Bizente GoikoetxeaEscuchar artículo - Artikulua entzun

Sabin Salaberri

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Vicente Goicoechea y Errazti.
S e celebra en el 2004 el 150 aniversario del nacimiento en Aramaiona (Alava) de Bizente Goikoetxea Errasti, compositor y figura decisiva en la renovación de la música religiosa.

Goikoetxea es vocación tardía. No se dedicó a la música hasta cumplidos los 36 años. Había cursado la carrera de leyes, aparece en algunas actas con el título de notario y durante años estuvo trabajando como asesor jurídico de empresas. Junto a esta profesión nunca dejó de cultivar la música: comenzó su aprendizaje en Aramaio. Más tarde, cuando se trasladó con su familia a Lekeitio cantaba en el coro parroquial, sustituía al organista cuando era preciso y escribía composiciones musicales estimables, aunque, por supuesto, sin la maestría del gran compositor que llegó a ser. A los 34 años decidió hacerse sacerdote y solicitó el ingreso en el Seminario Conciliar de Vitoria. Por unas razones que no terminamos de entender, su solicitud fue rechazada. En cambio fue admitido en el Seminario de Valladolid. Al producirse la vacante en la plaza de maestro de capilla de la catedral castellana; Goikoetxea se preparó sólidamente en Tolosa con Felipe Gorriti y ganó las oposiciones. Tenía 36 años.

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Felipe Gorriti y Osambela.

En Valladolid le tocó realizar un empresa de gran envergadura. Cuando se hizo cargo de la capilla de música de la catedral, la música religiosa atravesaba momentos de gravísima decadencia. Los cantos que se ejecutaban en las iglesias, incluída la capilla que él regía, eran de muy baja calidad y sobrado mal gusto, con alardes de artificios, gorgeos, repeticiones sin sentido, cortes violentos y demás recursos de la óperas bufas de los peores autores. A propósito de la música de las iglesias decía Jerónimo Feijóo: “El que menos mal lo hace, parece que estudia en cómo lo ha de hacer mal”.

En la segunda mitad del siglo XIX nacieron movimientos que buscaban devolver su dignidad al canto sagrado. Los monjes de la Abadía de Solesmes, Francia, inician la labor de rescatar el canto gregoriano; en Ratisbona, Alemania, se esfuerzan Proscke, Witt y Haller en recuperar la polifonía clásica. Nacen en Italia asociaciones cecilianas con el mismo fin.

 
Nemesio Otaño Eguino.

Goikoetxea, que está al tanto de estos movimientos, emprende en Valladolid la tarea de dignificar la música de la catedral. Recupera e interpreta obras de Palestrina, Victoria y Morales. Incluye algunas obras elegidas de Lisz y Gounod. Él mismo, cumpliendo una de sus obligaciones de maestro de capilla, compone nuevas obras, pero lo hace al margen de los gustos en boga y siguiendo las pautas de la polifonía clásica. Asume también la formación musical del Seminario, en el que forma una “Schola Cantorum” y establece la enseñanza del canto gregoriano. La tarea no es fácil; los canónigos siguen aferrados a las viejas costumbres y no les gustan los cambios introducidos por el nuevo maestro de capilla: Goikoetxea se ve obligado a redactar en 1895 un documento defendiendo su postura ante algunas advertencias del Cabildo. De esta época son, entre otras obras, los motetes “Ave Regina coelorum” y “Adoro Te devote”.

Con el paso del siglo se afirma la trayectoria de Goikoetxea. Varios músicos jóvenes, como Nemesio Otaño y José Mª Olaizola se desplazan a Valladolid, ilusionados por recibir las enseñanzas del maestro; otros muchos músicos jóvenes siguen con interés su trabajo restaurador, entre ellos su gran amigo Francisco Pérez de Viñaspre; y su sobrino Julio Valdés Goikoetxea. Goikoetxea ya no se siente sólo en el trabajo de depuración que ha emprendido; ya son muchas las voces que le secundan en la tarea. En noviembre de 1903 Pío X publica su célebre “Motu proprio” estableciendo una radical reforma de la liturgia y de la música sagrada; es el respaldo definitivo a la tarea que Goikoetxea viene realizando desde hace 13 años.

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José María Olaizola.

Entre 1902 y 1904 compone sus obras más interpretadas: “Ave María”, la “Misa en honor de la Inmaculada Concepción”, el grandioso “Miserere”, el sentido responsorio “Christus factus est”.

Los días 26, 27 y 28 de abril de 1907 se celebra en Valladolid el Primer Congreso de Música Sagrada, en el que se toman medidas importantísmas para la restauración de la música en las iglesias. El P. Nemesio Otaño, que después sería director del Conservatorio de Madrid, es quien lleva la voz cantante; pero a su lado se encuentra el verdadero motor, eficaz y silencioso: Vicente Goikoetxea.

A partir de este Congreso de Valladolid, don Vicente se retira a un segundo plano. Ya tiene discípulos con mayoría de edad, que le adoran (pueden Uds. comprobarlo en las líneas del P. Otaño que figuran en en el programa de mano de este concierto). Sin perder contacto con sus “hijos espirituales” Goikoetxea lleva una vida retirada. En plena madurez espiritual y artística, cada vez compone menos, quizá porque cada vez medita más los textos.

Comento brevemente algunas de las obras más conocidas de Goikoetxea.

 

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Francisco Pérez de Viñaspre.

Los motetes “Ave Regina coelorum” y “Adoro te devote” transcurren por los cauces normales del contrapunto clásico con apuntes atrevidos en la armonía.

De mayor envergadura musical es el “Tantum ergo” nº 2, pieza de perfecto equilibrio sonoro, con melodía siempre noble y armonía densa; es sobrecogedor el expresivo arranque de los bajos al unísono.

La “Misa” en honor a la Inmaculada Concepción era la única música que convencía al violinista Juan Manén. Todos su motivos musicales son de gran nobleza. En cuanto a la arquitectura, el juego imitativo de motivos y respuestas es perfecto, hay apuntes armónicos atrevidos, como por ejemplo en el tercer “Kyrie”; el lirismo en el solo de tenor de “Et incarnatus est” en el Credo es delicioso; lo mismo el unísono de bajos de “Gratias agimus tibi” en el “Gloria” y “Et iterum venturus este” en el Credo; las progresiones armónicas en el “Crucifixus est” han despertado siempre la admiración de los analistas.

La música de Goikoetxea surge siempre de un reflexión profunda del texto: así en el sobrio del discurso musical emergen arranques de sorprendente energía: en el motete “Christus factus est” la música adquiere verdadera exaltación en la frase “exaltavit illum”.

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Julio Valdés Goicoechea.

En “Miserere mei Deus”, que, como decía un analista, basta por sí solo para hacer célebre a su autor, se pueden destacar aciertos completos, como el primer versículo construido enteramente sobre el recitado salmódico, llano y austero, de los altos; el lírico y transparente “Cor mundum” para tres voces mixtas; las expresiones vigorosas cuando aparece la palabra “exultabunt” o “exultavit” en “Auditui meo” y “Libera me de sanguinibus”.

El “Tantum ergo” nº 7 sorprende por su riqueza modulante y su increible fuerza expresiva. También tiene gran fuerza el “Ave María”, pieza que gusta a todos los coros de voces graves, con sus enérgicas partes “a capella”, el lirismo del solo de tenor en “Sancta María” y las deslumbrantes progresiones que conducen hasta el final.

Por fin, “Salve Regina” en honor de Andra Mari de Ibabe, es de pincelada transparente; la revista “Música Sacro Hispana de diciembre de 1909 decía que “no sé que se haya escrito todavía una “Salve” más sencilla y más hermosa que ésta que nos acaba de ofrecer el maestro Goikoetxea”.

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