Una sobremesa con Juan Mari Arzak puede llegar a ser muy
variada, con él se puede hablar de muchas cosas y durante
mucho tiempo. Pero, sobre todo, Arzak invita a conversar sobre cocina.
No podía ser de otra manera, y es que la gastronomía
es, para este donostiarra, mucho más que un trabajo o profesión.
"Se trata de una pasión", dice sentado en una pequeña
butaca del centenario restaurante del Alto de Miracruz. Confiesa
que no hay plato comparable a un par de huevos fritos con pimientos
y afirma que le gusta "comer lo que yo cocino, cocinar para
los demás y comer lo que cocinan otros". Y al preguntarle
por el secreto que alumbran sus platos el laureado cocinero es escueto;
"mi truco es, simplemente, el cariño".
-¿Cómo
fue el principio?, ¿Cuándo y cómo supo Juan
Mari Arzak que iba a ser cocinero?
Yo nací en esta casa, en la que ahora está el restaurante,
que se fundó en 1897. A pesar de que empecé a relacionarme
con la cocina cuando era un niño, nunca pensé que
llegaría a ser cocinero. Después de estudiar el bachiller
hice un año de aparejadores en Madrid, en aquella época
un amigo estaba en la Escuela de Hostelería y me animó
a entrar. Allí aprendí muchas cosas, pero mi principal
maestro fue mi madre, ella me enseñó que el cariño
es lo más importante; el cariño que hay que tener
hacia los productos y la gente. Me enseñó que era
muy importante cuidar a los pescadores y agricultores, porque sin
ellos no somos absolutamente nada.
-Hoy en día,
la de cocinero es una profesión muy respetada
Creo que a nuestra profesión le ha tocado su época.
Hace años se cocinaba sin más, para sobrevivir. En
la actualidad, sin embargo, para ser cocinero hay que estudiar bachiller
e ingresar en una escuela de hostelería para posteriormente
especializarse en un restaurante concreto. La cocina es parte primordial
de la cultura de un pueblo; un pueblo es como come o come como lo
que es. Hay dos cosas imprescindibles para la subsistencia del ser
humano, el aire que respira y los alimentos que come. Con los alimentos
se puede hacer una comida de subsistencia o una comida de placer.
-¿Hasta
qué punto han cambiado los hábitos de comer con el
paso de los años?
Han cambiado los hábitos de comer porque también ha
cambiado el nivel cultural de la gente. Mi madre, una excelente
cocinera, salió a los catorce años de su caserío
a servir y justo sabía leer y escribir. A mí, sin
embargo, me envió a un colegio. Y es que el nivel gastronómico
de un pueblo va parejo a su nivel cultural; a mayor nivel cultural,
mayor nivel gastronómico. No hay país con buena cocina
que no haya tenido una cultura ancestral.
-¿Cómo
surgen los nuevos platos? ¿Cuál es el encanto de la
cocina de Arzak?
En Arzak existe una cocina de investigación donde todos pensamos
qué aportar a los nuevos platos. Pero, en mi opinión,
la creación está en la calle, es donde se encuentra
la inspiración. Por ejemplo, veo una lata torcida y me doy
cuenta de que quizá podría hacer un bizcocho con esa
forma, o un postre con la misma apariencia que la rama de un árbol
en un momento concreto. En el campo se ven un montón de cosas,
hay que mirar la naturaleza. No sé con exactitud qué
supone ser artesano y qué ser artista.
-¿Cuál
es la mayor satisfacción del cocinero?
Sentirse vivo, sentir que lo que se hace da vitalidad y, al mismo
tiempo, ofrecer placer.
-¿Qué
lugar ocupa la cocina vasca en el panorama mundial?
Yo soy vasco y ejerzo. La cocina que más me gusta es la vasca
y creo que es la mejor del mundo, tiene mucho arte y mucho concepto.
También considero que la cocina francesa es todo un arte,
la gastronomía china refleja la perfección...
-Pero habrá
alguna cocina que le guste más que las otras...
Me gusta mucho el mosaico de las diferentes cocinas del estado.
Luego están las grandes cocinas del mundo como la árabe,
la china o toda la gastronomía de la América criolla;
los incas del Perú, los mayas... Todas estas gastronomías
son increíblemente buenas. La verdad es que se aprende en
todas partes y todos estamos influenciados por todos. Hay que tener
en cuenta, por ejemplo, que el tomate, la alubia, la patata o el
pimiento llegaron de América, y hoy es inconcebible pensar
en una cocina tradicional vasca que prescinda de estos productos.
-¿Qué
opinión le merece la mundialización de la gastronomía?
Lo bueno de los pueblos es que cada uno conserva su cultura y personalidad
propias. En la cocina no tiene que ocurrir lo que ocurre con la
música que puedes escuchar a grupos como "Oreja de Van
Gogh" o "U2" en cualquier discoteca de cualquier
parte del mundo. Creo que cada cocina hay que comerla en su sitio,
la cocina viaja, es cierto, pero es algo muy complicado. Yo mismo
asesoro dos restaurantes en México, pero no tienen nada que
ver con el de Donostia, porque ni los productos, ni los sabores
ni los gustos son los mismos. Estoy contra la globalización
de la cocina, cada país tiene que mantener su identidad culinaria
propia, igual que mantiene su idioma o costumbres.
-¿Cuál
es el secreto para hacer la cocina diaria más atractiva?
El
secreto está en preocuparse de ello. Yo estoy muy enamorado
de la cocina y para mí cocinar es un placer, es como un juego.
Siempre les digo a las amas y amos de casa que tienen que darse
cuenta de que van a hacer feliz a quien va a comer. Para eso tienen
que hacerlo con cariño, y hacerlo con cariño no quiere
decir hacerlo rápido o despacio, sino cocinar con amor. Por
ejemplo, a nadie se le ocurre tener escritos treinta primeros platos,
treinta segundos platos y treinta postres, y es que pensando sólo
se nos ocurren dos o tres, sin embargo, habiendo escrito platos
sencillos y ricos la cocina llega a ser más atractiva y variada.
Hay que cocinar contento, porque si se hace de mal humor se transmite
esa sensación. El comensal, por su parte, no tiene que estar
leyendo el periódico o viendo la tele, si no disfrutando
de lo que tiene en el plato.
-¿Son compatibles
los avances actuales como la vitrocerámica o el microondas
con la buena cocina?
Como en el resto de actividades, la técnica ayuda muchísimo.
Pero sin la pasión humana nunca se pasará de notable,
al notable se puede llegar con la técnica pero nunca se superará
sin el espíritu. Y es que cuando te sale un sobresaliente
no lo olvidas.
-¿Cuál
es el producto más agradecido de la cocina?
Para mí son tres: la merluza, el chipirón y el bonito
o el atún. Porque se pueden hacer muchas cosas con ellos.
La merluza en salsa verde es, en mi opinión, el mejor plato
de la cocina vasca.
-¿Cuál
es su plato favorito?
He probado de todo y me gustan muchas cosas; el caviar, el foie,
el pez globo... Pero cuando vuelvo a casa me encanta comer un par
de huevos fritos con pimientos del piquillo bien hechos, es algo
que me parece maravilloso.
-¿Qué
hace falta para ser un buen cocinero?
Como en todo, es muy importante trabajar y lo ideal es conseguir
que tu trabajo sea un placer, tu pasión. Además, la
humildad es muy importante para ser buen cocinero, ser humilde,
para mí, es imprescindible.
-A Arzak le gusta
más cocinar que comer...
Me gusta todo. Cocinar y comer, comer lo que yo cocino, cocinar
para los demás, comer lo que cocinan otros...
-¿Hay algún
cocinero que admire por alguna razón?
Admiro a muchísima gente. Además, en cualquier sociedad,
taberna o asador hay personas capaces de hacer platos realmente
mágicos.
-¿Tiene
alguna afición que pueda practicarse fuera de la cocina?
La verdad es que en estos momentos no. De todas formas, he sido
campeón de España de balonmano y juego al golf desde
hace treinta o cuarenta años. Yo me divierto saliendo a la
calle, no le pido mucho a la vida.
-¿Qué
importancia tiene el vino en la mesa?
El vino y la comida, si van juntos, se equilibran muy bien, pero
no hay ninguna necesidad de compaginarlos, cada uno tiene su propia
personalidad.
-El restaurante
Arzak ha cumplido más de cien años, usted nació
aquí y sigue trabajando aquí
Estas paredes me transmiten energía. Creo mucho en los parámetros
filosóficos y cuando después de estar fuera llego
aquí me encuentro muy bien, hay algo que me reconforta; es
esta casa, el restaurante.
-¿Creían
cuando se creó el Movimiento de la Nueva Cocina Vasca que
iba a tener las repercusiones e importancia que tiene en la actualidad?
Pedro
Subijana y yo nos dedicamos a visitar cocineros de otros ámbitos
muy buenos e importantes. Volvimos a Euskadi cuando aquí
se estaba luchando por reivindicar la cultura vasca, fue entonces
cuando decidimos hacer lo mismo en el ámbito gastronómico
porque nos dimos cuenta de que teníamos que reclamar nuestra
cocina. Así, recuperamos platos antiguos poniéndolos
en nuestras cartas, trabajamos por la ecología y la buena
preparación del producto y ampliamos el recetario de la cocina
tradicional vasca para introducirla en parámetros mundiales.
Hoy se puede decir que lo hemos conseguido, hemos estado en todo
el mundo y todos nos conocen como cocineros vascos.
-¿Podría haber
sido otra cosa Juan Mari Arzak?
No, no hubiera podido ser otra cosa. A la vida no hay que pedirle
demasiado, el más feliz es aquel que más horas es
feliz y yo he encontrado la felicidad en la cocina. Además,
trabajo con mi hija y en ella veo el futuro de nuestra cocina asegurado,
en ella y en el resto de los jóvenes estudiantes de hostelería.
Restaurante
Arzak
Juan Mari Arzak dice que la historia del
restaurante es también la historia de su
familia. La casona fue construida en 1897 por
sus abuelos, José María Arzak Etxabe
y Escolástica Lete, para ser una bodega
de vinos y taberna en el pueblo de Alza. Siguió
siendo una taberna hasta que empezaron a regentarla
sus padres, Juan Ramón Arzak y Francisca
Arratibel, y juntos dieron al local un gran empuje
como casa de comidas. Poco a poco se fue extendiendo
el rumor de que en el Alto de Miracruz se comían
unos guisos deliciosos. En 1966, después
de haber finalizado sus estudios en la Escuela
de Hostelería, el Servicio Militar y sus
prácticas en el extranjero, Juan Mari Arzak
empezó a trabajar en el restaurante y,
en un principio, se especializó en la partida
de carnes asadas al carbón vegetal. En
1967 Maite Espina entró a formar parte
del restaurante y Juan Mari Arzak fue evolucionando
dentro de la cocina vasca. En palabras del propio
cocinero, "fui incorporando nuevos elementos
hasta crear, a partir de la cocina tradicional
vasca, mi propia cocina".
A partir de mediados de los 70 comenzaron a recibir
premios y distinciones que fueron consolidando
el Restaurante Arzak en un punto de referencia
de la gastronomía nacional e internacional.
Así, en 1989 recibieron la anhelada tercera
estrella de la prestigiosa Guía Michelín. |
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Fotografías: Usoa
Otaño
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Euskonews & Media 214. zbk (2003 / 06 / 13-20) |