La Plaza Zabala de Montevideo
Renée Fernández & Danilo Maytía
Danilo Maytía 
Renée Fernández

Las angostas calles de la Ciudad Vieja, carentes de árboles por su estrechez, son trajinadas febrilmente durante los días laborales: los automovilistas las cruzan impacientes y los peatones las caminan sin pensarlas, ajenos a sus fachadas cargadas de historias y leyendas. En medio de ese bullicio surge, como un remanso sorprendente, enclavado caprichosamente oblicuo en el damero colonial, la Plaza Zabala, majestuosamente enmarcada por edificios remozados entremezclados con otros vetustos y olvidados.

Los oficinistas de la zona la buscan en las horas de descanso, mientras sus bancos son el punto de encuentro de diálogos esperados, las copas de sus árboles añosos cobijan a los caminantes que pasean lánguidamente por sus senderos entrecruzados. En las largas horas de las tardes estivales y en los días no laborales, es el espacio propio de los vecinos, la identidad del barrio; se renueva entonces con la algarabía de los niños mientras los mayores descansan en ese jardín enrejado como si fuera, de alguna manera, privado.

Imagen actual de la Plaza. Foto: Verónica Fernández

Los montevideanos honran en ella a su fundador, el vizcaíno Don Bruno Mauricio de Zabala.

Zabala nació el 6 de octubre de 1682 en Durango, Vizcaya, comenzando su carrera militar en las campañas de Flandes, antes de cumplir sus 20 años. Su destacada actuación defendiendo desde entonces los intereses del rey Felipe V, le valió el nombramiento de Capitán General del Río de la Plata, en febrero de 1716, cargo que asumió el 11 de julio de 1717 prestando juramento ante el Cabildo de Buenos Aires. Las incursiones del pirata Etienne Moreau por la zona de Castillos, le obligaron a defender las costas de este lado del Plata ya en 1720, y en 1724 intima al portugués Manuel de Freitas da Fonseca a desalojar la península de Montevideo, obligándolo a ello el 20 de enero de 1724, tras el avance constante de sus fuerzas. Sus biografías resaltan su nobleza de estirpe vasca, siendo siempre respetuoso de los indígenas y actuando con caballerosidad con los vencidos; tal el gesto de devolver a los prisioneros y despedir con víveres al navío portugués que intentara un inútil cañoneo, a los pocos días de su arribo a Montevideo (1).

Una vez que hubo desalojado a los portugueses de la península de Montevideo, Zabala consideró necesario su fortificación y poblamiento como mejor medio para ejercer el derecho de posesión. Para ello consultó al ingeniero Don Domingo Petrarca, comenzándose inmediatamente, el 14 de febrero de 1724, con la construcción de una batería en la punta de la península (2) , además de considerarse la construcción de otra en la banda opuesta, en la falda del Cerro, así como un fuerte, construido en tierra y fajina, delineado para mayor resguardo de la campaña y de la batería, comenzado éste el 22 de abril del mismo año y terminado a fin de diciembre de 1725 (3) .

Plano (fragmento) de la ensenada de San Felipe de Montevideo, 1727, por el Capitán Ingeniero Don Domingo Petrarca (4)

Además de encarar las fortificaciones, Petrarca comenzó la delineación de la ciudad que albergaría la futura población. De acuerdo con las disposiciones en las Leyes de Indias, diagramó una cuadrícula formada por espacios cuadrados, cuyos lados medían una cuadra (85,90 metros) y estaban circunscriptos por calles de doce varas de ancho (10,00 metros). La orientación de la cuadrícula respondía al asoleamiento estudiado por Petrarca, de manera que cada acera recibiese sombra, aún al mediodía (5). El Fuerte, ubicado según la mejor disposición para la defensa, rompía la continuidad de las líneas ortogonales.

En planos de los ingenieros Francisco Rodríguez Cardoso y José del Pozo, años 1761 y 1765 respectivamente, donde se demarcan las nuevas fortificaciones de la ciudad de San Felipe de Montevideo, incluyendo ciudadela y murallas complementarias, la construcción de este fuerte de tierra y fajina, aparece sustituida por otras construcciones, destinadas a alojamiento del Gobernador y Cajas Reales. Construcción que, de acuerdo con el plano del ingeniero José García Martínez de Cáceres de 1797, constaba de un gran patio central, alrededor del cual se distribuían, dependencias militares, cajas Reales, capilla y las habitaciones del Gobernador (6). No deja de asombrar que esta construcción haya sido sede de los diferentes gobiernos, siendo en primera instancia sede del gobierno español, lo fue sucesivamente del portugués, porteño, primer Gobierno Patrio, brasilero y luego centro del poder nacional independiente (7). Construcción que siempre fue denominada El Fuerte, tal vez por la función del primer edificio erigido en ese sitio o quizás, por albergar las habitaciones de gobernadores y sus guardias.

Plano (fragmento) de San Felipe de Montevideo, del ing. Francisco Rodríguez Cardoso, año 1761 (8) Nótese, al centro, la presencia de una manzana oblicua con respecto a la ortogonalidad del trazado de las demás.

Durante la dictadura del coronel Latorre, en acuerdo general de ministros del 31 de diciembre de 1878, se decreta la demolición del Fuerte y la erección en ese sitio de una plaza pública que se denominaría Zabala. Tras la demolición de la vieja construcción iniciada en abril de 1880, el predio se convirtió por años, en un baldío donde sólo quedaban en pie los añosos árboles que ocuparan el patio central, perdiendo el solar todo interés al haberse trasladado las oficinas administrativas. Sin embargo, los intensos trabajos emprendidos por la Junta Económica-Administrativa durante el gobierno del general Tajes en materia urbanística, abarcaron la plaza Zabala, lográndose la inauguración de la misma a fines de su mandato. La Junta había contratado a los ingenieros paisajistas franceses Eduardo André (cuya competencia habían solicitado el ministro uruguayo en Francia Dr. Cuestas y el Ing. Alphard, Director de Paseos de París y autor de los jardines de la Exposición Universal) y su hijo René, para realizar estudios y formular planes de ornamentación de la ciudad. Muchas fueron sus propuestas pero dificultades de orden económico-financiero sólo permitieron la concreción de la plaza Zabala (9).

El acto de inauguración se realizó exactamente doce años después del decreto de su erección, el 31 de diciembre de 1890 a las seis de la tarde, contando con escaso público. Éste pudo apreciar el singular carácter de la ornamentación, que si bien respondía al diseño acostumbrado en Europa, resultaba original entre nuestras plazas. Cercada por un enrejado que incluía portones a cerrarse por las noches, contenía una serie de amplios canteros de césped con macizos de flores y era cruzada por senderos de arena que invitaban a pasear, estaba adornada por una fuente en hierro, a manera de bebedero, que aún hoy se conserva. La estrecha calle que la circunda recibió nueva denominación: Circunvalación Durango, en homenaje a la villa vizcaína donde nació el fundador de Montevideo. La plaza fue iluminada con quince faroles, dispuestos en cinco columnas, comprobándose insuficientes la misma noche de la inauguración mientras la banda del Batallón 1° de Cazadores amenizaba el lugar. Para el cuidado de la plaza se nombró una comisión local honoraria pomposamente denominada Protectora del Jardín Zabala, designando para ello a un grupo de conocidos vecinos, pero aparentemente no ejerció por mucho tiempo sus funciones (10).

Inauguración de la Plaza Zabala. Año 1890 (11)

Para los montevideanos del novecientos, las plazas no sólo significaban un lugar de esparcimiento al aire libre, también eran el sitio de encuentro social, así las recuerda Josefina Lerena, quien las vivió socialmente en su tierna infancia y cómo no vivir hoy aquel instante de la plaza Zabala al leer su descripción tan vívida y llena de imágenes:

"... plaza de un aire más infantil que social, un plaza casi en el puerto, escondida entre las casas: la plaza Zabala, que así se llamaba antes ya de desembarcar la estatua del fundador de Montevideo a tomar posesión del lugar. Esta era como un edén secreto, más alejada de los lugares de paseo de la gente y a la que se llega por calles que terminan allí o allí nacen. Tiene aún algo de jardín ajeno, rico jardín con rejas y portones de hierro que se cerraban entonces a la puesta del sol. Los bancos ocupados siempre por viejos inmóviles, que podían parecer de piedra, pero que mientras tomaban el sol infundían respeto en medio de la lozanía de la plaza. ¿Quién hubiera podido pisar entonces aquellos canteros como de raso verde? ¿Quién se iba a animar arrancar una de aquellas dalias como llamas, o alguno de aquellos malvones, opulentos de imprevistos rojos? ¿Quién hubiera roto caprichosamente algún lazo de amor, que crecían en manojos, como almidonadas cintas?" (12).

Ochava de la plaza con los portones abiertos. (13)
Paseantes (14)
 

También la apreciaba el poeta peruano Juan Parra del Riego, radicado en Uruguay desde 1917 hasta su muerte en 1925:

"El sol cae a fondo, rudo y dorado. No obstante, aquí aparece otro sol, un sol más acurrucado, más compasivo, más de pobres. Es la hora en que la plaza Zabala se viste de una súbita animación: un viejo de bastón y periódico, unos marineros que se han sentado de repente al pasar, y los cochecitos y las niñeras y las niñeras y los cochecitos; atorrantes de un aire desmantelado y noctámbulo; señoras con sus costuras; algún lector romántico y ciertas personas pálidas, muy pálidas que tosen y toman el sol con un sombrío y dulce silencio. La reja de circunvalador encaje metálico le impone un carácter entrañablemente evocador y colonial a la placita. Intimidad. Soledad." (15)

Si bien se había dispuesto, por Ley N° 1638 del 4 de julio de 1883, la erección de una estatua al General Don Bruno Mauricio de Zabala, ésta no se concretó hasta el año 1931. La ley disponía un monto del Erario Público (diez mil pesos), para la estatua que debía ubicarse en el centro de la plaza que recordaba al fundador, dinero que sería entregado a la Junta Económico-Administrativa de Montevideo, como parte del aporte de la obra y que debía engrosarse con la suscripción voluntaria de los pobladores. Se establecía el nombramiento de una comisión que actuaría en forma coordinada con la sociedad vasca Laurac-Bat, iniciando un concurso entre artistas plásticos (16). La comisión demoró en ser nombrada, pero una vez encargada de sus responsabilidades comienza con los homenajes a don Bruno Mauricio de Zabala, no se escatiman veladas culturales ni discursos ensalzando la figura de este vizcaíno y se hacen esfuerzos para lograr la colaboración del país entero "en esta nobilísima empresa de perpetuar el recuerdo del prócer ilustre, por gratitud a su memoria y para honra de todos" (17).

Previo al llamado a concurso para la realización de la estatua, resultaba necesario contar con detalles sobre la apariencia de Zabala, para ello se llama a concurso, en el cual no se otorgaron premios por no ajustarse los trabajos a los términos del llamado. No obstante fueron compensados y se tomaron datos de estas monografías para el concurso para la estatua. Así quedó claro que no existe retrato alguno verdadero y que todas las versiones que hay sobre Zabala corresponden a la imagen inicial vertida por el pintor Contrucci, presumiblemente sacada de la novela de Dumas "Los tres mosqueteros", según expuso el historiador y geógrafo Orestes Araujo en su monografía. (18)

El llamado a concurso para la erección del monumento se concretó en mayo de 1922. En las bases del mismo, se indicaban las exigencias con relación a la estatua: sobre basamento de granito o pórfido, una figura ecuestre, complementando el conjunto con figuras alegóricas y altos y bajos relieves, determinándose que las figuras fuesen de bronce. A efectos de paliar la falta de un retrato real, se plasmaron las descripciones realizadas por el padre Cattáneo y el padre Lozano, quienes conocieron a Zabala en distintos momentos de su vida; se agregaba además la reproducción del retrato de una nieta del militar, considerando la continuidad de los rasgos de familia. Se exigían varios trabajos entre bocetos en yeso y croquis policromos, estableciéndose el plazo de presentación para marzo del año siguiente, pudiendo presentarse plásticos locales o extranjeros (19).

Finalmente, a pesar de haberse proyectado la erección con motivo de los festejos del bicentenario de la fundación de Montevideo, el monumento fue inaugurado el 27 de diciembre de 1931. Es obra del escultor español Lorenzo Coullant Valera con la colaboración del arquitecto vasco Pedro Muguruza Otaño. El conjunto respeta las bases del llamado, destacándose la figura ecuestre de bronce (Zabala en uniforme militar) sobre basamento escalonado en piedra calcárea; complementan el conjunto figuras de bronce, al frente una alegoría de "La Abundancia", sobre los laterales, en un juego de bajo y altos relieves, la representación de la "Entrega de la población al Poder Civil" en conjunto con la representación del "Campesino actual" y en la cara opuesta "La toma de posesión" y "La primera familia"; aparecen también el escudo de Montevideo y el blasón familiar de Zabala. Hay dos leyendas: "Al fundador de Montevideo, General Don Bruno Mauricio de Zabala" y "20 de enero de 1724 - Entrada de las tropas españolas en la península montevideana",(20) porque si bien la fundación de nuestra ciudad fue un proceso en varios años, aquella entrada de las tropas de Zabala para liberar la península de las fuerzas portuguesas asentadas en ella, fue el inicio que lo marca.

La figura ecuestre de Zabala mira hacia el norte, tal como lo hacía la entrada de aquel Fuerte proyectado por Petrarca en respuesta al encargo de Zabala de defender la bahía y la campaña, aquel lejano fuerte de tierra y fajina terminado en diciembre de 1725. Seguramente Zabala observó la bahía desde el punto mismo donde hoy se yergue su estatua, seguramente, desde arriba de su caballo, aprobó el sitio elegido, 207 años antes de erigirse en bronce.

Foto: Verónica Fernández

Para quienes hoy trabajamos en la Ciudad Vieja, la Plaza Zabala resulta un rincón reconfortante alejado del molesto ruido del tránsito, un lugar donde sentarse para disfrutar del sol y el verde de los árboles, un lugar a la sombra de viejas magnolias que enmarcan las entradas donde antes hubo portones que la guardaban; no importa entonces el murmullo de otras voces, la falta de espacio en los bancos, ni el cruzar apurado de transeúntes que no reparan en los distintos tonos de verde que la visten, todos la comparten. Sin embargo, resulta más placentera fuera de los horarios de oficina, recobra entonces toda su serenidad, cuando los murmullos se convierten en las risas de los niños que juegan con el agua de una fuente, en las correrías de los perros que persiguen las palomas o se suman a los juegos de aquellos, chapoteando juntos en los charcos, mientras los adultos observan y piensan calladamente, quién sabe en qué historias que comparten en silencio con su plaza.



(1) BARRIOS, Aníbal, 1982 "Bruno Mauricio de Zabala" en "Almanaque del Banco de Seguros", Mont., pp. 70-72; BAUZÁ, Fco. 1929 "Historia de la Dominación Española en Uruguay", Mont., El demócrata, 3a Ed. pp. 205-206; Comisión de Monumento a Zabala, 1922 "Bases para el concurso", Mont., Latina, pp. 5-9.
(2) BAUZÁ, Francisco, ob. cit. p. 205.
(3) TRAVIESO, Carlos, 1937 "Montevideo en la época colonial", Montevideo, p.4.
(4) TRAVIESO, ob.cit. pp.4 y Anexo: Índice de láminas.
(5) AZAROLA, Luis, 1976 "Los orígenes de Montevideo 1607-1749", Int. Municipal de Mont., p. 126.
(6) TRAVIESO, ob. cit. pp. 17, 18, 55 y Anexo: Índice de Láminas.
(7) ÁLVAREZ, Miguel y MONTERO, José Ma, 2002 "Nuestro patrimonio", Buenos Aires, El País -Uruguay.
(8) TRAVIESO, ob. cit. p. 17 y Anexo: Índice de Láminas.
(9) FERNÁNDEZ SALDAÑA, José Ma., 1938 "La Plaza Zabala" en Suplemento Dominical de El Día, Año VII, N° 265 26/6/1938 y CASTELLANOS, Alfredo 1971 "Historia y desarrollo edilicio y urbanístico de Mont. (1829-1914), Mont., Junta Departamental, pp. 165, 197 y 198 .
(10) Ibídem y GOLDARACENA, Ricardo, 1999 "Plazas y Parques de Montevideo", Mont., Aymara, p. 26.
(11) REYES ABADIE, W. Y VÁZQUEZ ROMERO, A. "Crónica General del Uruguay Vol. III: El Uruguay del siglo XIX", Mont. Ediciones de la Banda Oriental.
(12) LERENA ACEVEDO, Josefina, 1967 "Novecientos", Montevideo, Ed. Río de la Plata, pp. 10 y 11.
(13) GAUTREAU, Guy, 1998 "Montevideo antiguo a través de sus tarjetas postales", Mont., Ed Trilce, p.33
(14) "A través del siglo", 2000, Montevideo, El País S.A. p.30.
(15) PARRA DEL RIEGO, Juan, "Prosa" en GAUTREAU, G. ob.cit.,32
(16) ARMAND, E., CERDEIRAS, J.C., ARCOS, L., GOLDARACENA, C., 1930 "Compilación de leyes y decretos, 1825 -1930, tomo XVIII (1889-1890), Montevideo, pp 68 y 69.
(17) Comisión pro monumento a Zabala, 1911 "Monumento a Zabala, a todos los habitantes de la República", en El Siglo, mayo 17 de 1911, Archivo Gral. de la Nación. Caja 205, carp. 1, arch. Fco. Ros.
(18) ARAUJO, Orestes, 1912 "El retrato y la tumba de don Bruno Mauricio de Zabala", Montevideo, La Nación
(19) COMISIÓN DE MONUMENTO A DON BRUNO MAURICIO DE ZABALA, 1922 "Bases para el concurso", Montevideo, Latina.
(20) "Estatuas y Monumentos de Montevideo", 1976, I.M. de Mont., p.158 y GOLDARACENA, ob.cit. p. 26.

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