Antxon Aguirre Sorondo
La evolución de nuestros pueblos a lo largo de su historia ha sido variable. Primero fueron unas cuantas familias reunidas en cercanas casas. Al aumentar su número se van formando callejas y pasadizos, se amurallan para la defensa. Con la cristianización van creándose templos y ritos y a ellos vamos a dedicarles las presentes líneas.
La evolución y transformación de nuestros templos a lo largo de la historia es digna de reflexión. Así tenemos las que han pasado:
DE PARROQUIA A ERMITA
Se cree que al comienzo del presente milenio la población de nuestra provincia fue mayoritariamente cristiana, si bien tomándose con muchas reservas su grado de cristianización, e incluso su modo de verla. Pero ello no quiere decir que no hubiera núcleos de cristiandad anteriormente. Estas primeras comunidades cristianas elevaron sus templos para reunirse y sobre todo, para enterrar junto a dichos templos los cuerpos de los difuntos, en una concepción de costumbres mortuorios heredadas de los romanos.
Los primeros templos cristianos levantados en zonas con población diseminada dedicada a la agricultura, fueron en sus orígenes templos también aislados, generalmente situados a media ladera. Así tenemos los claros ejemplos de La Antigua, de Zumarraga, Yurre, de Tolosa, Nª Sª de Gurutzeta, de Idiazabal, o Nª Sª de Aizpe, de Aya. Cuando estas poblaciones rudimentarias abandonan su zona, y fundan en el llano nuevas comunidades, urbes, se crea la necesidad de un templo más cercano, que supla al que se quedó en el extrarradio y tras su creación la antigua parroquia pasa a ser una ermita, como se da en los tres casos precitados de Zumarraga, Tolosa e Idiazabal, entre otros muchos.
Zumarraga. Detalle del interior de Ntra. Sra. de la Antigua. (Fot. G.E.Z.) |
Pero si bien estos tres casos están constatados, bien sea documental o arquitectónicamente, el hecho es que cuando hemos investigado sobre el terreno, nuestros informantes de manera general, nos han señalado en casi todas las poblaciones a una de las ermitas del extrarradio como primera parroquia de la zona.
Quisiera detenerme un momento aquí para hacer una reflexión del paralelismo tan curioso que resulta de esta traslación, con la de los castros. Los “castros” de la edad de hierro han sido recintos generalmente amurallados, en los que se asentaba una población estable. El fenómeno de los castros aunque más abundantes en otras zonas, en nuestra provincia no llega todavía a la decena el número de ellos descubiertos: Intxur (Aldaba), Moru (Elgoibar), Munoaundi (Azpeitia), Muru (Arrasate), Murumendi (Beasain), Buruntza (Andoain), Basagain (Anoeta). Su población solía oscilar, dependiendo como es lógico de su tamaño, entre 50 a 200 individuos, que los habitaban de forma estable.
Con la entrada de la cultura romana, se da el fenómeno de que estos castros son abandonados y la población baja a poblar una zona más cerca del valle. El mismo fenómeno se repite años después en que la población abandona ya la media ladera y baja definitivamente al valle.
En nuestra provincia, posiblemente el primer templo cristiano lo tengamos situado en la actual ermita de Santa Elena. En origen fue un cementerio de incineración romano, con su correspondiente templito, unido a la ciudad de Oiasso (actual Irun), colonia romana por la que se exportaban los productos que obtenían de las cercanas minas de Arditurri, a la vez que servía de puerto de refugio y abastecimiento para los barcos que hacían la navegación de cabotaje por la costa.
Irun (Gipuzkoa). Necrópolis romana en el interior de la ermita de Santa Elena. Fot. I. Linazasoro |
Casos semejantes de ermitas situados en el extrarradio de poblaciones y que fueron su primer templo, lo tenemos también en Segura, con su ermita de San Andrés, entre otras.
Todos ellos fueron abandonados, desplazados por templos que por su mayor porte pudieran dar cabida a los fieles que la fe y la demografía iba haciendo aumentar.
DE ERMITA A PARROQUIA
Caso contrario ocurre con las ermitas que por aumento de la población van transformándose de simples ermitas a ser parroquias, al igual que actualmente ha ocurrido incluso con conventos o capillas.
Dentro de este grupo podemos citar entre otros los casos de San Prudencio de Elorregui en Bergara, San Antonio de Hereñozu de Hernani, o San Pedro de Urkizu de Tolosa.
DE PARROQUIA A ERMITA Y DE NUEVO DE ERMITA A PARROQUIA
Dentro de estas movilidades de cambios de utilidad, se da el caso curioso de algunos templos que nacieron como parroquias, pasaron luego a ser ermitas y ahora de nuevo ostentan el título de parroquias. Tal es el caso de la Basílica de Nª Sª de la Antigua, de Antzuola, o la ermita de San Pelayo, de Zarautz, las cuales según la tradición fueron las primitivas parroquias de sus respectivas poblaciones, fueron históricamente ermitas y en la actualidad son parroquias de barrio.
Ermita de Ntra. Sra. de la Antigua, Antzuola (Gipuzkoa) (Fot. B.E.L.) |
DE ERMITA A CEMENTERIO
En el siglo XVIII el rey Carlos III ordenaba que “por motivos de salud se deje de enterrar en el interior de las parroquias, y que se creen cementerios fuera de los pueblos”. Costó implantar esta orden ya que la población de Guipúzcoa se resistía que sus seres queridos, en lugar de ser enterrados en sus parroquias, bajo el amparo divino y en el lugar sobre el cual cada domingo sus familiares ofrecían luz y pan, se inhumaran en descampado, alejados de toda protección religiosa y de los restos de sus antepasados. Así en Pasajes se enterró al primero en el nuevo cementerio en 1800 y en Amezketa en 1810. Como alternativa, muchos concejos optaron para ubicación de los nuevos cementerios, un terreno junto a una ermita, de forma que, por lo menos, sus deudos descansen “cerca” de un recinto religioso. Así tenemos ejemplos en la ermita de Santiago de Alkiza, la de Santa Bárbara de Altzo, o la de Santa Cruz de Abaltzisketa, por poner unos ejemplos.
Distinto es el caso de la ermita de Santa María, de Ezkio, la cual fue usada para que los enterramientos fueran ejecutados “dentro”, lo cual dio motivo a un largo proceso entre la autoridad y los vecinos.
DE PARROQUIA CEMENTERIO
En el momento de adaptar terrenos de ermitas para cementerios, se dan algunos casos curiosos, como es el de antiguas parroquias que, al construirse las nuevas en el valle, quedan reducidas a ermitas, y al necesitarse un solar para ser utilizado como cementerio se recurre a ellas, ya que si antiguamente en su interior, en tiempo que fueron parroquias, tuvieron enterramientos, es lógico puedan seguir utilizándose como tales. Así tenemos los casos de San Bartolomé de Olaso, en Elgoibar, Nuestra Señora de Balda, en Azkoitia, o San Pedro, de Eskoriatza, por ejemplo. En ellas se derriban las paredes laterales, se conserva el atrio de entrada y el suelo original de la parroquia y sus alrededores se utilizan como suelo sepulcral.
Restos de la iglesia gótica de San Bartolomé de Olaso, en Elgoibar, actualmente cementerio. Año 1978 (Fot. G.E.Z.) |
DE ERMITA A CASERIO
A lo largo de cientos de años de historia, es lógico que los edificios reciban diferentes reutilizaciones, y lo mismo sucede con muchas de las ermitas. Pero aunque la Desamortización más radical se produce a partir de mediados del siglo XIX, ya antes, con fecha de 13 de octubre de 1769, se dicta desde Madrid una orden para que se efectúe una revisión del estado de las ermitas, sus medios económicos, su estado físico, la devoción que se les tenía, e incluso su localización geográfica, con el fin de eliminar todas aquellas que estuvieran en mal estado, sin fondo para su subsistencia y cuidado, o que no tuvieran función religiosa a cumplir. Luego vendrían las diversas leyes desamortizadoras con la ley del 1º de mayo de 1855 y las políticas sucesivas de 1868 a 1900. Por una u otra causa histórica, el hecho es que muchas ermitas son vendidas y se reconvierten en caseríos, manteniéndose generalmente el nombre original. Así ocurrió por ejemplo con las ermitas de San Blas, de Aretxabaleta, Santa Ana, de Arrasate y San José, San Martín, y San Adrián, estos tres últimos de Bergara.
DE CASERIO A ERMITA
También tenemos el caso de algunos caseríos, situados en las estribaciones fronterizas entre Guipúzcoa y Navarra y que durante la segunda guerra carlista sirvieron de lugar para celebrar misa a las tropas allí acantonadas. Tras pasar la guerra quedaron ya bautizados dichos caseríos con el nombre de caserío ermita.
DE HUMILLADERO A ERMITA
Tema interesante es el de los humilladeros. En principio entendemos como tales a los pequeños edificios con tejado a dos aguas, situados generalmente a la entrada de las poblaciones y construidos para albergar en su interior una cruz. Distinto es el caso de los Cruceros que son como los anteriores pero sin edificio ninguno. Hay que advertir que muchos de los cruceros, tras ser protegidos por una pequeña obra civil, realizada generalmente en auzolan por los propios vecinos, pasaban a ser un humilladero.
Estos elementos han tenido una función de protección de las villas. Así, dado que se entendía que la cruz era elemento protector contra todo mal espiritual o material, ya fueran gente endemoniada, hereje, brujas, o portadoras de enfermedades como la terrible peste, era normal el colocar sendas cruces junto a cada una de las puertas principales de entrada a los pueblos, villas y ciudades. Semejante es la costumbre que aun existe, de colocar cruces de madera sobre las puertas y ventanas, o el nombre de Cristo, el famoso IHS gótico tan abundante en los dinteles. Otra de las funciones de estos cruceros y humilladeros, era la de ser punto y limite de las procesiones, tales como las de Semana Santa o Corpus, como aún lo son en algunas villas. En las de Corpus Christi, por ejemplo, las procesiones salían de la parroquia hasta una de estas ermitas o humilladeros y tras realizar allí una bendición solemne, no exenta de cierta sentido de protección del lugar contra todo mal, se iba en igual solemnidad a la otra puerta de entrada (si la tenía) y allí se repetía el acto, para posteriormente volver de nuevo a la parroquia. Son estas ermitas las destinadas a proteger la urbe.
En nuestra consideración, estos humilladeros pasan a ser ermitas cuando se celebra en ellas el Santo Sacrificio o misas. Así por ejemplo tenemos los casos de las ermitas dedicadas a la Santa Cruz, de Abaltzisketa, Asteasu, Andoain, Segura, e Idiazabal, entre otras.
ERMITA COMO MOJON DE TERRENOS
Otra tipología que tenemos que indicar es la utilización de ermitas como elemento señalizador de lugares fronterizos entre dos o más municipios. No se puede pensar que sea mera casualidad el que se den tantas ermitas en dichos lugares. Así tenemos el caso de la ermita de Santa Cruz de Aitzkorri, en Zegama, Santa Bárbara, de Segura, o Santa Cruz, de Elcano, entre otros muchos casos. Sirva como ejemplo ilustrativo lo que nuestro maestro don José Miguel de Barandirán cuenta en una de sus obras (BARANDIARAN, Jose Miguel de.- OBRAS COMPLETAS.- TOMO I.- pag. 97.- LA GRAN ENCICLOPEDIA VASCA.- BILBAO.- 1972):
“En la cumbre de Aizkorri existe una ermita de Santo Cristo. En ella es venerado un crucifijo de factura románica. De él cuentan que apareció en la cúspide de aquella sierra. Los cegameses y los alaveses se disputaban su propiedad. Los primeros lo llevaron a Cegama; pero la mañana siguiente apareció en lo alto de Aizkorri. También los alaveses lo llevaron a uno de sus pueblos; pero el crucifijo subió misteriosamente al lugar de su primera aparición. Después de muchas disputas, convinieron todos en que la milagrosa cruz perteneciera a aquel de los contendientes a cuyo pueblo estuviera mirando el crucifijo a la mañana siguiente. Llegada la hora, hallaron el crucifijo mirando a Cegama. Esto fue lo que zanjó el pleito.”
De aquí es fácil colegir que la construcción de la ermita estaba unido a la solucionar una conflictividad vecinal.
ERMITA-HOSPITAL (de contagiosos: extrarradios)
Otra de las funciones que tenían algunas ermitas, era la función de ermita-hospital, función esta que en la Edad Media tenía capital importancia. Eran el refugio de enfermos contagiosos de los males de “San Lázaro”, esto es, el ser “lazaretos” o leproserías. Aunque no había mayor conocimiento de las enfermedades contagiosas, no olvidemos de las varias epidemias de lepra que asolaron Europa, como la ocurrida entre 1350 y 1400 por ejemplo. Para evitar los contagios, las villas disponían en el extrarradio de una ermita, en cuyo piso superior poseían unas camas, habitaciones separadas según los sexos, para que pudieran permanecer en ellas los enfermos de este mal, o los dudosos, así como los caminantes, mendigos y peregrinos, al objeto de que no contagiaran a los habitantes de la villa.
Estos templos estaban generalmente bajo la advocación de San Lázaro, San Sebastián, o María Magdalena, que fue la hermana de Lázaro, el enfermo que murió de lepra y al que Jesús resucitó. Así tenemos la existencia de la ermita de San Sebastián en Leaburu que tenía hospital cercano, la ermita de la María Magdalena en Hondarribia, o las de esta misma advocación de Renteria, Eibar, etc.
Hondarribia. Ermita de la Magdalena en el barrio de La Marina. Fot. I. Linazasoro. |
ERMITA-HOSPITAL-ASILO (intramuros)
Otro caso distinto eran las ermitas-asilo, dedicadas a los indigentes, o enfermos no contagiosos del propio pueblo, que estaban intramuros. Estas, al igual que las anteriores, estaban al cuidado de un hospitalero u hospitalera, que era quien se ocupaba de la administración económica. Tenían todas una capilla, para que así, los enfermos en ellas asentados, pudieran cumplir con sus obligaciones religiosas. A este grupo pertenecían por ejemplo las de Santa María Magdalena, de Hernani, o Nª Sª de la Piedad, de Orio.
ERMITA-HOSPITAL-ASILO (para caminantes)
También existieron algunas ermitas-hospitales-asilos. Situadas en lugares estratégicos, en zonas de extrarradio, en medio de caminos muy concurridos, su misión era la de asistencia al caminante. De entre ellas la más famosa de nuestra provincia, es sin lugar a duda, la de Santa Marina, de Albiztur. Pero también existieron otras como la de San Miguel, de Alegría o la de San Antolín, de Elgoibar.
ERMITA ESCUELA
Otra de las funciones de que fueron objeto muchas de nuestras ermitas fue la de ser escuelas de barrio. En sus coros se daba clase a los chavales del barrio, en una época en que no había carreteras, ni autobuses ni ikastolas. Muchos son los ejemplos que podríamos señalar, pero nos limitaremos a citar los casos de San Pedro de Zegama; los de San Juan, Santiago y San Cristóbal las tres de Bergara, Santa Bárbara de Altzo o Santa María Magdalena, de Elgeta.
ERMITA DE CASA SEÑORIAL
Otro tipo de ermita es la ermita-señorial, esto es, la levantada a expensas de una familia, que generalmente cerca de su casa solar, la eleva como signo de distinción y en algunos casos en ella celebran sus bodas y sirve de panteón familiar. Así destacaríamos por ejemplo la ermita de Santi Espíritu de la Casa de Insausti en Azkoitia, o la de Santo Cristo de Sorabilla de la casa de Azitain, o la de Santa María Magdalena de Astigarraga de la casa de Murgia, o la del Santo Angel de Egurbideola de Azkoitia, entre otras muchas.
DE ERMITA A CONVENTO
También tenemos el caso de la utilización de ermitas como base de nuevas comunidades de monjas que se asientan en ellas para formar un convento. Así tenemos por ejemplo la ermita de Santa Cruz, de Azkoitia, o la de Santa Ana y la de Nª Sª de Loreto, estas dos últimas en San Sebastián.
DE CONVENTO A ERMITA
Como es lógico también se da el caso contrario al anterior, esto es, cuando una comunidad abandona su actividad, el templo que les servía de capilla o iglesia pasa a ser ermita. Así tenemos la de San Antonio de Sasiola en Deba, la de San Esteban de Urdayaga, en Usurbil o San Andrés, de Bergara.
Usurbil (Gipuzkoa). Ermita de San Esteban de Hoa, en Urdaiaga. Fot. I. Linazasoro |
ERMITA BALNEARIO
Otro fenómeno curioso es la existencia de fuentes curativas junto a ermitas, en las que posteriormente se instalaron balnearios. Así tenemos las ermitas de Nª Sª de los Remedios de Ataun, la de San Juan de Azkoitia o la de San Juan, de Zestoa, en las que ocurrió otro tanto. Lo que yo barrunto es que quizás primero estuviera la fuente y dada la calidad de sus aguas, se construyó una ermita allí y posteriormente un balneario.
Balneario de San Juan, Azkoitia (Guipuzkoa). |
ERMITA- REFUGIO (en descampado, en camino).
No quisiera terminar sin señalar el tipo de ermita-refugio, una de las funciones más importantes de las ermitas situadas en descampado. Es general la existencia en los viejos caminos peatonales de antaño, a lo largo de él de ermitas, destinadas a ser refugio ante la tormenta, las alimañas o los ladrones, y a la vez, lugar donde pernoctar. Es por ello que este tipo de ermitas solían tener o bien las puertas siempre abiertas, o bien una zona independiente del templo con tal fin. Ejemplo de este tipo lo tenemos en la Santi-Espíritu de Zegama, en la San Lorenzo de Berastegi o en la de Santa Cruz de Eskoriatza.
CONCLUSIONES
No pensemos que con esto hemos agotado el tema del uso de nuestras ermitas, ya que no hemos señalado muchas otras funciones, como todas las que estaban unidos a las curaciones: sordera, verrugas, para aprender andar, o a hablar, para quedarse embarazada, contra el dolor de cabeza,... Podríamos decir que igual que en la medicina actual existen los especialistas, en la “ermitología” también había especialidades y según el mal se acudía a una u a otra ermita para remediarlo. A otras ermitas se acudía para pedir agua en época de sequía, o para pedir que cesara en épocas de tormenta, contra las plagas de langostas o ratones, para la curación y protección de los animales. Las que se construían para defender a los barrios, pueblos y villas contra rayos, tormentas y pedriscos...
Y aparte todo lo dicho anteriormente, están todas las finalidades religiosas que tampoco hemos tocado: las de rogativas, para sacar indulgencias, para cumplir promesas, ...
Es evidente que en la formación de algunas de nuestras poblaciones el fenómeno de la ermita como materialización de un credo ha tenido no poca importancia a lo largo de la historia.
Fueron aglutinadoras y catalizadoras de no pocas poblaciones, que nacieron a su sombra. Fueron elementos marcadores de poblaciones, ya fuera centinelas de cascos urbanos, ya de la territorialidad total de las poblaciones. Se transformaron en centros de cultos, en guardianes espirituales de difuntos, en marcadores de los estatus de poder, fueron hospitales, asilos, refugios, escuelas, dieron nombre a un sin fin de barrios, calles, zonas. Sus funciones han sido religiosas, sociales, sanitarias, e incluso docentes. No es lícito pues contemplar a nuestras ermitas como simples edificios.
Es evidente que actualmente el papel de los templos, y más cuando son pequeños como nuestras ermitas, no tienen para la mayoría de la población la misma importancia que tuvieron hasta sólo hace treinta años. Pero si triste puede ser la destrucción de parte de nuestro patrimonio arquitectónico, también lo es la de nuestros valores etnográficos, y mucho más triste sería el olvido histórico, haciendo nuestro pasado como no vivido.
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