Jose Javier Miguel
de la Huerta, Suspergintza Elkartea, responsable Servicios Gerontológicos
www.suspergintza.net
jjmiguel@suspergintza.net
Dicen que lo que se aprende de pequeño, no se olvida nunca. Prepararse para un vejez activa es una labor que no hay que descuidar. Las personas que han mantenido un compromiso activo a lo largo de su vida presentan una mejor predisposición a participar y mantenerse activas cuando llega el momento feliz de la jubilación. Además estas personas se deprimen menos, se adaptan mejor a los cambios físicos, presentan mayores niveles de satisfacción vital y un mejor funcionamiento cognitivo.
Cuenta Ramón Gómez de la Serna que Todo es ir pasando puentes; el de la petición de mano, el del primer hijo, el de la jubilación. Las personas pasamos por muchos puentes a lo largo de nuestra vida y algunos no son demasiado sencillos de cruzar.
Hacer que la jubilación sea una etapa feliz, una inversión en nuestro propio bienestar y calidad de vida depende de nosotros.
Voy a intentar a lo largo de este artículo, justificar el hecho de que participar libremente en actividades de voluntariado contribuye de manera importante a mejorar el bienestar y la calidad de vida pasado el umbral de la jubilación. Y como dejó escrito D. Antonio Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado). Más que teorizar, en esto del voluntariado lo que hace falta es andar.
Quizás el cambio más importante de la persona que se jubila sea la disponibilidad de una gran cantidad de tiempo libre. Esto es una novedad. Ni siquiera cuando fueron niños disfrutaron de tanto tiempo para jugar, puesto que tuvieron que ir a la escuela o a trabajar. Aunque el tiempo libre sea algo que añoramos durante toda nuestra vida laboral, lo cierto es que, como decía Ortega y Gasset, la sustancia de la vida reside en la ocupación.
El trabajo no es sólo fuente de recursos, es también un lugar para la relación, una ocupación que nos fuerza al movimiento y a ejercitar la mente. Son estas cosas las que se pierden con la jubilación y las que muchas veces, provocan un envejecimiento prematuro. Porque envejecer no es otra cosa que dejar de moverse, dejar de relacionarse, dejar de participar.
Joaquín Calvo Sotelo define así la vejez “tener la cabeza clara, el cuerpo indoloro, el corazón alegre, números negros en la cuenta corriente y rojos en la sangre, tener hijos, nietos y amigos, un amable quehacer y por la noche un libro y un beso de mujer” o de hombre.
Si uno de los rasgos que caracteriza a la jubilación es la disposición de tiempo libre, evidentemente, en esto como en otras muchas cosas, las diferencias entre personas, sexos y edades son decisivas. Las mujeres no se jubilan nunca, por suerte o más bien por desgracia. Hay quien se jubila con 65 años y a quien le toca recoger los bártulos con 55 o incluso menos años.
El voluntariado implica comprometerse libremente en la realización de una actividad desde una organización de voluntariado motivado más que por el deseo de tener, por el deseo de ser más. Muchas personas ponen la edad como una excusa para no implicarse. Para estas personas, venga este pensamiento de Picasso: Cuando me dicen que ya soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida.
A las personas mayores se les necesita en muchos momentos y espacios. Para participar como voluntario sólo hacen falta tres cosas: querer, poder y saber. De la última se encargan las organizaciones de voluntariado, las dos primeras son cosa de cada persona jubilada.
Otras generaciones precisan de su EXPERIENCIA y SABIDURÍA
o Para transmitir conocimientos.
o Para pasar la calle.
o Para dar calor a quien no tiene abuelo/a.
o Para ayudar a montar empresas.
o ...
Otras personas mayores necesitan de su ACOMPAÑAMIENTO
o Para no sentirse solas.
o Para que las escuchen.
o Para hacer gestiones que por sí solas le son imposibles (ir al banco, al médico, a la farmacia...)
o Simplemente para pasear o charlar un rato.
o ...
Su PUEBLO les requiere
o Para organizar las fiestas.
o Para colaborar en eventos deportivos.
o Para mantener las tradiciones y la cultura.
o ...
Muchos personas mayores estuvieron implicadas en el cambio social, político y económico de nuestro país desde organizaciones sindicales o partidos políticos. Muchas han vivido una guerra, sufrido una dictadura y sacado adelante una democracia. Tienen experiencia, un bagaje que no se puede desaprovechar.
La Ley de Voluntariado (Ley 17/1998 de 25 de junio) que define y ampara al voluntario/a y a las organizaciones de voluntariado, supuso un empuje importante para la acción social solidaria. Con esta cobertura las personas participan con la legitimidad, reconocimiento y apoyo de las administraciones públicas y de la sociedad en su conjunto. De acuerdo a la Ley, los voluntarios tienen derechos y obligaciones.
DERECHOS | OBLIGACIONES |
1. A participar en la organización. | 1. A apoyar activamente a la organización. |
2. A colaborar en los programas. | 2. A cumplir en lo que se ha comprometido. |
3. A recibir apoyo técnico, humano y formativo. | 3. A realizar bien las tareas |
4. A estar cubiertos por un seguro. | 4. A formarse. |
5. A que la participación no le cueste dinero. | 5. A guardar la confidencialidad de la información. |
6. A realizar las actividades cerca de su domicilio. | 6. A respetar a las personas con las que trabajo. |
7. A realizar sus actividades con las debidas medidas de seguridad e higiene. | 7. A utilizar bien los recursos materiales. |
8. A dejarlo cuando usted quiera. | 8. A cumplir la ley. |
9. A respetar las medidas de seguridad e higiene. |
Pero hay que tener siempre en cuenta que el VOLUNTARIO no sólo da. También recibe, y mucho. Parece demostrado que participar, realizar una actividad de voluntariado no sólo beneficia a quién la recibe. A modo de ejemplo, reproducimos aquí una experiencia de vida.
“Manuel hace una vida normal. Cualquiera del barrio lo diría. Tiene 68 años, pero tiene aspecto de haber cumplido unos cuantos menos. Desde que me jubilaron, mi vida ha cambiado mucho, pero, dice sonriendo, he salido ganando.
Lo que más miedo le daba cuando dejó la empresa era volverse “viejo”, bajar en picado. El bajón, como lo llamaba, era lo que había visto en otros compañeros – han perdido el interés por las cosas, se han vuelto más torpes – desde que no van al trabajo... – fuman sin parar y echan más vinos que nunca y, claro, concluía, andan todo el día regañando con la mujer-.
Sabía que en el fondo, esto les sucedía porque no se encontraban a gusto. Se aburrían. No quería que esto le pasara a él. Así que se puso manos a la obra y se apuntó a la bolsa de voluntariado de su pueblo. Hoy es el día en que Manuel:
Quiero terminar mi artículo y dar paso a su iniciativa. Porque estoy seguro de que tras leer estos párrafos, muchos de ustedes se habrán sentido identificados. Siempre estamos a tiempo para tomar la decisión de participar, a pesar del qué dirán. Hay personas que han decidió mantener sus relaciones, acudir a un centro de mayores y participar allí para dar gusto a su amiga, al tiempo que cuidan de su nieta y ayudan en casa, pero teniendo claro, que siempre se puede hacer algo por los demás y que lo uno, no quita lo otro.
A modo de conclusión les propongo un ejercicio:
ESCOJA SU ACTITUD | ¿Cómo quiere sentirse cada día? Aburrido, deprimido, desesperado... ¿Se sienta esperando que pase algo? ¿O se siente con capacidad y energía, con vivo deseo de pasar a la historia como una persona que hizo siempre lo que pudo por los demás? |
DIVIÉRTASE | Pasarlo bien aumenta la energía. Reir hace más bella la arruga. ¿Cómo podemos pasarlo bien y crear más energía? |
ALÉGRELES EL DÍA | Ayudar a otras personas puede ser divertido. ¿Cómo puede alegrarle el día a los demás? |
ESTAR PRESENTE | Se dice de las personas que envejecen que han perdido el interés por la vida, por la actualidad... Su pueblo, barrio, comunidad les necesita. Tiene que estar presente, hoy más que nunca. |
Y no olviden estas palabras de Anne Bradstreet, “la juventud es la edad de conseguir; la madurez, la de mejorar y la vejez, la de dar. Una juventud negligente suele ir seguida de una madurez ignorante y, ambas, a su vez, de una vejez vacía”.
Bibliografía
Bermejo García, L. (1994) Viva la jubilación. Reflexiones y sugerencias para comprender y vivir mejor la jubilaicón. Madrid: edit. Popular.
Díaz Aledo, L. (1994). Decálogo para vivir más de cien años y otras menudencias. Madrid: Edit. Popular.
VV.AA. (2000) La edad de la vida. Hacia un envejecimiento saludable y competente. Donostia-San Sebastián: Matia Erein.
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