento.

En las escuelas mixtas actuales existe una aparente "igualdad de oportunidades entre ambos sexos": chicas y chicos comparten el mismo aula, los mismos profesores, los mismos libros, las mismas actividades escolares... Incluso los docentes pensamos que tratamos a los chicos y a las chicas por igual...

Pero, bajo esa capa de igualdad, aunque no resulte fácil apreciar la realidad subyacente, lo que realmente impera es la jerarquía y la desigualdad. En las sociedades "democráticas" modernas, ya sea en el ámbito escolar o en la convivencia familiar, sigue latiendo el estereotipo basado en el género o, lo que viene a ser lo mismo, la educación sexista.

Dado que tales estereotipos, de origen socio-cultural, se sustentan sobre una errónea concepción de construcción de la identidad, los hombres y las mujeres desarrollamos capacidades y valores diferentes.

Examinemos algunas de las situaciones que hoy día todavía se siguen produciendo. Las escuelas han adoptado el generalizado modelo social de la masculinidad, por lo que incluso en la actualidad podemos ver que quienes se adueñan del espacio son los chicos, que se emplea un lenguaje sexista, y que el curriculum desprecia los valores de la cultura femenina y realza los de la masculina. La mayoría de las reglas de convivencia han sido establecidas para solucionar los problemas que ocasiona la actitud de los chicos, las materias que se imparten marginan los modelos femeninos, los padres no albergamos las mismas expectativas con respecto a chicas y chicos, los conocimientos suelen tener un carácter androcéntrico, los libros tienen un matiz sexista, la organización y el reparto de responsabilidades suelen estar con frecuencia estereotipados, el protagonismo dentro de la clase recae casi siempre en los chicos, a las chicas se les dice que pueden ser como los chicos, pero no viceversa, etc. Casi todos los deportes los practican sólo los chicos, no se valoran ni desarrollan las capacidades de las chicas (emociones, afectividad, cooperación, intuición....), no se valoran los juegos femeninos, en determinadas edades los chicos sienten la necesidad de andar con los chicos, y las chicas con las chicas... En consecuencia, desarrollan culturas e identidades diferentes.

Cierto que nuestros hijos e hijas están juntos en la escuela, pero tienen dificultades para desarrollar su identidad. Los chicos se ven obligados a asumir valores y adoptar actitudes que la sociedad, la escuela y el propio grupo les imponen para ser auténticos hombres, mientras que las chicas tienen que desarrollar aptitudes y conductas masculinas que a pesar de que la sociedad (y la escuela) las reconoce, no lo hace en la misma medida que con los hombres. Además, las chicas, para llegar a ser auténticas mujeres, deben asimismo desarrollar su feminidad.

Por tanto, es absolutamente necesario poner fin a los estereotipos de género y recuperar a la persona, fomentar el desarrollo de su identidad y apostar por un crecimiento integral. En eso consiste la Educación, en el desarrollo de la identidad, que se fundamenta en la independencia, en la autonomía y en la autoafirmación.

El feminismo lleva años querellándose contra el daño que el papel asignado a las mujeres provoca a las chicas. De igual modo, es necesario denunciar la supremacía del modelo masculino: a los chicos se les exige que actúen sin piedad, se les inculca el deseo de venganza, la falta de sentimientos, los malos tratos y la falta de respecto hacia la mujer, el amar el riesgo y la lucha, y demostrarse a sí mismos lo "machos" que son.

Pero la masculinidad no es algo nato. La vamos aprendiendo en las relaciones de familia, en la relación que mantenemos con el profesor y con la gente que nos rodea, en la educación que recibimos, en los modelos y referencias que nos enseñan, en los cuentos, en los juegos, en la televisión, en la sociedad... No obstante, tenemos que saber en qué consiste esa masculinidad, entender cómo se ven los hombres a sí mismos. Si echamos un vistazo a la Historia veremos que los hombres han construido su hombría tratando de desvincularse de todo cuanto tuviera algo que ver con las mujeres o con la feminidad. Forman su identidad a partir de la negación de todo cuanto se considera femenino y piensan que la mejor manera de llegar a ser hombres es alejarse de lo que desde su infancia les han enseñado a despreciar. Además, dado que la masculinidad tiene un mayor valor y prestigio social, ven que se les presta mayor atención.

Del mismo modo en que las mujeres nos hemos replanteado el modelo de feminidad tradicional por no resultar apropiado para el desarrollo integral, la sociedad debería cuestionarse el modelo hegemónico de la masculinidad, para que también el desarrollo de los hombres sea más integral.

Si pensamos que la relación que cada cual mantiene consigo mismo y con los demás es importante para el desarrollo personal y social, ha llegado el momento de revisar las relaciones que mantenemos en la sociedad y en la escuela. Muchas veces se nos impone un modelo de masculinidad hegemónico que conduce a la violencia. La situación de las escuelas es realmente asombrosa. Cierto que las mujeres tienen una marcada presencia en la enseñanza, pero se mueven en un nivel simbólico masculino en el que, aunque en menor medida que en otros ámbitos públicos, las relaciones que imperan son competitivas y jerárquicas.

Las estructuras sociales, la enseñanza inclusive, consideran legales las relaciones basadas en un poder desequilibrado. A los chicos se les sigue enseñando que en la historia, la ciencia, las artes y en las resoluciones de nivel mundial los hombres son superiores que las mujeres.

Lo "normal" siempre se ha evaluado según los patrones masculinos.

La falta de reflexiones sobre la masculinidad nos impide avanzar en otros aspectos. Empezaremos a plantearnos el concepto de la masculinidad cuando el hecho de ver a dos chicos besarse en la escuela deje de resultarnos alarmante, cuando una pelea nos inquiete más que el que muestren su afectividad. Resulta que vemos las peleas como algo propio de su edad, mientras que lo último nos causa cuanto menos extrañeza, y a veces incluso hace que nos sintamos incómodos.

Los pensamientos, en nuestra cultura, son dicotómicos. Se diría que los razonamientos sociales son cosa de hombres, y los sentimientos, por su parte, de las mujeres. Esta circunstancia no hace sino entorpecer el desarrollo de un análisis en profundidad sobre las relaciones basadas en la violencia o en el desequilibrio del poder.

Si queremos que las relaciones cambien, tendremos que erradicar los parámetros típicamente masculinos imperantes, romper con la dicotomía entre los conceptos público-privado, aceptar que la afectividad tachada de femenina es parte integrante de las relaciones, ámbito público inclusive, e identificar los sentimientos sin emitir juicios previos. Todo ello nos ayudaría a ser sinceros. Y sinceridad y relación están íntimamente ligadas.

En este sentido, ni en la escuela ni en la sociedad se dice la verdad. Y, en caso de hacerlo, a la hora de intervenir no se le presta atención. Me explico. El problema de la identidad masculina dominante está considerado como un problema escolar, pero si queremos intervenir en la política escolar o en las relaciones que surgen en ella tendremos que empezar a diferenciarlas.

Me refiero a cómo se diferencia el género al llevar a cabo estudios e investigaciones. Es importante identificar el problema cuando se habla sobre la agresividad, la violencia, la discriminación y la falta de motivación que se respira en las relaciones escolares. Y el problema es que todavía nos falta mucho para poner el modelo masculino hegemónico en entredicho y depositar nuestra confianza y conceder nuestra aprobación a las culturas y conocimientos que a lo largo de la historia han sido calificados como femeninos.

Para intervenir correctamente, tenemos que ser conscientes de la íntima conexión que existe entre la violencia y la discriminación y el modelo simbólico masculino que impera en nuestras relaciones. Deberíamos apostar por un nuevo orden en el que participen los valores que históricamente han sido considerados femeninos y que no se han tomado -ni se toman- en serio.


Fotografías: Mikel Arrazola. Publicadas en la revista EMAKUNDE Nº26, 30, 46, 49
 

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