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Borja
Aginagalde Director de IRARGI, Centro de Patrimonio Documental de Euskadi |
Beñat Doxandabaratz
Itzulpena: Beñat Doxandabaratz
Jatorrizko bertsioa euskaraz
Si bien en la actualidad Francia está pasando por una crisis, en la época en que yo estuve había muy buen ambiente, eran los primeros años de Mitterrand.” Italia también le gustó, tanto, que según nos dice, tiene pensado irse a vivir a la Toscana en cuanto se jubile. “El clima, los colores y los perfumes son maravillosos. Las relaciones entre las personas son más abiertas y amables. A modo de ejemplo te diré que aquí nunca he ido a una reunión del Partido Comunista y allí sin embargo fui.
¿Cuál es la mayor peculiaridad de IRARGI?
Pues, siendo una propuesta del Gobierno Vasco, Irargi reúne los archivos municipales y privados de Euskadi. Con lo que respecta al trabajo realizado hasta ahora, nuestra trayectoria ha ido enfocada a la organización y puesta en marcha de diferentes archivos, públicos y privados. Por otra parte, desde hace cuatro años y gracias al programa “Badator”, y con la intención de estar “on-line”, estamos sistematizando y completando una gran base de datos con un motor de búsqueda para el sistema nacional de bibliotecas de Euskadi. El objetivo es claro : ampliar el campo de la investigación a un espectro más amplio de la población, abrirnos a la red para quien quiera pueda consultar nuestros catálogos.
¿De cuántas referencias estamos hablando?
Hoy en día estaremos en torno a las 450000.
¿Y cuántas son en euskera?
Pocas, muy pocas. Piensa que hasta ahora, es decir en los siglos pasados, el 96 % de los documentos se escribían en castellano, y anteriormente en latín... Nosotros lo que hacemos es dejar la referencia en el idioma en que se encuentra el documento, no realizamos traducciones. De todos modos, con el paso del tiempo, esperamos que la presencia del euskera aumente. Piensa que los documentos que hoy en día se redactan en euskera dentro de veinte años estarán en los archivos y será un modo de ampliar su presencia.
¿Qué podemos ver a través del programa “Badator”?
Por un lado, información sobre los archivos que hay en Euskadi; por otra parte, información de archivos que contengan a Euskadi como tema dentro de sus referencias. Como hemos comentado, nosotros no realizamos ni transcripciones ni traducciones de los documentos, ya que el documento en sí es una herramienta de investigación; nosotros facilitamos las referencias o las descripciones de los documentos.
¿Cómo definiría el perfil de los usuarios?
Muy variado. Tenemos desde el investigador profesional que normalmente realiza consultas muy concretas, hasta el curioso que anda rebuscando datos sobre sus antepasados. Desde la diáspora, por ejemplo, nos llegan muchas consultas, y en general lo que hacemos es encauzarles y orientarles, pero claro, no nos podemos poner a responder consultas del tipo “¿cuántas vacas criaban en el caserío de mi bisabuelo?”...(risas), Un día empezamos a comentar en el trabajo que podríamos montar una consultoría especializada en vascos de la diáspora; seguro que es un segmento de mercado sin explotar que tendría mucho éxito.
La imagen de un archivo suele ir ligada a la figura de “ratón de biblioteca” y con los curas...
Quizás sí. Lo cierto es que puede tener su razón de ser, ya que en el pasado, los libros y documentos estaban en manos de la Iglesia. De todos modos, esa imagen tiende a desaparecer; quizás los curas se estén casando y por eso vemos menos en los archivos... Lo del “ratón de biblioteca”, en cambio, puede que se deba a una deformación de las películas de cine. Es cierto que es un trabajo muy especial en el que debes pasar mucho tiempo en silencio pero en los archivos trabajamos gente muy normal... ¿0 no?
¿Cuál
es el camino que recorre un documento desde su descubrimiento hasta su clasificación?
Difiere según el caso. Normalmente tanto en las iglesias como en los ayuntamientos sabemos más o menos qué podemos encontrar. Lo realmente inesperado suele ser lo que se encuentra en casas privadas. Pongamos que alguien nos avisa porque en la ganbara del caserío del aitona ha encontrado unos papeles antiguos. Entonces, lo primero que se suele hacer es echar un vistazo general, después haremos un listado de cuántos documentos hay, de qué tipo, de cuándo, sobre qué y sobre su procedencia. Tras realizar el listado se pone una clave en cada documento y se realiza una ficha de cada uno. Una vez realizadas las fichas organizamos el archivo.
¿Cómo se sabe si un documento es verdadero y de cúando es?
Normalmente, te fijas en el tipo de papel y en el contenido. Los modos de escribir eran similares en cada época y la fecha suele aparecer en casi todos. Antiguamente se hacían muy pocos documentos en comparación con la actualidad y normalmente eran documentos relacionados con registros, nacimientos, matrimonios, compraventas, testamentos, defunciones, cartas y cuentas domésticas.
Entonces, ¿podríamos encontrarnos todavía con “tesoros” en un viejo desván?
¡Claro que sí! Ni te imaginas lo que todavía queda por descubrir en viejos caserones y lugares parecidos. Ahora estoy realizando un muestreo en pequeñas poblaciones para poder hacernos una idea. Haber sí que hay cosas interesantes, pero en muchas ocasiones debido al desconocimiento de los dueños se pierden muchas cosas. Una de las propuestas de la Diputación de Gipuzkoa, aunque no está relacionada directamente con los archivos, es la iniciativa de “Zaharkinak”, a través de la que se recuperan muchos objetos de nuestro patrimonio etnográfico, yendo de caserío en caserío e informando a los dueños de las piezas que poseen y su interés. De todos modos, en esto de la conservación siempre han existido modas y si bien hace unos años todo se tiraba y se ponía nuevo, en la actualidad se tiende a guardarlo todo... A saber que harán nuestros descendientes.
¿En alguna ocasión han encontrado algún cuento o alguna novela?
En muy contadas ocasiones. Hará unos siete años, yo mismo encontré en la zona de Azpeitia, en un viejo desván, una comedia teatral del S. XVIII. Hoy en día, ya clasificada y conservada, la estamos preparando y adaptando para editarla.
¿Y partituras de música?
Muy pocas.
¿En alguna ocasión ha tenido que deshacerse de algún documento “indiscreto”?
(Sonriendo) ¿A qué le podemos llamar indiscreto? ¿Algo que sucedió hace cien años? No, no hemos tirado nunca nada parecido. Te diré, para mí, lo más fuerte que hemos encontrado ha sido un documento del s. XVIII en Errezil, en el que se da noticia de la violación de una menor de edad. Por lo que pone se trata del caso de un hombre que viola a su hermana y lo cierto es que me impresionó a pesar de que hoy en día podamos leer a diario cosas como ésa o peores en cualquier periódico.
¿Cómo es posible llegar a comprender los documentos manuscritos?
Práctica... Al principio te cuesta, es casi como si estuvieses leyendo en un idioma nuevo. Pero a fuerza de práctica le coges el truco, además te vas familiarizando con el modo de redactar de cada época, los giros, las palabras... pues van variando según la época.
¿Se transcriben los documentos?
No, hoy por hoy es imposible. Lo que hacemos es el resumen de la lectura. Piensa que si hay unas 450.000 entradas puede haber aproximadamente casi unos 5.000.000 de folios...
¿En qué estado se encuentra la hasta hace unos años “panacea” de los archivos (microfilms)?
Sin ninguna duda, totalmente arrinconada. En la era digital, el celuloide ha quedado atrás y lo que hasta ahora existía en microfilms ahora se reedita en CD. Además, con los nuevos escáneres, al reproducir los documentos puedes llegar a calidades casi similares al facsímil.
Entonces el desarrollo de las nuevas tecnologías aplicadas les es de gran ayuda...
Sí, es algo maravilloso. Lo que es arduo es la colecta de datos y su posterior sistematización. En compensación, una vez que tienes los datos procesados, puedes organizarlos “a la carta”, según te convenga.
Con semejantes adelantos ¿sigue siendo necesario mantener el original?
¡Por supuesto! El original se ha de mantener siempre, en sí el documento es patrimonio y como tal, seña de nuestra identidad. No se pueden eliminar. Los guardamos y si es necesario se someten a tratamientos de conservación y restauración.
¿Cómo hacen para conservar algo hecho en papel? ¿Es muy complejo?
Claro, hay que decir que el papel que se producía hasta el s. XVIII, era en general de buena calidad y se conserva muy bien si las condiciones han sido buenas. Si por contra las condiciones de conservación no han sido óptimas (humedad, acumulación de suciedad, grasa....) los enviamos a restaurar para luego conservarlos según nos recomienden. El proceso de restauración del papel, los baños, laminados, reintegraciones..., son realizados por especialistas porque no sólo es mantener el papel sino lo que hay sobre él que son en ocasiones distintas tintas. De todos modos, en general, casi todo lo que nos llega suele estar en bastante buen estado.
¿El tipo de papel puede dar alguna pista?
Alguna sí. Por un lado, a partir del s. XIX, en el que se introduce la pasta química en la producción del papel, empezaron a fabricar algunos papeles de mala calidad y su proceso de envejecimiento es diferente el del papel de buena calidad, por lo que en alguna ocasión de duda, el tipo de papel puede ayudar. Por otra parte, están las marcas de agua (filigranas) que te dan pistas sobre el origen del papel. Luego claro, si echas un vistazo, los papeles de los notarios suelen ser de muy buena calidad y el de prensa bastante peor... en fin, es un mundo.
En los archivos, ¿sólo se guardan documentos de papel?
No, cada vez somos más conscientes de la necesidad de ampliar miras. Sonido, imagen y audiovisuales tienen cada vez más presencia. Vosotros los periodistas sabréis más que nadie lo importante que es este tipo de material a la hora de realizar una investigación... ¿no ?
Sí, cierto. Las imágenes son buena fuente de datos...
Eso es. En mi opinión, todavía nos queda un largo camino para llegar a un buen sistema de archivo de este tipo de material. Además hay pocos especialistas que controlen bien la materia como para poder organizar todo este material tan heterogéneo. Libros y publicaciones sobre cómo hacerlo hay muchos, pero profesionales de esta especialidad nos faltan. Por eso hemos organizado la fototeca a nuestro modo.
Para ser archivero ¿Hacen falta estudios especiales? ¿Hay suficiente gente que se prepare para esta profesión?
Sí, por supuesto. Con respecto a si ahora se preparan muchos, yo creo que menos que antes. Además, los puestos que la administración podía tener vacantes están cubiertos y los ocupantes de las plazas rondamos los cuarenta años, por lo que no hay un horizonte próximo muy claro. En realidad, se necesitarían más profesionales pero esa cuestión está en manos de la administración, su sensibilidad y la capacidad que haya para crear nuevas plazas.
¿Y las becas y ayudas?
Eso casi siempre hay, pero es un trabajo a corto plazo y dura el tiempo de la investigación. A lo que yo me refería es a la necesidad, quizás, de más profesionales que trabajen en los archivos.
Parece ser que nos encontramos próximos al nacimiento de un nuevo archivo. ¿Cómo se llamará? ¿Archivo general, archivo de Euskadi...? ¿Dónde tendría su ubicación?
Bueno, a mí me gusta denominarlo “ Archivo General”. Un archivo para toda Euskal Herria... o Euskadi, perdón, hay diferencia. Con lo que respecta a la ubicación aún hay que cuestionarlo y confirmarlo, es difícil escoger un sitio. De todos modos, creo que lo más adecuado sería en una ciudad.
¿No le restaría clientes a otros archivos?
No creo. Cada archivo tiene sus características y sus peculiaridades. Los investigadores y los que acuden a un archivo y no a otro lo hacen por algo.
Entonces no hay ninguna intención de competir con “Simancas”...
No, por supuesto. El de Simancas es un muy buen archivo, especializado en una época concreta de la historia. Hay documentos muy antiguos y preciosos. Para algunos es un “Tótem” dentro de los archivos, y entre los investigadores de aquí es un referente muy importante. Ahora que lo comentas... a ver si me paso por allí, siempre hay cosas interesantes por descubrir.
¿Qué contendría el nuevo Archivo General de Euskadi?
Documentos, copias, consultas... y algo que hasta ahora no se ha tenido muy en cuenta en los archivos: Difusión y dinamización cultural, para que los archivos sean atractivos para un mayor número de personas.
¿Y cómo piensan lograrlo?
¡Ay! Si yo supiera... ese es nuestro próximo reto. Nos gustaría aproximar a la gente nuestro trabajo y hacer desaparecer esa imagen de institución gigante y monstruosa apta sólo para “ratones de biblioteca”...(risas). La clave está en presentar el archivo de un modo atractivo. Hasta hace poco, los archivos estaban cerrados, luego se fueron abriendo un mayor número de usuarios y hoy en día cualquiera puede ir... hemos logrado que las puertas se abran. Ahora nuestro desafío consiste en atraer más personas. A ver si se pone de moda como “El Prado”, el cual hace tan solo unos veinte años estaba casi desierto y los únicos visitantes que tenía eran el director, el bedel y algún turista inglés que pasaba por allí. Y hoy en día ¿has visto que colas se forman para entrar? Por eso, a saber qué ocurre de aquí a diez años...
Borja
Aginagalde Olaizola (Donostia, 1958)
Borja Aginagalde está casado y es padre de dos hijos, niño y
niña. Se licenció en Historia por la Universidad de Deusto.
Posteriormente se fue a Madrid donde se especializó en Archivística.
A partir de ahí, y gracias a una beca del Gobierno Vasco, estuvo investigando
en París, Roma y Nápoles durante dos años y en 1986 empieza
su andadura en IRARGI.
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