Mauricio Flores Kaperotxipi:
“Tertulias sobre la vida cotidiana y el arte, en sus artículos”
Leticia
Eizagirre Altuna
El
zarauztarra “Kapero”,
en artículos escritos en 1948 y publicados en el periódico “La
Razón” de Buenos Aires, en su serie ”Anécdotas”,
trata debates y controversias omnipresentes 50 años después.
Con esa aparente ingenuidad que caracteriza también su obra plástica
y con gran sentido del humor, nos habla de la importancia del mercado del
arte, de racismo, hace crítica de arte refiriéndose a las nuevas
tendencias, teniendo siempre como trasfondo su leitmotiv: una vehemente
defensa de los artistas no exenta de irónica y constante crítica
de la incultura de la sociedad.
De la mano de este “ciudadano del mundo” paseamos, en pocas líneas,
por Toledo, Madrid, Buenos Aires, Gipuzkoa, y nos adentramos en su galería
de personajes de todas las épocas (Laurens, Renoir, Napoleón,
Miguel Angel, Lagarde, Vollard, los Medicis), transformados en protagonistas
de anécdotas de la vida cotidiana.
El atractivo de estos “articulitos”se completa con las deliciosas
ilustraciones del autor, recreación de obra de los artistas en ellos
aludidos.
ANÉCDOTAS
Por M. FLORES KAPEROTXIPI (La Razón, Buenos Aires, 1948)
¿GORDAS O FLACAS?
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"Mujer reclinada" del escultor Laurens. |
Mirando el apunte de la “Mujer reclinada”, del escultor
Laurens, decía un hombre a un grupo de amigos: ¿Ustedes
se casarían con una mujer así? ¿Con unas
piernas así?. Pero está claro que el escultor no
dio forma a esa obra para que alguien se casase con ella. La hizo,
sin duda, buscando una emoción artística. Un pintor
me decía en Toledo: “En mi matrimonio suspiro por
tener una hija, y el matrimonio me da únicamente hijos.
En cambio, con los colores me pongo a pintar una nenita y la pinto
como quiero”. Eso es. Cuando un artista, en el lienzo o
en el mármol hace una figura que al contemplador puede
parecerle deforme, no es una equivocación, sino algo meditado
y deseado. Además no a todos los hombres les agradan las
flacas. Por ejemplo, el ideal de Gaughin eran las mujeres gordas.
“En esto del tipo ideal de mujer, suceden cosas muy raras.
¿Sabe lo que opinaba Renoir de las españolas?, me
decía un andaluz, todo enojado. Claro que lo sé;
pero oigámosle al mismo genial pintor francés, cuando
nos habla: “¡Hacía demasiado que deseaba ver
el Museo de Madrid! Pero España, ¡ qué país!
En un mes no he encontrado allí una sola mujer bonita.
Me hubiera marchado de España el mismo día de mi
llegada, si no hubiera sido por el Museo de Madrid. ¡Ah
los Velazquez!”. Sin embargo, cualquiera que haya pasado
una sola vez por la calle de Alcalá de Madrid, sabe que
aquello está lleno de mujeres bonitas y rebonitas, lo mismo
que la calle Florida de Buenos Aires. Pero en la calle Florida
le hubiese sucedido otro tanto a Renoir, si hubiese andado por
ella después de estar unas horas frente a los Velázquez.
Sin duda ninguna, fue tal la impresión que le causaron
los cuadros del pintor español, que ya todo lo demás
le parecía apagado. Por eso, cuando después pasaba
por las calles de Madrid, llevaba ante sus ojos el recuerdo de
ese portento velazqueño que se llama “Las Meninas”,
y, naturalmente, le impedían ver hasta el encanto de la
mujer madrileña. Porque es tan fuerte el poder cautivante
y el realismo de “Las Meninas”, que cuando ante él
le preguntaron a un célebre escritor francés qué
le parecía el cuadro, contestó mirando el lienzo:
“¿Dónde está el cuadro?” |
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LA NARIZ DE DAVID
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Miguel Angel. |
Ustedes habrán oído, muchísimas veces, que
una persona pone fin a la discusión con esta sentencia:
“Sí, sí, dentro de cien años, todos
calvos”. Gran verdad, desde luego, porque el tiempo termina
con las mejores ondulaciones y las cabelleras más lindas.
Cuando Miguel Angel esculpía las esculturas de los Médicis,
no las hacía pensando en aquellos días. Porque alguien
le dijo que no se parecían a los originales, y contestó:
“¿Quién de aquí a mil años,
se atreverá a decir que eran distintos?”. Tenía
la seguridad de que las admiraríamos hoy.
Cuando un pintor pidió a Napoleón, ante su caballete,
que tomase una actitud determinada para hacerle parecido, Napoleón
replicó: “¿Parecido? ¿Para qué?
A nadie le interesa conocer el parecido de los grandes hombres.
Basta con ver su genio transparentarse en los retratos”.
Bueno, pero si un marido encarga a un pintor el retrato de una
señora para colocarlo en su casa y tenerla siempre presente,
querrá, lógicamente, que se parezca al original
como una gota de agua a otra gota de agua. Porque no hay duda
de que el parecido tiene importancia, sobre todo, en esos primeros
cien años en que todos quedaremos calvos.
Lo que también resulta natural es que el parecido no preocupe
cuando se esculpen figuras que no han vivido con nosotros. Así
y todo, mientras Miguel Angel estaba dando los últimos
toques a su “David”, un influyente personaje que lo
miraba, le advirtió: “La nariz es demasiado ancha”.
Entonces Miguel Angel subió al andamio con un cincel, un
martillo y un poquito de polvo escondido en una mano. Hizo como
que trabajaba y dejó caer el polvo. Cuando bajó
del andamio se acercó al personaje influyente, preguntándole:
“¿Y ahora?. El personaje contestó: “Ahora
está bien”. |
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CUIDADO CON LAS LECCIONES
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Lagarde en el columpio. |
Lagarde es un dibujante extraordinario que vive en mi provincia
de Guipúzcoa.Tanta era su facilidad para dibujar que una
de las cosas que le ví hacer fue dibujando en el escenario
de un teatro los personajes que iba describiendo el conferenciante
a su lado. Pero lo más sensacional que hacía era
lo del columpio, siempre con fines benéficos. Debajo de
él, en el suelo, colocaban grandes baldes de pintura, y
delante un telón grande de papel blanco. Lagarde tomaba
en la mano un pincel como una escoba, mientras otra persona empezaba
a columpiarle. Cada vez que el columpio llegaba al papel, Lagarde
hacía una o dos líneas con la escoba mojada en colores
distintos. Para cuando terminaban de tocar “La danza del
fuego” él pintaba la escena. Así como un motivo
de Semana Santa en Sevilla, mientras la cantante emocionaba al
auditorio con una sentida saeta.
Pero le traicionaba su misma rapidez. En todas las exposiciones
que hacía, sus obras parecían caras, “¿Cómo
valen tanto, si las hace en un periquete?”, le solían
decir. Siempre se le oía lo mismo. “No reparan en
la cantidad de años que he tenido que pasar dibujando para
llegar a hacerlo con esta velocidad”. Podía haberle
dado una buena lección el pintor de retratos más
famoso que tiene hoy España, y a quien le visité
en los días lejanos de la dictadura de Primo de Rivera.
Pintó un estupendo retrato de un aristócrata en
tres sesiones. El tercer día, el aristócrata opinó:
“Está bien, pero falta mucho para que lo termine
¿verdad?”.”Así es. Estará terminado
dentro de dos meses”, contestó el pintor. Desde entonces,
dejó el retrato contra la pared. Cuando a los sesenta días
llegó el interesado, volvió a opinar: “Ahora
sí, es una maravilla”.
La anécdota tiene cierta semejanza con la de Miguel Angel.
Y ambas la tienen, también en cierto modo, con el lema
que se emplea en el comercio: “El cliente siempre tiene
razón”. Lo pudo comprobar Vollard, el famoso vendedor
de cuadros. Un señor se prendó de un cuadro que
estaba amontonado entre otras muchas obras. “¿Cuánto?”
“Tanto”. La compra quedó hecha.
“¡Ah! Vamos a ver –dijo Vollard, viendo que
el cuadro estaba cabeza abajo-; vamos a ver cómo resulta
dándole la vuelta”. Lo pusieron bien, y el comprador
exclamó: “¡Hombre es curioso!. Me gusta menos
así”. Y se anuló la venta. Vollard nos dice:
“Una vez más me dí cuenta de que no se le
deben dar lecciones al cliente”. |
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Biografía de Mauricio Flores Kaperotxipi
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Mauricio Flores Kaperotxipi. |
Nació en Zarautz, el 10 de mayo de 1901. Su padre era sastre. La pasión
de Mauricio era el dibujo, por lo que trabajaba en la sastrería por
las mañanas y dedicaba las tardes al aprendizaje del dibujo, tomando
lecciones en la Juventud Antoniana de Zarautz de Lucio Urbina, al igual que
la mayoría de los chicos del pueblo. Los hermanos Duquesa de Goyeneche
y Conde Guaqui, vieron un dibujo de Kapero en una tienda de enmarcación
de San Sebastián y se convirtieron en sus protectores, permitiéndole
viajar durante ocho años por Francia, Italia, Bélgica, Holanda,
y todas las ciudades de España. Con 17 años se traslada a Madrid
recibiendo lecciones de dibujo y pintura en el taller de López Mezquita.
En octubre de 1922, concurrió a la exposición de Artistas Noveles
Guipuzcoanos, siéndole otorgado el primer premio en la especialidad
de Pintura, por su tela “La vuelta de la pesca”. En 1927, inaugura
nuestro pintor una exposición en los salones de la Diputación
de Guipuzkoa, con un total de 70 retratos de personajes vascos. Kaperotxipi
es invitado a exponer en Argentina.
En la capital argentina inauguró una exposición con 20 cuadros
y temática de figuras, paisajes y escenas regionales de pronunciado
sabor costumbrista. Algunas obras fueron adquiridas por el Museo Nacional
de Buenos Aires y también por el Museo Nacional de Uruguay. Debido
al éxito obtenido celebra exposiciones en las ciudades de Rosario de
Santa Fé y en Montevideo. Regresa a Zarauz, pero vuelve a Argentina
a exponer sus cuadros en 1932.
En 1933, contrae matrimonio con Benita Manterola. Expone en México,
Chile, Uruguay, Cuba y en la ciudad norteamericana de Los Angeles, exposición
muy comentada por la prensa del país. Hasta el año 1936 vivió
en Elgueta, donde tenía instalado su estudio, allí le sorprendió
la guerra civil. Después de la caída de Bilbao, salió
del País Vasco como miles de refugiados. Partió para Buenos
Aires, después de trabajar en el salvamento y evacuación de
las obras de arte, patrimonio del gobierno de Euskadi. Llegó a Argentina
en el año 1938, en 1943 se instaló en Mar del Plata, donde residió
hasta 1983. Fue colaborador en el diario La Razón de Buenos Aires.
En 1947 publica su primer libro: ”Pintores vascos y no vascos”,
con la Editorial Ekin de Buenos Aires. En 1950 viaja por Europa. Después
de pasar unos meses en el País Vasco Francés, regresa a la Argentina
donde combina su actividad pictórica con colaboraciones en diarios.En
1954 publica su segundo libro”Arte Vasco”, tambien con la editorial
Ekin de Buenos Aires. En 1957 ilustra, con cuarenta dibujos, el libro “Estampas
Vascas” de Costantino Esla. En 1963 publica un libro dedicado a la “Vida
y Obra del pintor Pablo Uranga”, en la colección Azkue de la
Editorial Auñamendi de San Sebastián.
En 1974 vuelve a viajar por Europa e instalarse unos meses
en Saint Jean de Luz. En 1983 pisa por primera vez, después de la guerra
civil, la tierra de sus mayores. Desde el año 1984 vive y trabaja en
Zarautz donde fallece en 1997.