Carlos
Rilova Jericó
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Muchos son los que han tratado acerca de esta casi desconocida parte de la Historia de Estados Unidos. El primero, quizás, fue Herbert Asbury, después, hechizado por la prosa del neoyorquino, vino Jorge Luis Borges y su cuento sobre Monk Eastman. Más tarde, cuando el siglo XX agonizaba, los yankees recordaron que esas cosas ocurrieron realmente y así el historiador Caleb Carr -tal vez el primer miembro del gremio de Clío que ha investigado esos hechos, quizás porque, tal y como ha señalado recientemente Javier Marías, eran demasiado desagradables para ser recordados- describió con mayor precisión el ascenso de Nueva York a la categoría de capital del capitalismo mundial en un par de excelentes novelas, "El alienista" y "El ángel de la oscuridad".
Tras el historiador vino nuevamente el escritor. Así Edgar Lawrence Doctorow -un más que probable futuro premio Nobel- nos habló del Nueva York del año 1865, lleno, al igual que el de las novelas de Caleb Carr, de magnates y "profiteers" que, apoyados por políticos corruptos rodeados a su vez por policías no menos corruptos, amasaron sus grandes -y más o menos sucias- fortunas gracias a la miseria de otros; por ejemplo niños vendedores de periódicos, emigrantes de todas las clases y mutilados soldados de la Unión que llenaba las calles del inolvidable Nueva York gótico descrito en las páginas de "El arca de agua".
Finalmente Martín Scorsese, quizás recordando nuevamente los relatos de Edith Wharton, la "madre" de todas las novelas sobre el Nueva York decimonónico, nos ofreció otra lección de Historia -esta vez visual en lugar de literaria- con su magnifica película "Gangs of New York". A través de ella supimos nuevamente de las bandas de los barrios altos de Nueva York, de peligrosos magnates, de los emigrantes, y de su ominosa contraparte, la clase trabajadora "nativa" de los Estados Unidos, y de la consagración de Nueva York como capital del capitalismo globalizado.
Fermín Lasala y Collado, duque
de Mandas, sobrino de Juan Bautista Lasala, y algunos parientes. (circa
1880). AGG-GAO DM 39,14 |
Por supuesto ninguno de ellos ha dicho nada sobre los magnates vascos que, descansados, ni hambrientos ni enfermos y con los bolsillos llenos de dinero, vinieron a los Estados Unidos para tomar parte en aquella lúgubre aventura. Es, quizás, una buena razón para contar aquí la historia de Juan Bautista Lasala.
Nació en las últimas décadas del siglo XVIII en San Sebastián. Su familia, como muchas otras arraigadas en esa ciudad de la costa de Gipuzkoa, se dedicaba al comercio desde el siglo XVI. Tal vez antes, pero no hay documentos para probar esa hipótesis.
El año 1814 él se dirigió a Nueva York para seguir allí esa profesión. Su nombre cambió a "John Baptist" y se convirtió rápidamente en, como decía la canción de Sinatra, "parte de ello". En efecto. El personaje de Amsterdam Vallon señalaba en "Gangs of New York" que las bandas de los barrios altos de esa ciudad, el seguro refugio que acogió al recién llegado, tenían su propio territorio y reglas, diferentes a las que regulaban la miseria de Five Points. Así nadie entre los hombres que controlaban el poder y el dinero en Nueva York preguntó sobre su catolicismo romano o sobre sus orígenes no-estadounidenses. Como podemos deducir fácilmente las bandas de los barrios altos tenían un solo dios y una sola patria: el dinero. Y, como nos indican los documentos de diferentes archivos, el forastero era un devoto creyente de esa fe. Más que suficiente para ponerlo a salvo de cualquier Bill Poole y sus rufianes nativistas.
Así pues no es sorprendente que los gangsters de los barrios altos de Nueva York lo vieran con ojos amables. Al fin y al cabo él era la llave de oro que abrirá a sus mercancías las puertas de esa perla de las Antillas españolas, la isla de Cuba, y también las de Puerto Rico, la última dirección conocida de Juan Bautista. Las huellas de cuatro procesos conservados en la sección de Archivos Antiguos de la ciudad de Nueva York tienen algo que decir sobre esto. Hoy podemos consultar sólo dos de ellos que fueron celebrados ante el Tribunal Supremo de Albany en los años de 1825 y 1843. Ambos nos cuentan que Juan Bautista Lasala hizo afortunados negocios con la importación y exportación de mercancía entre Cuba y Nueva York.
Tres magnates de los ferrocarriles decimonónicos. De izquierda a derecha Cornelius y William Vanderbilt y Fermín Lasala y Collado, sobrino de Juan Bautista Lasala y accionista del ferrocarril Mohawk and Hudson. |
Probablemente ese comercio le permitió acumular suficiente dinero para convertirse en inversor y, a partir de ahí, en uno de los hombres de negocios que organizaron el primer ferrocarril a vapor del estado de Nueva York. Si leemos la lista de los fundadores y accionistas de la compañía del ferrocarril "Mohawk & Hudson" -la línea que unía Albany, Buffalo y Nueva York en "sólo" un día y una hora- que se guarda en la Biblioteca Mckinney del Instituto de Arte e Historia de Albany descubrimos en ella a Juan Bautista -como "Jno B. Lasala"-, hombro a hombro con otros miembros de las bandas de los barrios altos de Nueva York como William B. Astor o Peter Augustus Jay. Era dueño de 340 acciones. Muchas más que las 60 en manos de los Astor o las 226 propiedad de P. A. Jay.
El primer viaje del ferrocarril Mohawk and Hudson.Albany Institute of History&Art McKinney Library. |
Según parece no se podía negar nada al compadre que trajo capitales de Cuba y Europa -encontrado en las ávidas manos de su hermano Fermín (un poderoso magnate europeo, dueño de fábricas de harina, fundiciones de hierro, barcos, almacenes, tierras y casas desde Madrid a Hamburgo ) o, entre otros burgueses vascos, en los bolsillos del doctor Azcarate- para invertir en ese primer ferrocarril de vapor o en el infame banco de los Estados Unidos que arruinó a más de un plantador cubano -pero no al "hermano" Fermín, firmemente respaldado por los Rostschild- cuando sus escandalosas maniobras financieras obligaron al Tribunal Federal a investigar y a "informar para juicio" a sus gestores y a los directores de otros 25 bancos estadounidenses.
Los Archivos Nacionales de los Estados Unidos -el NARA-, los Archivos Antiguos de la ciudad de Nueva York y el Archivo General de Gipuzkoa -la provincia natal de Juan Bautista-, así como la ya mencionada lista de la Biblioteca Mckinney, confirman esta extraña historia acerca de un magnate de los ferrocarriles que vino desde la otra orilla del océano a la América del siglo XIX, para echar los cimientos del capitalismo globalizado. También nos hablan sobre el modo en el que el ferrocarril cayó en las garras de otras bandas de los barrios altos de Nueva York más poderosas -los Vanderbilt, los Morgan y los Rockefeller- que tomaron al asalto la compañía y redujeron a los Lasala, así como a los Astor y los Jay, y al resto de los fundadores excepto, quizás, a un Chapin y a un Clarke, a simples accionistas de la nueva y más grande compañía, la New York Central and Hudson River.
Después, dejando aparte el obituario dedicado al magnate vasco en las páginas del New York Times, lo único que averiguamos sobre los Lasala en esos documentos es, sorprendentemente, que alguno de ellos, como Amsterdam Vallon o Jenny Everdeane, vinieron para construir América con sus propias manos desnudas y sin un céntimo en los bolsillos. Ellos, como muchos otros, víctimas de esa triste condición, fueron enviados al Oeste, a California. Pero hablaremos de eso en un día aún por venir, más adelante.
Link:
Museo
del Ferocarril de Nueva York
Obituario
de JB Lasala (es necesario registro)
Al alcance de la mano
Comunicación Básica en euskara-castellano
À portée de main
Communication basique en euskara-français
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