Propiedad y formas de explotación en las ferrerías de la Junta de SámanoEscuchar artículo - Artikulua entzun

Ramón Ojeda San Miguel, Universidad del País Vasco

Dentro de la jurisdicción de la villa de Castro Urdiales, aunque con organización concejil propia, la Junta de Sámano estuvo integrada durante toda la Edad Moderna por los pueblos, lugares y aldeas de Agüera, Lusa, Mioño, Ontón, Otañes, Sámano y Santullán. Su territorio se caracterizaba por la multiplicación de valles diminutos y sombríos rodeados de altas y ásperas sierras. La mayor parte de las pequeñísimas aldeas estaban incrustadas entre busques y breñas. Los ríos, aunque mejor sería hablar de arroyos, más destacados eran el Agüera, Callejamala, arroyo del Berrón, Vados y Brazomar o arroyo de Sámano. Todos de trayecto hasta el Cantábrico muy corto y con una marcada dirección sur norte.

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Canal corriendo junto a la casa torre de Otañes.

Por el Norte la Junta de Sámano confinaba con la Mar y la villa de Castro Urdiales. Por el Este lindaba con Somorrostro y Galdames, con la separación de la raya del Haya, monte Posadero y pico de Millo. Por el Sur aparecían los montes vizcaínos de Sopuerta, Arcentales y Trucíos. El monte Monillo por el Oeste rompía con el valle de Guriezo. Territorio, en fin, de superficie reducida, con una legua escasa de distancia entre sus aldeas más distantes: Agüera y Ontón. Los caminos que unían los valles eran auténticas pistas de tierra aptas únicamente para el tránsito de caballerías y en algunas buenas épocas del año para el paso de carretas tiradas por bueyes. Con las únicas excepciones en el camino de Bercedo y en el que por la costa se dirigía desde Castro a Bilbao. Los centros urbanos de referencia de las gentes de Sámano, sobre todo a la hora de comprar los bienes más indispensables para la vida diaria, fueron durante siglos la capital de la Jurisdicción (Castro Urdiales), Valmaseda y Portugalete.

En el fondo de los valles y en pequeñísimas terrazas, la tierra cultivada siempre fue de reducidas dimensiones. De ahí la importancia de la explotación del bosque y la obsesión, a pesar de los problemas, por aprovechar la energía del agua de sus arroyos en el movimiento de cerca de una docena de molinos y abundantes ferrerías.

Las ferrerías, al igual que en la vecina Vizcaya, proporcionaron trabajo, en un país agrícolamente tan pobre, a numerosos campesinos. Haciendo carbón, transportando con carros de bueyes combustible, vena y el hierro labrado consiguieron para sus economías familiares toda una serie de ingresos adicionales. Sin ellos no hubieran siquiera mantenido los más mínimos niveles de subsistencia. Desde los últimos siglos medievales y hasta casi acabar el XIX todo en los valles de la Junta de Sámano giró en torno a la explotación del hierro en las ferrerías.

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Entrada de la ferrería de La Soledad en Agüera.

Entre otras también fundamentales, la propiedad y forma de explotación de las ferrerías constituyen cuestiones de enorme importancia en el estudio de aquella vieja actividad. Son estas, precisamente, las cuestiones que ahora vamos a bordar con el análisis de los fondos notariales. Y tal como podremos comprobar, los establecimientos de la Junta de Sámano se desenvolvieron bajo los mismos parámetros, pues en realidad no eran más que una prolongación, que los vizcaínos. En especial, las similitudes fueron acusadísimas con las ferrerías encartadas 1, y sobremanera con las de Trucios2 y valle de Carranza3.

Nunca aparecen concejos o establecimientos religiosos como propietarios. La titularidad de todas nuestras ferrerías siempre estuvo en manos de particulares. En un primer momento, siglos XV y XVI, hundiendo sus raíces en los últimos coletazos de las luchas banderizas, fueron los linajes de nobles rurales más importantes de la comarca los que controlaron la propiedad. Con un plan perfectamente perfilado, acumulaban molinos y ferrerías, para rápidamente introducir sus propiedades dentro de los respectivos mayorazgos. Dos fueron las grandes estirpes que controlaron el mundo de las ferrerías de la zona: la casa Otañes y la casa Mioño. El mayorazgo de la familia Otañes desde su casa torre en el barrio de Los Corrales controló hasta finales del siglo XVII todos los establecimientos del Valle de Otañes. Y no se conformó con ello. Sancho García de Otañes y Sierralta incorporó a los bienes del mayorazgo un cuarto de la ferrería de El Perujo en el pueblo de Agüera a partir del año 15604. Finalizando el siglo XVI Gregorio de Otañes se hizo también con 4,5 goas de la ferrería de Don Bergón en Sámano. Por su parte, la casa Mioño5 detentó también durante muchos años la propiedad de las dos ferrerías del Valle de Sámano, Don Bergón y Don Gonzalo.

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Caserón de viviendas junto a la ferrería de La Soledad.

Sin embargo, las dificultades económicas y la propia crisis del sector siderúrgico en el siglo XVII obligaron a algunos de estos linajes a vender, tras el oportuno permiso real para poder sacar propiedades de los mayorazgos, parte de la propiedad ferrial, aunque raramente lo hagan de forma total. Es ahora cuando los documentos notariales empiezan a hablar continuamente de las goas: suertes o porciones de una ferrería. En Sámano tenemos constancia que 21 goas equivalían a la propiedad de un tercio de la ferrería de Don Bergón6. Fue, sin duda ninguna, la casa Mioño la que más porciones de ferrería vendió en el siglo XVII.

El abanico de propietarios se abrió con la reactivación y esplendor de la actividad en el siglo XVIII. Encontraremos así a nuevos personajes levantando o reconstruyendo ferrerías. La propiedad atomizada y compartida comenzó a ser desde entonces algo habitual. Hagamos un pequeño repaso. En Agüera la ferrería de El Perujo estaba registrada hacia 1780 a nombre de la casa de Otañes y del Marqués de Pesadilla. La Soledad en la misma localidad y en la misma época pertenecía a la familia Otañes y a Don José Benito de Zarauz. José Ignacio de Allendelagua levantó de nueva planta la ferrería de Santullán en el año 1724. En el Valle de Otañes el mayorazgo del mismo nombre detentaba la propiedad de la Ferrería Vieja, El Tejadillo y El Nocedal, y compartía con el Marqués de Pesadilla la denominada Ferrería Nueva (erigida por Eusebio Zacarías de Talledo) en el barrio de Llovera. También en el mismo Valle La Cabrera figuraba hacia 1790 a nombre de Josef de Murga y el Marqués de Pesadilla. Probablemente fue en las ferrerías de Sámano en donde más movimiento de titularidades se pudo observar: en el año 1752 la casa Mioño vendió sus goas en Don Gonzalo a Don Josef Ventura de Allendelagua; en Don Bergón, los Mioño ya habían vendido algunas goas a Don Mauricio de Ampuero en el año 1658, volviendo a hacerlo a mediados del siglo XVIII a favor de Don Miguel Antonio de Taranco.

Como podemos comprobar, todavía en la centuria del Setecientos, a pesar del vaivén de titularidades y ventas, eran los linajes de la pequeña nobleza local los que controlan la propiedad ferríal en su conjunto. Pero desde finales de aquella centuria y sobre todo en las primeras décadas del XIX muchas de las viejas casas se eclipsaron y entraron en escena miembros activos de la burguesía comercial de Castro Urdiales. Sería el caso de los Murga, Llano y Talledo en el Valle de Otañes, o de los Helguera, Hernández y sobre todo Ocharan en Santullán y Sámano.

Por otra parte, sobre todo en el siglo XVI y parte del XVII, aunque hubo años en que los dueños explotaron directamente sus ferrerías, lo más normal fue siempre el régimen de explotación en arrendamiento. Las unidades que se entregaban en arriendo eran algo más que las simples propiedades férriales: incluían trozos de monte, molinos y viviendas aledañas. Es, por ejemplo, el caso de Don Bergón que incluía terrenos, molino y la vieja casa torre7.

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Restos de la Ferrería vieja en el valle de Otañes.

Corriente era también que las negociaciones previas y los contratos de arrendamiento no fueran hechos por los dueños directos, y sí por la figura de los mayordomos o administradores. De nuevo hemos podido recoger algunos casos que justifican esta afirmación: a mediados del siglo XVIII, poco antes de pasar a ser propietario, Domingo Antonio de Taranco era el mayordomo de la casa Mioño en la ferrería de Don Bergón8; hasta el año 1813 y durante más de 20 años, Ignacio Ruiz fue mayordomo de las propiedades férriales que Don Ignacio de Murga tenía en Otañes9; del pueblo de Mioño era Juan Francisco de Villar, administrador de las ferrerías que Casimiro Samanes, residente en Perú, tenía a comienzos del XIX en Trucios10.

De forma total o parcial, dominio casi absoluto de la fórmula del arriendo.. No fue nada raro que a través de contratos sobre varias goas dos porcioneros llevaran juntos la explotación de un establecimiento. Apuntemos un caso bien documentados: Francisco Villar Carasa y Tomás Pérez del Camino llevaban juntos a finales del XVIII la ferrería de Don Bergón11. Absolutamente todos los contratos encontrados en los protocolos notariales señalan que los pagos se hacían en metálico y por una duración de tres años, utilizando un formulario muy parecido al siguiente de Don Bergón: “(...) le franquió en tal arriendo con todas sus ruedas, árboles mayores y menores necesario para uso de que se halla surtida actualmente por tiempo y espacio de tres años, que el primero dará principio en noviembre del año que viene (...), y deberá cumplir precisamente en San Juan de Junio”12. Protocolariamente siempre se indicaba en las escrituras que las obras de gran calibre corrían por cuenta del duelo, mientras que las menores y el mantenimiento eran responsabilidad de los explotadores. El formulario de nuevo estaba muy estandarizado. El propietario se obligaba a “echar árbol mayor y menor en dha ferrería si se rompiesen en el tiempo de este arriendo”. Y el arrendador a costear y poner “siempre que se rompan los echuzcos mayores y menores”13.

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Ruinas de la ferrería de Santullán.

Hasta prácticamente mediados del siglo XVIII, momento a partir del cual miembros de la burguesía comercial castreña comienzan a explotar directamente y a comprar ferrerías, la mayoría de los ferrones estuvieron avecindados en Otañes y Trucios. Y al parecer nunca dispusieron de grandes recursos. Decimos esto porque fue general que tuvieran que recurrir, para poder comprar materias primas, pagar salarios y aguantar los gastos de la campaña, a clarísimas fórmulas de “sistema por adelantos” con almacenistas de la capital de la jurisdicción. Pongamos otra vez algunos ejemplos. Juan Crisóstomo de Arcentales, ferrón en el Valle de Otañes, a cuenta del dinero en metálico adelantado, se obligaba en el año 1674 a vender al mercader de Castro Román de Zamacona 400 quintales de hierro, para llevar a la rentería de Bilbao, y recibir 8,5 reales “menos que valiere”14. Zamacona fue precisamente el comerciante de hierro castreño más poderos y activo del último tercio del siglo XVII. Adelantó en 1681 para el “acopio de venas y carbón” 2.580 reales al ferrón Joseph de la Sota; y ,a cambio, éste se comprometía a vender por debajo del “precio corriente de Bilbao” y llevar hasta su lonja de Castro Urdiales 80 quintales de “fierro tocho” de 155 libras cada uno15. En el mismo año el ferrón Juan de Mioño declaraba estar debiendo 5.731 reales desde el año 1675 a Román de Zamacona, y que pese al compromiso de vender y llevar a Castro 146 quintales de hierro, “no ha podido cumplir a causa de haber tenido malas labranzas y enfermedades”16. También Juan de Rivero, arrendador de varios establecimientos de Otañes, formalizaba ante el notario la deuda contraída con el conocido lonjista por el adelanto de 1.678 reales, y la obligación, siempre en relación a los precios de Bilbao, de devolverlos en hierro en dos plazos, uno el día de San Juan de junio y el otro en Navidad17. Otro ferrón, Mateo de Lalinde, reconocía tener que pagar en 1688 a Zamacona 25 quintales y tres cuartos “de fierro tocho de toda bondad” a cuenta del adelanto de 746 reales18.

Los nombres cambian, pero un siglo más tarde el sistema seguía siendo el mismo. Los herederos de Francisco de Carranza, durante mucho tiempo ferrón de El Perujo en Agüera, recordaba que para el “acopio de materiales de benas y carbones” había pedido en varias ocasiones dinero adelantando al comerciante Don Antonio Pérez del Camino19. En total la deuda impagada alcanzaba 23.350 reales, que con sus intereses se obligaba ahora en 1744 a devolver en plazos durante 6 años “según práctica, estilo y costumbre de ferrones en fierro que fuese anualmente labrado, que se ha de conducir a su costa a la casa y lonja” del señor Pérez del Camino19. Doña Rosa de la Carrera, y es otro ejemplo, habitualmente había estado “adelantando para el surtimiento y labranza de la ferrería de el Peruxo” importantes cantidades en metálico en 174720. Incluso, hemos podido detectar a un clérigo de Castro en el año 1761 también dedicado a prestar dinero a los ferrones de La Soledad a cambio de hierro labrado21.

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Puerta de la vieja casa torre de Don Bergón.

Los operarios, por último, constituyen un tema también muy importante en el análisis del mundo ferrón. Una vez más, al igual que en Vizcaya y en Trucios, en las ferrerías castreñas de la Junta de Sámano regularmente trabajaban cuatro artesanos altamente especializados. Dos fundidores o “hundidores” cargaban el horno y cuidaban del complejo y delicado proceso de la reducción, sin licuación, de la vena previamente calcinada. Un tirador velaba por el buen funcionamiento de las máquinas hidráulicas, y trabajaba en las operaciones de estiramiento y formación de barras o cuadradillos con el martinete. Al frente de todos los trabajos, coordinando todo el proceso y organizando la cuadrilla de operarios antes del contrato con el ferrón, y con la responsabilidad máxima, estaba el “Aroza”. Aunque no siempre, la cuadrilla solía contar con la ayuda de un “aprestador”: mozo aprendiz que tenía como misión más importante desmenuzar bien el mineral después de la calcinación en los pequeños hornos exteriores de la ferrería, aunque también acudía en momentos puntuales a echar una mano en el trabajo del resto de los oficiales. Con un modelo típicamente gremial, el aprestador se mantenía bajo la tutela directa del maestro aroza durante un período de aprendizaje de tres años22, antes de iniciarse como oficial en los trabajos más específicos de la ferrería.

En los contratos entre arozas y ferrones siempre se especificaba muy expresamente la forma y tiempo en que debían hacerse los trabajos y las condiciones en el cobro de los salarios o jornales. En la mayor parte de las ocasiones, a fin de aprovechar al máximo los meses con más agua, se trabajaba de día y de noche, haciendo pequeños turnos, lo más imprescindibles para descansar. Aroza y oficiales cobraban un tanto pactado por quintal de hierro labrado y una cantidad fija en dinero metálico, que se recibía en dos plazos, una partida por adelantado y en el momento de escriturar el contrato, y la otra al finalizar la campaña.

En definitiva, trabajo muy jerarquizado, y en el que la presencia, sobre todo en aquellas labores que requerían más pericia técnica, de gentes de origen vasco fue algo habitual en todas las ferrerías de nuestra comarca. Finalicemos este pequeño trabajo recuperando dos significativos e ilustrativos contratos de trabajo. Don Antonio de Mioño, Don Antonio de Otañes y Don Mauricio de Ampuero, dueños de la ferrería samaniega de Don Bergón, contrataron en el año 1655 a una cuadrilla encabezada por “Nicolás de Ayalde aroza y Simón de Santibáñez tirador y Domingo de Loredo y Francisco de Garay hondidores” respectivamente vecinos del Concejo de Sopuerta, Otañes y Trucios. Las condiciones pactadas indicaban: “por cada quintal que hiciéramos de fierro platina a quatro reales y por el de tocho a tres reales y medio de jornal, con declaración que yo el dho Nicolás de Ayalde aroza me obligo a traer aprestador que sirba el dho tiempo en dha ferrería y saque la escoria y enmundiçia de calles afuera como se acostumbra, y para en quenta de dhos jornales del fierro quen hicéramos, nos da el dho Mauricio de Ampuero quatroçientos reales de bellón, es a saber los trescientos de dones y los ciento por aderezar las herramientas necesarias todo el discurso del tiempo que labraremos como dicho queda a satisfacción de los dichos dueños. Y ahora de contado recivimos del suso dho duçientos rreales de bellón de presente en presnçia del presente escribano (...) Y los otros duçientos reales restantes nos los ha de pagar el dicho Mauricio de Ampuero conforme a la declaración de la mayordomía de la dha ferrería”23.

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Inscripción con el rótulo de Don Bergón en la casa torre de Sámano.

Tres años más tarde, también en la ferrería de Don Bergón se apalabraba a la cuadrilla dirigida por el aroza navarro Martín Suzena, en la que figuraba como tirador Pedro Loredo y como hundidor el también navarro Gaspar de Ynsausti “de la villa de Arexo en el Reyno de Nabarra junto a la raya de la provincia de Guipúzcoa”: “(...) por cada quintal de platina se les ha de pagar a quatro reales y del tocho tres y medio de echura al aroza y herreros, y el dho aroza a de obligarse a traer consigo aprestador y han de venir todos a trabajar a la dha ferrería desde San Miguel deste presente año y asistir en ella hasta San Juan de Junio”.24

Fotografías: Ramón Ojeda San Miguel

1 Uriarte, R., Estructura, desarrollo y crisis de la Siderurgia tradicional vizcaína (1700-1840), Bilbao, 1988.

2Álvarez, S., Valle de Trucios, Bilbao, 1998.

3Saratxaga, A., Carranza, Bilbao, 1998.

4Lacha y Otañes, A., La Torre de Otañes (Historia familiar), Bilbao, 1984, p. 84.

5Mayorazgo creado el 23 de noviembre de 1520.

6 Archivo Histórico Provincial de Cantabria (en adelante A.H.P.C.), Francisco del Valle, leg. 1783, fols. 274-283.

7A.H.P.C., Francisco de la Torre, leg. 1785, fols. 258-264, 3 de septiembre de 1777.

8A.H.P.C., Francisco de la Torre, leg. 1783, fols. 274-281.

9A.H.P.C., Romualdo Antonio Martínez, leg. 1838, fols. 23 y 24, 23 de febrero de 1813.

10 A.H.P.C., Romualdo Antonio Martínez, leg. 1839, fols. 38 y 39, 22 de febrero de 1815.

11A.H.P.C., Romualdo Antonio Martínez, leg. 1836, fols. 114-117, 22 de junio de 1796.

12 A.H.P.C, Ruiz y la Pessa, leg. 1811, 4 de diciembre de 1781.

13A.H.P.C., Joaquín de Mioño, leg. 1792, 7 de enero de 1749.

14A.H.P.C., Francisco de la Atalaya, leg. 1736, año 1674.

15A.H.P.C., Pedro de Liendo, leg. 1741, fols. 63 y 64, 9 de abril de 1681.

16 A.H.P.C, Pedro de Liendo, leg. 1741, fols. 82 y 83, 12 de mayo de 1681.

17A.H.P.C., Pedro de Liendo, leg. 1741 fols. 78 y 79.

18A.H.P.C., Pedro de Liendo, leg. 1742, fols. 72 y 73.

19A.H.P.C., Joaquín de Mioño, leg. 1790, fols. 34 y 35, 26 de febrero de 1744, y Francisco de la Torre, leg. 1779, fols. 364 y 365.

20A.H.P.C., Joaquín de Mioño, leg. 1791, fol. 166, 17 de julio de 1747.

21A.H.P.C., Francisco de la Torre, leg. 1784, fols. 263 y 264, 24 de abril de 1761. La cantidad adelantada fue de 15.450 reales.

22Los padres de Joseph de Gimeno, natural del Valle de Sámano, se concertaban en el año 1774 con “Juan Pellejero vecino de esta villa maestro carpintero y aroza de ferrería”, para que el primero entrara a su servicio como aprendiz por tres años, A.H.P.C., Joaquín de Mioño, leg. 1799, fols. 86 y 87, 10 de junio de 1774.

23A.H.P.C., Sebastián del Hoyo, leg. 1728, fols. 154 y 155.

24A.H.P.C., Sebastián del Hoyo, leg. 1729, fol. 148, 17 de abril de 1658.

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