El manuscrito oculto. Realidad, ficción y películas en la sede del Festival Internacional de Cine de San Sebastián (1862-1905)Escuchar artículo - Artikulua entzun

Carlos RILOVA JERICO
Naoufal CHAARANI
Traducción: Carlos RILOVA JERICO, Naoufal CHAARANI
Original in English

Esta semana es una buena, apropiada, ocasión para hablar en estas páginas de cine, ya que, como todos los años, la ciudad de San Sebastián celebra su cada vez más famoso festival internacional de cine.

Aludir a una película como El regreso de Martin Guerre, maravillosamente realizada por Daniel Vigne en 1982, podría ser un buen primer paso para comenzar un artículo como éste. Esta portentosa reconstrucción de la vida cotidiana del campesinado francés del siglo XVI se basa en uno de los más interesantes libros de Historia escritos durante el siglo pasado. En sus últimas páginas la autora, la historiadora, Natalie Zemon Davies, recordaba las palabras de una joven madre recién llegada a Artigat, el pueblo donde ese drama histórico tuvo lugar. La chica manifestó a una vecina que paseaba a su lado que Artigat era un lugar tranquilo, quizás incluso aburrido. ¿Nunca ocurría nada interesante allí? La mujer respondió que tal vez no en la época actual, pero en el siglo dieciséis cierto día apareció un hombre que dijo a todos que él era el auténtico Martin Guerre, el mismo que había huido del pueblo más de diez años atrás… Después la vecina le contó la historia del falso Martin Guerre y del verdadero, que volvió justo en el momento oportuno. Un emocionante relato que ha sido “traducido” a imágenes en dos ocasiones. La primera por el ya mencionado Daniel Vigne y la segunda por Jon Amiel en 1993, que convirtió a Artigat en un pueblo del Sur de los Estados Unidos durante los duros tiempos del período de la Reconstrucción tras la guerra civil y a Martin Guerre en un tal Jack Sommersby.

El manuscrito de Tamsamanni. Biblioteca de la ciudad del San Sebastián.
El manuscrito de Tamsamanni. Biblioteca de la ciudad del San Sebastián.

La mayoría de los habitantes de la burguesa, convencional y relativamente tranquila ciudad sede del Festival Internacional de Cine podrían formular la misma pregunta que la joven de Artigat planteó: ¿nunca ocurre nada interesante en San Sebastián?, ¿las únicas “cosas interesantes” que podemos recordar, aparecen sólo en las películas que visitan la ciudad cada año?

Sorprendentemente la respuesta podría ser la misma que dio la vecina de Artigat a la joven recién llegada. Quizás hoy día no, pero en la década de los sesenta del siglo diecinueve…

En aquellos años San Sebastián, y especialmente uno de sus más prominentes ciudadanos, estaban experimentando el comienzo de hechos históricos que, cien años después, se convertirían, como la historia de Martin Guerre, en una película.

Página del manuscrito de Tamsammani. Biblioteca de la ciudad del San Sebastián.
Página del manuscrito de Tamsammani. Biblioteca de la ciudad del San Sebastián.

En efecto, no es la primera vez que esta revista habla sobre Fermín Lasala y Collado, el duque de Mandas. Hace unos meses leíamos aquí que el joven millonario fue uno de los magnates que construyó la red de ferrocarriles de los Estados Unidos como parte de sus vastos negocios. Este hecho, siendo interesante -y desconocido-, no es sin embargo la única sorpresa que conservaba en sus archivos privados (afortunadamente donados a la Diputación guipuzcoana para instruirnos y, asimismo, asombrarnos) y, también, entre los 14.000 volúmenes de su biblioteca donados -junto con su más importante mansión, Cristina-enea- al ayuntamiento de San Sebastián.

Los archivos municipales revelan, en efecto, la primera pista de estos asombrosos hechos. Allí podemos consultar una lista completa de sus libros. En sus últimas páginas aparece una nota que habla sobre un valioso manuscrito árabe…

Página 119 de la carta del manuscrito del tamsammani escrita por el copista. Biblioteca de la ciudad del San Sebastián.
Página 119 de la carta del manuscrito del tamsammani escrita por el copista. Biblioteca de la ciudad del San Sebastián.

¿Estamos, pues, ya ante un exótico misterio? Es evidente que los dos concejales que elaboraron la lista en 1918 no sabían una sola palabra de árabe. No podían siquiera escribir el nombre del manuscrito. La única cosa clara para ellos era que se encontraban ante un objeto verdaderamente valioso, quizás escrito en el siglo XV. Pero, por lo que ellos sabían, tanto podían ser las obras completas de Avicena como el infame Necronomicon parte de los mitos que forjaba en esos años un todavía desconocido Howard Phillips Lovecraft.

Pocos años después alguien decidió traducir parcialmente el misterioso libro. Así, consultó a un experto de la revista “Al-Andalus”, el órgano de los arabistas españoles y la luz se hizo finalmente sobre el manuscrito. No se trataba de una reliquia medieval sino de una lujosa reproducción de algunos textos árabes clásicos elaborada en el año 1856 por un famoso copista de Tanger, Muhammad ben al Hayy Muhammad al Tamsammani. El contenido del no tan misterioso manuscrito era, aparentemente, algo bastante poco original: un libro de oraciones, el “Dalavil al-jayrat”, escrito en el año 1472 después de Cristo por Muhammad ben Sulayman al Yazuli y un centón de cuentos, charadas y algunas reflexiones filosóficas sobre muy diversas materias: la belleza de la novia, la traición, la amistad…

El secretario de “Al-Andalus”, Ángel González Palencia, mandó un informe verdaderamente correcto a la biblioteca municipal, pero había algo más bajo aquella tranquila superficie…

Página 167 de la carta del manuscrito del tamsammani escrita por el coronel Man-e-rik. Biblioteca de la ciudad del San Sebastián.
Página 167 de la carta del manuscrito del tamsammani escrita por el coronel Man-e-rik. Biblioteca de la ciudad del San Sebastián.

Evidentemente el filólogo no sabía nada sobre Fermín Lasala y Collado excepto que había sido el dueño del manuscrito Tamsammani. Así nunca se interrogó sobre la carta que fue enviada al duque junto con el libro por cierto coronel Man-e-rik -probablemente una boutade entre viejos amigos para disfrazar el verdadero apellido del correspondiente: Manrique- y su contenido. Y esa era, precisamente, la clave que nos lleva directamente al núcleo de esta historia que John Milius convirtió en una película titulada “El viento y el león” en 1975.

En efecto, Ángel González Palencia tradujo la carta superficialmente: aquella cuartilla decía algo sobre una dama llamada Cristina, calificada como la mujer más bella de Madrid y otras formulas de cortesía similares. Sin embargo una lectura más atenta de ese documento revela que el coronel “Man-e-rik”, un hombre muy bien instruido en literatura árabe, actuaba en ella como uno de los característicos “orfebres de palabras” -estudiados más que correctamente por algunos historiadores europeos como Charles Pellat- y colmaba de halagos a Cristina con su brillante imitación de la prosa poética árabe. Así, era la favorita de la buena sociedad madrileña, sus órdenes eran justas y el coronel se sometía a ellas alegremente. Estar a su lado le causaba alivio y su figura es tan deliciosa como un espejismo; brilla como una estatua, su frente y su rostro no tenían parangón en Madrid… y así sucesivamente.

¿Cuál era el último propósito de todas esas honestas -como el autor de la carta confesaba- alabanzas? ¿Tal vez era otra broma entre viejos amigos como parecían serlo el coronel y el duque? Quizás, pero el manuscrito, y especialmente la carta, como cualquier otro documento histórico, tienen un exacto contexto y ahí, como es habitual, debería estar la respuesta a esas preguntas.

  Retrato de Fermin Lasala como embajador. Museo de la ciudad del San Sebastian.
Retrato de Fermin Lasala como embajador. Museo de la ciudad del San Sebastian.
La carta fue escrita el 22 de marzo de 1862. Y ese es, tal vez, un hecho verdaderamente relevante para saber cómo y por qué ese extraño manuscrito llegó a manos de Fermín Lasala y Collado. Hay dos explicaciones posibles.

Veamos cuál podría ser la primera. Aquel año España se había apoderado de una gran parte de Marruecos. Una vez más el débil imperio alaui, como era habitual desde el siglo XVIII, no podía derrotar a los ejércitos europeos -principalmente españoles- que invadían periódicamente su territorio.

Esta aventura colonialista fue, por supuesto, organizada y alentada desde Madrid y apoyada por la ciudad de San Sebastián -el hogar natal de Fermín Lasala y Collado- y el resto de las provincias vascongadas. Más de mil hombres fueron llamados a filas en la ciudad, el duque, además de su papel en el Parlamento español como diputado guipuzcoano ante la corte de Madrid, dio dinero para alistar al menos a cinco efectivos para la leva hecha por el ayuntamiento de San Sebastián a fin de completar el Tercio voluntario guipuzcoano que, enviado a África con los otros dos reclutados por las provincias de Bizkaia y Alava y unido a otras tropas españolas, luchó gloriosamente en la batalla de Wad-Ras. Una de las diversas operaciones militares que abrieron las puertas del Norte de Marruecos, especialmente la estratégica ciudad de Tetúan, a la suprema y absoluta ley internacional de aquellos días: los cañones, rifles, revólveres y bayonetas de España. Así no es difícil imaginar que el manuscrito Tamsammani era, simplemente, botín de guerra enviado como tributo a uno de los más conspicuos promotores de esa nueva expedición colonial española.

Por lo que respecta a la otra explicación posible... Bien, Fermín Lasala y Collado era el clásico patrón político del siglo XIX. Recibía centenares de peticiones solicitando protección frente a aquel Poder con “P” mayúscula que él representaba, utilizaba y poseía.

Muhammad al Tamsammani tenía graves problemas como explicaba otra carta incluida en el manuscrito: su padre estaba prisionero de los alauis. Así pues, ¿era este rico manuscrito, una joya literaria, una ofrenda elevada al único poder, respaldado por moderna artillería y miles de bayonetas, que, lógicamente, podía obligar a los alauis a liberar a su padre?

Museo de la ciudad del San Sebastián, Cristina Brunetti duquesa de Mandas. Retrato de Palmaroli.  
Museo de la ciudad del San Sebastián, Cristina Brunetti duquesa de Mandas. Retrato de Palmaroli.

El secretario de “Al- Andalus” no decía nada sobre esta cuestión, pero él analizó el manuscrito sólo en calidad de filólogo, ignorando el contexto histórico y el papel jugado por diversos personajes históricos como el duque, Muhammad al Tamsammani o los crueles, aunque derrotados, alauis. El manuscrito estaba, en efecto, diseñado desde la primera a la última página como un mecanismo -o una compleja joya- consagrada a obtener perdón, a implorar ayuda y compasión de poderosas manos… ¿quizás sólo una simple casualidad?

En cualquier caso algo quedó bastante claro en todo aquel asunto: en ese año de 1862 Fermín Lasala y Collado y el estado al que él representaba habían conquistado la cabeza de playa que forjó el imperio español en el Norte y el Oeste de África. Unos cincuenta años después, de 1900 a 1905, el duque, el feliz esposo de la bella Cristina, era embajador español en Londres. Allí, bajo la protectora sombra del poderío británico, ganó finalmente un sabroso pedazo de África para España, contribuyendo a aplastar cualquier resistencia “nativa”. Por ejemplo la organizada en torno al jeque El Raisuli al que John Milius transformó en personaje de cine en 1975. Así, al igual que en Artigat, a la ciudad sede del Festival de Cine y a sus habitantes les ocurrieron “cosas interesantes” -lo bastante “interesantes” como para convertirse en película- antes de que llegaran nuestros aburridos, generalmente tranquilos, días en los que las únicas “cosas interesantes” que puedes vivir están en las películas… u ocultas en olvidados archivos.

GAIAK
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2004/09/17-24