Las rías y marismas del País VascoEscuchar artículo - Artikulua entzun

Mikel Estonba Mintxero, biólogo
Traducción: Koro Garmendia
Jatorrizko bertsioa euskaraz

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Ría de Plentzia. Desde Andraka. Marisma de Junkera. Foto: Mikel Estonba

Como consecuencia de su abrupta orografía, en el litoral del País Vasco desembocan múltiples ríos de corto recorrido que forman zonas húmedas de gran riqueza. Estas superficies que se encuentran supeditadas al influjo de las mareas se denominan rías.

Para determinar el origen de las mismas, hemos de retroceder en el tiempo, hasta finales de la última glaciación, llamada Würm. Al término de este período, cuando grandes bloques de hielo empezaron a derretirse, el nivel del mar fue subiendo, hasta tal punto que grandes extensiones de valles próximos a las riberas quedaron o bien inundados, o bien sometidos al influjo de las mareas.

Dado que en las rías concurren el mar, los ríos y la tierra firme, se produce en ellas una interacción entre el agua salada, el agua dulce, la tierra firme y la atmósfera que da lugar a la formación de marismas o ecosistemas de zonas húmedas de gran complejidad, dinamismo, eutrofización y biodiversidad.

Sin embargo, es tal la variedad de subsistemas que podemos encontrar en una ría, que no sería justo identificarlas con un determinado tipo de zona húmeda, sino, más bien, como un mosaico de distintos tipos de humedales, ya que, aunque estén estrechamente relacionados entre sí, presentan importantes diferencias: ríos y orillas, marismas, playas franco-arenosas, canales de mareas, etc...

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Ría de Lea. Marisma Mariarrota.
Foto: Mikel Estonba

Por tanto, tal como acabamos de indicar, las rías son ecosistemas que albergan una enorme riqueza. De hecho, varios estudios han puesto de manifiesto que las rías presentan una de las tasas de producción primaria más altas de la biosfera, debido, principalmente, a las siguientes circunstancias:

Pero la riqueza biológica de las rías no sólo viene dada por las elevadas tasas de producción. Como consecuencia de la penetración del agua del mar en la ría, las corrientes de agua dulce de los ríos detienen su curso y se produce el fenómeno de la sedimentación de las partículas menos pesadas que son transportadas en suspensión. De este modo, se forman fértiles bancos de arena y playas de fango que presentan una alta concentración de materia orgánica y donde habitan múltiples e interesantísimas poblaciones de invertebrados. Cuando, durante el período de las mareas muertas, el grosor de tales playas de fango alcanza el nivel de la pleamar, empiezan a aflorar plantas vasculares, al final de cuya colonización se forma un rico ecosistema húmedo que recibe el nombre de marisma.

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Ría de Urola. Marisma de Bedua.
Foto: Mikel Estonba

Debido a toda esta serie de singularidades, las rías y marismas son testigos de cadenas y redes alimentarias de gran complejidad y riqueza, cuyos exponentes más evidentes serían las abundantes comunidades de peces y, sobre todo, de aves, que habitan en ellas.

En cualquier caso, a pesar de su excepcionalidad desde el punto de vista alimenticio, las condiciones de vida de estos ecosistemas suelen ser extremadamente duras, ya que a la inestabilidad del sustrato y a la escasez de oxígeno hay que añadir los incesantes cambios del anegamiento y de la salobridad, circunstancias que para la gran mayoría de los seres vivos resultan insoportables. Por tal razón, los animales y plantas de estas superficies han tenido que ir desarrollando mecanismos de adaptación, hasta conseguir su plena integración y convertirse, de tal forma, en especies especializadas. El hecho de que estos seres no puedan sobrevivir más que en estas extraordinarias condiciones incrementa el valor ecológico y biológico de las rías y marismas, por lo que resulta absolutamente necesario conservar su situación natural para poder asegurar la perduración de estas especies, fruto de una evolución biológica milenaria.

Las rías y marismas del País Vasco

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Aia. Ría de Oria. Marisma Portuetxe.
Foto: Mikel Estonba

Tal como señalaba al comienzo del presente artículo, los acantilados de nuestro litoral están entrecortados por multitud de rías de corto recorrido. En las líneas precedentes he puesto claramente de manifiesto que las rías son zonas de un altísimo valor natural y ecológico. Sin embargo, durante las últimas décadas la mayoría de las rías y marismas del País Vasco han sufrido importantes agresiones por parte del ser humano, no sólo por el hecho de que durante muchos siglos hayan sido consideradas como terrenos insalubres, sino también como consecuencia del rápido proceso de industrialización y su consiguiente espectacular crecimiento demográfico que tuvieron lugar en el País Vasco en la segunda mitad del siglo XX. Es por ello que allí donde tiempo atrás se extendían amplias superficies de marismas y arenales, hoy nos encontramos con avenidas, viviendas y zonas industriales. En la actualidad, el total de las marismas de las rías del País Vasco no llega ni tan siquiera a la mitad de las dimensiones que alcanzaban a principios del siglo XX. Además, aun cuando, en cierto modo, podemos entender las labores de drenaje y llenado que se efectuaron en los tiempos en que se ignoraba el valor natural y ecológico de las rías, lo que de ninguna manera puede ser ni entendido ni aceptado es que al día de hoy se siga aniquilando zonas marismales.

Como consecuencia de la desoladora dinámica que imperó durante los siglos precedentes, el País Vasco conserva en la actualidad una sola ría en buen estado: la Ría de Urdaibai, declarada en 1984 Reserva de la Biosfera, una denominación que permitió paralizar los proyectos que terminarían por acabar con la estructura natural y extensiones marismales de esta bellísima ría de Bizkaia. En Urdaibai se hallan representados todos los ecosistemas del litoral vasco, puesto que alberga marismas, playas y dunas, acantilados, encinares cantábricos, ríos y bosques de la orilla, etc. A pesar de ello, las dificultades que surgen a la hora de llegar a un acuerdo entre todos los municipios localizados en Urdaibai, así como la gran afluencia de visitantes procedentes principalmente de Bilbao, entorpecen gravemente las tareas de protección y recuperación de esta privilegiada zona.

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La marisma de Belcenia . Bahía de Txingudi.
Foto: Mikel Estonba

Hay, por otra parte, rías que, pese a haber sido dañadas por los seres humanos, han sido capaces de conservar amplias zonas marismales. Es el caso de Txingudi, Orio y Zumaia en Gipuzkoa, y de Lea, Plencia y Barbadun en Bizkaia. En todas ellas, los grupos ecologistas han luchado afanosamente por paralizar los proyectos que terminarían por destrozar las marismas del entorno, en algunos casos con resultados positivos, cuando la pelea ha dado sus frutos y han conseguido proteger -e incluso recuperar- determinados humedales, y en otros supuestos no tanto, cuando les ha resultado imposible combatir la ceguera de los responsables políticos. En estos últimos casos, muy a nuestro pesar, hemos tenido que presenciar cómo zonas marismales que revestían una inigualable importancia en nuestro patrimonio natural desaparecían bajo el peso del hormigón.

Hay, asimismo, algunas pocas rías que, pese a estar gravemente deterioradas, conservan pequeñas zonas marismales (Urdazuri y Sokoa en Laburdi; Inurritza y Deba en Gipuzkoa, y Ondarroa en Bizkaia). Algunos de estos ecosistemas son últimamente noticia en los medios de comunicación, dada su inminente desaparición ante la amenaza de dar comienzo a varios proyectos que, en absolutamente todos los casos, se nos describen como "imprescindibles" e "imposibles de modificar". Los grupos ecologistas, empero, no se cansan de presentar pruebas que demuestran la existencia de posibilidades que permiten conservar estos tesoros ecológicos, aunque, lamentablemente, sus buenas intenciones chocan una y otra vez contra la inercia de las políticas, que jamás toman el medio ambiente en consideración.

Por último, señalar que hay rías que han tenido que sufrir las consecuencias de un modelo de desarrollo altamente perjudicial para el medio ambiente, en las que no ha quedado ni el más mínimo rastro de las marismas que anteriormente existieron. Es el caso, entre otros, de la ría de Ibaizabal, de la bahía de Bakio, de la ensenada de Pasajes, de la desembocadura del Urumea y de la ría de Atturri.

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Marisma de Sokoa. Bahía de Donibane-Lohitzune.
Foto: Mikel Estonba

La migración que durante los últimos años se está produciendo desde el interior hacia la costa conduce a que los pocos humedales que aún se conservan en nuestras rías sufran una excesiva presión urbanística. Este fenómeno afecta principalmente a las superficies que albergan en su haber pequeñas zonas marismales, y que, aprovechando que no tienen un gran renombre, están siendo destruidas. En tal sentido, hay que señalar que todas esas zonas están ligadas entre sí, como si formaran una sola cadena, y que, por tanto, las estrategias marcadas para su conservación no tienen que tener como único fin la protección de rías que cuentan con amplias zonas marismales. Es tal el dinamismo de estos ecosistemas, que las pequeñas marismas que se conservan en las rías humanizadas son vivos testigos de una antiquísima riqueza.

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