Juan Bautista de Anza Pionero de CaliforniaEscuchar artículo - Artikulua entzun

Gorka Rosain
Fotografías: Tumacácori National Historical Park
Early Los Angeles, Bellerophon Books, Santa Bárbara, California

Uno de los personajes vascos de sangre que sin duda más trascendente huella ha dejado en el Noroeste de México y Suroeste de Estados Unidos fue Juan Bautista de Anza, explorador, colonizador y pacificador de territorios poblados por indios a los que entonces se identificaba como bárbaros, fundador de lugares actualmente tan conocidos como San Francisco, San José y Los Angeles, en el hoy estado de California, protector de los misioneros y factor definitivo de progreso para toda aquella extensa región, quizá la más próspera de la Unión Americana.

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Juan Bautista de Anza.

Nació en el presidio1 de Fronteras, Sonora, en 1734, fue hijo de Juan Bautista de Anza y de Rafaela Becerra Nieto, ambos nacidos también en Sonora, y fueron sus abuelos Antonio “de Ansa” y Luzia de Sasoetta (Lucía de Zazueta) originarios de Guipúzcoa, de donde fueron todos sus ascendientes por cuatro costados “nobles hijos dalgo de limpia y notoria sangre”, según consta en una Probanza de Nobleza que Don Antonio solicitó al rey, en beneficio de sus hijos, el 5 de enero de 1718 (Gipuzkoako Artxibategi Orokorra, SS 212, Exp. 2, ff. 1-2v)

Juan Bautista era un vasco muy característico por su ascendencia.

Desde muy joven, en 1755, ingresó al ejército como cadete de caballería, bajo el tutelaje de su cuñado, Gabriel de Bildosola, y en él pasó más de 20 años de acción constante defendiendo a las poblaciones y propiedades de aquella región de las depredaciones de los apaches, comanches, pimas, seris, pápagos y de otros más, que asesinaban, secuestraban, arrasaban y robaban todo lo que hallaban a su paso, y más tarde abriendo rutas de comunicación entre los territorios de Sinaloa, Baja California, Sonora, Chihuahua, Arizona, Nuevo México y California, hasta el río Arkansas, el Colorado y el Gila, que exploró minuciosamente luego de haberlos descubierto y de los que hizo los correspondientes levantamientos topográficos con sus respectivos mapas. En diciembre de 1759 fue nombrado capitán en Tubac, Arizona, y el 24 de junio de 1761 se casó en Arizpe, Sonora.

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Mapa de California.

En 1772 recibió permiso del virrey para buscar y abrir una ruta a la Alta California, que cruzaría todo el territorio apache y que precisamente era a lo que iba su padre cuando fue muerto por los apaches el 9 de mayo de 1740. En 1773 partió de Tubac a abrir la ruta de 600 millas hacia San Francisco para comunicar la región, pacificar a los indios -lo cual logró plenamente-, proteger y afirmar las misiones de los jesuitas, que sumaban 32 más las 25 de los franciscanos y ocho de otras congregaciones, que evangelizaban a los indios y los introdujeron por la senda del progreso al proporcionarles semillas, enseñarlos a cultivar la tierra y fabricar artesanías, con lo cual cambiaron su vida y sus costumbres a sedentarias y se dedicaron a criar ganado y a cultivar los campos en vez de andar de nómadas depredadores. Como consecuencia natural, la prosperidad no tardó en presentarse y cambiaron también la vida y el futuro para aquellas regiones hasta llegar a lo que son ahora.

De Anza regresó a Tubac de su empresa después de una escala en el nuevo presidio de Monterrey en mayo de 1774 y quedó al frente de la Compañía Presidial de este lugar. En reconocimiento por su buen desempeño fue ascendido a Teniente Coronel. Al recibir órdenes del virrey de dirigirse nuevamente a San Francisco por la presencia de exploradores ingleses y rusos, en marzo de 1775 reclutó colonos en Tubac y en Alamos, Sonora y el 23 de octubre de ese mismo año salió del primero de estos lugares con 300 hombres y mil cabezas de ganado provisto con vituallas suficientes a lomo de mula (sin carruajes) para mayor agilidad de la marcha, que había que cargar y descargar diariamente y así cruzó el territorio apache entre combates y desplazamientos al trote o al galope.

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Presidio de San Ignacio Tubac, donde aparecen algunos indios apaches y soldados presidiales.

Haciendo un paréntesis, no se puede hablar de estos temas sin aludir a la incansable y valiosa labor del padre Eusebio Francisco Kino, sabio jesuita austríaco, astrónomo y cartógrafo, quien desde 1681 llegó hasta el río Santa Cruz e introdujo el trigo entre los pimas, cultivo que luego extendió a los demás pueblos indios, así como la no menos valiosa y heroica labor del franciscano balear Fray Junípero Serra, quien en 1767 partió de Guadalajara, la de la Nueva Galicia, hacia California, para abrir nuevas misiones y reforzar las que habían fundado los jesuitas. Como ejemplo del temple del padre Serra hay que decir que a pesar de que sufrió una dolorosa lesión en una pierna desde su llegada a la Nueva España, que no se le curaba, recorría a pie grandes extensiones, incluso desérticas, rechazando las bestias que le ofrecían para transportarse, con el fin de hacer más meritoria a los ojos de Dios su de por sí difícil misión, lo que habla por si solo del espíritu con que atendía sus misiones este siervo de Dios.

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El jesuita Eusebio Francisco Kino.

Volviendo a De Anza, formó parte de cinco expediciones contra los seris y fue uno de los oficiales encargados de la expulsión de los jesuitas de aquella región, ordenada en su momento por el rey Carlos III. En enero de 1775 combatió nuevamente a los seris en la expedición dirigida por el Corl. Domingo Elizondo. En 1777 fue a México para entregar al virrey el informe sobre su expedición y de nuevo se dirigió a San Francisco, que aún era un presidio organizado por el padre franciscano Francisco Palou bajo la dirección de Fray Junípero Serra, que fundó oficialmente para luego hacer lo mismo con San José y Los Angeles. Por cierto, en uno de sus recorridos trabó amistad con el cacique yuma Salvador Palma a quien llevó a México junto con tres indios, para ser catequizados y bautizados y más tarde recibir la confirmación y la comunión en la catedral de Durango. Regresó a Sonora ya como Jefe de Armas, con mando sobre todas las tropas de esa región y al mismo tiempo gobernador de la provincia de Nuevo México, cuyo mapa elaboró.

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Juan Bautista de Anza a caballo.

Con el fin de comunicar mejor esta provincia con Sonora, emprendió otra expedición de la ciudad de Santa Fe, en Arizona, a la de Arizpe, Sonora, con 800 hombres y dos mil 500 caballos y a su paso trabó batalla con los comanches, cuyo jefe, Cuerno Verde, murió en ella y a partir de ese momento fue que pudo poner en paz a las diversas tribus no sólo entre ellas mismas sino también con los colonos y por consecuencia entre los gobiernos de España, Nueva España e Inglaterra -Estados Unidos-.

Luego de establecer esta ruta fue nombrado gobernador de Nuevo México en 1777 y reelecto a este cargo en 1787 además de asumir el cargo de Comandante del Presidio de Buenaventura –Tucson-.

Recibió el mando de todas tropas de Sonora en ese mismo año como Jefe de Armas y el 19 de diciembre de 1788, después de dirigir una revista de las tropas de Tucson, al regresar a su hogar en Arizpe falleció repentinamente.

Su cuerpo está sepultado en la capilla lateral de Nuestra Señora de Loreto en la Catedral de Arizpe.

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Un soldado que muestra el uniforme que usaban las tropas de ese tiempo. (1776)

Respecto a los soldados que guarnecían aquella difícil región y estuvieron bajo su mando se puede decir que eran muy aguerridos y poseedores de virtudes militares muy cotizadas, y así tenía que ser para poder desempeñarse con éxito en territorio tan hostil.

En 1767 arribaron a las costas de la Nueva España dos Compañías Fijas de Cataluña, los Voluntarios Catalanes y los Fusileros de Montaña, entre estos últimos debieron de haber venido vascos, especialmente de la zona de los Pirineos. Al poco tiempo de haber llegado salieron a la expedición de Anza contra los indios pimas y seris y a la exploración de California. Introdujeron el traje al estilo catalán. Cabos y soldados traían gambetos, capas cortas azules con mangas, suspendidas del hombro izquierdo, con collarín, vueltas y chupa de paño amarillo y estaban armados con una escopeta ligera y dos pistolas afianzadas en ancha bandolera. Llevaban su parque en un cinturón con canana para veinte cartuchos y una bocina metálica como medio de intercomunicación cuando operaban en orden disperso.

Oficiales y sargentos se diferenciaban por su sombrero negro con galón de plata y cucarda encarnada, casaca azul larga y suelta con divisas amarillas y calzón azul.

Sobre esta epopeya se ha dicho tanto que se pueden llenar muchos estantes de libros, folletos, filmaciones y otros documentos, especialmente de organismos culturales de Nuevo México, que son de los que más se han venido preocupando por mantener viva su historia.

Bibliografía:

The Anza Expedition of 1775-1776, Berkeley, California, 1913

Juan Bautista de Anza, Tumacácori National Historical Park

Artes de México, Crónica del Traje Militar en México del Siglo XVI al XX

1Se designaba con este nombre a sitios de avance en la periferia del Reino de la Nueva España para la defensa de las poblaciones contra las incursiones y ataques de los indios bárbaros. Contaban con guarniciones de tropas “presidiales” de Caballería a cuyos componentes se les conocía como “soldados de cuera” porque usaban como protección una especie de saco largo de cuero y polainas del mismo material, conocidas como “botas de campana

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