Josu Larrinaga Zugadi, Miembro de Eusko Ikaskuntza y EDB
El
nacimiento y la muerte de Jesucristo son dos momentos de honda conmemoración
cristiana, donde la mayoría de los actos u objetos presentan un importante
nivel simbólico.
El hecho de la crucifixión de Cristo se manifiesta o recuerda a través
de la cruz. Cruz
o crucifijo que, tradicionalmente, ha aparecido o se representa de las siguientes
formas y modos:
1. Crucifijo físico.
1.1. Representación concreta:
a) Elaboración fiel o detallada.
b) Impresa o dibujada.
1.2. Representación esquematizada:
a) Pintada.
b) Elaboración vegetal.
2. Señal simbólica de la Cruz.
2.1. Ámbito religioso.
2.2. Ámbito cotidiano.
2.3. Ámbito extraordinario.
“Pastikunem” en Abendua. Ea. |
Cruces o crucifijos fielmente representados que, habitualmente, los podemos encontrar dominando un espacio geográfico en las torres de las iglesias, en altozanos y cruces de caminos o en las clásicas veletas de las casas. No es raro verlas clavadas a las puertas de viviendas y establos. A nivel doméstico aparece en la cabecera de la cama o en la morada eterna, sobre la sepultura. Encabezan el conjunto de romerías, rogativas o procesiones de carácter socio-religioso. También suelen aparecer, a modo de reliquia a besar por los habitantes de las casas visitadas, en las cuestaciones anuales (San Nicolás, Abendua, Santa Águeda, etc.).
La encontramos impresa en escapularios, amuletos (kuttunak), recordatorios, telas ornamentales, devocionarios, reliquias y en una infinidad de elementos. Se acostumbra a dibujarla sobre el umbral de entrada a la casa o a la cuadra, en el tejado o fachada, coronando las ventanas y en diferentes espacios físicos o simbólicos susceptibles de preservar. En la práctica doméstica, hemos visto dibujarla con la punta del cuchillo en el pan a cortar para su consumo y era habitual esbozarla con el atizador en las brasas del hogar. Cada Miércoles de Ceniza es pintada en la frente de los fieles para recordarles: “que polvo somos y en polvo nos convertiremos”. Función similar de protección de cosechas agrícolas, marítimas o ganaderas han tenido las bendiciones sacerdotales a los cuatro puntos cardinales.
Cruz vegetal y laurel. Ariatza-Muxika. |
Asimismo, su presencia física esquematizada la visualizamos en la colocación de cruces vegetales (fresno, laurel, sauce, etc.) a lo largo de huertas y campos como elementos propios de las festividades de San Juan, La Cruz de Mayo o Semana Santa. Crucifijos similares se colocan en las puertas de las moradas, estabulación de animales y bordas pastoriles.
Pero el hecho simbólico que aquí nos ocupa, se refiere a la señal de la cruz y tiene como protagonista al signo que efectúan los cristianos con la mano derecha y tratando de representar la cruz en que murió Jesucristo. Dicha acción se conoce como persignarse o santiguarse y se realiza, con la mano cerrada y el pulgar levantado, dibujando la señal de la cruz sucesivamente sobre la frente, boca y pecho.
La clásica unión de “la señal de la Cruz” y “el Nombre del Padre” dice así:
Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos libranos Señor Dios nuestro |
. |
. |
Aittiaren, Semearen Espiritu Santu Izenearen. Amen! |
El catecismo clásico señalaba que “es bueno santiguarse a menudo porque en todo tiempo y lugar nuestros enemigos nos combaten y nos persiguen”. A modo de residuo del pensamiento religioso medieval, se establecían como enemigos fundamentales al demonio, el mundo y la carne.
Hasta hace pocos años, este rasgo simbólico era usual y manifiesto en diversos ámbitos y momentos de la vida cotidiana de las personas y de las colectividades. Aunque hoy en día, su uso social ha quedado relegado a la intimidad familiar o religiosa.
La persignación se nos presenta, actualmente, como una costumbre mantenida por las personas de cierta edad y con connotaciones religiosas de carácter católico.
Dicho acto simbólico de santiguarse es una realidad en el ámbito religioso cristiano y se nos presenta todavía en el hecho de orar, a la hora del evangelio, a la entrada o estancia en la iglesia y ya raramente, al pasar frente a un templo o edificio religioso.
El seguimiento de la vida cotidiana, aún nos suele mostrar a personas que se persignan con una genuflexión (acto de doblar la rodilla frente a alguien o algo para mostrar respeto) al pasar frente al altar mayor o altares callejeros, al coincidir con el paso procesional de una figura religiosa, al cruzar delante de una iglesia o en la itinerante ronda navideña de los “Marijesiak”, al transitar o llegar a un edificio religioso.
Su papel en el devenir diario se manifestaba o visualizaba en el hecho de levantarse o acostarse en la cama, al iniciar una comida o cena tras bendecir la mesa, al cruzar el umbral de acceso a la calle por primera vez en el día y frente al sonido, horario o anunciador, de las campanas. Un cariz más extraordinario presenta el santiguarse ante la enfermedad o la muerte, frente a las posibles apariciones o la presencia del maligno, cuando se ve o se comenta un suceso sorprendente, al iniciar un viaje o tarea, etc.
San Nicolás santiguándose.
Segura. |
No ha sido raro ver persignarse a devotas y asombradas mujeres ante la presencia esperpéntica de las máscaras de Carnaval. También hemos podido observar a jóvenes cantores de Santa Águeda que rodilla en tierra y descubiertos se santiguaban ante la dueña de la casa que les había solicitado rezar (en vez de cantar) la clásica trilogía compuesta del Padre Nuestro, Salve y Gloria. Aún es habitual observar como hacen la señal de la cruz algunas personas al dar comienzo un viaje o ante el hecho de comenzar una actividad extraordinaria y compleja. E incluso, sin signo externo, invocar el nombre de Dios (acompañado de la siguiente jaculatoria: Jangoikoaren izenian!) ante el hecho de probar un nuevo alimento o plato gastronómico y también utilizado por las madrugadoras avisadoras de los sufridos pescadores en su llamada a la faena (Mariano gora Jangoikoaren izenien !!!).
Podemos concluir indicando que este signo de identidad cristiano y particularmente católico, es un elemento religioso (recuerdo de la Pasión de Cristo y promesa de vida eterna) que ha derivado, en el sentir popular, hacia un uso protector frente a oscuros enemigos o sus posibles acciones malignas contra personas, animales, propiedades y espacios. Por su parte, el santiguarse acompañado de la genuflexión se presenta como muestra de veneración o reverencia. También, a modo de símbolo o signo (incluso, su simple mención), se manifiesta en forma de un auténtico rito de pasaje que da inicio y final al día o a actividades concretas y especiales.
Pero como cualquier símbolo o hecho social, el signo de la cruz es susceptible de generalizarse en ciertos momentos, confinarse a un ámbito reducido para su preservación e incluso, poder variar su sentido.
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