Francisco Javier CASPISTEGUI GORASURRETA
El deporte femenino puede proporcionar una mejor comprensión del papel de la mujer en la sociedad y la percepción que de él se tenía, y también, y por oposición o contraste a él, el del hombre. De ahí la utilidad del concepto de género, que aporta, más allá de las diferencias biológicas, una útil aproximación a las percepciones, a las miradas mutuas y, en definitiva, a las comprehensiones del papel social de hombres y mujeres.
Hasta 1950 los valores tradicionales permanecían anclados en la sociedad. Los primeros síntomas de ruptura sólo eran excepciones, aunque se introdujeron innovaciones que no derribaron modelos previos, pero comenzaron a cuestionarlos. De ahí la utilidad del deporte femenino como índice para mostrar un mundo en transformación, incluso al ritmo lento de estas sociedades.
Pueden distinguirse dos etapas atendiendo al contexto histórico: Hasta la guerra, en que la iniciativa deportiva surgía de la sociedad; y después de aquélla, en la que el impulso deportivo procedió del Estado con finalidad propagandística y de control social.
a) 1901-1939
Las primeras menciones a la relación de las mujeres con el deporte las hace meras espectadoras. En 1909, al inaugurarse el frontón Euskal-Jai de Pamplona, se destacaba su comodidad para las mujeres: “suponemos que romperán esa costumbre de dejar para los hombres solos el espectáculo”. La mujer aparecía como mero complemento de unos espectáculos en los que se la admitía porque “realzaban el acto con su presencia”, se decía en 1937. Y aunque mostraron actitudes “masculinas” en el fútbol, chillando, despeinándose, volcándose sobre el campo y discutiendo, terminado el partido “vuelve a recobrar su deliciosa feminidad”.
Jugadora de baloncesto. Dibujo publicado en el desaparecido periódico de Pamplona “Arriba España” el 14-IV-1950, p. 5 y 22-IV-1951, p. 6. |
Además, se introdujeron preocupaciones higienistas, que llevaron a propugnar la práctica de educación física en las mujeres entre los 6 y los 17 años, como concluía la semana de cultura física celebrada en San Sebastián en 1920. Se recogían ideas de mejora racial, con la mujer como madre, mucho más que cualquier afán reivindicativo.
En los veinte, en plena expansión del alpinismo, se extendieron los concursos de montes también a las mujeres. En ellos la óptica varía si el punto de vista es masculino, entrando así en juego la utilidad del concepto de género. El Club Euzkotarra de Pamplona organizó en 1928, “un concurso de montes femenino el cual es sumamente fácil para lograrlo, si ellas ponen de su parte un poco de interés”. Destaca el toque paternalista, tanto en la mención a la facilidad como en la reducción de los estándares masculinos a sus especiales condiciones (si las mujeres debían ascender 6.000 metros, los hombres 20.000). Sin embargo, de vez en cuando pueden apreciarse referencias sorprendentes. Un artículo de la carlista Mª Rosa Urraca Pastor, hacía en 1926 una loa al alpinismo como deporte adecuado para la mujer e instrumento para resaltar su libertad.
En cualquier caso, el deporte femenino aparecía de forma muy esporádica. En 1914 se ofrecieron para inaugurar el campo de fútbol del Punching Club “dos equipos de señoritas de Barcelona”. En las ocasiones en que aparecen noticias con mujeres en deportes considerados “masculinos”, las protagonistas procedían de fuera de Navarra: en 1919 se disputó en el frontón Euskal-Jai un partido de raqueta a cargo del cuadro femenino de Madrid. La crónica señalaba que “el juego de raqueta no es violento, pero tampoco muerto como el de mano”, y se sorprendían de la capacidad de las jugadoras para atrasar la pelota y no quedarse en los cuadros delanteros, como habrían imaginado. En 1931 se ofrecieron luchas grecorromanas femeninas, advirtiendo de que se trataba de un “espectáculo absolutamente moral”. Tampoco hay críticas a la celebración de los I Campeonatos Navarros de Natación, en 1934, con participación femenina, y ello a pesar de advertencias sobre separación de sexos y moralidad de las vestimentas.
Un reducto para el deporte femenino sin excesivas trabas morales eran los clubes privados, especialmente el Pamplona Lawn Tennis Club: “No es extraño […] que el público se haya convencido de que una raqueta en manos de una mujer es el símbolo de la belleza y de la salud”, se decía en 1922. No había competitividad, rivalidad, ni características masculinas, sino lo característico de la mujer: belleza y salud. Se rechazaban el deporte violento y, en general, debía practicarse garantizando las diferencias y con precaución en cuanto a su honestidad y virtud.
Chiste publicado en el periódico “Arriba España” el 9-I-1944, p. 7. |
b) 1939-1950
Tras la guerra, el objetivo primordial fue mantener el control e implantar un modelo de organización social radicalmente diferente del republicano. Se tendió a estatalizar la vida social de acuerdo a patrones totalitarios. En el deporte hubo un control absoluto, en organización y práctica, y se reactivaron los requisitos morales, aunque su aplicación fue todo lo laxa que indica el constante recuerdo a las normas o las noticias sobre la práctica de deportes firmemente condenados desde esos principios.
Baloncesto masculino. Dibujo publicado en el desaparecido periódico “El Pensamiento Navarro” el 9-I-1942, p. 4. |
Sin embargo, en contraste con el marco moral e ideológico, la actividad deportiva femenina se incrementó merced al impulso de instituciones que trataban de hacer compatibles moralidad tradicional y modernidad deportiva, incluso practicando deportes “masculinos” como ciclismo, pelota o hockey. Esto acabó convirtiendo a la Sección Femenina en la principal impulsora del deporte femenino en la Navarra de posguerra.
Esta actividad comenzó a verse de forma más abierta, modernizadora y aperturista, que acercaba a sus practicantes a estándares lejanos a pautas tradicionales. No hay, sin embargo, una “liberación” de la mujer de los corsés sociales. Que las costumbres comenzasen a cambiar desde los años 20 no implicaba que el primer franquismo fuese aperturista. Lo mencionado no deja de ser algo excepcional, dada la fuerza con que las convenciones y la reinterpretación de la tradición se habían restablecido.
En la I vuelta ciclista a Navarra, en 1941, se hablaba de las largas trenzas de las salacencas; o de las necesidades para organizar una carrera en 1949: “unas bellas mujeres con flores en la acera, para que contrasten con la horrenda presentación de los ciclistas”. En 1944, el Club de Tenis buscaba regalos para obsequiar a las mujeres que asistiesen a la competición de tiro: “La Directiva del Tenis se ha esmerado en los regalos [...]. El Tiro necesita de la mujer como decorado ideal. Ningún marco tan bonito como ese que armonizan los rostros femeninos”.
Desde la ortodoxia deportiva masculina, la mayor participación de la mujer feminizaba y debilitaba el deporte, como se señalaba al introducir la media pala: “acaso haya gente para hacer buen papel. Y para vencer. Pero quién sabe si no les desafiará luego a los campeones alguna pareja femenina... Porque a... eso, pueden jugar mucho las mujeres también”. Surgen reacciones defensivas tratando de mantener la “pureza masculina” del deporte y críticas contra todo aquello que significase la entrada de la mujer en el territorio del hombre. En 1945 se publicó la aparición de equipos femeninos de fútbol en Inglaterra; un cronista afirmaba: “Mis conceptos armonizan la natación y los versos; la gimnasia y el bordado... Pero el fútbol me repele. Más que por brutal por feo. Espero que esas británicas desistan. Si su mal gusto no lo permite lo espero del buen gusto de los británicos. [...] El fútbol para los hombres”.
Jugadora de jockey. Dibujo publicado en “El Pensamiento Navarro” el 30-I-1942, p. 4 y 3-II-1942, p. 3). |
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