Los museos de la ciencia y la cultura digitalEscuchar artículo - Artikulua entzun

Dr. Félix Ares, director de Miramon. KutxaEspacio de la Ciencias

El mundo digital se ha metido -a veces sin darnos cuenta- en todos los aspectos de nuestra vida, empezando por nuestro teléfono móvil y terminando por el programador de la lavadora.

Hoy en día, gran parte de nuestra economía, y en consecuencia de nuestros puestos de trabajo, dependen de las Nuevas Tecnologías de la información. Ya no tan nuevas.

Los museos de la ciencia, entre otras muchas, tenemos la obligación de hacer que los visitantes se familiaricen con dichas tecnologías, que las pierdan miedo.

Argazkia
Miramon. KutxaEspacio de la Ciencias.

A nadie se le escapa que en una visita de dos horas es muy difícil que nadie pueda aprender algo. Nuestra misión no es tanto enseñar como motivar. Aprender de verdad exige codos, tiempo y dedicación; y me atrevo a decir que exige una tecnología antigua pero que ha demostrado ser poderosísima: libros. Y me refiero a libros de papel. Hoy por hoy los libros electrónicos o Internet son una ayuda, pero no son la herramienta básica de estudio.

La motivación puede venir de muchas partes, quizá la más importante derive simplemente de exhibir. Basta que los visitantes vean algo para que se hagan preguntas. 'He visto que se hace música moviendo en el aire las manos, enfundadas en guantes de colores. ¿Por qué? ¿Qué hay detrás de esa música?' 'En el planetario he visto las estrellas, los cielos de hoy y los cielos de hace 20 000 años. También he viajado hasta la estrella más próxima y he visto nuestro sol desde allí. Me han dicho que es un procesador vectorial el que hace eso. ¿Qué es un procesador vectorial? ¿Cómo funciona?'

El hacerse las preguntas es lo más importante para llegar a conocer las respuestas. Pero, insisto, las respuestas exigen tiempo y dedicación, dicho en una frase coloquial: 'exigen codos'. No hay ninguna tecnología -ni digital ni de las otras- que sea mágica, que me permita aprender sin 'codos'. La tecnología digital puede ayudar, puede hacer las cosas más llevaderas; pero nada más.

Los museos de la ciencia no se limitan a exhibir las tecnologías digitales, las utilizan para otros muchos fines. Por poner unos ejemplos. En el planetario digital contamos historias de muchos tipos. No sólo mostramos estrellas, también contamos aventuras de marineros intrépidos y de sus increíbles viajes que sólo fueron posibles gracias al avance de las ciencias. Avance que se produce dentro de una cultura. La cultura condiciona los descubrimientos y éstos condicionan la cultura, quizá mucho más de lo que estamos dispuestos a pensar en una primera reflexión. Sigamos poniendo ejemplos, el sistema heliocéntrico de Copernico tardó en introducirse porque chocaba con la cultura del momento; pero poco a poco se introdujo y hoy forma parte de la nuestra. ¿Por ejemplo, quién se atreve a decir hoy que el Sol gira alrededor de la Tierra? Hagamos un ejercicio, con lo que hoy sabemos, pongámonos en la piel de Galileo ante la Inquisición. Debemos demostrar que la Tierra es la que gira alrededor del Sol. ¿Sería usted capaz de convencer a la Inquisición? Lo he intentado. No lo he logrado. Se me ocurrió explicar el péndulo de Foucault, pero hay explicaciones alternativas, se me ocurrió decir que hay fotos desde satélites que lo demuestran, pero en la época de Galileo no había satélites, ¿por qué me iban a creer? Me habrían quemado por brujería por decir esas cosas tan raras. Tras darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de que a mí la Inquisición me habría condenado. ¿Y a ustedes? Sin embargo, hoy todo el mundo tiene asumido que la Tierra es la que gira en torno al Sol, aunque lo que ve es lo contrario. La ciencia ha influido tremendamente en la percepción cultural. No cabe duda de que ciencia y cultura son una misma cosa. La ciencia forma parte de la cultura.

En 1947, Claude Shannon publica su 'Una Teoría Matemática de la Información', donde establece las bases teóricas para toda la revolución posterior. Una de sus consecuciones más importantes -desde mi punto de vista- es constatar que la información se puede medir y que lo importante es la cantidad de información, no cómo sea su soporte o su transmisión. Si la cantidad de información es la misma, no me importa si el soporte es un libro, es Internet, es una película de celuloide o es un DVD.

Un poco después -1953- se produce el descubrimiento de que la clave de la vida es digital: son solamente cuatro letras cuyo soporte es una doble hélice. La teoría de Shannon permite saber la cantidad de información del genoma, los bits -de información- que se necesitan para construir un ser vivo.

Hasta la década de los cincuenta lo importante es la materia, es lo que se toca. Los cincuenta años anteriores han sido el triunfo del descubrimiento de la naturaleza de la materia: átomos, equivalencia materia energía, moléculas, energía atómica, mecánica cuántica, relatividad. La sociedad piensa en materia. Lo importante es lo mecánico.

Con Shannon, Watson, Crick y Franklin hay una deriva clara hacia la 'información'. La materia, lentamente deja de ser el objeto principal de la ciencia y pasa a serlo la información. Ni que decir tiene que todo esto cala en la sociedad y lo hace sin estridencias, tomándose su tiempo.

Un ejemplo clarísimo de la 'digitalización' de la sociedad lo tenemos en la biología. En los primero años cincuenta se trata de una ciencia descriptiva de lo que hay en la naturaleza. Poco a poco la genética y la biología molecular se van abriendo camino y el contacto físico con lo material va perdiendo terreno. Ya no importa tanto ver al animal en el zoo, o en su hábitat natural, como conocer sus genes: un conjunto de letras escritas en un papel: información. Antes, los árboles evolutivos se construían viendo las similitudes y diferencias anatómicas de los seres considerados. Hoy se introducen en un ordenador (que trata la información)las secuencias genéticas de sus genomas (información): la información se utiliza para tratar la información obteniéndose información como resultado.

De modo paralelo se va desarrollando la informática, que es la culminación de lo digital. Lo material va perdiendo terreno. La informática introduce un hecho insólito hasta ese momento en nuestra cultura. Los libros y la tradición oral guardaban la fórmula para hacer las cosas, pero había que hacerlas. Si tú querías hacer una pieza bien torneada, tenías que ponerte el mono e ir al torno. El ordenador no sólo te dice cómo hay que hacer las cosas, además, las hace. El ordenador es el que da las órdenes al torno para fabricar una pieza. La pieza, para su creador, casi casi ha perdido materialidad y se ha convertido en información.

Hace unos años el analfabetismo era no saber leer, mejor dicho, no saber interpretar lo que se leía. Hoy, el nuevo analfabeto es que no sabe manejarse con información. Hay que saber buscar, encontrar, modificar, almacenar... y crear información.

Nuestro mayor reto es convencer a nuestros visitantes de que sin saber manejar la información son analfabetos y tenemos que ser capaces de motivarles para que dejen de serlo.

Dicho de otro modo, el mayor reto de los museos de la ciencia en el mundo digital, no es tanto enseñar como convencer a los visitantes de que son unos ignorantes.

No hay peor ignorante que el que no sabe que lo es.

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